Las bicicletas llegan al Parlamento


Jon Irwin, pedaleando en las calles de Brixton/ Fotos: C.F.

Las bicicletas llaman a las puertas del Parlamento de Westminster. Ochenta diputados acuden a la convocatoria. Todos ellos suscriben el manifiesto del periódico “The Times” por una mayor seguridad para las dos ruedas. Y el país entero se pone a rodar, decidido a impulsar nunca antes el método más eficiente y menos contaminante para moverse por las ciudades.
    
 “Todos los elementos se están confabulando a favor de la bicicleta”, certifica sobre el sillín Jon Irwin, miembro del London Cycling Campaign. “Se está produciendo una cambio definitivo de mentalidad en la opinión pública. Ahora sólo falta ver acciones decisivas y visibles para que aumente aún más el número de ciclistas urbanos”.
      
El punto de partida fue un trágico accidente, el que sufrió la periodista de “The Times” Mary Bowers, arrollada por un camión cuando acudía con su bici al trabajo en la Torre de Londres. Bowers quedó malherida, como otros 2.660 ciclistas al año en el Reino Unido. Con 111 muertes, el 2010 fue un año luctuoso para las dos ruedas. La campaña del Times insiste en que los ciclistas son hoy por hoy los más expuestos a los accidentes, seguidos de lejos por los peatones, aunque las estadística se prestan a todo tipo de lecturas.

Si hablamos sólo del peligro, la gente no va a perderle el miedo”, amite Jon Irwin, nuestro activista londinense. “La verdad es que las cosas van mejorando para los ciclistas en Londres, pero más lentamente de lo que debieran. En Nueva York han bastado tres años para duplicar las infraestructuras y ganar espacio para las dos ruedas. Aquí, y pese a la apuesta del alcalde Boris Johnson por la bici pública, hemos ido a veces hacia atrás. La prioridad sigue siendo que fluya el tráfico motorizado”.
     
Londres figuraba hasta bien recientemente como caso “ejemplar” de pacífica convivencia entre los coches y las bicicletas. Pero los últimos accidentes, causados sobre todo por los camiones, han sacado a la luz las asignaturas pendientes.
     
“Aun así, Londres me parece una ciudad bastante más segura para los ciclistas que Madrid”, precisa Javier Arias, varios meses fogueándose en el asfalto londinense. “Los coches circulan más despacio por el centro porque las calles son más estrechas. Y los conductores son más conscientes porque hay más bicicletas circulando, y eso es lo que marca realmente la diferencia”.

     
Javier asegura que no ha tenido un sólo amago de accidente en Londres, donde el secreto está en “hacerse visible” y dejar de paso claro que “se quiere una ciudad llena de ciclistas y no de coches”. El ciclista asturiano ha certificado en Londres su adversión a los “carriles bici”: “No los quiero en las aceras, tan de moda en Madrid, porque invaden el espacio a los peatones y favorecen que los ciclistas se comporten de manera agresiva con ellos. No los quiero en la calzada porque, como ciclista, me ponen en una situación de peligro, sobre todo si me obligan a circular por ellos”.
     
En cualquier caso, está claro que Londres (con un 2,2% de los desplazamientos en dos ruedas) está aún muy lejos de Amsterdam o Copenhague (por encima del 33%). Otra campaña de nuevo cuño, Go Dutch, propone precisamente que las calles londineses  sigan el ejempo holandés y resten espacio al coche, en beneficio de los ciclistas y los peatones...
     
“No nos vale la excusa de que las calles de Londres son demasiado estrechas para hacer sitio a la bicicleta”, replica Jon Irwin. “Distintas calles requieren distintas soluciones. Y creo que está bien que existan “superautopistas” para bicicletas (que en realidad no son tales) y que haya también calles donde se comparta el espacio con los automóviles”

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Otra iniciativa que está ganando fuerza en Gran Bretaña es “Twenty is Plenty”, clamando por un máximo de velocidad de 20 millas por hora en las ciudades, lo que disminuiría notablemente el riesgo de accidentes mortales.
 “Un total de 77 peatones murieron el año pasado en Londres”, certifica Irwin. “Se trata de hacer calles menos peligrosas no sólo para los ciclistas, también para los peatones. Y de disuadir al mismo tiempo el uso del coche: la mitad de los desplazamientos en automóvil en Londres son de menos de dos millas, una distancia que se podría cubrir en bicicleta”.
     
Las bicicletas, pues, no sólo llaman a las puertas del Big Ben, sino que extienden sus tentáculos rodantes en todas las direcciones: de Brixton a Camden, de Kensington al East End... “La bici sirve para mejorar la calidad del aire, para aliviar el tráfico, para reactivar la economía local, para reconectar con tu barrio, para combatir la obesidad”, apunta Jon Irwin, presagiando la revolución imparable en nuestras calles.  “¿Existe acaso mejor solución para todos los males que aquejan a las ciudades?”.

Carlos Fresneda · Londres

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