Judias cocinadas sin carbón

Me cuenta Jorge que se llevó un día a los chavales a la playa, y que les hizo unas fotos y que en una de ellas cuando la visionó en la pantallica vio un bucólico barquillo a vela, al fondo del encuadre. Se acercó, y la carga parecía que eran unos sacos de rafia blanca. Me sigue contando que en mercado del pueblo más cercano por donde ha andado estos últimos tres meses no pudo sacar una foto que perseguia. Fue dos veces pero no. 

Los chavales de la playa estaban viviendo en un orfanato, el mar de la foto era el Caribe, la barca del fondo llevaba carbón vegetal en sacos, en el mercado quiso y no pudo fotografiar el comercio energético de árboles carbonizados, Jorge ha estado tres meses de voluntario, por su cuenta, en Haití.


El menú de El Vergel es de ensueño como siempre, yo cuando estoy en Madrid no tengo otro sitio donde ir, siempre vuelvo al mismo, porque creo que nunca me cansare de disfrutarme sus menús del día. Jorge lleva un rato en Madrid, ha sido casualidad la conexión, acaba de llegar y se ha pasao tres meses en el orfanato, entre otras cosas,  ayudando a cocinar la comida de los 30 a 50 comensales del lugar. El 90% de las veces han sido judías a palo seco, para luego mezclarlas con arroz, pero también se ha puesto con bizcochos, cereales, platos típicos y hasta panes. Disfruta en la mesa, se le nota, aunque lo observo y come lo justo, con agradecimiento nombra los sabores y colores que tiene sobre el plato, no pide postre, se toma una tila mientras yo me extasio con el flan de agar agar y me encuentro en mi copa el resto de su cerveza 00.


Me cuenta como con un colaborador de 25 años, haitano de toda la vida y panadero formado, se atrevieron con unos panes receta local, y de como el chaval le dijo, que de todos los panes de su vida el que acababan de sacar de la cacerola función horno de aire caliente en una cocina solar parabólica, ese fue el pan más gustoso que con sus manos pudo preparar hasta ese día.

Jorge es ingeniero electrónico, esta preparando su proyecto fin de carrera que trata sobre un aparato para seguir el sol para que un horno o cocina solar rinda más, y lo más automáticamente posible. Ya andaba con ello cuando Haiti se vino más abajo por lo telúrico, allá se fue volao y ayudo en todo lo que pudo, al volver llamó y dijo que volvería pero con una cocina solar bajo el brazo porque lo que vio del carbón, le pareció muy negro. Y así fue, además de llevarse en la maleta unos kits educativos de solar fotovoltaica y en los huecos todos los juguetes y libros ilustraos que pudo, en su segundo viaje ha hecho todo lo que ha podido ademas de cocinar con el sol durante 3 meses, hablar con los locales de todo tipo y condición y llegar a la conclusión de que allá las cocinas solares no son importantes solo para el medio ambiente sino que quizás mucho más para la cartera. Cada saco de la bucólica barca a vela de la foto cuesta entorno a 20 euros, son unos 18 kg de carbon que multiplicados por 6 kg de media dan el peso de lo que en su dia fue un árbol. Con el entusiasmao panadero llegaron a tramar que con 20 cocinas solares a 5 panes al día por unidad, 100 panes eran ya una empresa considerable, donde lo mejor de todo era que no había que pagar por carbón, nada y que sacando números, los panes iban además a competir sin duda en el mercado. Quizás el tercer viaje, que ahora no sabe cuando será, vete a saber si no se hace socio con él del pan y ponen un cartel de Panadería sin emisiones, panes solares, o parecido...

La foto de los chavales en la playa con el transporte energético al fondo me rememora la primera foto que hice en Haiti, después de una mañana intentando pasar la caravana por la frontera de Malpaso, a los 100 días del terremoto y percatarme desde la ventanilla que la barquilla donde remaba sudoroso un chaval de ojos blancos y piel oscura, que llegaba a la orilla podría llevar en esos sacos, el tan nombrado carbón vegetal. Al otro lado del lago esta República Dominicana, y los de la caravana asistimos en primer plano al contrabando energético, uno de los pocos negocios bollantes del dólido país donde no queda en pie y a pesar de la protección, más del 1% de los árboles que un día daban sombra, evitaban riadas y garantizaban alimentos y mucho más, a ese paraíso extinto.


Rumbo al metro nos para la policia, nos piden el carnet con guantes en las manos y nos hacen las preguntillas típicas, ambos, eso si, con pinta desenfadada y sonrientes bien nutridos de papeo e ilusiones, no llego a saber que vieron en nosotros, felices de con nuestras actividades no hacer daño a nadie y yo preguntándole en ese preciso momento a Jorge si ha calculao cuantos kilos de judías procesó, sin gastar un gramo de carbón, ensuciar el aire y los pulmones de la gente del orfanato, cuidando Haití como pocos. Le digo a un agente que venimos de alla al lao, de El Vergel, de comernos un menú, y sale Jorge y me dice, a 4 kilos por día, 60 días en total, 240 kg de judías, que no es poco. Creo que los jóvenes currantes del orden, se dieron cuenta que tenían delante a dos ciudadanos algo especiales. Nos despedimos y me comenta que tiene que acabar el informe para pasarlo a las gentes del Casal Prosperitat de Nou Barris en Barcelona, que con la donación de la caja hecha en la jornada por Haiti que celebran cada año, como que se fueron también con Jorge a Haiti, poniendo en sus manos la cocina solar y el caceroleo que servirá durante mucho años, a los chavales del orfanato y los cocineros que les preparen las viandas.

Manolo Vílchez

1 comentario:

Chefsolar dijo...

Que haya una cocina solar en cada barrio de Haití, por lo menos. Bonito relato.