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Un chef crudivegano en Hollywood


                Foto: Isaac Hernández

Juliano Brotman aprendió español "en las cocinas", mano a mano con los mexicanos que alucinaron el día en que le dio por preparar "burritos" envueltos en hojas de berza... "Paz en la Tierra y comida viva en el plato", es el lema del chef "crudivegano" de Hollywood, que tiene comiendo en su mesa a Natalie Portman, Demi Moore, Alicia Silverstone y Sting, entro otros.

"¿Qué les da usted a las estrellas?", le preguntamos al mítico Juliano, de ascendencia italiana, empeñado en desmostrar su dominio del español virado al chicano...
"Yo le doy a todo el mundo lo mismo: alimentos vegetales no cocinados, preparados de un modo orginal y sabroso, pero conservando todas las enzimas y los nutrientes. Comiendo así, como hacíamos antes de usar el fuego, se acabaron las enfermedades. La comida cruda te mantiene saludable y joven, y te proporciona un 'subidón' constante de energía. Yo mismo no necesito dormir más de cuatro horas al día comiendo de esta manera".

Con melena rubia o sin ella, la estampa de Juliano lo dice todo. Nacido en Las Vegas hace 43 años, dejó el colegio a los ocho y se fogueó desde niño en el restaurante italiano de su familia (de sangre sicialiana). Las ensaladas y los platos de pasta eran su fuerte, aunque se adiestró cocinando y comiendo carne, y viendo la televisión a todas las horas.

Pasó un tiempo en la jungla de asfalto de Chicago, y a los 15 años se trasladó con la familia a Palm Springs. Allí fue donde experimentó, en palabras propias y siempre en español, algo parecido a una "iluminación..." "Perseguí a mi perro en el desierto, y me llevó a un lugar donde había un águila, revoloteando alrededor de una poza donde había una serpiente de agua, y un poco más allá, una rana tomando el sol. Fue un momento muy especial, en el que sentí la unidad con el mundo. A partir de ese día dejé de comer animales y me hice vegetariano".

Las hojas de berza se convirtieron desde entonces en sus mejores aliadas. Empezó a usarlas en los burritos, envolviendo el relleno tal cual e invitando a sus comensales a saborear toda su "crudeza... "Poco a poco fui eliminando todos los alimentos procesados, que son puro veneno. Después fui prescindiendo de todos los cocinados o 'decadentes', como yo los llamo. En el 'raw food', los alimentos están vivos. Cocinar a 40-49 grados de temperatura sirve para matar los nutrientes y destruir las enzimas. Contrariamente a lo que alguna gente piensa, cocinar los alimentos puede hacerlos más indigestos".

Con 50.000 dólares prestados por su madre y con el fruto de sus primeros experimentos con batidoras, licuadoras y deshidratadoras, Juliano decidió abrir un restaurante crudívoro en San Francisco en 1994. Su fama llegó pronto hasta Los Ángeles, y ante la insistencia de "varios amigos famosos" abrió Planet Raw (o Juliano's Raw, tanto monta) en Santa Mónica, a tiro de piedra de las colinas de Hollywood.

De los burritos pasó a las pizzas 'crudas', usando cereales germinados. O a la pasta de calabacín 'crudo', aderezada con una crema marinara sin ingredientes cocinados. La sopa de hongos, los burritos de fresas y arándanos "luna llena" o la ensalada tailandesa de papaya verde son algunos de los platos "estrella" que el propio Juliano ha popularizado gracias a su libro 'Raw: the uncook book'.
Elizabeth Hurley, Susan Sarandon o Pierce Brosnan han descubierto también las bonanzas de la comida cruda, que volverá a estar estos días de moda en los "caterings" de los Oscar... Juliano, por cierto, anda tramando no sólo el asalto gastronómico a las colinas de Hollywood sino su propio estreno como guionista con una película con "mensaje", para hacer cambiar de dieta a sus compatriotas: "Los americanos son los peores 'comedores' del planeta".

Carlos Fresneda

La utopía compartida



Foto: Isaac Hernández

Fue un viaje de proporciones bíblicas: 69 autobuses escolares, atestados de familias 'hippies", a la busca de la Tierra prometida. Marcando el camino, en esta versión colectiva de 'En la carretera', iba un profesor de inglés con largas melenas, Stephen Gaskin, ensalzado por sus seguidores como el profeta de la espiritualidad ecuménica (sabia combinación de tantas religiones, más la sabiduría de la tierra y la no violencia).

Partieron de San Francisco en 1969 y, al cabo de dos años de peregrinación, echaron raíces como auténticos pioneros entre los robles, nogales y cerezos silvestres de Tennessee. Juntaron todos sus ahorros y compraron 700 hectáreas de tierra en Summertown. Fundaron The Farm, la mayor comuna de la que se tuvo noticia: más 1.200 almas (entre ellos 500 niños) deseando inventar un mundo distinto.

"Llegamos con un sueño más o menos concreto", atestigua Gaskin, 77 años, inundado de fotos y recuerdos en blanco y negro. "Pero no nos conformamos con hacer un experimento; queríamos construir una realidad... Aprendimos de nuestros errores y nos llevó tiempo, pero creo que acabamos consiguiéndolo".

La comuna pasó a la historia, pero sobrevivió la comunidad intencional. Atravesaron su gran momento de zozobra, allá en 1983, cuando la población encogió hasta los 200 miembros. "Pasamos grandes dificultades económicas y los típicos problemas de convivencia", admite Douglas Stevenson, 53 años, portavoz oficioso de The Farm. "Los resolvimos pasando de un modelo comunal a uno cooperativo, dando más espacio a la iniciativa individual".

"Pero nunca hemos renunciado a ese vínculo espiritual que nos trajo hasta aquí y que todavía nos une", recalca Douglas. "Para sobrevivir tienes que adaptarte, sin necesidad de renunciar a tus valores. La paz y la relación con la tierra siguen siendo nuestra esencia".
El líder espiritual, Stephen Gaskin, se cortó la melena y soltó las riendas de la comunidad, que acabó siendo un referente de la otra América. En los bosques cercanos a Nashville, entre el canto de las cigarras y una humedad asfixiante, se pusieron los cimientos de la permacultura, se practicó la agricultura orgánica, se popularizó la dieta vegana, se creó la primera lechería de soja, se reinventó el tofu y se gestó el renacimiento del parto natural.

La "madre" de toda las comadronas es precisamente la esposa de Gaskin: Ina May, recién premiada en Estocolmo con el Right Livelihood Award (el Premio Nobel Alternativo). En 1977 publicó el clásico 'Spiritual' 'Midwifery' ('Partería espiritua'l, en la reciente edición en español), y desde entonces da la vuelta al mundo defendiendo la dimensión grandiosa e íntima del alumbramiento.

Su trabajo didáctico lo alterna Ina May con la práctica en el celebérrimo Birth Center (Casa de Partos) de The Farm, la escuela obligatoria de decenas de comadronas en EEUU. "Cuando empezamos, se nos perseguían casi como si fuéramos brujas", recuerda. "Ahora estamos presentes al menos en el 10% de los nuevos nacimientos y vuelve a hablarse con relativa "naturalidad" del parto natural, pese a la resistencia de la clase médica".

El espíritu de la revolución contracultural sigue vivo en esta venerada y afable pareja, que lleva desde finales de los 60 construyendo su utopía compartida y cotidiana. Y ahí siguen, recogiendo la cosecha de todo lo sembrado en aquellos años, que no fue poco. Los dos vecinos más reconocidos de The Farm viven emboscados en una de las primeras casas de la 'comunidad' 'intencional', nada más entrar a la derecha.

Altísimo y afable, Stephen Gaskin tiene aún en sus ojos la impronta indeleble del Haight-Ashbury, la cuna del movimiento 'hippie' donde se granjeó la fama de profesor iluminado. Sus 'Clases del Lunes por la Noche' en la Universidad de San Francisco -donde combinaba política, filosofía y espiritualidad- llegaron a convocar hasta una millar de entusiastas alumnos que fueron el embrión de The Farm.
   
Sus experiencias quedaron reunidas en 'Monday Nigth Classes' y en 'The Caravan', dos clásicos de la época. Alternó luego la enseñanza espiritual con la música (es un consumado percusionista) y con el activismo a favor de la legalización de la marihuana. En 1980 recibió el Right Livelihood Award, el mismo que acaba de recibir su esposa.
  
Gaskin recuerda con nostalgia las gestas del pasado, con parada obligada en el verano del amor y en el peregrinaje 'hippie' del 69, y nos invita a seguirle mentalmente por el 'via' 'crucis' fotográfico que decora el salón de su casa. "El cambio social es m'as apremiante que nunca", advierte Gaskin. "Aunque el cambio más profundo y necesario es el que debe producirse a la altura de nuestra conciencia, antes de que sea demasiado tarde".
  
La meditación y la celebración de los solsticios sigue uniendo a los miembros de The Farm, que confluyen a todas las horas en el 'healthfood' 'deli' (tienda de salud) de Roberta Kachinsky. Las familias viven en casas de madera desperdigadas por el bosque, cada cual con su propio huerto. Los vecinos han creado empresas caseras, demostrando que la tecnología no tiene por qué estar reñida con la ecología. A través de la ONG Plenty International cooperan en proyectos de desarrollo en Suráfrica y en el Bronx, y con Farms Not Arms ponen la pica pacifista en el nuevo siglo.
  
The Farm tiene su propia y luminosa escuela, con medio centenar de niños aprendiendo en contacto directo con la naturaleza, ayudando en la recolecta de arándanos o dándose el último chapuzón del día en el bucólico estanque. La comunidad se proyecta ahora hacia el exterior con la Ecoaldea, que abre todos los veranos sus puertas con cursos de permacultura, agricultura orgánica, energía solar y construcción con balas de paja. Allí, como vestigio del legendario éxodo, está la herrumbre sagrada del autobús escolar en el que llegaron los pioneros, integrado ya en este paisaje de lo posible, en el profundo sur estadounidense.

Carlos Fresneda

José Andrés por la cocina limpia



El chef José Andrés y la Secretaria de Estado de EEUU, Hillary Rodham Clinton con tres cocinas mejoradas. Foto: Departamento de Estado de EEUU.

El chef asturiano José Andrés se reunió ayer con la Secretaria de Estado Hillary Rodham Clinton para celebrar la participación del chef español como “Embajador Culinario” de la Alianza Global para Cocinas Limpias (Global Alliance for Clean Cookstoves, o GACC por sus siglas en inglés).

Casi dos millones de personas mueren cada año por neumonía o enfermedad crónica de pulmón, causada por el uso de hornillos y combustibles contaminantes, en su mayoría mujeres y niños. Un niño expuesto al humo de uno de estos hornillos tiene el doble de posibilidades de contraer neumonía.

Para Andrés la cocina sin humos no es nada nuevo. Tras el terremoto que desoló Haiti, el cocinero se desplazó al país caribeño, donde cocinó para los damnificados con cocinas solares facilitadas por la empresa española alSol.


“Es un honor para mí formar parte de esta Alianza”, dice Andrés, quien opera varios restaurantes en Washington DC, Las Vegas y Los Ángeles a través del Think Food Group. “(En Haiti) fui testigo de este asesino silencioso. Pude ver las condiciones demoledoras de pobreza exacerbadas por cocinas anti-higiénicas en campos de refugiados atiborrados de gente”.

Tras ese viaje, Andrés fundó la Cocina Central Mundial (World Central Kitchen o WCK por sus siglas en inglés). La meta de WCK es promover cocinas higiénicas y poco contaminantes en países que estén sobrellevando crisis humanitarias e inseguridad alimenticia crónica. “Formé WCK para promover soluciones innovadoras que alivien el hambre en el mundo”, continúa Andrés. “Hay demasiadas mujeres y niños, en Haití y otras partes del mundo, que sufren grandes dificultades y peligros para poder cocinar. Es una gran crisis”. WCK trabajará junto a la GACC para llegar a la meta de distribuir cien millones de hornillos limpios para el año 2020.

Según los estudios de Veerabhadran Ramanathan, profesor del Instituto Scripps de San Diego quien descubrió que los CFCs eran responsables del efecto invernadero, el carboncillo producido por hornillos rudimentarios que queman excrementos alimenta la nube marrón de polución creada por el consumo de diesel y de carbón. Esta nube no sólo agrava el problema del calentamiento global, sino que también, según Ramanathan, contribuye a que se derritan los glaciares de los Himalayas y reduce la producción agrícola porque los monzones traen menos lluvia. Por ello, Ramanathan está dedicando el resto de su carrera científica ha ayudar a la gente de su India natal a solventar este problema.

Ramanathan, quien va en autobús al trabajo para reducir su huella de carbono, está buscando fondos para distribuir 100.000 cocinas solares y cocinas limpias en el norte de India. Para ello ha fundado el Proyecto Surya (sol en sánscrito) al que ha donado 15.000 dólares de su bolsillo, además de los 200.000 dólares que recibió por el Premio Tyler de Logros Ambientales. "Si los 4.000 millones de personas que utilizan biocombustibles empiezan a usar combustibles fósiles, entonces no hay esperanza”, dice el científico.

Unos tres mil millones de familias en el mundo cocinan con un horno rudimentario alimentado con carbón, madera o excrementos, casi siempre en hogares con mala ventilación. Según la Organización Mundial de la Salud, el humo de estos hornillos representa el quinto mayor factor de riesgo para la salud en países en desarrollo.

Entre los fundadores de la GACC, creada el año pasado, están el Departamentos de Estado de EEUU, los gobiernos de Noruega y Perú, el Ministerio Alemán para la Cooperación Económica, la Organización para el Desarrollo SNV de Holanda, la Fundación de las Naciones Unidas.

Issac Hernández, Santa Bárbara, California
Publicado en el blog Crónicas desde EEUU de El Mundo.es

¡ TODA NUESTRA VIDA, ARROJADA POR LA BORDA!

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Reuters


Ivan Halvorson y Shone Johnson otean el horizonte con la frustración y la ira dibujadas en el rostro... “¡Estamos jodidos! Esta mañana volvimos con la última pesca pero ya no sabemos siquiera si vamos a poder salir. ¡Toda nuestra vida, arrojada por la borda! Se acabó la faena en el Golfo de México durante los próximos diez años...”.


Shone compró el barco –The Grinder- hace un año y estaba empezando a sacarle partido. Un buen día podía cerrarse con el equivalente a 5.000 dólares en gambas en las redes. Ivan, 40 años, curtido en la pesca del salmón, había decidido cambiar los Grandes Lagos por el delta del Mississippi, atraído entre otras cosas “por la atmósfera de este Nueva Orleans que se me metió en vena tras el Katrina”.


“La historia se repite al cabo de cinco años”, se lamenta Ivan. “Pero la gran diferencia esta vez es que estamos ante un desastre causado por el hombre. Todo esto se podía haber evitado. Todo esto es fruto de la complacencia del Gobierno con el lobby del petróleo. Las cosas han cambiado bien poco con Obama...”.


Ivan y Shone mastican el tiempo en el puerto pesquero de Venice, la desolada “Venecia” entre marismas de Luisiana, donde decenas de barcos permanecen anclados y en inquietante silencio ante la adversidad. Aquí se capturan la mitad de la gambas y el 40% de las ostras que se comercalizan en Estados Unidos. Las pérdidas anuales podrían llegar a los 2.500 millones de dólares...


El petróleo ha llegado ya a una playa cercana, pero la esperanza de ver las redes llenas es lo último que se pierde. Ivan y Shone tienen la certeza de que aún se puede pescar hacia el oeste, “aunque mucho nos tememos que la mancha va a llegar desde Galveston hasta Tampa”.


Galería de imágenes de Issac Hernández: LA CATASTROFE DE LOS PESCADORES


Los dos meditan si merece la pena lanzarse por última vez a la mar o si es mejor unirse al cónclave de pescadores, convocado por las autoridades locales y por la companía BP, dispuesta a contratar a las flotillas locales para las tareas de protección y limpieza.

De la reunión viene precisamente otro pescador local, Donald Cheramie, con una mezcla de sarcasmo y cabreo: “Nos ofrecen hasta 1.200 dólares diarios, pero el contrato tiene trampa. Nos dicen: poneros en la lista de espera y ya os llamaremos. Aún no sabemos cuándo ni cómo os podemos necesitar. Eso sí, el combustible y todo lo demás los pagáis por adelantado vosotros”.


Donald Cheramie fue sin duda el animador del conciliábulo de pescadores en el colegio de Venice. Con su gesto afable y descreído, se plantó en el centro de la cancha de baloncesto, “haciendo las funciones del tonto del pueblo”. Su silla estaba justo encima del logotipo del equipo local: una plataforma escupiendo petróleo...


“El equipo se llamaba en mis tiempos los Redbulls y ahora se llaman Venice “Oilers”, con eso te haces una idea de la poderosa influencia del petróleo”, relata Cheramie, que llegó a presentarse a las elecciones como congresista local. “Los políticos están “untados”, ése es el gran problema. No hay sitio para gente honesta en Luisiana, nadie se preocupa realmente por los problemas del pueblo”.


Al cónclave asisten más de 500 pescadores llegados de todo el delta del Mississippi. La mitad de ellos firmarán “porque no nos queda más remedio”. Ronald Billiot, afincado en Houma, está harto de “palabras y demoras” y se ofrece a salir con su barco –el Lady Dizzy- “esta misma noche si hace falta”.


“¿No era Obama quién decía aquello de “¡Listos para marchar!”?”, recuerda Billiot. “Pues no sé a qué espera el presidente. Aquí estamos hartos de esperar: decídselo bien claro”.


“El Gobieno es como una mujer después del matrimonio: lento, siempre lento...”, se lamenta el croata Sime Tomasovic, 58 años, más de media vida en el delta. “Sólo se dan prisa para cobrar los impuestos. Por lo demás ya ves... Salimos a duras penas adelante después de haberlo perdido todo en el Katrina y ahora volvemos a tener la misma sensación. Estamos totalmente desprotegidos y a punto de perderlo todo”.


La neblina nocturna se instala en las marismas de Venice como si fuera la soga de un futuro incierto. El olor a petróleo se hace más denso por la noche, y al día siguiente la frustración crece... “Lo que este país necesita no es un “despertar” sino una revolución”, se lamenta Ivan Halvorson, pescador, activista y “libertario”. “Fíjate en Noruega: exporta su petróleo, pero su energía procede cada vez más del viento. Aquí, en Luisiana, tenemos mucho viento y apenas verás una turbina. Todo son refinerías y plataformas”.


Carlos Fresneda, enviado especial / Venice / Luisiana

Publicado en El Mundo
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