- El actor critica la falta de cooperación de EEUU
- Vivirá en el campamento de Puerto Príncipe mientras no esté trabajando
Publicado en El Mundo.es América
Pensamos y sentimos que por qué no lo imposible en tiempos ordinarios se puede convertir en factible en tiempos extraordinarios. Los ejes políticos y economicos, se manejan por una minoría hija predilecta del capitalismo. Indagar en la construcción de la resiliencia, reencontrar valores no rentables para pocos pero vitales para los muchos, anhelar un mundo sin perdedores, escribimos sobre personas y organizaciones que estimulan a cambiar hacia un mundo mejor. Carlos Fresneda y Manolo Vilchez
En la caja de la pickup retornan una cocina y cacerolas, mínimos equipos de iluminación y la azada de rueda Heidi de Ecoprac, el destino de ello son equipamientos de Cesal nada más pasar la frontera en República Dominicana. De esta forma desde Solar for Hope unimos simbólicamente a dos países de una sola isla. Antes pasamos en misión especial a indagar sobre el accidente de helicóptero, donde por desgracia, 4 militares paisanos nos dejaron en su ultima misión. Llegamos a Fond Verretes, al lugar donde empezamos con fuerza e ilusión el periplo de 9 días de indagación en la dolida pobreza de millones de seres humanos, en el análisis socioambiental de un país pobre que suma la mayor catástrofe (en victimas) por causa geológica de la historia humana del continente y donde la voluntad solidaria del proyecto Solar For Hope se estrenó y donde José Andrés se puso a los fogones del no carbón y preparando migas con sardinas que dejaron un impacto sensacional en la humildes gentes de la población donde Cesal y Caritas laborean por el bien común.
En el cruce desde la carretera y arranque del valle de Fond Verretes sube a la caja sin pensarlo el que al poco fue uno de los encuentros más intensos de nuestra estancia, Jean Baptiste, nobel músico y mecánico, huido de Puerto Príncipe roto con su familia, con un tono de voz inolvidable y un castellano hablado y agradecido gracias al colegio de la infancia. Acompañó a Carlos donde hizo falta, me ayudo a cambiar la rueda pinchada y comió en el mercadillo con una agradecimiento que tocaba el alma. Una linterna solar de mano en sus manos y un saludo hasta a vista en la salida del pueblo nos despidieron por última vez de ese lugar que ha estado siempre en nuestros diálogos.
Estar al lado de un profesional de la comunicación es una experiencia enriquecedora, la habilidad de hilvanar detalles, sucesos, comentarios para convertirlo en información veraz y útil es un arte, y en Carlos Fresneda un modo pasional de entregar a la sociedad la verdad según sus mirada y su sentir humanista. Su crónica enviada por teléfono ante la falta de conexión puso punto y final a una visita inesperada.
Capturo la imagen del puesto del mercadillo donde un negocio solar anda en marcha, es la recarga de móviles desde panel fotovoltaico a batería de coche y de aquí a la distribución de enchufes y en las posibilidades de dotar este tipo de microemprendimientos con generadores fotovoltaicos como los que hemos instalado desde el SFH. Imágenes durante la bajada de laderas mermas de foresta, alguna columna de humo carbonero de supervivencia y colapso y la imagen imborrable todavía de un chavalín en busca de agua como perdido en un mar de piedras son los últimos recuerdos antes de entrar con inusitada tranquilidad en la frontera, pasar con buen paso por el malpaso (nombre del lugar fronterizo) sin parar viendo el contrabando en barcas de carbón vegetal que no para ya que es negocio pingüe (1 dólar al día para cocinar una comida una familia, en BCN con ese importe se preparan 5 comidas) y hacer lo mismo en la de R. Dominicana y apretar acelerador rumbo a Salinas, donde el retraso de bastantes horas nos inquieta. No pasan 500 metros de la verja que las ganas de encontrar algo de normalidad nos hace reflexionar en voz alta y frenar para proceder a dar media vuelta y volver a tramitar el sellado de pasaportes como mandan la normas.
En Salinas, a unos 100 km, cae ya la tarde y los miembros de la cooperativa de agricultores dedicada al cultivo de frutales (mango, papaya...) en tierras prestadas y apoyada por Cesal a nivel técnico y organizativo, llevan medio día esperándonos. Aparcamos, saludos y salto con la caja de la azada en no más de dos minutos y junto a 10 humanos montamos en un plis plas esa pieza de alta inteligencia para uno de los más loables de los trabajos humanos, generar alimentos desde la tierra, trabajándola con su fertilidad mineral, el agua que la riega y el trabajo y el sudor. Serrat ese día preparaba su esperado estreno en el centenario de ese poeta del pueblo Miguel Hernandez, hijo de la luz y de la sombra que tanto elevo las labores del gremio. Una ayuda a la memoria histórica que no hemos todavía compuesto.
Al poco estamos abriendo surcos de pruebas y no tardan un minuto es estar los cooperativistas cambiando accesorios y sintiendo como un avance y descubrimiento lo que Ecoprac lleva años ofreciendo al desarrollo de la horticultura ergonómica y más eficiente. A mi, como la azada es casi un bici, y debido a mi debilidad patológica por esa máquina con dos ruedas, me cojo a su manillar y aunque solo tenga una como que me paseo surcando la tierra y añorando mi Dahon Curve, a la que tengo unas ganas de montar que no veas. Viva la rueda y los humanos que la parieron.
Entrega de lamparas y linternas, y presentación de una cocina solar que no montamos por horario y que montaremos en Santo Domingo para que retorne lista para la acción. Cesal se encarga de trasladar el training in situ en unos días y los trabajadores de la tierra, parece que la esperan con ganas para calentarse la viandas en esas paradas de laboreo entre mangos, papayas aquí llamadas lechosas (que no tardan en vaciarnos un saco entero para disfrutarlas en dos días una vez maduras). De una de ellas y en casa de uno de los técnicos de Cesal, salen preparados unos batidos que nos trastornan los placeres a mejor.
En Santo Domingo, y en la ruta desde Salinas, vemos y sentimos la enorme diferencia de dos países uno al lado de otro, ya sentida a la ida pero ahora con la vivencia acarreada, más analítico el balance. Cuelgan de vallas y farolas simpáticos carteles de campaña electoral (que nos decimos que habría que recoger como exposición fotográfica, porque el rato que nos han hecho pasar es inolvidable).
Manolo Vílchez
.
...de la rotura del caribeño país, y yo hace 3 que regresé de ese viaje a Haití para sentir y actuar en lo imaginado como ayuda eficiente a las gentes de un país que no tiene nada en orden. En la fila del embarque, regresando, en el aeropuerto de Santo Domingo, y detrás mio, 3 mujeres comentan lo que han pagado por las pulseras que se traen encima, una de ellas incluso lanza que lleva la maleta llena. Otra que por 390 euros, 9 días todo incluido, y rememora que se ha pegao un mes de estancia y que repite de aquí a poco y por lo que oigo a las tres, ya están preparando el siguiente viaje a por los placeres paradisíacos de hotel de la República Dominicana. Veo en la fila a los músicos de Miguel Bosé o Alejandro Sanz, no hace más que unas horas había tenido el privilegio de verlos tocar por el sueño proyectado de Juan Luís Guerra con sus amigos de construir un hospital con la recaudación de los dominicanos en el concierto de esperanza para Haiti. Aquella bandera anudada de los dos países de la misma isla y enfrentados siempre, era un real símbolo de esperanza. Unos vuelan para nada útil para el bien común, otros quizás para ayudar a cambiar las cosas, y aun con riesgo de errar, persisten.
Hoy hace 100 días que mucho se rompió para el futuro de Haití, y hoy hace 100 días que Haití comenzó de nuevo. Se rompió, además de por lo telúrico, por la debilidad de sus pilares y el fracaso social de un pueblo con mala suerte y los peores resultados posibles de sus élites dirigentes. Hoy hace tres días que dejamos las calles de Puerto Príncipe, cogimos la carretera rumbo a la frontera de Jimani, y al valle del Fond Verretes, la muerte en servicio nos llevó de nuevo antes de salir del país.
Hoy ha sido el Día de la Tierra y Carlos lo ha dedicado a Haití, como él, yo creo que me he traído conmigo un trozo de esa tierra en mi interior. Ver como el negro carbón ensucia y mata la vida vegetal y es trafico económico puede dar idea de que en Haití todo hay que hacerlo de otra manera, no solo levantar viviendas, hay que levantar una economía solar con urgencia extrema. Las 10 cocinas solares montadas y listas para reducir de todo, allá han quedao en buenas manos, al igual de la iluminación y la carga de baterías que, siendo tecnología, te hacen autónomo y libre, un buen trecho.
El menudo, amable y hábil chófer Pierre no guardaba esperanza alguna con la corte de políticos actuales, a la cabeza un alcohólico y en su mesa una corte de chorizos que el devenir social a privilegiado. Más de 5.000 millones de dolares esperan para invertirse en levantar un país con millones de humanos que quieren trabajar, que quieren vivir donde están, que estoy seguro que quieren celebrar días de la Tierra, por lo menos cuando toca cada año. Con miles he cruzado las miradas, y he visto muchas más ganas de vivir superando las adversidades que las que he visto en la fila del embarque, en el tren que une el aeropuerto con Barcelona y en el metro que se mueve por debajo de ella. No ha sido del todo apacible, el volver.
Leo que de lo poco de Copenhague nada o poco se está haciendo por el clima, como que no hay mucho interés en lo que nos va la vida en juego (si como yo así lo crees), mientras las cenizas de un surtidor telúrico cambia por completo la vida de un continente y anuncia más alteración climática por venir mientras que los negacionistas han tomado a la oposición por objetivo a seducir, para nuestro acompañar a Haití hacia el colapso de los sistemas, más o menos.
Ahora o nunca, es el título que Carlos le ha dado desde su fertilidad creadora a otra crónica en honor a esos 100 días de vida y en base a estos días pasados y vividos con intensidad y aprecio hacia todo lo vivo de esa tierra verde y que podría volver a ser frondosa, de esa tierra soleada con virtud y que podría ser autónoma de sobras en energía ( por esto hemaos estado aquí desde el The Solar For Hope ) y de esa tierra donde el agua cae con sobranza y que podría hidratar suficiente salud humana. Ahora o nunca (pdf), en boca de gente de aquí que anda allá, haciendo el bien, cada uno como sabe o piensa que debe hacerlo. No son muchos porque allá hacen falta muchos más, pero sus elecciones personales son admirables en lo moral y en lo ético. Haití, sin olvidar nunca los otros Haitís rotos por causas no deseadas en todo este mundo, debería ser el laboratorio de la Humanidad para poner de una vez por todas, los pilares, maleables y resistentes, que no cobijen la usura, los vanos privilegios, las jerarquías sucias, los ladrones de todo lo posible de los otros y de la misma Tierra. A los 100 días y a todos los que seguirán, deberíamos soportar un gran cobijo seguro para nutrir y sanar a los vivos y al mismo tiempo construir una sociedad de vida sencilla y suficiencia, de cultura y respeto a la diversidad de todo tipo y condición, porque Haití fue y puede volver a ser un día, un paraíso con sus días para la vida en la Tierra.
Eso si, de todos nosotros depende, aquí con nuestras formas de vida cada vez con menores impactos sobre la biosfera, que eso sea posible.
Gracias Tierra, Gaia, Pachamama, que igual que destruyes sueños y estructuras alojas nuevas oportunidades, ilusión y esperanza para seguir avanzado hacia lo incierto en el universo donde damos vueltas, ...por muchos días tuyos.
Los grupos de Nueva Orleans se han unido bajo el paraguas del Haiti Emergency Village Project y han enviado ya su primera avanzadilla de voluntarios. Entre ellos, Scott Weinstein, que está trabajando sobre el terreno para “replicar” en la capital haitiana el modelo de clínica popular que creó Common Ground tras el desastre del Katrina.
“La magnitud de la tragedia es mucho mayor, y tenemos que enfrentarnos además al reto de cientos de miles de personas sin techo”, admite Tom Pepper, jefe de Operaciones de Common Ground. “A la situación crítica por la necesidad de alimentos y de asistencia médica, se unirá pronto la urgencia de la reconstrucción. No podemos olvidar que en dos meses arranca la temporada de huracanes...”.
“Haití no necesita una legión de voluntarios como la que tuvimos en Nueva Orleans”, asegura Pepper. “Lo que los haitianos van a necesitar es trabajo, herramientas y recursos para poder implicarse ellos mismos en la reconstrucción. Si nuestra experiencia sirvió de algo fue precisamente para eso: tan sólo el trabajo de los grupos de base puede suplir el gran vacío institucional”.
“Solidaridad, no caridad” es el lema de Common Ground, surgido precisamente como respuesta ante el fiasco de la Administración Bush y de las autoridades locales. Otros grupos
como el Instituto para la Justicia de Louisiana , el Centro para el Compromiso y el Desarrollo Sostenible y Make it Right (la fundación creada por Brad Pitt) se han unido al colectivo de ayuda Haití y han prestado la asistencia de arquitectos, ingenieros, especialistas en el tratamiento de aguas y trabajadores implicados en la reconstrucción del Noveno Distrito Bajo, la zona anegada y devastada tras el paso del Katrina en el 2005.
“Hemos aprendido algunas lecciones dolorosas en nuestra lucha y ahora tenemos la obligación moral y el compromiso espiritual de ayudar a la gente de Haití”, declara Jacques Morial, al frente del Instituto para la Justicia del Louisiana.
La escritora haitiana Edwige Dandicat y el autor norteamericano Jordan Flaherty han tendido también estos días un puente invisible entre Nueva Orleans y Puerto Príncipe. “Dos tragedias inimaginables han servido para demostrar cómo nos parecemos y cómo estamos expuestos a las mismas injusticas sociales y ambientales, estemos en el primer o en el “tercer” mundo”, escribe Danticat.
Flaherty indaga finalmente en la deuda histórica de Nueva Orleans, que en 1809 recibió una oleada de 10.000 refugiados haitianos que trajeron hasta el Golfo de México una bocanada de libertad y encendieron en el sur la mecha de la rebelión contra la esclavitud: “Tenemos una historia común, y trabajaremos por un futuro compartido de justicia y liberación”.
Carlos Fresneda, Nueva York
.
“Mi madre tiene 87 años, mi hermano está ciego y por el único que tengo una mínima esperanza en por mi hermano”, se lamenta Suze Franklin, nacida en Port-Salut hace 51 años. “No hemos podido hablar con nadie; todo lo que sabemos que es la zona de Delmas, donde vivían, ha quedado totalmente destruida”.
Suze y su hija Christy echan raíces en la sede de Radio Soleil, esperando las noticias que no llegan sobre el paradero de Unoconte, Sony, Thelord y demás miembros de la larga familia. Suze lleva media vida en Flatbush, el corazón haitiano de Nueva York, y trabaja en un autobús escolar. Christy nació aquí, estudia para enfermera y arrastra un doble e inconfesable dolor: “Estados Unidos ha ignorado a Haití durante tanto tiempo... Las palabras de Obama y todo el dinero que manden ahora llega demasiado tarde. No queda nada allí, nada”.
Suze y Christy ahogan las lágrimas y los recuerdos mientras muestran las fotos de sus seres queridos. A su lado, en la concurrida entrada a Radio Soleil, Darline Banjou rompe a llorar mientras explica ante las cámaras su drama personal... Dejó Puerto Príncipe hace un año para casarse con un norteamericano. Estaba arreglando los papeles para poder traer a la tierra prometida a sus cuatro hijas de un matrimonio anterior... “Nunca debí separarme de ellas, nunca debí dejarme engañar por este sueño que se ha convertido en pesadilla”.
Kenol Duverseau teme también por la vida de su hija, Kelynna, que vivía en la calle Lalue, a tiro de piedra de toda su familia: “Cada dos minutos llamo a todos los teléfonos que tengo en Haití; mi vida entera está pendiente de una respuesta”. Mikel Faustin, que asegura ser sobrino del ex presidente Leslie Manigat, intenta entre tanto levantar la moral de las familias: “Mantened las esperanzas... Yo sé que los míos han sobrevivido y que han pasado la noche en la calle”.
El tumulto de familias, deseosas de dar su mensaje en antena, forma un muro humano en los pasillos de Radio Soleil. Al fondo, en la “pecera”, el héroe radiofónico y local Ricot Dupuy intenta digerir las noticicias que llegan con cuentagotas desde Haití y transmitirlas a los 200.000 haitianos que se agolpan en Nueva York, Nueva Jersey y Connecticut.
“Desgraciadamente, no hay mucho que podamos hacer desde aquí”, se lamenta Dupuy. “Sólo nos queda esperar y rezar. Todos los que quieran ayudan a nuestro pueblo pueden hacerlo a través de Yele, la organización de Wyclef Jean. Agradecemos todo el calor y la asistencia que estamos recibiendo de nuestros hermanos de América latina”.
Carlos Fresneda, Corresponsal de El Mundo en Nueva York
.