Mostrando entradas con la etiqueta crisis social. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta crisis social. Mostrar todas las entradas

La mayoría 'exprimida'

  • Son las familias británicas que viven con menos de 25.000 euros al año
  • Familias para quienes un gasto imprevisto supone un gravísimo trastorno
  • Ya pagaron su parte de la factura en la época de las vacas gordas
  • La vida entonces subió a todo tren pero los salarios se quedaron estancados
La cosa viene de largo, antes de que golpeara la crisis... "Lo habitual en los años 80 era ver cómo la gente de clase media prosperaba y subía peldaños en la escala económica. Pero de un tiempo a esta parte, los únicos que han despegado de veras son los más ricos, cada vez más lejos del resto".

Giselle Cory, analista de la Resolution Foundation.Giselle Cory, analista de la Resolution Foundation.
Hablamos con Giselle Cory, analista de la Resolution Foundation, poniendo sobre el tapete los problemas de esos 11 millones de ciudadanos de clase media-baja que componen la Gran Bretaña 'exprimida' ('Squeezed Britain'). En esa franja están las familias que viven con menos de 25.000 euros al año y que muchas veces se ven en la tesitura a fin de mes: o pagar el alquiler o la factura de la luz o la cesta de la compra (todo al mismo tiempo es ya imposible).

Esas familias ya pagaron su parte de la factura en la época de las vacas gordas, cuando el coste de la vida subió a todo tren y los salarios se quedaron, sin embargo, estancados. En plena borrachera de consumo –alimentado por la deuda colectiva- nadie hablaba entonces de la pérdida del poder adquisitivo, y ahí nos duele. Según la Oficina Nacional de Estadísticas (ONS), los ingresos del británico medio, teniendo en cuenta la inflación, han caído un 13% desde la debacle financiera.
Por bien que vayan las cosas, y según estimaciones de la Resolution Foundation, la Gran Bretaña 'exprimida' de clase media-baja no alcanzará hasta dentro de 10 años el nivel de vida que tenía en 2008. Y estamos hablando de un país con el 7,8% de desempleo, que sigue pareciendo la tierra prometida a los ojos de nuestros "jóvenes sin futuro" (que este domingo cruzarán por cierto el puente del milenio sobre el Támesis, denunciando la falta de oportunidades en España).

"Podemos hablar efectivamente de una mayoría exprimida por el estancamiento salarial, por los recortes sociales y por el sistema impositivo", recalca Giselle Cory. "Esta mayoría quedó excluida del crecimiento y ahora está siendo especialmente golpeada por la austeridad. Hablamos de familias que viven al límite y sin ahorros, para quienes una lavadora averiada o un gasto imprevisto supone un gravísimo trastorno".

Según el estudio, el auténtico bache entre ricos y pobres empezó a perpetuarse desde 1995. En apenas una década, el 1% de la población en lo más alto de la pirámide se benefició del 15% del total del crecimiento económico, la misma proporción que le correspondió en el desigual reparto al 50% de los británicos con rentas más bajas.

Hoy por hoy, un británico necesitaría los ahorros de 22 años para poder pagar la entrada de un piso, mientras que en 1983 le bastaba con tres años. El bache entre los que tienen y no tienen se estrella irremediablemente contra el muro de la vivienda: la proporción de propietarios ha bajado al 60% y a los jóvenes se les pone ya el estigma de la 'rent generation' (generación de alquiler).


El problema del subempleo

"Las posibilidades para la gente joven de subir en la escala económica son cada vez más limitadas", sostiene Giselle Cory. "Y esto coincide con los casos cada vez más habituales de mayores de 50 años que dan precisamente un paso atrás, por los cambios del mercado laboral y en medio de la actual incertidumbre económica".

"En Gran Bretaña, aunque el paro no es tan acuciante como en España, tenemos un problema adicional con el subempleo que afecta sobre todo a las mujeres", agrega la analista de la Resolution Foundation. "El nuestro es el segundo país occidental, después de Estados Unidos, con la mayor proporción de trabajadores con salarios bajos, el 21% de la población".

"Tenemos que movernos necesariamente del salario mínimo al concepto del 'living wage' (salario de vida)", sostiene Giselle Cory. "Se trata de una idea que cuenta ya con un amplio consenso político y con el apoyo de gran parte del mundo empresarial, que empieza a moverse ya en esa dirección: comprometerse con unos salarios más equitativos y un estándar de vida para sus trabajadores que vaya más allá del mínimo salarial".
"Los empresarios deben comprometerse con unos salarios más equitativos y un estándar de vida para sus trabajadores que vaya más allá del mínimo salarial"
El reto a medio plazo, según la Resolution Foundation, no es ya cómo mitigar los efectos de la austeridad en las clases menos favorecidas, sino cómo volver a abrir el 'círculo de la prosperidad', restringido durante casi dos décadas a la parte más alta de la pirámide.

"Se habla de la necesidad de estimular el crecimiento, pero hay muy poco debate sobre cómo lograr que ese crecimiento sea compartido por la mayor parte de la población", añade Giselle Cory, que nos remite a las recientes recomendaciones de la Comisión de Niveles de Vida: "Más ayudas del Estado para el cuidado de los hijos. Más deducciones fiscales a las familias con dos sueldos. Medidas urgentes pro-empleo entre los trabajadores mayores, incluida una reducción de su aportación a la Seguridad Social. Nuevas vías de aprendizaje y acceso al mercado laboral para los más jóvenes".

Gavin Kelly, director ejecutivo de la Resolution Foundation, con experiencia desde el otro lado de la barrera (trabajó en Downing Street con Tony Blair), pronostica que las próximas elecciones de 2015 girarán irremediablemente en torno a cómo mantener los niveles de vida. En un artículo en 'The Guardian' sobre "la clase media exprimida", Kelly emite su peculiar diagnóstico sobre la frustración palpable y creciente, que puede extenderse hoy por hoy a cualquier país europeo:
"La vida no ha discurrido como se pensaba para la gente que ronda los 35 años. No pueden permitirse comprar una casa, el coste para mantener a la familia va en aumento y la inseguridad económica pasa factura. Y por debajo de todo existe el convencimiento de que los niveles de vida han tocado techo y que van a continuar así por mucho tiempo".

Carlos Fresneda (Corresponsal) | Londres

Donde crece lo bueno


Kolster, con su libro, en Picadilly Circus. | C.F.
Kolster, con su libro, en Picadilly Circus. | C.F.
  • Kolster sueña con canalizar el potencial de la publicidad para el cambio social
  • Marketing con causa
Thomas Kolster iba para biólogo y se quedó en creativo publicitario, que no es poco. Nacido hace 34 años en Copenhague y educado en el 'credo' ecológico, a lomos de una bicicleta, sus valores tienen poco o nada que ver con lo que estila en el mundo del marketing.
"Debo confesar que odio el 99% de la publicidad. El mensaje no es otro que el de vender por vender. Al consumidor se le trata como un pelele, con una total falta de respeto, como si no importara otra cosa que hacer dinero a su costa. Pero hay un 1% de la publicidad que sí me interesa, y es lo que me mantiene en esto".
A ese 1% lo ha bautizado Kolster como 'Goodvertising'. O sea, anuncios "buenos". Publicidad con propósito. Marketing con causa. Así se titula el libro, que tiene algo de manifiesto para una "nueva era" de la publicidad, ese temible gigante que sigue moviendo al año más de 400.000 millones de euros, incluso en tiempos de crisis.
"Creo sinceramente que aún podemos marcar la diferencia, en la vida de la gente y en el planeta. Se pueden hacer campañas que contribuyan de veras a un cambio positivo, y que al mismo tiempo redunden en beneficios."
"Creo sinceramente que aún podemos marcar la diferencia, en la vida de la gente y en el planeta. Se pueden hacer campañas que contribuyan de veras a un cambio positivo, y que al mismo tiempo redunden en beneficios. La sociedad está cambiando, las empresas están cambiando. Lamentablemente, lo que más está tardando en cambiar y adaptarse a las nuevas circunstancias es el mundo del marketing".
Kolster practicó el 'goodvertising' con su propia compañía, Inkognito, con campañas para clientes tan dispares como Amnistía Internacional o McDonald's (luego hablaremos del 'greenwashing'). Durante varios años estuvo recopilando lo "mejor" de su mundo para publicar su voluminoso libro, que tiene algo de alegato visual y poderoso manifiesto.

'La palabra del siglo XXI'

Ahora ha llegado el momento de poner en acción todas sus convicciones, y aquí tenemos WhereGoodGrows (Donde Crece lo Bueno), que aspira a ser la mayor plataforma colaborativa de "iniciativas de comunicación", con una meta así de clara: marcar la diferencia por el bien del planeta.
"Mi idea es reunir a las agencias, a las empresas, a las organizaciones no gubernamentales y a los gobiernos en un espacio en el que se 'reciclan' las buena ideas y todo se comparte. La era del 'copyright' y del secretismo a ultranza de nuestro mundillo tiene que acabar. Si una idea es buena, si una campaña funciona ¿por qué no cederla con un buen propósito?".
Entre todas las palabras que marcan el horizonte Thomas Kolster -creatividad, simplicidad, transparencia, compasión, conexión, compromiso- hay una que se proyecta con fuerza propia hacia el futuro:colaboración.
"Si de algo ha servido la crisis es precisamente para redescubrir el valor de la cooperación frente a la competitividad salvaje. Creo sinceramente que estamos en los albores del consumo colaborativo, y que ese espíritu acabará empapando la economía a todos los niveles, empezando por el marketing. 'Colaboración' será sin duda la palabra del siglo XXI".
El mensaje de Thomas Kolster caló hondo en la reciente conferencia de 'Sustainable Brands' (marcas sostenibles) en Londres, donde quedó constancia del tremendo 'bache' que aún separa a las 'buenas intenciones' del comportamiento final de los cosumidores. Tan realista como idealista, Kolster hizo un llamamiento que vale por igual para las grandes corporaciones y para las pequeñas empresas sociales o a las asociaciones no gubernamentales: "Juntos podemos".

Un lavado de imagen 'verde'
En 'Goodvertising', y aun a riesgo de predisponer en su contra a los ecologistas duros, Kolster defiende la práctica del 'greenwashing' frente a lo que él mismo llama 'greenothing'. Es cierto, reconoce, que muchas compañías (arropadas por agencias publicitarias) han hecho un uso más que dudoso de lo 'verde' para lavar su propia imagen, "pero lo que empieza como 'greenwashing' puede al final ser un paso en la buena dirección. Ya vimos cómo Nike se vio forzada a dar un volantazo hacia la responsabilidad tras las campañas por la explotación de los trabajadores en fábricas con condiciones esclavistas".
Otro 'volantazo' histórico, según Koslter, fue el dado por Pepsi cuando decidió renunciar al contrato con la próxima Britney Spears e invirtió 20 millones de dólares en el proyecto comunitario Pepsi Refresh, que ha tenido un profundo impacto gracias a las redes sociales.
"La sociedad está cambiando muy rápidamente, sólo falta que el mundo del marketing se suba al carro. La creatividad es el límite"
"Imagina por un momento que Pepsi y Coca Cola decidieran de pronto colaborar en una misma campaña y por una misma idea", asegura de pronto Kolster. "Eso sí que rompería definitivamente los moldes y marcaría la entrada a la era de la economía compartida".
Con los pies en la Tierra, Kolster se queda con la campaña emprendida por la cadena de fast food Chipotle, Back to the Start, con autocrítica incluida sobre los excesos de la industria alimentaria y promoviendo un "modelo más humano y sostenible".
En 'Goodvertising', Kolster destaca también el efecto causado en nuestras tierras por la campaña de Corona -'Salvad las Playas'- y el 'hotel' construido en la Plaza de Callao de Madrid con 12 toneladas de basura recogida en las costas europeas. "Aquí tenemos a una marca de cerveza, visualizando el efecto de la cultura de usar y tirar y ayudando a crear conciencia ecológica".
Sentado en Picadilly Circus, deslumbrado por los anuncios luminosos que prometen un mundo feliz, Thomas Kolster vaticina en todo caso la llegada de un mundo algo mejor y a pesar de la crisis con la ayuda la publicidad. "A veces da miedo pensar en el poder que realmente tienen las campañas y los anuncios. Pero ese potencial sería una fuerza tremenda si lo canalizamos hacia el cambio social. La sociedad está cambiando muy rápidamente, sólo falta que el mundo del marketing se suba al carro. La creatividad es el límite".

Carlos Fresneda

Un planeta saturado por la población y el consumo



Una calle atestada de gente en India. | Ap
Una calle atestada de gente en India. | Ap
  • La Royal Society alerta contra los efectos de la sobrepoblación
  • 22 expertos participan en el informe auspiciado por el biólogo John Sulston
  • Advierten del riesgo de un 'futuro inhóspito y con crecientes desigualdades'
El aumento de la población en los países en desarrollo y las pautas actuales de consumo en las naciones ricas pueden arrastrar al planeta al caos ambiental y económico. A esa conclusión han llegado 22 científicos, dirigidos por el biólogo y Premio Nobel John Sulston y bajo los auspicios de la Royal Society de Londres.
Durante 21 meses, los expertos han estudiado a fondo las actuales tendencias sociales, económicas y ambientales y han intentado vislumbrar qué futuro le espera a la humanidad en los próximos 100 años. El pronóstico es más bien sombrío.
"La población nunca ha sido tan alta, los niveles de consumo no tienen precedentes y los cambios que se están produciendo en el medio ambiente son muy vastos", advierte el informe 'People and the Planet'de la Royal Society.
"Podemos elegir entre un nuevo equilibrio de los recursos y unas pautas más igualitarias de consumo", aseguran los expertos. "O podemos elegir no hacer nada y caer en una espiral económica y ambiental, que puede llevar al planeta a un futuro inhóspito y con grandes desigualdades".
En su primera pare, los científicos alertan sobre la presión del crecimiento de la población de aquí al 2050, "el equivalente a una nueva ciudad de un millón de habitantes cada cinco días". El informe asume que, partiendo de los 7.000 millones de personas que hay ahora, de aquí a mediados de siglo habrá 2.300 millones nuevos de habitantes (la población combinada de China e India actualmente).

Situación límite

Los autores no se pronuncian por cuál sería la "población sostenible" del planeta, aunque advierten que las actuales pautas de consumo pondrían los recursos en una situación límite por encima de los 9.000 millones de habitantes. "La presión sobre un planeta finito nos va a obligar a cambiar radicalmente la actividad humana", vaticina Jules Pretty, uno de los 22 expertos que han participado en el informe.
"En términos materiales, va a ser necesario que los países desarrollados moderen el consumo y tomen medidas drásticas para disminuir sus emisiones de CO2", recalca Pretty. "Pero va a ser también necesario sacar de la pobreza a los 1.300 millones de habitantes que viven con menos de 1,25 dólares al día. Es vital que los países en desarrollo controlen su población, y va a ser también necesaria una mejor redistribución de la riqueza. Es inconcebible un mundo en el futuro con las desigualdades que tenemos hoy en día".
Según los expertos, el mayor reto de aquí al 2050 no va a estar en Asia sino en Africa. "La población va a aumentar en el continente en 2.000 millones este siglo", advierte Ekliya Zulu, al frente de la Unión para el estudio de la Población en Africa. "Tenemos que lograr reducir la fertilidad por debajo del 2,1, y ahora estamos en el 4,7. Cuando se ralentiza el crecimiento de la población, las mujeres tienen más poder y eso significamás dinero para los que menos tienen y más posibilidades para educación".
Los esfuerzos para controlar la población en los países en desarrollo (32 de ellos en Africa) han de ir acompañados en cualquier caso de un esfuerzo sostenible para cambiar las pautas de consumo en los países ricos, de acuerdo con la Royal Society, que apremia a los gobiernos a tomar "acciones urgentes" para garantizar un futuro sostenible.
Carlos Fresneda | Londres (Reino Unido)

ELOGIO DE LA METAMORFOSIS

.
Artículo publicado en El País del sociólogo y el filósofo francés Edgar Morin donde presenta una nueva visión sobre el concepto caduco de revolución para el cambio social llevandolo a un concepto más biomimético, el nuevo nacimiento de una sociedad metamorfiseada.


El objetivo ahora es salvar a la humanidad. Para ello urge cambiar nuestros modos de pensar y vivir. La idea de metamorfosis, más rica que la de revolución, aporta la esperanza en un mundo mejor

Cuando un sistema es incapaz de resolver sus problemas vitales por sí mismo, se degrada, se desintegra, a no ser que esté en condiciones de originar un metasistema capaz de hacerlo y, entonces, se metamorfosea. El sistema Tierra es incapaz de organizarse para tratar sus problemas vitales: el peligro nuclear, agravado por la diseminación y, tal vez, privatización del arma atómica; la degradación de la biosfera; una economía mundial carente de verdadera regulación; el retorno de las hambrunas; los conflictos étnico-político-religiosos que tienden a degenerar en guerras de civilización... La ampliación y aceleración de todos esos procesos pueden considerarse el desencadenante de un formidable feed-back negativo, capaz de desintegrar irremediablemente un sistema.

Lo probable es la desintegración. Lo improbable, aunque posible, la metamorfosis. ¿Qué es una metamorfosis? El reino animal aporta ejemplos. La oruga que se encierra en una crisálida comienza así un proceso de autodestrucción y autorreconstrucción al mismo tiempo, adopta la organización y la forma de la mariposa, distinta a la de la oruga, pero sigue siendo ella misma. El nacimiento de la vida puede concebirse como la metamorfosis de una organización físico-química que, alcanzado un punto de saturación, crea una metaorganización viviente, la cual, aun con los mismos constituyentes físico-químicos, produce cualidades nuevas.

La formación de las sociedades históricas, en Oriente Medio, India, China, México o Perú, constituye una metamorfosis a partir de un conglomerado de sociedades arcaicas de cazadores-recolectores que produjo las ciudades, el Estado, las clases sociales, la especialización del trabajo, las religiones, la arquitectura, las artes, la literatura, la filosofía... Y también cosas mucho peores, como la guerra y la esclavitud.

A partir del siglo XXI, se plantea el problema de la metamorfosis de las sociedades históricas en una sociedad-mundo de un tipo nuevo, que englobaría a los Estados-nación sin suprimirlos. Pues la continuación de la historia, es decir, de las guerras, por unos Estados con armas de destrucción masiva conduce a la cuasi-destrucción de la humanidad.

La idea de metamorfosis, más rica que la de revolución, contiene la radicalidad transformadora de ésta, pero vinculada a la conservación (de la vida o de la herencia de las culturas). ¿Cómo cambiar de vía para ir hacia la metamorfosis? Aunque parece posible corregir ciertos males, es imposible frenar la oleada técnico-científico-económico-civilizatoria que conduce al planeta al desastre. Y sin embargo, la historia humana ha cambiado de vía a menudo. Todo comienza siempre con una innovación, un nuevo mensaje rupturista, marginal, modesto, a menudo invisible para sus contemporáneos. Así comenzaron las grandes religiones: budismo, cristianismo, islam. El capitalismo se desarrolló parasitando a las sociedades feudales para alzar el vuelo y desintegrarlas.

La ciencia moderna se formó a partir de algunas mentes rupturistas dispersas, como Galileo, Bacon o Descartes; luego, creó sus redes y sus asociaciones; en el siglo XIX, se introdujo en las universidades y, en el XX, en las economías de los Estados, para convertirse en uno de los cuatro poderosos motores del bajel espacial llamado Tierra. El socialismo nació en algunas mentes autodidactas y marginalizadas del siglo XIX, para convertirse en una formidable fuerza histórica en el XX. Hoy, hay que volver a pensarlo todo. Hay que comenzar de nuevo.

De hecho, todo ha recomenzado, pero sin que nos hayamos dado cuenta. Estamos en los comienzos, modestos, invisibles, marginales, dispersos. Pues ya existe, en todos los continentes, una efervescencia creativa, una multitud de iniciativas locales en el sentido de la regeneración económica, social, política, cognitiva, educativa, étnica, o de la reforma de vida.

Estas iniciativas no se conocen unas a otras; ninguna Administración las enumera, ningún partido se da por enterado. Pero son el vivero del futuro. Se trata de reconocerlas, de censarlas, de compararlas, de catalogarlas y de conjugarlas en una pluralidad de caminos reformadores. Son estas vías múltiples las que, al desarrollarse conjuntamente, se conjugarán para formar la vía nueva que podría conducirnos hacia la todavía invisible e inconcebible metamorfosis. Para elaborar las vías que confluirán en la Vía, tenemos que deshacernos de las alternativas reductoras a las que nos obliga el mundo de conocimiento y pensamiento hegemónico. Así es necesario, al mismo tiempo, mundializar y desmundializar, crecer y decrecer, desplegar y replegar.

La orientación mundialización-desmundialización significa que, si bien hay que multiplicar los procesos de comunicación y "planetarización" culturales, si bien necesitamos que se constituya una conciencia de "Tierra-patria", también hay que promover, de manera desmundializadora, la alimentación de proximidad, los artesanos de proximidad, los comercios de proximidad, las huertas periurbanas, las comunidades locales y regionales.

La orientación crecimiento-decrecimiento significa que hay que potenciar los servicios, las energías verdes, los transportes públicos, la economía plural -y por tanto la economía social y solidaria-, las disposiciones para la humanización de las megalópolis, las agriculturas y ganaderías biológicas, y reducir los excesos consumistas, la comida industrializada, la producción de objetos desechables y no reparables, el tráfico de automóviles y de camiones en beneficio del ferrocarril.

La orientación despliegue-repliegue significa que el objetivo ya no es fundamentalmente el desarrollo de los bienes materiales, la eficacia, la rentabilidad y lo calculable, sino el retorno de cada uno a sus necesidades interiores, el gran regreso a la vida interior y a la primacía de la comprensión del prójimo, el amor y la amistad.

Ya no basta con denunciar, hace falta enunciar. No basta con recordar la urgencia, hay que comenzar a definir las vías que conducen a la Vía. ¿Hay razones para la esperanza? Podemos formular cinco:

1. El surgimiento de lo improbable. La victoriosa resistencia, en dos ocasiones, de la pequeña Atenas frente al poderío persa era altamente improbable, pero permitió el nacimiento de la democracia y la filosofía. También fue inesperada el frenazo de la ofensiva alemana ante Moscú, en el otoño de 1941, e improbable la contraofensiva victoriosa de Zhúkov, iniciada el 5 de diciembre, que vendría seguida, el 8, por el ataque de Pearl Harbour y la entrada de Estados Unidos en la guerra.

2. Las virtudes generadoras-creadoras inherentes a la humanidad. Al igual que en todo organismo humano adulto existen células madre dotadas de aptitudes polivalentes (totipotentes) propias de las células embrionarias, pero desactivadas, en todo ser humano, y en toda sociedad humana, existen virtudes regeneradoras, generadoras y creadoras durmientes o inhibidas.

3. Las virtudes de la crisis. Al tiempo que las fuerzas regresivas o desintegradoras, las generadoras y creadoras despiertan en la crisis planetaria de la humanidad.

4. Las virtudes del peligro. "Allá donde crece el peligro, crece también lo que nos salva". La dicha suprema es inseparable del riesgo supremo.

5. La aspiración multimilenaria de la humanidad hacia la armonía (paraíso, luego utopías, después ideologías libertaria/socialista/comunista, más tarde aspiraciones y revueltas juveniles de los años sesenta). Esta aspiración renace en el hervidero de iniciativas múltiples y dispersas que podrán alimentar las vías reformadoras destinadas a confluir en la vía nueva.

Las viejas generaciones están desengañadas de tantas falsas esperanzas. A las jóvenes les entristece que no haya una causa común como la de nuestra resistencia durante la II Guerra Mundial. Pero nuestra causa llevaba en sí misma su contrario. Como decía Vassili Grossman de Estalingrado, la mayor victoria de la humanidad fue también su mayor derrota, puesto que el totalismo estalinista salió victorioso de ella. Hoy, la causa es inequívoca, sublime: se trata de salvar a la humanidad.

La verdadera esperanza sabe que no es certeza. Es una esperanza no en el mejor de los mundos, sino en un mundo mejor. "El origen está delante de nosotros", decía Heidegger. La metamorfosis sería, efectivamente, un nuevo origen.
.