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EL "PURGATORIO" DE LOS PELICANOS

Una de las veterinarias durante sujeta un pelícano durante los trabajos de limpieza. | Carlos Fresneda
  • Los pelícanos pardos son ahora el símbolo lacerante del desastre en EEUU
  • En la nave de Fort Jackon el daño es ya bien visible
  • En el trailer de 'descompresión' reciben fluidos y alimento

Llegan los pelícanos pringados en ese barniz mortífero. Se quedan fosilizados, con el pico pegado al cuello, y miran a los visitantes con ojos inquisitivos y recriminatorios, como preguntándoles en silencio: "¿Qué nos habéis hecho?".

Los pelícanos pardos, emblema de Luisiana, son ahora el símbolo lacerante del mayor desastre ecológico en la historia de Estados Unidos.

Desaparecieron de estas costas en los años setenta, por el uso y abuso del DDT, y se habían recuperado milagrosamente en las dos últimas décadas. Acababan de salir de la lista de 'especies en peligro', y ahí les tenemos, masticando su suerte mientras esperan turno para ser 'descontaminados'.

En el proceso de limpieza, algunos pelícanos intentan rebelarse

Un operario mantiene el pico del pelícano cerrado.

Estamos en una nave idustrial Fort Jackson, reconvertida en centro de recuperación de las aves afectadas por el vertido del Golfo de México. Por aquí habían pasado hasta este martes 634 pájaros, en su mayoría pelícanos pardos, atrapados sin remedio en esa especie magma marrón que ha golpeado las islas 'barrera' y las marismas del Misisipí.

El parte de 'guerra' del vertido está aún muy lejos del Exxon Valdez: 957 aves muertas, 320 tortugas, decenas de delfines y un cachalote. Los oceanógrafos advierten, sin embargo, que aún no hemos visto nada, y que el daño mayor es el que se está cociendo en las profundidades marinas.

En la nave de Fort Jackon, sin embargo, el daño es ya bien visible. "La oleada empezó hace dos semanas y desde entonces no paramos", reconoce Jay Holcomb, director del International Bird Rescue Center de California, con 200 vertidos de petróleo a sus espaldas (el caso español del 'Prestige' entre ellos).

"En Galicia rescatamos sobre todo alcatraces, cormoranes, frailecillos y gaviotas", recuerda.

Los pelícanos se llevan la peor parte

"Aquí la peor parte se la están llevando los pelícanos, no hay más que verlos. Pero por más malas que sean las condiciones en que nos llegan, siempre hay esperanza. Son unas aves hermosas y resistentes. Lo que necesitan es desprenderse de la capa de petróleo para poder volver a volar y a flotar. Es una labor fatigosa, pero hemos logrado un porcentaje de supervivencia del 80%".

Los pelícanos son rescatados por los equipos de Servicio de Pesca y Vida Silvestre en las zonas más afectadas por el vertido y llegan hasta aquí en jaulas especiales, transportados en barcazas. Un equipo de seis veterinarios los reconoce uno a uno y los etiqueta.

De ahí pasan al trailer de 'descompresión', donde reciben fluidos y alimento, y un tratamiento con Pepto-Bismo para proteger el tracto digestivo (el petróleo, ingerido en grandes cantidades, puede destrozarles los riñones y el hígado).

En un par de días, pasado el 'estrés' inicial, los pelícanos son trasladados a la nave industrial, donde aguardarán su turno en amplios contenedores de madera habitalitados temporalmente como jaulas... Danene Birtell, que forma parte del equipo de 'limpiadores', viene corriendo con el último ejemplar de cinco kilos en sus brazos. La clave, asegura, está en "mantenerles el pico cerrado".

El lavado de los pelícanos: detergente limpiavajillas

En la mesa de preparación se les aplica aceite vegetal. Llegan después los pelícanos la barreño de lavado, y ahí conocen las virtudes espumosas de Dawn, el detegente limpivajillas que ha demostrado no tener rival a la hora de diluir el petróleo. Algunos intentan desplegar sus enorme alas: uno de los cuidadores se encarga siempre de inmovilizarlos, el otro limpia y limpia.

Dos veterinarios introducen al pelícano en un bidón con agua y detergente

Primero, el minucioso lavado de las manchas en el pico y en la cara, con cepillos de dientes y esponjas. De ahí directamente al enjuague, con especial atención al plumaje de las alas, para que no queden restos ni de detergente ni de petróleo.

En 45 minutos, después de una trago largo de fluido para reponer fuerzas, los pelícanos están listos para la secadora, que los dejará como si les acabaran de hacer la permanente.

Harold Doucet se encarga de la parte final, y pone especial interés en no cegarles los ojos con la manguera... "Es increíble la conexión emocional que puedes tener con estos pájaros. Sientes con ellos todo el estrés, y finalmente el alivio. Se rebelan a ratos, pero acaban cediendo. Creo que instintivamente saben lo que les espera".

A las jaulas del exterior se les llama 'Islas Pelícano'. Allí esperan tal día como hoy su destino un largo centenar de pelícanos pardos, con su lustroso plumaje y sus renovadas ansias de volar.

'Nadie sabe lo que pueden tardar en regresar'

Partirán rumbo a las costas de Texas y Florida, donde criarán y harán tiempo hasta que puedan volver a las marismas Luisiana.

"Nadie sabe lo que pueden tardar en regresar", asevera Jay Holcomb. "En el Prestige, como en el Exxon Valdez, sabíamos al menos la cantidad de petróleo que podía salir al mar. En esta catástrofe, plagada de incertidumbres, sólo hay una cosa cierta: la cosa empeorará cada vez más si no logramos cerrar pronto el pozo".

BP, por cierto, paga la factura de los seis veterinarios y los veinte especialistas, más el despliegue de maquinaria y el manjar diario de cientos de sardinas que dejan en el hangar un inconfundible olor portuario. Es la hora de la comida, y los pelícanos 'apestados' salen por fin de su triste inmovilidad y abren de par en par su enorme pico.

"Sé que ha habido mucha polémica recientemente sobre si merece la pena rescatar a las aves, teniendo todas las que mueren y posiblemente morirán", admite Melanie Driscoll, responsable del grupo Audubon en Luisiana.

"Pero mira a estos pájaros a los ojos y dime si no teon, entra una oleada de compasión. Tenemos que hacer todo lo humanamente posible por rescatarlos".

Carlos Fresneda, Fort Jackson (Luisiana)
Publicado en El Mundo América
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SE CONFIRMA LA EXISTENCIA DE MANCHAS SUBMARINAS DE CRUDO EN AGUAS DEL GOLFO

Mancha de crudo enLuisiana. | Efe

Jane Lubchenco, directora de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA), ha confirmado la existencia de manchas submarinas de petróleo en el Golfo de México. "Son concentraciones muy pequeñas", precisó, "pero definitivamente hay petróleo bajo la superficie".

La noticia llega diez días después de que el director ejecutivo de BP, Tony Hayward, negara la existencia de las manchas submarinas y al cabo de tres semanas de que la propia directora de la NOAA afirmara que era "prematuro" llegar a esa conclusión.

"Lo sospechábamos, pero es bueno tener la confirmación", ha matizado Jane Lubchenco, en el parte del desastre del Golfo de México que hoy –Día Internacional de los Océanos- cumple exactamente 50 días.

La existencia de manchas submarinas fue detectada por primera vez por científicos de la Universidad del Sur de Florida, que recogieron muestras a gran profundidad y a más de 60 kilómetros de lugar donde explotó la plataforma de Deepwater Horizon.

Al menos media docena de investigadores de otras tantas universidades del sur de Estados Unidos, a bordo del barco Pelícano, certificaron la presencia de crudo en las capas intermedias del Golfo de México y lo achacaron al uso de los controvertidos dispersantes.

"El petróleo está en la superficie", aseguró sin embargo el director ejecutivo de BP Tony Hayward en una expedición fletada el 30 de mayo y a la que tuvieron acceso varios medios. "El petróleo tiene una gravedad específica, que es la mitad que la del agua", agregó Hayward, en calidad de experto y geólogo. "Y tiende a salir a la superficie por esa diferencia de gravedad".

Una investigadora que participa en el grupo de científicos que asesora a la Administración Obama, Ira Leifer, ha dado entre tanto la voz de alarma ante las últimas maniobras de BP para intentar contener el vertido.

Liefer, que trabaja en el Departamento de Ingeniería Química de la Universidad de California en Santa Barbara, asegura que la cantidad de petróleo derramada puede haber aumentado sustancialmente desde que BP decidió cortar la tubería del pozo de petróleo para aplicar la campana de contención.

La compañía británica asegura que la medida de urgencia está sirviendo capturar ya 2,4 millones de litros de crudo al día. Leifer estima sin embargo que el flujo de petróleo que escapa por debajo de la campana es "muy superior" al que se vertía antes de la operación efectuada el pasado fin de semana.

El comandante de Guardia Costero Thad Allen admitió ayer que el nuevo flujo del vertido sigue siendo "una gran incógnita" y que una de las prioridades de los próximos días será precisamente "reevaluar" las últimas estimaciones, realizadas hace tres semanas.

Carlos Fresneda, Nueva York
Publicado en El Mundo
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ULTIMA TARDE EN EL DELTA

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Tarde de tormenta en el delta del Misisipí. La lluvia nos sorprende llegando a Venice, el pueblo mundialmente famoso por su proximidad al vertido. Habíamos quedado con unos pescadores para volver a rastrear el petróleo. Pero la tromba nos obliga a parar el coche... a la altura de la carretera Halliburton.

El crudo lo impregna todo en el delta, ya se sabe. En el horizonte atisbamos aún el replandor de la última refinería, antes de llegar a las marismas. Aunque esta vez no hace falta ir mucho más allá: la lluvia convierte la carretera en un pantano improvisado, al que irán llegando decenas y decenas de garzas blancas cuando amaine el temporal.

El primer impulso es arrancar el coche y salir de allí cuanto antes, no vaya a ser que siga subiendo el nivel del agua. Pero de pronto abre el cielo y el sol tamizado cubre la tarde con un manto inexplicable de paz. Ya no huele a petróleo sino a tierra empapada. El aleteo incesante de las aves es una invitación a echar el freno y observar pacientemente.

Tan obsesionados estamos con encontrar la “prueba del delito” que apenas hemos tenido tiempo de destilar la magia del mayor ecosistema marino de Estados Unidos. El delta de Misisipí es una especie de Doñana gigante, moteado inevitablemente por las refinerías, los oleductos y las plataformas, pero de una belleza asombrosa si uno es capaz de borrar la huella del hombre.

No muy lejos de aquí, en la isla Grand Terre Este, los pelícanos pardos sucumben bajo la marea viscosa. El símbolo de Luisiana –reintroducido hace apenas ocho años después de estar al borde la extinción- nos ha acompañado durante días y días, cuando el daño no era aún visible. El año pasado, precisamente, salió de la lista de especies en peligro por su asombrosa capacidad de recuperación. El desastre ha sorpendido a cientos de ejemplares incubando sus huevos en las “islas barrera” del delta, golpeadas de lleno por del crudo.

Tampoco vemos esta vez a las garzas rojas, que salieron a nuestro encuentro en otra reciente incursión. Pero a cambio no dejan de llegar garcetas grandes, y patos moteados, y gorriones costeros. Estamos en plena temporada de cría y de migración, y el movimiento es incesante. Se calcula que por el mosaico inabarcable de tierra y agua en sur de Luisiana pasan cada primavera hasta 500 millones de aves de 400 especies diferentes, todas ellas amenazadas por el vertido.

Como si no intuyeran el peligro, los pájaros comparten con nosotros esta tarde, que bien pudiera ser la última. El sol se esconde: respiramos hondo. En la retina quedan fijadas algunas de las imágenes que aquí dejamos. Nos tememos que todo será muy distinto cuando regresemos en unas semanas o unos días.

Carlos Fresneda
Publicado en el blog En La Ruta Verde, de El Mundo
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CARNAVAL CONTRA EL VERTIDO

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Un millar de activistas y vecinos compiten por el disfraz más logrado en una pintoresca manifestación

El luto y la fiesta cabalgan siempre juntos entre los soportales de Nueva Orleans, y no podía ser menos con el vertido... "Escuchad, políticos/ acostarse con BP es un acto de sedición/ Somos el pueblo y tenemos el poder/ No seremos los Estados Unidos de BP".

La música la ponen Jennifer Hartley y Rosanna Smith. A sus espaldas, en las escalinatas que separan Jackson Square del río Misisipí, un millar largo de activistas, artistas y vecinos compiten por el disfraz más logrado y la consigna más atinada contra el 'villano' del petróleo, mientras las hordas de turistas pasean alegremente por Bourbon Street, ajenos por completo al vertido y atraídos por el irresistible olor a barra libre.

Nueva Orleans o la contradicción humana. El mayor desastre natural en la historia de EEUU se cuece a unas cuantas millas, pero los turistas prefieren destilar el daiquiri bajo la lluvia y mirar distraídamente hacia otro lado, haciendo tiempo hasta el próximo Mardi Gras, si es que llega...

"En algún lugar de la costa, este petróleo es real", advierten las fotocopias manchadas de negro con las que Sofía, artista callejera, ha empapelado el barrio francés, marcando en camino hacia la movida dominical. Rachel 'Lucky', actriz de teatro burlesco, lleva la advertencia adherida a su cuerpo, manchado de negro pringoso y rematado por la máscara de una calavera.

"El petróleo apesta", asegura. "El problema es que aún no lo hemos visto y BP está haciendo todo lo posible para que no lo veamos. Pero la mierda acaba siempre aflorando, y como no tapen pronto la fuga nos vamos a pringar todos".

William Horswood y Craig Handsome -espigada pareja- llegan a la manifestación vestidos con monos blancos, manchados de negro y rojo, y con collares de pájaros muertos.

"Somos ejecutivos de BP, disfrazados de trabajadores de la 'limpieza' y con los guantes llenos de sangre y petróleo", se jacta William. "Llevamos toda la mañana tiznándonos el uno al otro... Mejor dicho, llevamos ya 40 días, y todos los que aún nos quedan".

BP, Bad People (Mala Gente). BP, Big Polluters (Grandes Contaminadores). BP, Beyond Patience (Más Allá de la Paciencia)... Las pancartas compiten por encontrarle un nuevo y original eslógan a los responsables del vertido. Otros, como Frank Sterling, se limpian le barro en una bandera de la Gran Bretaña, deplegada en el suelo para pisotearla a placer: "¡Que Dios joda a la reina!".

"Ha llegado el momento de pensar más allá del barril", proclama la pancarta que exhibe sin escrúpulos Carolyn B., de Ohio, llegada a Nueva Orleans al rebufo del Katrina como tantos jóvenes artistas, arracimados en torno al grupo Rising NoLa. Carolyn baila embadurnada de negro y con su bikini dorado bajo la lluvia. La pancarta tiene aún más fuerza por el lado de atrás: "¡BP, nos habéis jodido bien!".

Por el podio van desfilando los pescadores afectados, como nuestro entrañable Dean Blanchard, el mariquero/poeta de Grand Isle. Evan Wolf, que participó en las dos primeras semanas en las labores de 'respuesta' con la Guardia Nacional, advierte de la auténtica dimensión de la catástrofe: "Contra los huracanes tenemos defensas, contra este desastre causado por la avaricia humana no hay manera de protegerse".

El profesor John Clark, de la Universidad de Loyola, le releva al micrófono y pinta un panorama negro para la próxima década: "Nos ha costado cinco años recuperarnos del Katrina; creedme si os digo que el vertido va a manchar nuestros ecosistemas y nuestras vidas durante más de diez años".

Stephan Magee, enfermero y artista (con el nombre de Doke), se pasó la noche en vela pintando un cuadro abstracto a partir de un pelícano embadurnado: "Es el símbolo de esta tierra: si muere el pelícano no hay esperanza... Y es la misma historia que hace cinco años: nos dejan igual de desamparados que tras el Katrina. El sur no cuenta, hermano. Yo tengo todavía fe en Obama, pero quiero decirle una cosa: "Deje de jugar el juego de BP y póngase del lado del pueblo".

Carlos Fresneda, enviado especial, Nueva Orleans
Publicado en El Mundo América

"CHAPUZAS" BP

Lo que muchos se temían: BP ha fracasado al tercer y desesperado intento de “taponar” el vertido del Golfo de México. El barro resbaladizo ha perdido su pulso contra el petróleo incontinente. La tan cacareada operación “top kill”, con esa resonancia ultrasecreta y paramilitar, forma ya parte del glosario de “chapuzas” de la compañía británica, que antes lo intentó con una campana de contención gigante y con una tubería insertada.

El jefe de Operaciones, Doug Suttles, anuncia ahora que en cuatro días volverán a intentarlo con una campana más pequeña y “a medida”. Y si no funciona, probarán suerte con un segundo cierre de emergencia emplazado sobre el primero. Y si no funciona...

Cansa ya esta letanía de falsas soluciones sacadas de la chistera a última hora para ocultar lo que todos los expertos saben y sabían: el único sistema seguro y probado para acabar con la fuga a 1.500 metros de profundidad es la construcción de un pozo de alivio. Pero nadie se lo exigió antes a BP, y ahora habrá que esperar hasta agosto o septiembre...

“Lo que se está haciendo es como fabricar a toda prisa un coche de bomberos cuando se ha propagado ya el incendio”, nos confesó hace unos días el oceanógrafo Rick Steiner, de la Universidad de Alaska. “En Canadá se requiere el pozo de alivio para perforar a grandes profundidades, pero en este país ya se sabe... Las petroleras han tenido durante demasiado tiempo la sartén por el mango, y todos estamos pagando las consecuencias”.

“Las tecnologías para explorar más y más profundo han avanzado tremendamente”, reconoce que el geólogo Barry Kohl, que trabajó durante 25 años con la industria petrolífera y ahora asesora al Sierra Club. “Pero no se ha invertido nada en seguridad y seguimos con los mismos métodos que se usaban en los años setenta”.

“Lo que está haciendo BP es jugar a la ruleta rusa”, añade Kohl. “Ninguno de los sistemas que están usando ha sido probado a kilómetro y medio de profundidad. Las garantías de éxito son mínimas”.

Un especialista en “limpiezas” marinas subcontratado por BP -por razones obvias prefirió no revelar su nombre- nos confirmó ayer la peor de las sospechas: en la compañía cunde ya el pesimismo ante la falta de soluciones de emergencia.

A la espera del pozo de alivio, y mientras Doug Suttles juega a entretener a la prensa (“tenemos confianza en que el próximo método funcione, aunque no podemos garantizar el éxito”), no queda otro remedio que volcarse a partir de ahora en las tareas de mitigación y resignarse a un hecho ya incontestable: el vertido del Golfo de México será de cinco a diez veces mayor que el del Exxon Valdez.

Carlos Fresneda
Publicado en el blog En la Ruta Verde, de El Mundo América

EL DESASTRE "INVISIBLE"

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La mancha se propaga ya por las marismas de Luisiana. La Agencia Espacial Europea confirma que el petróleo ha entrado en la corriente del 'lazo' del Golfo de México. Los científicos alertan de la existencia de un gigantesco 'iceberg' de crudo bajo la superficie. Y sin embargo el desastre ecológico que arrancó el 20 de abril con la explosión de la plataforma Deepwater Horizon sigue siendo 'invisible' para la mayoría de los norteamericanos.

"Estamos asistiendo a una campana orquestada para engañar al público", alerta el biólogo Ian McDonald, de la Universidad Estatal de Florida. "Nadie sabe con exactitud cuánto petróleo está saliendo, ni hasta dónde llega la mancha. La falta de transparencia y la ocultación de la información ha sido una constante desde el principio, no sólo parte de BP, también por parte del Gobierno".

Ian McDonald petenece a ese pelotón cada vez más nutrido de científicos que cuestiona como "ridícula" la estimación oficial de 5.000 barriles diarios derramados de crudo... "Nadie sabe de dónde viene esa cifra ni por qué se ha dado por buena. Cualquier experto que haya visto el vídeo de la fuga y que haya podido ver las imágenes por satélite puede llegar fácilmente a la conclusión: de ese pozo de están saliendo más de 25.000 barriles diarios".

"Estamos ante algo parecido a un 'iceberg': la parte mayor es la que no vemos", advierte por su parte el oceanógrafo Frank Muller-Karger, de la Universidad del Sur de Florida. "Es muy difícil cacular todo el petróleo que hay por debajo. Honestamente, creo que el Gobierno no lo sabe. Tampoco lo sabe BP, aunque creo que la estimación que se ha hecho hasta ahora es a la baja".

Hablamos con Muller-Karger pocas horas después de su intervención ante el Comité de Energía de la Cámara de Representantes... "He recalcado que es totalmente necesario tener una idea tridimensional del vertido. Tenemos que entender también cómo se mueve el agua en el Golfo e intentar averiguar hasta dónde puede llegar. Nos espera una ardua labor científica de evaluación del impacto ambiental, incluido el uso de los dispersantes que han usado en grandes cantidades y que han servido para que el petróleo se instale en las capas medias y en el fondo".

"Los dispersantes han servido para 'ocultar' el petróleo que llega a la superficie, pero a la larga pueden estar contribuyendo al mayor desastre ambiental en la historia de Estados Unidos" advierte por su parte John Hocevar, el director la Campaña de los Océcanos de Greenpeace.

Crudo acumulado en Luisiana. | Reuters

Crudo acumulado en Luisiana | Reuters

"No hay excusa para justificar la falta de transparencia y la manipulación de la información desde que comenzó el vertido", añade Hocevar. "Tampoco es de recibo que el Gobierno permita las perforaciones en el Ártico este mismo verano con lo que está ocurriendo en el Golfo de México. Nosotros reclamamos una moratoria en las prospecciones marinas.

Rick Steiner, profesor de la Universidad de Alaska, ha pasado más de una semana intentando calibrar 'in situ' el alcance del vertido y vuelve a su tierra con una sensación frustrante... "Es imperdonable que la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) tenga sólo un barco, el Pelican, que esté suministrando información de primera mano en la zona del vertido".

"Tendría que haber no uno sino veinte barcos del Gobierno tomándole la medida a la mancha", advierte Steiner. "Y no sólo en lugar de la fuga y en la superficie; hay mucho petróleo sumergido y necesitamos saber cuánto para calcular las posibles consecuencias".

"La diferencia con el desastre del Exxon Valdez es que entonces sí sabíamos cuánto crudo se iba a derramar", añade Steiner. "Y aunque no fue uno de los mayores vertidos, sí fue el que más daños ecológicos ha causado hasta la fecha. En el vertido del Golfo nos enfrentamos sin embargo a muchas incertidumbres que aún no son visibles. Aunque una cosa es cierta: es imperdonable que nadie previera que algo así pudiera ocurrir”.

La última estimación del desastre 'invisible', realizada por la Universidad de Miami, habla de un 'brazo' de petróleo que ocupa ya más de 11.000 kilómetros cuadrados, más o menos el tamaño del estado de Nueva Jersey o de la región de Murcia. "Una mancha pequeña comparada con el gran océano", en palabras del director ejecutivo de BP Tony Hayward.

Carlos Fresneda. Nueva York
Publicado en El Mundo
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TRES AÑOS SIN PETROLEO

Ahora que la mancha de alquitrán llega hasta las costas de Florida, tal vez ha llegado el momento de mirar más allá del vertido del Golfo de México y asumir nuestra parte de culpa en el entuerto. Todos somos estamos “pringados” en lo que está ocurriendo, y quien no sienta la soga asfixiante del petróleo cada vez que llena el depósito del coche que levante la mano…

En Florida vive precisamente un ecologista práctico, Patrick Vanderwyden, que decidió declararse por su cuenta y riesgo “oil free” (libre de petróleo) hace tres años. Llevábamos siguiendo la pista a Vanderwyden en Facebook y en varios blogs “verdes”, pero la CNN le acaba de elevar a la categoría de “ciudadano ejemplar” en un vídeo que pone el contrapunto necesario a las noticias apocalípticas de estos días.

“Estoy triste por la mancha de petróleo, pero al menos está sirviendo para concentrar de nuevo nuestra atención sobre este asunto”, declara Vanderwyden. “Espero que la gente entienda que es nuestra demanda (insaciable) la que nos hacer perforar a una milla de profundidad en el Golfo”.

Patrick Vanderwyden, 49 años, fue hippie y militó en la New Age antes de pasar a la acción solar. Con placas térmicas consigue el agua caliente y con las fotovoltaicas obtiene toda la energía necesaria no sólo para la casa, también para la ranchera y la bici eléctricas. A la vieja Chevy le cambió el motor hace tres años, aunque la mayoría de sus desplazamientos los hace a todo pedal (su debilidad es una bici customizada que ha bautizado como “Fankenbike”).

“Lo que hago tendrá un efecto en futuras generaciones”, asegura. “No quiero dejar a las futuras generaciones con un problema. Y realmente pienso que puedo ayudar”.

Todos podríamos ayudar, aunque fuera siguiendo tan sólo uno de los consejos de Patrick: reducir el consumo de energía en un 30%. Bajando de piñón, moviéndonos menos y aprediendo a ser más eficientes, deberíamos ser capaces de aprobar la eterna asignatura pendiente desde los años setenta.

La crisis del petróleo sirvió de bien poco: Estados Unidos ha duplicado su consumo de crudo en los últimos cuarenta años, y así seguirá al menos durante una década. El petróleo y sus derivados siguen consumiendo una tercio de la tarta energética. La electrificación del transporte con renovables sigue siendo poco menos que una quimera mientras alimentemos nuestra perpetua adicción a la gasolina.

El "pico" del petr'oleo se produjo en el verano del 2008, cuando el precio del barril se disparó, y los americanos comenzaron a pagar el precio “real” del combustible. Pero el consumo desmedido ha vuelto por sus fueros y volvemos a quemar gasolina como posesos. A falta de una solución final, y mientras siga manando el crudo del fondo del océano, cada cual debería emular según sus posibilidades al amigo Vanderwyden y aplicarse el plan de ruta: tres días, tres semanas, tres meses, tres años sin petróleo…

Carlos Fresneda
Publicado en el blog En la Ruta Verde de El Mundo América
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UNA "DIARREA" IMPARABLE DE PETRÓLEO

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Primero avistamos los hilillos, que diría Rajoy. Poco a poco, el mar va adquiriendo ese color de leche chocolateada que ha saboreado el congresista Gene Taylor. Hasta que llegamos por fin las islas Chandeleur, estranguladas por las rayas anaranjadas de un gigantesco tigre oleaginoso que arrasa con toda la vida marina.

Estamos sobrevolando la mancha de petróleo del Golfo de México, que nunca llegará a ser negra. Desde la avioneta seguimos las idas y venidas de 30 barcos de pesca, revoloteando como moscas alrededor de una auténtica diarrea de crudo, un excremento aceitoso que se extiende ya a lo largo y ancho de 4.600 kilómetros cuadrados y que avanza no se sabe muy bien hacia dónde.

Lo que sí conocemos ahora es el auténtico alcance de esta marea de color sangrante, ante los esfuerzos tardíos, insuficientes e inútiles de una flota desesperada de pescadores que intenta achicar el crudo mientras sigue brotando a raudales. La madre de todos los vertidos queda a más de 50 kilómetros al sur, pero es aquí, en la proa norte, en un día radiante como hoy, donde puede calibrarse la amenaza que se cierne sobre las marismas y las costas que despuntan en el horizonte. Aquí sale también a flote la intoxicación informativa a la que a diario nos somete BP, que hace dos días negaba que el petróleo hubiera llegado a las islas barrera de Chandeleur.

Señores de BP, las islas han sido ya embestidas por la marea roja, naranja y marrón, pese a las barreras flotantes que intentan proteger sus desoladas playas. Se diría que las aves han oteado el peligro y han desertado del paraíso, estrangulado por este empacho de petróleo al que todos hemos contribuido.

Por el camino hemos visto ya las manchas acechando las inmensas marismas de Luisiana, pero la Guardia Costera y BP seguramente lo negarán, como han negado hasta ahora el acceso por mar y aire a los periodistas empotrados que llevamos 10 días esperando. Nos hemos subido finalmente a la avioneta por gentileza del Sierra Club, el mayor grupo ecologista de EEUU, dispuesto a ofrecer una perspectiva real del campo de batalla.

"Nos enfrentamos a uno de los mayores desastres ecológicos causados por el hombre", asegura Michael Brune, director del Sierra Club y compañero privilegiado de viaje. "El daño aún no es visible en tierra, pero estas aguas están llenas de delfines, ballenas y tiburones. Estamos volando sobre la punta norte del vertido, pero la extensión es inmensa y los daños sobre la fauna marina son ya incalculables".

Durante su primer viaje a la mancha, Brune no puede ocultar su desaliento y su estupor. El geólogo Barry Kohl, que trabajó durante 26 años para las compañías petroleras, mira hacia abajo con cierto sentimiento de culpabilidad: "Cuanto más profundo perforamos, mayores son los riesgos... La fuga no pudo evitarse por un doble fallo mecánico. Lo que realmente me preocupa es que todas estas plataformas que siguen funcionando y que estamos viendo tienen los mismos y desfasados sistemas de seguridad".

A Jill Mastrotomaro, organizadora de campo del Sierra Club, le sorprende sobre todo el caos de la respuesta: "Desde el aire se ve todo mucho más claro. Hay pocos barcos y no hay una mínima coordinación. Están desbordados ante la magnitud del desastre".

"Permítanme que les dé mi opinión personal", apunta el piloto, Phillip Krasner. "Respuesta sí que ha habido, pero da la impresión de que no saben qué hacer. Está claro que no tenían ningún plan".

"¿Crees que el petróleo se está dispersando como dicen?", le preguntan a Phillip por la radio. «A mí desde luego no me da esa impresión. Aquí, en las islas Chandeleur, me parece que está más concentrado. Se ven cada vez más manchas".

Tamara Lush, nuestra colega de la agencia AP, acariciaba el sueño (más bien la pesadilla) de aterrizar con el pequeño hidroavión sobre la mancha de petróleo. "No podemos bajar de los 3.000 pies por razones de seguridad", advierte el piloto. "Vamos a virar un poco hacia el sureste: allí hay más acción".

No muy lejos de las islas, en torno a una plataforma petrolífera de un cegador color blanco, puede verse un remolino de barcos con tentáculos naranjas. "Se diría que están intentando absorber el petróleo o acorrararlo de algún modo", apunta el geólogo Barry Kohl. "No creo que aquí estén usando dispersantes. Normalmente los utilizan más cerca del vertido, y ésa es otra de nuestras preocupaciones: no sabemos qué productos están usando y cuál es su toxicidad".

Por la radio nos llega la noticia de una nueva quema controlada. Desde la avioneta, con la calima, no alcanzamos siquiera a ver el humo. Las escasas nubes proyectan su sombra negra sobre el océano. Es entonces cuando las gruesas líneas rojas del vertido cobran su aspecto más hiriente.

A la vuelta, las inmensas marismas nos parecen aún más desprotegidas. Vemos bandadas blancas de aves que vuelan sobre un manto verde, ajenas a esta primavera letal. Dejamos de ver plataformas petrolíferas; ahora contamos por doquier las refinerías, y el último pensamiento de Michael Burne se nos queda rondando la cabeza: "Las empresas petrolíferas invierten mucho dinero en relaciones públicas, incluso en momentos tan graves como éste, para minimizar a toda costa el impacto. Pero creo que los americanos van a salir de su apatía cuando vean los efectos de este desastre. Ha llegado el momento de alinear nuestras acciones con nuestros valores: tenemos que superar nuestra adicción al petróleo".

Carlos Fresneda, enviado especial, Islas Chandeleur (Luisiana)
Publicado en El Mundo
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