Los ecuatorianos de Londres apoyan a Assange

Los ecuatorianos de Londres apoyan a Assange

Juan Carlos Piedra, Bélgica Guaña y Antonio Acevedo. | Foto: C. FJuan Carlos Piedra, Bélgica Guaña y Antonio Acevedo. | Foto: C. F
  • El fundador de WikiLeaks lleva más de 24 horas atrincherado en la embajada
  • 'Mejor que se quede dentro porque está bien protegido'
Bélgica Guaña fue de las primeras en acudir a la embajada de su país, Ecuador, a mostrar su solidaridad con ilustre 'huésped', Julian Assange... "Mejor que se quede dentro porque está bien protegido. La policía estuvo esta mañana con sus armas aparatosas, pero se fueron igual que vinieron... ¡Ni de chiste pueden entrar a detenerlo!".

Assange ha superado las primeras 24 horas en la embajada, a tiro de piedra de estación del metro de Knighbridge y al sur de Hyde Park. Desde la ventana ha podido seguramente comprobar el circo creciente de las televisiones y de las parabólicas, esperando un desenlace que no acaba de llegar.
"Ecuador es un país soberano y es bueno que nuestro presidente se tome su tiempo", asegura Bélgica, que lleva 16 años en Gran Bretaña y está haciendo una máster en Política Internacional en la London School of Economics. "Puedo imaginar las presiones de los americanos, pero Correa ya aguantado otras veces".

Junto a ella, Juan Carlos Piedra y Antonio Acevedo representan al Movimiento Ecuador en el Reino Unido, que ha deplegado ya su bandera en la verja de hierro que rodea el edificio de ladrillo visto de la embajada, junto a las pancartas que piden libertad para Assange y "no" a la extradición.
"Nuestro presidente siempre se ha solidarizado con las causas justas y esta vez no puede ser menos", declaraba Juan Carlos Piedra. "Aunque de momento no sabemos lo que va a pasar. Lo seguro es que le ha dado protección, y yo espero que en poco tiempo conceda el asilo a Julian".
"Lo importante es que Correa no está solo", añade el tercer ecuatoriano a pie de la embajada, el abogado Antonio Acevedo. "Los 14 millones de ecuatorianos y los cinco millones que estamos fuera le apoyamos en esto. Correa cuenta también con el apoyo de muchos mandatarios en América Latina y con aliados en Europa como el presidente de Francia".

Nadie pone la mano en el fuego por el desenlace de este episodio que ha pillado por sorpresa incluso a los amigos más cercanos a Assange (y a los depositarios de la fianza de 300.000 euros que pueden perder su dinero).
Scotland Yard ha recordado que la "orden de arresto" será efectiva en cuanto salga de la embajada. El Foreign Office reconoció sin embargo que el fundador de WikiLeaks está "fuera del alcance de la policía" mientras siga dentro de las dependencias diplomáticas.

"Julian puede estar tranquilo porque en mi país se respetan los derechos humanos", concluye por su parte Bélgica Guaña, la estudiante ecuatoriana que ha hecho piña a lo largo del día con una veintena de manifestantes ante la embajada. "Lo que hicieron con él es injusto. Y ya que en Australia no lo quieren ni lo protegen, yo espero sinceramente que en mi país pueda rehacer su vida y seguir trabajando en paz para desenmascarar a los poderosos".

Carlos Fresneda (corresponsal) | Londres

¡Increíbles y comestibles!


Estelle Brown (izda.) y Mary Clear, en un huerto de Incredible Edible. | Foto: C.F.Estelle Brown (izda.) y Mary Clear, en un huerto de Incredible Edible. | Foto: C.F.
  • Se plantan a discreción verduras, hierbas y frutales en 70 espacios públicos
  • Todo el pueblo puede servirse gratis cuando llega la hora de la cosecha
A veinte minutos de Manchester, en un frondoso y abigarrado valle, se está cociendo una sabrosa revolución que responde al audaz nombre de Increíbles y Comestibles. La idea es así de simple: se plantan a discreción verduras, hierbas y árboles frutales en 70 espacios públicos. Se mantienen gracias a la labor de 280 voluntarios que le dedican dos mañanas al mes a la faena. Y todo el pueblo puede servirse gratis y a placer cuando llega la hora de la cosecha.

El pueblo en cuestión se llama Todmorden, tiene apenas 15.000 almas y se ha convertido en el epicentro de un movimiento –Incredible Edible- que se está propagando por el Reino Unido a la velocidad de las esporas, bendecido en persona por el príncipe Carlos y replicado ya al otro lado del estrecho de Calais.
"El secreto está en que somos el movimiento más inclusivo del mundo"
"El secreto está en que somos el movimiento más inclusivo del mundo", asegura Mary Clear, una de las fundadoras. "Nuestro lema es así de simple: 'Si comes, estás dentro'. Aquí no discriminamos a nadie por sus diferencias alimenticias, ni se nos va el tiempo echando sermones. La diferencia se marca pasando a la acción. En eso estamos".

Tan persuasivos son los argumentos de Increíbles y Comestibles que tienen incluso a la policía cultivando maíz dulce y cebollas japonesas para todo el pueblo. Junto al hospital han plantado una "apoteca" de plantas medicinales. A las puertas del teatro local crecen las tomateras. Y junto a la iglesia unitaria, en la colina más alta del pueblo, se prodigan las coles y las acelgas.

[foto de la noticia]

Mary Clear ha subido hasta aquí para arrancar unas cuantas hojas para la cena. El vergel que ella misma ha plantado en el esquinazo de su casa, en la calle Cockpit, se lo cede generosamente a sus vecinos y a todo el que venga de visita: espinacas, brécoles, berros, guisantes, judías...
Nada más bajar de la estación de tren, los reclamos de Incredible Edible nos persiguen como una suculenta tentación, comparable sólo a la experiencia de ir arrancando manzanas y peras de los 800 árboles frutales, o a la de saborear lo mejor de la cosecha cocinada en The Bear, la cooperativa, café, restaurante y punto de encuentro local.
"Cuando empezamos, en 2007, hubo gente que veía todo esto como una excentricidad o un capricho"
Allí conocemos a Estelle Brown, anfitriona de excepción, que nos regala el primer paseo 'comestible' por el canal de Rochdale, con parada obligada ante los cerezos y el jardín de hierbas que ha plantado Mario, el dueño del garaje aledaño. "Cuando empezamos, en 2007, hubo gente que veía todo esto como una excentricidad o un capricho", admite Estelle. "Ahora, con la crisis, se empieza a ver casi como una necesidad: hay que estar preparados para los malos tiempos".

Crear jardines "artificialmente"

Recuerda también Estelle cómo al principio todo eran dudas sobre dónde plantar y a quién pedir permiso. "Con el tiempo nos dimos cuenta de que lo mejor era sembrar directamente y crear jardines 'accidentales'. Ni siquiera le llamamos a esto gerrillas 'verdes'. Lo que hacemos no tiene nada de 'bélico' ni de provocador, yo más bien diría que estamos haciendo una revolución gentil desde lo local. Y lo bueno es que los 'poderes' nos ven con buenos ojos, porque algo está cambiando profundamente en el pueblo".

[foto de la noticia]

El Ayuntamiento ha cedido el solar del viejo hospital, junto al río, donde han echado ya raíces los primeros árboles del futuro gran jardín comestible, con la ayuda de los trabajadores de VolkerStevin y de Considerate Constructors (Constructores Considerados). Todo parece tener un nombre sugerente en Todmorden, empezando por el pueblo, al que sus habitantes llaman cariñosamente 'Tod'.
En el aparcamiento del nuevo hospital, sobre varias camas de cultivo, crece el herbolario local, cuidado primorosamente por la 'boticaria' Helena Cook. Equinácea para fortalecer las defensas, achicoria para el aparato digestivo, romero para las enfermedades respiratorias, caléndula para las curar las infecciones.
Las ocho escuelas del pueblo se han hecho también "increíbles y comestibles", y en una de ellas se está habilitando una granja piscícola, donde también se cultivará por hidroponía. Entre tanto, el programa Every Egg Matters está llenando Todmorden de gallinas, con el objetivo de llegar en el 2018 a una producción de 30.000 nuevos semanales, suficientes para todo el pueblo.
"No vamos a conseguir la autosufiencia alimentaria, pero al menos estamos trazando el camino"
"Seamos realistas: no vamos a conseguir la autosufiencia alimentaria, pero al menos estamos trazando el camino", reconoce Mary Clear, la 'agitadora' del grupo, con todo el saber acumulado de sus años de trabajadora comunitaria y con el "sentido común" aplicado al arte del cultivo. "Nuestros huertos son pura 'propaganda verde', aunque el efecto que han tenido en estos años ha sido tremendo", asegura la enérgica Mary. "El consumo de productos locales ha aumentado tremendamente, los comercios que al principio nos miraban con recelo ahora quieren ser increíbles y comestibles".

Mientras toda Gran Bretaña se prepara para el atracón del jubileo, Todmorden, el pueblo que llegó a ser el centro textil del West Yorkshire, se viste estos días de gala para consagrar la primavera en el primer Desfile de la Polinización. Aunque la gran celebración del año llegará en octubre, en la Fiesta de la Cosecha a la que contribuye todo el pueblo, con todas las viandas locales servidas directamente del huerto al plato. ¡Que aproveche!

Carlos Fresneda (Enviado especial) | Todmorden (Reino Unido)
Publicado en Ideas para la crisis en El Mundo.es

El planeta infeliz

La tierra vista desde el espacio. | EM
La tierra vista desde el espacio. | EM

España figura entre los países 'en descenso' en la tercera oleada del Indice del Planeta Feliz (HPI) difundida por la New Economics Foundation (NEF). Nuestro país ocupa el número 62 en el ranking mundial, encabezado nuevamente con Costa Rica y con la sorprendente presencia de nueve países latinoamericnos o caribeños en el 'top ten'.

La 'caída' de España se debe sobre todo a la bajada de la "percepción subjetiva del bienestar" a raíz de la crisis. El otro factor de peso es la alta huella ecológica: pese a la ralentización de la economía, nuestro país está deuda ecológica, con un consumo 3,25 veces mayor que su biocapacidad. En la tercera casilla del ranking, determinada la esperanza media de vida, España sigue figurando sin embargo entre los primeros países del mundo (81,4 años).

"En España se ha producido un grave deterioro de la calidad de vida desde que arrancó la crisis", reconoce Saamah Abdallah, analista del Centro de Bienestar del NEF, pionero en la utilización del nuevo indicador de la felicidad desde el 2006. "El paro es sin duda el principal problema. El desempleo crea una gran inseguridad, destruye el capital social e influye tremendamente en la autoestima".

 

España, con la misma huella ecológica que Alemania


Abdallah, que vivió un tiempo en Barcelona y conoce nuestro país sobre el terreno, apunta sin embargo a otro factor 'invisible': "España entró en deuda ecológica en el mes de abril. La huella ecológica de los españoles es muy similar a la de Alemania, aunque la renta per capita sea más baja y los dos países estén viviendo muy diferentes situaciones económicas".

La crisis ha desplazado por cierto a Grecia hasta el número 83. Otros 'perdedores' son Egipto y Túnez, donde la 'experiencia subjetiva del bienestar' ha caído soprendentemente tras la oleada de la primavera árabe. Saamah Abdallah reconoce que el Indice del Planeta Feliz es aún relativamente 'imperfecto' y no distingue entre países democráticos y no democráticos, pero incide en hechos como el ascenso de Vietnam (número dos en la lista mundial), con una más que aceptable esperanza de vida (75,2 años) y una huella ecológica menor incluso que la utópica meta de 1,8 hectáreas globales per capita (1,4).
En comparación, los habitantes de Costa Rica tienen un impacto mayor en el planeta (2,5 hectáreas per capita), pero su esperanza de vida es la mayor de toda Latinoamérica (79,3 años) y el nivel de satisfacción y bienestar de la población -recogido por la Gallup World Poll- es prácticamente el mismo que el de Noruega y Suecia.

"Latinoamérica va muchas veces por delante de Europa en cuestiones ambientales, y Costa Rica y Colombia (tercero en el ránking) son dos buenos ejemplos", sostiene Saamah Abdallah. "Los dos países son muy autónomos a nivel energético y han apostado por las revonables, en este caso la hidráulica. En Latinoamérica sigue habiendo pobreza y desigualdad económica, pero hay también otro factor que casi nunca figura en los indicadores económicos: el capital social, el valor de los lazos humanos y de las iniciativas comunitarias".

 

Buena vida sin un alto coste


Como contraste, Estados Unidos figura en el puesto 105 de la tabla, arrastrado por su alta huella ecológica (7,2 hectáreas per capita), una de las más altas del mundo, aunque superada por países como Kuwait (9,7) Luxemburgo (10,7) o Qatar (11,7). "Pese a que los norteamericanos puntúan alto en la experiencia subjetiva del bienestar, lo cierto es que su esperanza media de vida (78,5 años) sigue estando por debajo de la de Cuba y de la mayoría de los países occidentales", asegura Abdallah.

En líneas generales, el informe sobre el bienestar sostenible del NEF confirma que vivimos aún en "un planeta infeliz en gran medida, con grandes retos tanto en los países de rentas altas como en los de rentas bajas para llegar al mismo fin: que la buena vida no suponga un alto coste para la Tierra".
La crisis, en opinión de Abdallah, ha tenido un impacto en la calidad de vida -sobre todo en la población joven- y no ha provocado hasta la fecha un revulsivo a nivel político. "Se sigue funcionando con la misma mentalidad con la que creamos el problemas y no se han producido cambios significativos a nivel de gobierno para avanzar hacia la meta del planeta feliz", sostiene. "Existen ideas y soluciones, pero no tenemos aún sobre la mesa un modelo alternativo".

El Indice del Planeta Feliz, enarbolado incluso en su día por David Cameron antes de ser primer ministro, sigue siendo sin embargo "un referente válido" de todo aquello que no solían medir hasta ahora los indicadores económicos. "Al fin y al cabo, el Producto Interior Bruto tardó en su día varias décadas hasta convertirse en el indicador mundial del crecimiento económico", precisa Addallah, convencido de que el HIP -que se obtiene combinando el bienestar subjetivo, la esperanza de vida y la huella ecológica- se codeará tarde o temprano con el PIB.

Carlos Fresneda (Corresponsal) | Londres
Publicado en Natura de El Mundo.es

Verde que te quiero, Londres



Fotos: C.F. 

Mark Ridsdill Smith quería cultivar como casi todo el mundo: horizontalmente. A falta de espacio en casa, pidió que le cedieran un terrenito público en el noroeste de Londres, pero le dijeron que tendría que esperar 40 años hasta que quedara un "allotment" vacío. Así que decidió empezar por el balcón y por las ventanas, y seguir luego por las parades y por los voladizos, hasta completar una auténtica granja vertical, capaz de producir el equivalente a 1.200 euros en el cesto de la compra en un año...
"Imagina que todos fuéramos capaces de cultivar del 5% al 15% de nuestra comida en casa. No parece mucho, pero el impacto sería tremendo. Ahorraríamos mucho dinero y comeríamos más fresco y sano. La ciudad se llenaría de vergeles comestibles en los lugares más insospechados. Se crearían increíbles conexiones con la naturaleza y entre la gente".
Hace siete meses que Mark cambió su huerta colgante de Hampstead por la campiña inglesa. Pero la ciudad le sigue reclamando a lo lejos, y es precisamente ahora cuando empieza a recoger la semilla con su curso itinerante y práctico: "El arte de cultivar en los pequeños espacios".
   










 Los vergeles verticales de Mark Ridsdill Smith han sido uno de los grandes reclamos de la Green Fair de Londres, que acaba de cumplir 20 años. Tras una semana de lluvia casi incesante, el sol acudió a su cita con las últimas tendencias verdes en el espléndido Regents Park, rivalizando con los 208 jardines privados que abrieron sus puertas al común de los mortales en la intrincada geografía londinense.
De Brixton, al sur, vinieron Carina Milltson y Rowena Ganguli. Las dos crearon en el 2009 The London Orchard Project, con la misión de llenar la ciudad de árboles frutales. "Desde los años 50, más del 60% de nuestros árboles han sucumbido bajo la presión urbana o bajo la fruta importada a precios baratos", recuerdan Carina y Rowena. "Nuestra idea es avanzar ahora hacia la autosuficiencia de futas, llenando la ciudad de manzanos, perales y ciruelos, y creando grupos de voluntarios capaces de recolectarlas y aprevecharlas al máximo, en su forma natural, secándolas o como zumo, mermeladas y compotas que se pueden consumir todo el años".
 De Crouch End, al norte de Londres, llegan los agricultores urbanos de Food From the Sky, que acondicionaron la cubierta del supermercado Thornton's Budgens para convertirlo en el más frondoso tejado comestible de Londres. Todos los viernes, puntualmente, desciende la "cosecha del cielo" hasta el suelo de la tienda, diez metros más abajo. La biodinámica y la permacultura son los principios que inspiran a este grupo que está creando escuela en los barrios británicos.
Los permacultores de Londres, tendiendo redes con los grupos de Transición y con los Increíbles-Comestibles, celebran por cierto su propio festival el 21 de julio. Hasta Regents Park se trajeron estos días un avance, con cursos dedicados especialmente a los niños (Children Permaculture Collective), a la "reforestación" de las ciudades, a la ecología profunda y a la emprendiduría verde.
 Desde Saffron Walden vinieron los Herbal Haven, con sus 150 variedades de hierbas comestibles y medicinales. Y desde Redfield, los miembros de Lili, más de tres décadas predicando la vida de "bajo impacto". Los aficionados a las dos ruedas tuvieron su propia feria de la bici eléctrica, aunque los ciclistas de toda la vida prefirieron darle a los pedales en los dos escenarios de alimentados con "energía humana" y en los que actuaron entre otros las Colibrís de Liverpool, los jazzeros Sunshine Kings y los afrocolomianos Pollito Boogaloo.
Carlos Fresneda - Londres




Saber comer...



El mundo al revés: un norteamericano descubriendo a estas alturas las virtudes de la comida sana. Pero antes, una confesión: "Es trágico ver cómo la dieta americana se ha convertido en la dieta del mundo, y cómo ha ido devorando a su paso las tradiciones culturales y gastronómicas del planeta".
Con ustedes, Michael Pollan, compartiendo esta mesa comunal en la que acabaremos comiendo todos, acompañándonos a la compra para recordarnos lo que conviene y no conviene meter en la bolsa, indagando por su cuenta y riesgo en todo lo que hay detrás de lo que nos venden como "alimentos" y que en realidad no son más que "sustancias con apariencia comestible", como él mismo dice.
Ardua labor ésta de presentar en público a nuestro distinguido comensal. Pongamos que Michael Pollan, 57 años, vive en las colinas de Berkeley, donde da clase en la universidad y desde donde abandera el "movimiento de la comida sana" en Estados Unidos, con libros imprescindibles como "La botánica del deseo" (el mundo desde la perspectiva de las plantas) o "El dilema omnívoro" (un historia de cuatro comidas radicalmente distintas"). Empezó como "agroperiodista" y se ha acabado convirtiendo en cocinero de la conciencia de todo un país, con una receta así de simple: "Comed alimentos reales, no demasiados, sobre todo plantas".
Aunque el papel que más le va, asegura, es el de "detective" de los alimentos, siguiendo el rastro de todo lo que nos llevamos a la boca, descomponiendo desde dentro la temible "dieta moderna occidental" y proponiendo la vuelta a la comida simple y natural. "El detective en el supermercado" dio título a su penúltimo libro, rematado ahora por "Saber comer: 64 reglas b'asicas para aprender a comer bien"...

Michael Pollan recomienda que comamos como siempre lo han hecho los franceses, los italianos o los griegos (antes de la colonización de los McDonald's). En el podio de la comida mediterránea echamos en falta a los españoles, y el "detective" gastronómico se justifica: "Los españoles comen demasiada carne, casi tanta como los americanos, el equivalente a seis jamones al año... Por lo demás, la dieta de los españoles es más o menos similar a otros países mediterráneos, rica en productos frescos y sazonada con aceite de oliva".
Volveremos al "pecado" de la carne (el propio Pollan recoconoce su debilidad por el jamón ibérico), pero vamos a examinar de entrada el típico menú de la "dieta occidental moderna" para saber a qué atenernos: alimentos procesados, hidratos de carbono, grasas refinadas, mucha carne, muchas calorías, mucha sal, potentes adictivos como el azúcar o el sirope de maíz, muy pocas verduras, frutas o cereales integrales.
Por principio, el "detective" Pollan propone "escapar" de la dieta moderna, producto de los monocultivos de la agricultura industrial "y cuyo secreto estriba es descomponer el maíz y la soja, procesarlos y luego volverlos a componer en sustancias que parecen comestibles". Estos "pseudoalimentos" ocupan casi siempre la parte central de los supermercados, empaquetados con vistosos colores, con falsos reclamos para que parezcan "saludables" y una lista interminable de ingredientes ininteligibles para el común de los comensales.
Regla número uno: nunca comas nada que no comería tu tatarabuela. "La fuente más valiosa y fiable en cuestiones alimenticias es la tradición", palabra de Pollan. "La ciencia ha aportado bien poco y ha creado esa cultura del "nutricionismo" de la que conviene huir. La tradición es la sabiduría popular destilada. Nuestros antecesores sabían lo que les sentaba bien y por sentido común dejaron de comer lo que les ponía enfermos".
Regla número dos: "Consume productos perecederos". "Los alimentos reales viven y mueren", recuerda Pollan, "con un par de excepciones, entre ellas la miel, que ha llegado a aguantar intacta en las tumbas de los faraones". Los alimentos reales ?los que se pudren con el tiempo- hay que buscarlos en la periferia de los supermercados, cerca de las puertas de entrada y salida donde se reponen las existencias.
 Y entre los alimentos reales, nada mejor que los que tienen "hojas", seguramente ricos en fibra, vitaminas, antioxidantes y otros nutrientes esenciales. "De los 75 o 100 elementos que necesitamos para mantenernos sanos, casi todos están en las plantas", asegura Pollan. "El último lugar donde debemos buscarlos es en los alimentos ultraprocesados".
Regla número tres: "No comas demasiado". El norteamericano medio ingiere 300 calorías más por cabeza que hace veinte años. El "supersizing" se ha convertido en el pan de cada día en los restaurantes de "fast food" ("cuanto mayores las porciones, peores los restaurantes"). Y la gente come en el coche, come en el despacho, come por la calles, come a todas las horas...
Comer solo, a la americana, es otra de las recetas para el desastre gastronómico. "Conviene recuperar la comida como acto social", advierte Pollan, "y volver al placer de la buena mesa, como reclama la gente de "Slow Food".
Cocinar tus propios alimentos: otra regla básica. Hay estudios que demuestran cómo la salud de la gente que cocina es casa es bastante mejor que la de la gente que come habitualmente fuera. En casa se usan habitualmente alimentos "reales", mientras que los restaurantes recurren a potenciadores del sabor que jamás usaríamos en nuestras cocinas.
Y otra sugerencia como postre: "Todos deberíamos cultivar, aunque sea en la ventana o en los balcones. Es la manera más elemental de cerrar el círculo de los alimentos y reconectar con la naturaleza. Un pequeño huerto te puede cambiar la vida". Aunque no se atribuye el protagonismo, los libros de Pollan han influido poderosamente en la conversión de Michelle Obama a la agricultura urbana.
Le preguntamos finalmente a Pollan qué es lo que no debemos comer nunca: "Cualquier producto que contenga sirope de maíz, porque es una señal de que está altamente procesado. Cualquier producto que tenga más de cinco ingredientes o que contenga algo que nos somos capaces de descifrar. Pero  ante todo evitar las bebidas refrescantes, el antialimento por excelencia, todo energía y cero nutrientes, el mejor caldo de cultivo para la obesidad y la diabetes de tipo 2. Seguramente hay alimentos mucho más nutritivos en la sección de comida para perros".
Así despedimos a nuestro inso'olito comensal americano, Michael Pollan, ondeando la bandera de la comida sana y apelando al mismo tiempo nuestas conciencias de ciudadanos globales: "El modo en que comemos influye más en el planeta que ninguna otra área de nuestra vida. Y la buena noticia es que es muy fácil cambiar, con cada dólar o cada euro que gastas en el supermercado. Así ha ido creciendo en Estados Unidos el mercado de la comida biológica, que mueve ya más de 20.000 millones de dólares al año. Todo ha sido fruto de un acuerdo tácito entre los consumidores y los productores, que han decidido votar con el tenedor".
Carlos Fresneda

'El problema de la economía es que sobra dinero'



Joan Antoni Melé, subdirector general de Triodos Bank en España. | C.F.
Joan Antoni Melé, subdirector general de Triodos Bank en España. | C.F.
  • 'El sistema está caduco y hay que reinventarlo desde dentro'
  • En España, afirma, faltan ideas y pasar a la acción
  • La banca no es la única culpable, dice, los ciudadanos contribuimos al marasmo
"No hay dinero". Es el lamento general en esta España acuciada por la recapitalización de los bancos y devaluada mundialmente a la categoría de economía agonizante, estrangulada por la deuda, el desempleo y el desánimo. "No hay dinero". Contra el virus que recorre el país se rebela precisamente un banquero, Joan Antoni Melé, subdirector general deTriodos Bank en España y optimista por naturaleza: "¡El problema de la economía es que sobra dinero! Pero a pesar de la crisis se ha seguido invirtiendo en la economía especulativa, en vez de hacerlo en la economía real. El afán de acumular y acumular es la raíz de todos los males. El dinero tiene que 'morir' para volver a nacer. Lo que necesitamos es savia nueva en la economía, que es algo vivo y está en la base de nuestras relaciones humanas".
"Recuerdo casos como el de la mujer que sufría para llegar a fin de mes y que resultó agraciada con la lotería. La angustia se hizo mayor cuando le tocó todo ese dinero: todo su afán era invertirlo para que le rentara más y más".
La situación en la que estamos, según Melé, es ante todo una "crisis de imaginación". Y esto no se resuelve con un 'rescate' bancario de miles de millones de euros, sino con un cambio mucho más profundo. "El sistema con el que hemos funcionado está caduco y hay que reinventarlo desde dentro. El dinero no puede seguir alimentando la codicia. 
El dinero tiene que circular y ponerse al servicio de otros valores". A través del blog de Triodos Bank  'Dinero y conciencia' y del libro del mismo título (editado por Plataforma Editorial) Joan Antoni Melé nos invita a hacer  una doble y hasta una triple lectura en estos tiempos que corren. La pregunta de fondo –"¿A quién sirve mi dinero?"- es si acaso más acuciante que nunca tras el último sobresalto de la banca (y los que áun nos quedan).
"Está bien ser crítico con lo que pasa, pero en esto país faltan sobre todo ideas", asegura Melé. "Hay mucha carga negativa en España, pero luegola gente no pasa a la acción. No sé cómo se puede criticar a un banco y seguir teniendo tu dinero allí. La banca ha tenido gran parte de responsabilidad, por proponer un modelo irresponsable e insensato. Pero no es la única culpable; los ciudadanos hemos contribuido al marasmo. La gente ha de saber que poniendo su dinero en un banco X está apoyando ese modelo".

Una relación enfermiza

Durante tres décadas, Joan Antoni Melé estuvo al servicio de la banca convencional. Su experiencia fue vital para conocer la intensa, y a veces enfermiza relación, que la gente tiene con el dinero: "Trabajar en una caja de ahorros fue como estar en un confesionario económico. Recuerdo casos como el de la mujer que sufría para llegar a fin de mes y que resultó agraciada con la lotería. La angustia se hizo mayor cuando le tocó todo ese dinero: todo su afán era invertirlo para que le rentara más y más".
Triodos forma parte de la Alianza Global por una Banca con Valores, la red de bancos éticos que suma más de 10 millones de clientes, con un balance global de más de 20.000 millones de euros.
"El dinero es esencialmente un medio de intercambio, pero pierde su sentido cuando se convierte en un fin", sostiene Melé. "De la misma manera, una empresa pierde el norte cuando pone los beneficios por delante de su 'misión'. Nos olvidamos de que los beneficios son el resultado, pero no el objetivo primero y último. Eso es lo que ha pasado en estas últimas décadas: el virus ha hecho estragos en los bancos, pero se ha propagado por toda la sociedad". A Joan Antoni Melé le acusan de tirar piedras contra su propio tejado. Aunque también hay quienes ponen en duda su conversión y le espetan en sus conferencias: "No puede ser banquero y ser buena persona".
Pero a sus 60 años, y después de todas las que le han caído, piensa seguir ejerciendo por tiempo indefinido el oficio en cuestión: "Se puede ser banquero y marcar la diferencia. Y eso es lo que estamos haciendo en la banca ética. Para empezar, somos totalmente transparentes: no tenemos nada que ocultar. Y luego invertimos en la economía real, que es la genera crecimiento y puestos de trabajo, con especial hincapie en iniciativas sostenibles, innovadoras y con fines sociales y culturales".

Mundos paralelos

El problema de fondo, según Melé, es "la profunda desconexión de la economía con la realidad", empezando por su impacto real en el planeta y sus efectos perniciosos en las sociedades. "Si la banca renunciara a la economía del casino e invirtiera en la economía real, no estaríamos todavía luchando para salir de la crisis", asegura. "Nosotros estamos creciendo a un ritmo exponencial precisamente por eso, aunque aún nos queda un largo camino".
Triodos Bank, nacido en Holanda hace más de tres décadas, está implantado en España desde el 2004 y ha duplicado sus clientes en el país hasta superar los 60.000 a finales del 2011. Triodos forma parte de la Alianza Global por una Banca con Valores, la red de bancos éticos que suma más de 10 millones de clientes, con un balance global de más de 20.000 millones de euros.
Pese a que vamos con veinte años de retraso con respecto a Europa, Joan Antoni Melé estima que el auténtico cambio social y económico se producirá en España cuando la banca ética supere el listón de los dos millones de clientes. Aunque el cambio más profundo y necesario, insiste, es que el tiene que ocurrir en la educación ("tenemos que educar para la libertad y no para la repetición clónica") y sobre todo en la conciencia: "Esto empieza a parecerse a la caída del Imperio Romano. ¡Nos toca cambiar de mentalidad y de época!".

Carlos Fresneda - Barcelona

De las finanzas a las lechugas



Nadie diría a simple vista que Ena McPherson ha consumido la mitad de sus 61 años contando billetes y gestionando fondos de inversión... "Y sin embargo esa fue gran parte de mi vida, trabajando para el sector financiero. Hubo un tiempo en que se supone que los bancos estaban ahí para ayudar a prosperar a la gente con sus ahorros y con sus negocios. Ahora ya vemos cómo nos han llevado a la ruina colectiva"...

Ena McPherson, nacida en Jamaica y curtida en Estados Unidos, se consideraba hasta hace poco "una inmigrante con suerte". "Mis raíces están en Kingston, pero este país me ha dado grandes oportunidades, no lo puedo negar", asegura Ena, con su sombrero de ganjera, sus gafas de sol y la sonrisa caribeña siempre a flor de piel. "Me llegó el momento de la jubilación anticipada y pensé: ¿Qué es lo mejor que puedo hacer para ayudar a mi comunidad?".
 Atrás quedaron las finanzas, por delante tenemos un vergel de lechugas en casi todas sus variedades: romanas, iceberg, de hoja rizada, de hoja de roble... Con el azadón en mano, al frente de un tropel de voluntarios, Ena McPherson se ha convertido en una de las activistas verdes por excelencia en Brooklyn, al frente de tres huertos comunitarios: "Digamos que he vuelto a la tierra para limpiar mi historial".
Ena no tuvo siquiera que aprender el oficio, le bastó con mirar hacia atrás y recordar el tiempo pasado en le huerto de su abuelo en Jamaica, conocido por sus vecinos como Tranquility Farm. La Granja de la Tanquilidad ha resucitado ahora en un solar abandonado de Brooklyn, desde donde la hortelana y ex banquera otea los brotes verdes que le están saliendo al asfalto...
"Nuestro barrio es lo que aquí se llama un "desierto de alimentos. Mira a tu alrededor: no hay manera de comprar productos frescos, todo es "comida basura", ultraprocesada o enlatada... Lo que sí tenemos en Bedfrod-Stuyvesant son solares vacíos, que pueden convertirse fácilmente en huertas con la ayuda de un rastrillo y un azadón".
Con las botas puestas -como Michelle Obama en el huerto de la Casa Blanca- Ena va sacando piedras y malas hierbas y preparando las camas de cultivo de Tranquility Farm... "En la ciudad tenemos un problema: los suelos pueden estar contaminados, sobre todo con plomo y metales si antes había una construcción. Por eso conviene "crear" suelo fértil con compost, y cultivar en lechos, y a falta de irrigación, estar lo más cerca posible de una boca de riego".
Gracias a la ayuda impagable de Green Guerrillas y Just Food, dos de los grupos que más han hecho por impulsar la agricultura urbana en Nueva York, los tres oasis comestibles de Ena siguen creciendo, cuidados por un equipo cada vez más nutrido de niños que nunca han visto una berenjena ni han saboreado las hojas de brocoli en su vida: "Para muchos de ellos, el campo es como si fuera otro planeta... Es aquí donde hacen la conexión y descubren por fin de dónde vienen los alimentos ".
 La última pasión de Ena McPherson son las gallinas... "Aún recuerdo cómo corría detrás de ellas en la granja de mi abuelo y quiero que los niños de Brooklyn experimenten la misma sensación. Para los chavales es casi un milagro eso de entrar en el gallinero con la cesta y recoger los huevos frescos, que esa misma tarde acabarán en la sartén".
Con las tres huertas en activo, y Bob Marley poniendo la música de fondo, Ena McPherson espera sacarle el máximo provecho al proyecto de CSA (Agricultura de Soporte Comunitario) que ha echado raíces en el barrio: "Para mí, la vuelta a la tierra ha sido como cerrar el círculo de mi vida. Aunque los fantasmas de la especulación, que es parte de mi pasada vida, siempre acechan. No podemos olvidar que estos terrenos que ahora cultivamos son "urbanizables" y que cualquier día podría venir la piqueta a llevarse por delante la Granja de la Tanquilidad".
Carlos Fresneda