El jardín de los sofritos

 
                     Foto: Isaac Hernández


En el jardín de los sofritos, el cilantro es el rey. A su alrededor hay plantados ajos y cebollas, pimientos y tomates, pero el olor de la hierba aromática se hace irresistible en esta época del año...  
    
Todo nos remite en un abrir y cerrar de boca al Caribe, aunque estemos realmente en las afueras de Boston, en Roxbury, abriéndonos paso entre el verdor del noreste americano y siguiendo el rastro de la verdadera artífice de este paraíso culinario: Patti Moreno, más conocida como la “Garden Girl”.
     
La “Chica del Jardín” se ha convertido en el símbolo más sabroso de la agricultura urbana en Estados Unidos gracias a sus videos en la red. Nacida hace 39 años en Nueva York, con sangre puertorriqueña, Patti Moreno ha sabido darle el toque vistoso y práctico a lo que empieza a ser ya una tendencia imparable en los patios traseros...
   
“Cultivar en tu jardín no es ya una cosa de “hippies”. También hay que quitarle el estigma de que es algo del pasado, de épocas de escasez y pobreza. Ahora ya vemos, hasta Michelle Obama tiene un huerto en la Casa Blanca... La verdad es que no hay nada comparable a la experiencia de comer algo que tú mismo has cultivado, con tus manos y sin pesticidas. Tu salud y tu bolsillo son los primeros en beneficiarse. Y por supuesto tu estómago...”.
     
Patti cultiva siempre pensando en la cocina. “Gardening by Cuisine” se titulará precisamente su próximo libro y su serie en la televisión pública. A caballo entre las dos lenguas, aún anda dándole vuelta a cuál será el título en español. ¿“Del huerto al plato”?
   
“Mi experiencia me dice que lo que combina bien en el plato combina bien en la tierra”, sostiene Patti, que nos hace un recorrido por el “jardín” de las ensaladas (lechugas y espinacas), por el “jardín” meditarráneo (calacines, berenjenas, eneldo y otras hierbas), por el “jardín” de las salsas (tomate, albahaca) o por el “jardín” de las hierbas medicinales (equinácea, melisa, salvia).
    
Los “jardines” son en realidad camas elevadas de cultivo, la mejor opción posible en la ciudad, “donde es fácil que la tierra esté contaminada por productos tóxicos”. La calidad de la tierra, alimentada por su propio compost, es su primer principio básico. La segunda regla es cultivar de manera ecológica, sin pesticidas ni productos químicos. La tercera es “parcelar” la siembra pensando ya directamente en la cocina.
    
Patti reconoce “un montón de influencias” en los trece años que lleva experimentando como agricultora urbana... “Pero mi método de aprendizaje ha sido la prueba y el error. Al principio todo era un desastre; se me morían todas la plantas. He probado hasta con 600 variedades en todo este tiempo, hasta dar con lo más apropiado para este clima y con la mejor manera de cultivarlo. Aunque mi momento “eureka” fue sin duda cuando mis dos primeros manzanos dieron sus frutos. El sabor de aquella primera manzana no se me olvida en la vida”.
     
Antes que hortelana en casa, Patti Moreno se había curtido como cineasta, de ahí su éxito como comunicadora y el empeño en la calidad de sus vídeos, con la ayuda de su marido, Robert Patton-Spruill, el primero en grabarla en acción en este frondoso jardín comestible en el que no faltan las gallinas y los conejos.
     
Y el caso es que hasta los 26 años, Patti no sintió la menor curiosidad por lo natural... “Para una “niuyorican” como yo, lo más parecido a la naturaleza había sido siempre Central Park. Todo cambió cuando tuve a mi hija, y engordé 30 kilos. Necesitaba hacer una actividad para volver a mi peso, y que fuera a cielo abierto. Así fue como me entró la curiosidad por cultivar”.
     
“Empieza chiquito”, es el primer consejo que suele dar Patti a quien esté pensando en seguir sus pasos. “Y con algo que requiera poco espacio y que sea fácil de cultivar, como las lechugas, que en un mes estarán listas. Las hierbas también crecen con facilidad y son tremendamente agradecidas al olfato y en el plato... Y por último intenta que participe la familia. El trabajo en el huerto es duro, pero es mucho más llevadero si se comparte. Para los niños es como un juego, además de una gran lección: “¿Qué queremos comer hoy? ¿Pasta al pesto? Vamos a por la albahaca en el jardín de las salsas...”.

Carlos Fresneda, Nueva York

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