Isabel López Chamorro, agricultora ecológica


Hablamos con una emprendedora 'enganchada' a la tierra y sus frutos, que lleva su huerta hasta los estantes de su ecotienda

Visionando la imagen de una mujer somalí, agricultora de subsistencia, con el zagal a cuestas, me llegan poremail las fotos de Isabel con sus berzas. Es un día especial y mi mirada quizás algo más sensible hacia las compañeras de especie me lleva en un viaje rápido a unir África con A Coruña vía alimento, y a dos mujeres que utilizan la tierra para abastecer necesidades básicas propias y de cercanos. Escuchando por teléfono ala agricultora gallega, sé que podría dejar lo cotidiano para ayudar a su coetánea más necesitada, y lo haría con lo que ha aprendido a hacer desde que la llamada de la tierra la llevó a formarse en un curso de iniciación a la horticultura ecológica, a plantar con ilusión semillas según lo aprendido con su familia y a levantar el primer invernadero, allá donde tiene la casa,no lejos de la gran ciudad, a orillas del bravo Cantábrico. Nacida en Baracaldo (Vizcaya), Isabel se instaló de pequeña en A Coruña, donde trabaja. Vive enTeixeiro, a 52 km de A Coruña, donde tiene su explotación agraria y vivienda.

Comenzó su Camino en el vivir más responsable cuando, de joven, preocupada por las cuestiones socioambientales de su momento, participó activamente en el movimiento antinuclear contra la implantación prevista de una central en la cercana Xove. Lo colectivo en manifestaciones y los gritos de “¡Nuclear, no gracias!” llegaron en paralelo a su análisis de lo social, uniendo el cercano mundo rural y sus preocupaciones: se preguntaba por qué Galicia, con el potencial que tiene, era país de gente que marchaba, por qué no se apreciaba el trabajo agrícola, motivando a los jóvenes a que salieran fuera.

Ya con la huerta, llegaron los amigos sugiriendo que plantara un poco más para ellos. Al poco, las cestas comenzaron a repartirse combinándose con la asistencia a ferias donde ofrecer las cuidadas verduras, desde siempre obtenidas sin venenos. Con la ayuda profesional de una vecina, pronto fueron cuatro invernaderos más. Ahora ya cuenta con siete. Han pasado 13 años desde que en el pequeño huerto familiar comenzó a transformar energía en alimentos, e impulsó a nuestra ecoheroína en su revolución vivencial. Ahora ya cuenta con siete. Han pasado 13 años desde que en el pequeño huerto familiar comenzó a transformar energía en alimentos, e impulsó a nuestra ecoheroína en su revolución vivencial. 

Isabel dio el paso a agricultora ecológica profesional, certificó la explotación en el Consello Regulador de la Agricultura Ecoloxica de Galicia (CRAEGA) y se presentó como proveedora en tiendas de su entorno. Desde su vínculo con el Sindicato Labrego Galego, analiza y busca salidas dignas a la loable labor del pequeño productor de alimentos en esa tierra que ama y que visiona como vergel. Los mercados municipales aparecen como una ayuda clave para ofrecer cosechas propias y acercarse al consumidor final directamente, y ella, en uno de los cinco con los que cuenta A Coruña, abrió un puesto fijo con un compañero del gremio, con servicio tres días a la semana por las mañanas. Así comenzó Horta+Sá.

Al tiempo, y de esto hace ahora cuatro años, apostó por una tienda fija, abierta todo el día, todos los días menos el domingo, y que es ahora el centro de operaciones donde esta microempresaria de lo nutritivo –con tres compañeras trabajando con horarios armonizados– garantiza verdura fresca en abundacia desde la mañana a última hora de la tarde.
Horta+sá, que se traduce como la “huerta más sana”, es una ecotienda que destaca por una oferta continua de alimentos frescos y cuidados durante el día, y que Isabel, como productora y con habilidades en lo comercial, sabe que cuidar: “La frescura es clave, empleamos procesos de rehidratación, cuidamos la presencia y colocación en las cajas, del buen trato a las verduras hasta cuando las colocamos en la bolsa de transporte del cliente”. “Cada agricultor –añade– transmitimos a las verduras algo que nos conecta y esto el cliente habitual lo percibe. Sabe perfectamente qué verduras son las de mi huerta y cuáles no, y es que algo especial arrastran hasta ser adquiridas.”

La producción propia de la huerta más sana en la tierra es aproximadamente del 60% fresco. En invierno, cuenta con una media de seis verduras, como son las acelgas, los puerros, el apio, el brécol, las berzas y los maravillosos y autóctonos grelos, que son las hojas del nabo forrajero antes de florecer, delirio en cocidos del momento de los productos elaborados rondan el 40%, contando con una exquisita selección de lo mejor que ofrece el mercado de lo producido y transformado ecológico. Es evidente en la tienda la gran conexión entre la producción propia y la venta, y es que Isabel sabe que locosechadoy ofertado en el día es lo que la distingue, además de su pasión por transmitirlo. Me cuenta que hay veces que, cuando explica lo que para ella representa cualquiera de sus verduras, no siempre la entienden. 

Para las variedades a las que no llega, cuenta con compañeros que se las suministran, y frutas y otras verduras durante el año le llegan de la distribución estatal. Aunque se queja de que, viviendo en Galicia y con la maravilla de tierra que tienen, no tengan en enero repollo: “La tierra está deseando dar. Somos nosotros los que no sabemos todavía sacar de ella”. Cuando clientes no habituales, gente mayor que recuerda la tradición, se le quejan del precio de los grelos, ella explica del ciclo para sembrarlos, cuidarlos y, en invierno, el frío que se pasa para recogerlos, y de cómo desde la tierra hay que trasladarlos a la tienda para que estén disponibles a los que de ellos gustan pero no cultivan. Con ello explica el valor de toda la producción ecológica de alimentos y de que el coste es más real, ya que eleva a justicia el valor de todo agricultor para nuestra sociedad.

Me toca escribir por descripción y comentarios a distancia, y cuando Isabel comenta aspectos de su tienda, como que me teletransporto a ella. Tiene como todostenemos, sus colores preferentes, y las paredes de su negocio social exponen su adorado verde combinado con el armonioso anaranjado, que, unidos a los frutos multicolores de la tierra, generan un espacio que por sí solo da valor a todo lo que acoge. Entre lo cromático y lo aromático, los frutos cercanos se cuelan transformados por la alquimia solar y los elementos en los sabores de la tierra.

De su Galicia vergel, llegamos a las algas y cuenta cómo las empanadillas que hornea un vecino panadero con algas frescas y masa de harina de kamut son de culto entre su clientela. Todo por las verduras, en este caso hasta las del mar. Elogia la labor manufacturera de los frutos de la huerta marina, cita a Algamar y Porto-Muiños, comenta cómo la visión y la apuesta decidida de gente joven está creando puestos de trabajo y productos elaborados surgidos de la creatividad, la investigación y el cariño por lo que da la tierra azul.
Ahora, Isabel aspira a Consolidar la optimización de su producción agrícola: quiere aumentar las variedades, experimentar con las que mejor se puedan adaptar, convencida de habitar un vergel pendiente, imaginando que la fertilidad de Galicia, en tierra y mar, la conviertan en un despensa estatal. Anuncia que abrirá en breve una pequeña tienda online para llegar más allá de los barrios cercanos. Seguirá creando lazos entre los clientes y la explotación agrícola, piensa que tendrá el tiempo de abrir más las puertas en jornadas de convivencia, donde sus clientes vean en directo de dónde salen las verduras que comen y sepan del trabajo y esfuerzo que conlleva sacar verduras de la tierra rumbo al plato.

A todo joven que aparece por la tienda preguntándole por tendencias y posibilidades en esto de lo agroecológico, Isabel se vuelca, le traslada su experiencia, le aconseja sobre inversiones que eviten errores y equivocaciones: ella gastó mucho en maquinaria que no le ha servido para nada, y les anima a que metan manos en la tierra.

Isabel reclama que la sociedad precisa información para defenderse de la usurpación multinacional de los alimentos y que debe tener acceso a productos sanos: es clave arriesgar para producir y consumir el producto fresco, desde la economía de proximidad, que tanto ayuda al planeta. Si no hay fresco y no se vende, no habrá agricultores locales y la soberanía alimentaria no será nuestra. Imagino que habrá querido gritar más de una vez: ¡Ecoagricultoras y ecoagricultores del mundo, venceremos!

Manolo Vilchez



Productores de transformados con algas marinas gallegas: Porto-Muiños y Algamar 

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