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El futuro es de todos

Rachel Botsman. | Foto: Carlos Fresneda

    Rachel Botsman. | Foto: Carlos Fresneda

La tecnología, el ingenio y la crisis se han aliado en estos tiempos que corren, a la busca de nuevas fórmulas para salir adelante. Unos llegan a ellas como microemprendedores; otros se enganchan para compartir, ahorrar o sacar provecho a lo que ya tienen. Unos y otros están dando forma a esa corriente imparable -la "economía compartida" o el "consumo colaborativo"- que está alterando el ADN del capitalismo para acercarlo al ciudadano.

"Estamos al inicio de una auténtica revolución en la actitud de la gente hacia la posesión de las cosas", certifica Rachel Botsman, coautora de 'Lo mío es tuyo'. "Para un joven, hoy en día, tener un coche significa un peso más que un símbolo de estatus. La vieja idea de la acumulación material, tan arraigada en el consumidor occidental, está empezando a cambiar radicalmente".
"Las redes sociales alumbraron a las redes de servicios", recuerda Botsman. "La tecnología ha creado la eficiencia y la confianza para vincular a millones de personas que buscan algo con millones de personas que ofrecen algo. Hemos eliminado a los intermediarios y ahora valoramos el contacto directo. Estamos reinventando desde la base la ley de la oferta y la demanda".

"No somos un banco, ni falta que hace". "Haz lo que amas, trabaja donde quieras". "Alquila un coche a gente real, en tu misma calle". "Nunca has viajado mejor ni más barato". "De nosotros te puedes fiar". Son los reclamos cada vez más comunes de los sistemas de préstamos P2P de persona a persona (Zopa), de las oficinas compartidas en tu propia ciudad (Loosecubes), de los coches compartidos en tu barrio (Whipcar), de las casas compartidas en cualquier punto del planeta (Airbnb) o de las chapuzas a domicilio y al mejor postor (Taskrabbit).

"La tecnología ha dado el impulso definitivo, pero en el fondo no ha hecho más que salir al encuentro de una sensación cada vez más extendida: la falta de confianza en el sistema", asegura Botsman. "Hay una cierta ironía en todo que está ocurriendo, y es que conforme declina la confianza en los grandes monopolios burocráticos, aumenta la credibilidad de los mercados en los que el trato es personal y directo".
En esta misma serie salimos al encuentro de Roo Rogers, compañero de Rachel Botsman en la singladura del "consumo colaborativo". Pero aquella no fue más que una primera y fugaz inmersión en un mundo que seguiremos explorando en esta serie, porque la tendencia es "viral" y se está propagando a la vertiginosa velocidad de las redes sociales.

"¿Quién iba a predecir hace tres años que Airbnb se iba convertir en una empresa valorada en 1.300 millones de dólares y te iba a dar la oportunidad de alquilar casa en cualquier manzana de Nueva York?", se pregunta Botsman. "¿Quién iba a prever que los propios fabricantes iban a entrar en el negocio del coche compartido, o que los préstamos de persona a persona se van a convertir en la mayor amenaza para los bancos?".

"Yo, personalmente, dudo que los bancos tal y como los conocemos hoy sigan funcionando en una década", advierte Botsman. "Todo está cambiando muy rápidamente y se está haciendo más participativo. Más que una tendencia, estamos ante una fuerza imparable que se está propagando a gran escala. Se está produciendo un definitivo giro de poder del centro hacia la periferia, con la ayuda insustituible de las redes".

El futuro es de todos, o eso es lo que revindica esta "innovadora social" afincada en Australia y curtida durante tres años en la Iniciativa Bill Clinton, conferenciante en TED y distinguida como autora de una de las “10 ideas que pueden cambiar el mundo” por la revista 'Time'. Su próximo libro irá aún más allá y explorará el futuro de los “mercados colaborativos”, que en poco tiempo suplantarán a su entender a los mercados convencionales en todos los campos imaginables...
La gente buscará la transparencia, la eficiencia y el contacto humano", vaticina Botsman. "Las tecnologías darán una nueva dimensión al concepto de comunidad aplicado a los negocios. La reputación de una empresa o de una persona se convertirá en la moneda de nuevo cuño".

Carlos Fesneda (Corresponsal) | Londres





Freecycle, la reinvención del trueque en Internet

 

Todo empezó con un email y un viejo colchón. En vez de deshacerse de su cama de soltero, Deron Beal se la ofreció gratuitamente a treinta amigos. Y no sólo encontró a alguien dispuesto a hacerse cargo de ella, sino que a cambio consiguió un viejo y confortable sofá. En él se sigue sentando a diario, al cabo de siete años...
Tu “basura” es el tesoro de otro”, asevera Beal desde la lejana Tucson, en Arizona, donde prendió la chispa de Freecycle. “Ese principio tan básico, que durante toda la vida ha sido la base de los grupos de trueque, ha encontrado un nuevo sentido en la era del Internet. Cuando las estrellas están alineadas, todo se multiplica”.

 Como el pan y los peces, todo es perfectamente multiplicable e intercambiable en Freecycle. Lo que empezó en el 2003 como un pequeño grupo de amigos en Yahoo ha fraguado en la mayor red de intercambio en Internet, con más de 7,5 millones de miembros repartidos por 110 países (entre ellos España).
De Madrid a Torrevieja, de Barcelona a Icod de los Vinos, una veintena de grupos han descubierto ya en nuestras tierras las ventajas del “freeciclaje” en tiempos de crisis. De teléfonos móviles a kimonos de aikido, de cochecitos de bebé a sillas de oficina de Ikea... Todo se puede encontrar en este mercado “virtual” y gratuito donde el único requisito es estar dispuesto a dar y recibir.
“Todos los días, en los más de 4.800 grupos que existen en el mundo, cambian de manos unos 45.000 objetos”, presume Deron Beal. “Lo importante no es sólo lo que nos ahorramos nosotros, sino la basura industrial que evitamos en todo el proceso... A diario reusamos unas 700 toneladas de materiales, más o menos la carga que recibe un vertedero de tamaño medio cada 24 horas”.
El sofá en el que está sentado Deron Beal, sin ir más lejos, pesa apenas 45 kilos, “pero harían falta hasta veinte veces este peso en materiales necesarios para fabricar un nuevo sofá”. Beal asegura que se nos está yendo la fuerza y la energía recalcando lo importante que es “reciclar”, cuando el énfasis deberíamos ponerlo precisamente en las dos primeras “erres”: reducir y reusar.

Los “freecicladores” han puesto rigurosamente al día otro de los viejos lemas –“piensa globalmente, actúa localmente”- y de paso han generado un flujo contagioso de buen rollo: “La sensación de desprenderte de algo útil para otra persona es algo muy gratificante, casi olvidado en esta sociedad de usar y tirar que hemos creado”.
Sostiene Beal que el éxito de Freecycle es la prueba irrefutable de un giro copernicano en nuestra mentalidad de consumidores... “El hiperconsumismo de los años noventa quedó atrás. La crisis ecológica y económica y la creación de redes sociales han posibilitado esta nueva era del “consumo colaborativo” que no ha hecho más que empezar”.

What’s Mine is Yours” (“Lo que es mío es tuyo”) es la nueva consigna, que nos llega estos días en forma de libro, a tiempo para la fiebre consumista. Los autores, Rachel Botsman y Roo Rogers, ahondan no sólo en el fenómeno de Freecycle, también en la explosión de empresas de coches compartidos (ZipCar), redes de viajeros (Airbnb) o compañías de préstamos de tú a tú (Zopa).

Pero estábamos con Freecycle, y hablábamos del deleite de compartir que elimina barreras sociales. “El trueque es un valor universal que está presente en todas las culturas”, asegura 
 Deron Beal. “Nuestro siguiente paso es extender las redes de intercambio en los países en desarrolo. Ahí nos hemos chocado con el bache tecnológico, pero estamos trabajando en la solución: Freecycle para todo el mundo con la ayuda de los teléfonos móviles”.



Carlos Fresneda, Nueva York
Publicado en el blog de El Mundo, En la Ruta Verde