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EL HUERTO DE MICHELLE

Michelle Obama se calzó las botas de granjera en jefe, agarró el rastrillo y predicó con el ejemplo, rodeada de pequeños aprendices de agricultura urbana. Lo que parecía una utopía hace dos meses, acaba de germinar: queda inaugurado el huerto orgánico de la Casa Blanca.

En este mismo blog lo anticipamos y pocos nos creyeron entonces. Pero ya puede verse y olerse el huerto, desde la verja de calle E, poniendo el contrapunto a la estéril explanada sur. De aquí al verano crecerán las coles, las espinacas, los brécoles, las zanahorias, los guisantes y hasta cinco variedades de lechuga (incluida la arugula, la favorita de Obama). Habrá también árboles frutales, hierbas aromáticas y un extenso surtido de chiles y tomatillos (dada la predilección de la familia por la comida mexicana).
El huerto de Michelle tiene un poderoso valor simbólico, comparable al de Eleanor Roosevelt cuando plantó el primer “jardín de la victoria” como ejemplo de autosufiencia durante la Segunda Guerra Mundial. En pocos meses, los norteamericanos siguieron el ejemplo de la Primera Dama, cogieron el azadón y cultivaron hasta 20 millones de pequeños huertos.

Lo que Michelle abandera ahora es la “revolución local” de los alimentos (no exageramos, lo contaba ayer mismo el New York Times.


Desde hace poco más de una década, el país que inventó el fast food empezó a experimentar un giro radical en la dieta. Los Obama se abonaron ya hace tiempo al Whole Foods, la cadena de supermercados de comida “sana”. En todo el país existen ya más de 5.000 mercados de granjeros y 2.200 granjas “comunitarias”.

El penúltimo eslabón es la explosión de huertas urbanas, con el ex jugador de la NBA y fornido granjero Will Allen trazando surcos de Milwaukee hasta Chicago. Desde Berkeley, entre tanto, la “chef” Alice Waters impulsa la creación de los patios de recreo comestibles en las escuelas.


Pero el máximo responsable de la conversión de los Obama a la cultura “localívora” es sin duda Michael Pollan, el autor de “El detective en el supermercado”, con quien tuvimos el honor de conversar y hacer la compra recientemente. Pollan se desmarcó en plena campaña con una “Carta al Granjero en Jefe” a la que respondió en persona el entonces candidato demócrata.

Alice Waters y Michael Pollan fueron precisamente los primeros impulsores de la campaña para el huerto en la Casa Blanca, que ha costado apenas 200 dólares en semillas, más el sudor de los voluntarios. La cosecha correrá por cuenta de Sam Kass, asistente de la “chef” Cristeta Comerford, volcada desde ahora en los menús locales y de temporada.


Pero no nos engañemos. La mayoría de los norteamericanos no come como los Obama y siguen condenados a la ración diaria de comida basura. Eric Schlosser, el autor de “Fast Food”, vuelve a la acción estos días como productor de una película escalofriante –“Food Inc.”- que muestra a sus compatriotas el lado oculto de todos esos “venenos” que nos venden como comida.


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Carlos Fresneda de
sde Washington

Publicado en Cronicas desde EE.UU. de El Mundo

El hombre “salvaje” de Central Park

LO DICHO Y HECHO

“Hemos perdido la conexión con la naturaleza y la facultad de recolectar nuestros alimentos”
“Durante millones de años, la especie humana se ha alimentado de los frutos y las plantas del bosque”

1950,Nace en Queens, Nueva York. 1970. Estudia Psicología. 1980. Empieza a recolectar plantas, frutos y hierbas silvestres. Organiza giras en los parques de Nueva York con el apodo de The Wildman. 1986. Infiltran a dos agentes de parques en sus tours y le detienen por “actividades delictivas”. La acusan de “comerse los parques”. Su caso arma gran revuelo en la prensa. 1986-90 Se convierte en guía “comestible” de Central Park. 1998 Conoce a su esposa Leslie-Anne Skolnik, en una de sus giras comestibles. 2002 Publica “The Wild Vegearian Cookbook. 2008 Se convierte en el rostro más reconocibles del movimiento de los “localívoros”.

Parece un pariente cercano del doctor Livingstone, supongo, sólo que en vez de adentrarse en la espesura de Africa central se patea como nadie Central Park, con su casco de explorador, a la busca de dientes de león, acederas, verdolagas, zaraparrillas, epazotes y demás plantas comestibles que irá recolectando sobre la marcha, seguido por cuarenta expedicionarios de todos los pelajes que nunca sospecharon los manjares silvestres que crecen en la gran ciudad.

Steve Brill, más conocido como The Wildman (El hombre “salvaje”), lleva tres décadas instruyendo a los neoyorquinos en el arte del “foraging” (recoger el forraje, pero para consumo humano). Allá por 1986 saltó a la fama cuando dos aguerridos park rangers se infiltraron en una de sus expediciiones y le detuvieron por “actividades delictivas”. Le acusaron literalmente de “comerse el parque”. Meses después, tras el revuelo que se montó en la prensa, le contrataron como guía insustituible, autorizado para recolectar todo tipo de setas, hierbas, raíces y bayas aptas para el consumo humano.

Su fama trasciende ya las fronteras (http://www.wildmanstevebrill.com); le han salido imitadores en medio mundo. Pero el auténtico “Wildman” –el nombre le vino a la mente haciendo meditación trascendental- es este intrépido, estrambótico y simpático explorador de 58 años, nativo de Queens, convertido ahora en ídolo del movimiento de los localívoros.

Lo que propugna el hombe “salvaje” es la auténtica vuelta a la comida local, a lo que tenemos más a mano. “Durante millones de años, la especie humana se alimentó de lo que recolectaba en el bosque”, explica Steve Brill. “Ahora, con el auge del fast food y los productos ultraprocesados, hemos roto por completo la conexión con la naturaleza, que siempre fue la base de nuestro alimento”.

Brill iba para psicólogo antes que para explorador, cocinero y botánico. Un día, paseando en bicicleta, vio a un grupo de mujeres griegas cogiendo hojas de parra en un parque. Se llevó una bolsa a casa, las cocinó con un relleno de arroz y volvió a por más. Se hizo experto y autodidacta, con la ayuda de infinidad de guías y probando todo lo que parecía comestible, sin sufrir hasta la fecha ninguna indigestión (todo lo más, un picorcillo en la lengua).

Dos veces a la semana, el hombre “salvaje” convoca a sus seguidores en uno de los más de veinte parques que entran en su jurisdicción (15 dólares de donación los adultos, diez los niños). El destino predilecto sigue siendo Central Park, donde tal día como hoy se congregan cuarenta expedicionarios pertrechados con palas, rastrillos y guantes.

Arrancamos en el Strawberry Fields de John Lennon y compañía, y a falta de fresas salvajes encontramos moras blancas (jugosas “mulberries”) que saben a lluvia y se deshacen dulcemente en la boca. En el borde del lago nos espera un árbol cargado de frutos rojos, parecidos a los arándanos, que resultan ser los “juneberries” o frutos del guillomo. Grandes y pequeños nos disputamos las mejores ramas, ante la sorpresa de las parejas que retozan en el parque y que no sabían de la fruta prohibida. Más tarde descubriremos manzanos silvestres y los codiciados caquis, “más sabrosos que los que venden en Chinatown”.

De ahí pasamos a las hierbas, con especial hincapié en esa que llaman pimienta del hombre pobre y que puede poner el contrapunto picante en las ensaladas. Buscamos también bardanas, raíces muy curativas, clavadas en la tierra como auténticas estacas. Y azucenas amarillas: “¿Alguien se atreve a regalarle un ramillete de flores a su mujer para que luego se las coma?”.

“¡Cuidado con las hiedras venenosas!”, advierte el hombre “salvaje” a los intrépidos que se lanzan a la aventura. Cuando la expedición se dispersa, Brill los llama a capilla con el silbato o ahuecando las palmas manos y haciendo música con la boca. Cuatro horas dura la incursión inolvidable en el parque, aderezada por historias que el hombre “salvaje” cuenta con pasión: “En un día de abril de 1998, se unió a la expedición una escritora de temas médicos que se llamaba Leslie-Anne Skolnik. Mostró tal interés por mí que le di de comer violetas, y así empezó todo. Meses después... “¡Ya se han casado! ¡Ya se han casado!”


Carlos Fresneda. Nueva York
EL ZOO DEL SIGLO XXI/ STEVE BRILL para El Mundo, pubicado el 5.09.2008