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Biocultura apuesta por la transición y el consumo colabor ativo

Participantes en el espacio del movimiento transición.
Participantes en el espacio del movimiento transición.
  • Unos 70.000 visitantes han pasado estos cuatro días por el Palau San Jordi
  • La crisis ha obligado a la gente a buscar alternativas
Biocultura, la feria de los productos ecológicos y el consumo responsable, celebra su 20 aniversario en Barcelona apostando fuerte por la dos tendencias sociales del momento: el movimiento de la transición y el consumo colaborativoUnos 70.000 visitantes han pasado estos cuatro días por el Palau San Jordi, donde se celebrará también hoy un debate sobre "nuevos medios para una nueva realidad".
Por segundo año consecutivo, de camino hacia los 700 expositores, el Espacio en Transición se ha convertido en uno de los más poderosos reclamos de Biocultura. Coordinado por la revista 'Ecohabitar y Transición Sostenible', el espacio es el punto de encuentro de una panoplia de grupos que buscan alternativas al actual modelo económico.

La reconciliación entre la economía y la ecología será precisamente hoy el tema de debate en una mesa redonda en la que participará, entre otros, el fundador de Transición Sostenible Juan del Río. Con el impulso del segundo encuentro nacional en Mijas, Del Río se refiere a la labor "de un movimiento que nos invita a pasar de la indignación a la acción", con iniciativas como las monedas sociales, la agricultura urbana, la permacultura, los planes de decrecimiento energético y la busca de una mayor calidad de vida.

La crisis ha dado un especial impulso al movimiento en países comoEspaña, donde existen ya 40 grupos, y Portugal, donde se celebrará el 14 al 16 de junio la Ajudada, un encuentro internacional que revindica la reconexión de la economía con la comunidad.
La economía colaborativa, otra tendencia que ha experimentado un crecimiento espectacular en nuestras tierras, estará también presente hoy en la jornada de cierre de Biocultura, con una charla a cargo de Albert Cañigueral –fundador de www.consumocolaborativo.com – y Mar Alarcón, cofundadora de Social Car, pionera del alquiler de coches entre particulares (con 15.000 usuarios en toda España).

"La crisis ha obligado a la gente a buscar alternativas, no sólo para ahorrar, sino para hacer dinero al mismo tiempo y aprovechar los recursos al máximo", sostiene Albert Cañigueral, que ha rastreado más de 150 'startups' asociadas al consumo colaborativo en España. "A esto se une la explosión de las redes sociales, ahí es donde todos comprobamos todos los días el poder de compartir: cuanto más das, más recibes".

Mar Alarcón y Albert Cañigueral estarán precisamente entre el 2 y el 4 de mayo en París entre la nutrida representación española en el OuiShare Fest, el gran cónclave de la economía colaborativa, donde se tenderán puentes entre emprendedores, 'makers', inversores y el gran público en un escenario nada usual: la carpa del Cabaret Sauvage, en el parque de la Villete.

Uno de los últimos actos programados para hoy en Biocultura hacereferencia muy directa a esta "nueva realidad" y a su reflejo en los nuevos medios. La directora de El Correo del Sol, Montse Cano, compartirá mesa con Ariadna Trillas (Alternativas Económicas) , Laura Ferrero (FronteraD), Pedro Burruezo (The Ecologist en español) y Juan Maldonado, profesor de Periodismo Multimedia en la Universitat Autònoma de Barcelona.

“Estamos viviendo tiempos muy convulsos, de cambios drásticos en pocos años, que están dejando a una gran parte de la sociedad casi sin opciones”, asegura Montse Cano. “Sin embargo, paralelamente a esos cambios que nos empobrecen a todos los niveles, hay una profunda transformación social a la que los medios tradicionales no están dedicando atención: una sociedad civil crítica y activa, que se organiza y emprende desde unas nuevas bases colaborativas y en mayor sintonía con sus comunidades y con la Tierra”.

Carlos Fresneda

El 'boom' del consumo colaborativo

Miembros españoles de Ouishare. | Kike Carbajal

Miembros españoles de Ouishare. | Kike Carbajal
  • 'La tendencia ha madurado en España y el paisaje ha cambiado en un año'
  • Lo más significativo en 2012 es que ha habido inversiones importantes
  • 'Hace falta un cambio de mentalidad colectiva y cultural importante'
Del intercambio de casas al coche compartido, del 'crowdfunding' al 'coworking', de los préstamos entre particulares (P2P) a los 'solucionadores' a domicilio. El universo del consumo colaborativo se expande día a día y en España ha tomado velocidad de crucero en 2012, a pesar de la crisis (o gracias a ella).

[foto de la noticia]Así lo certifica Albert Cañigueral, creador de www.consumocolaborativo.com y conector en Barcelona de Ouishare, la red global creada hace exactamente un año en Francia y que se ha convertido en el referente mundial de esta tendencia imparable: la alternativa más real a la economía del 'comprar por comprar'.

  

"La tendencia ha madurado en España y el paisaje ha cambiado radicalmente en un año", asegura Cañigueral. "La crisis ha obligado a la gente a buscar alternativas, no sólo para ahorrar, sino para hacer dinero al mismo tiempo. A esto se une la explosión de las redes sociales, ahí es donde todos comprobamos todos los días el poder de compartir. Cuanto más das, más recibes".

En apenas un año, el creador de Consumo Colaborativo ha rastreado en España más de 150 'startups' asociadas con eso que también suele llamarse la 'economía compartida'. El propio Albert, ingeniero multimedia, reconoce que las innovaciones tecnológicas y la sed de respuestas le han hecho experimentar con dinero propio en muchas de ellas.

"Se ha producido tal avalancha que aún es difícil distinguir la paja del heno", reconoce. "Aún nos faltan herramientas para poder cuantificar el dinero que mueve el consumo colaborativo en España. Pero lo más significativo en 2012 es que ha habido inversiones importantes, tanto a nivel de multinacionales como en iniciativas impulsadas por nuestros emprendedores".

Desde el otro lado de los Pirineos, el fundador de Ouishare, Antonin Léonard, atribuye el despegue fulminante del consumo colaborativo en nuestro país a dos factores: el auge de las redes sociales y el acicate de la crisis.
"España tuvo el movimiento de los 'indignados', que en Francia no fue tan fuerte", admite Antonin. "Ouishare es también un movimiento social, pero no nos indignamos (al menos en público), sino que proponemos. Vamos reuniendo cada vez más personas que se dan cuenta de la oportunidad que representa el consumo colaborativo. Más allá de la colaboración que permite Internet, podemos inventar otro tipo de sociedad".

'Reiniciar el sistema'

"Cada vez más personas que se dan cuenta de la oportunidad que representa el consumo colaborativo. Podemos inventar otro tipo de sociedad"
En Madrid, el conector de Ouishare es Luis Tamayo, analista de tendencias sociales y consumo, que asegura que estamos a las puertas de un giro profundo que va más allá de lo estrictamente económico: "Igual que nos enseñaron y nos alentaron a ser hiperconsumistas, a usar y tirar, nos tendrán que enseñar a compartir bienes. Estamos empezando a activar esta parte del ser humano que estaba aplastada por el exceso como valor, perdida en nuestro subconsciente".

"Compartir es algo tan natural como poseer", asegura Tamayo. "Lo que ocurre es que venimos de una hipertrofia de la propiedad privada, un exceso del individualismo donde el yo es insaciable y se confunde el ser con el tener. Confundimos consumo con identidad y nos olvidamos de que consumir es sólo eso, usar algo".

"La situación actual de producción y consumo es totalmente insostenible", concluye Tamayo. "Por eso el sistema hizo crack, y ahora estamos equilibrando la balanza. La economía colaborativa es un recurso para reiniciar el sistema, sanearlo, equilibrarlo o en definitiva hacerlo sostenible. Es una cuestión de supervivencia".

¿Está nuestra sociedad preparada para compartir o estamos aún muy arraigados a lo que nos queda? A la pregunta del millón responden por separado Luis Tamayo y Albert Cañigueral.

[foto de la noticia]
Luis Tamayo | Foto: Kike Carbajal

"Hace falta un cambio de mentalidad colectiva y cultural importante, y eso difícilmente se puede hacer sin que las grandes instituciones públicas y privadas apuesten por la economía colaborativa como un modelo complementario" (Tamayo).
"Se está produciendo una cambio de valores, de la propiedad al uso, y al mismo tiempo la gente se está dando cuenta de que todo son beneficios con el modelo colaborativo: eliminas intermediarios, creas comunidad, ahorras dinero, haces dinero 'extra'...". (Cañigueral).

Nueva moneda: la confianza

En el nuevo modelo, la confianza será la nueva moneda de cuño, tal y como advertían Rachel Botsman y Roo Rogers en el libro que abrió la espita, 'Lo que es mío es tuyo'. Albert Cañigueral reconoce que mucha gente desconfía de entrada cuando les hablas de cosas como "alquiler tu coche a un extraño" o "prestar tu dinero a un desconocido".
"Pero una vez compruebas por ti mismo que todo eso y mucho más no sólo es posible sino que es muy útil y deseable, van cayendo las barreras", certifica el creador de Consumo Colaborativo."La mejor demostración es que quien prueba repite". Y ahí tenemos bien fresco el 'boom' de 2012.
"Igual que nos enseñaron y nos alentaron a ser hiperconsumistas, a usar y tirar, nos tendrán que enseñar a compartir bienes"
Pese a los nubarrones que pesan sobre la industria del turismo, Airbnb ha llegado este año al millón de noches reservadas en España, con 22.000 casas prestas a ser "compartidas". En menos de dos años, Knok.com, con sede en Barcelona, ha llegado a los 14.000 usuarios del intercambio de casas en 145 países.

La movilidad compartida se ha disparado también en pocos meses. SocialCar abrió brecha con el alquiler de coches entre particulares y llega ya a los 7.000 conductores y 1.500 vehículos. Con Carpooling.es se han realizado 250.000 viajes compartidos en dos años, mientas que Amovens.com cuenta con 50.000 vehículos registrados. A otro nivel, Blablacar ha llegado a los 70.000 usuarios en España y a los dos millones en Europa (y eso por no hablar la reciente adquisición de Zipcar por Avis).
En el ya concurrido campo del crowdfunding, Verkami ha financiado colectivamente más de 700 proyectos en dos años. Lánzanos.com ha rebasado el millón de euros recaudados, con 100.000 usuarios registrados. En un año de actividad, Goteo ha recaudado 450.000 euros, con una media de 40 euros por cofinanciador y con 120 proyectos en marcha (además de haberse convertido en referencia mundial del "crowdfunding for crowdbenefits").

De la banca a los 'solucionadores'

España va a la cabeza mundial de espacios de 'coworking' (espacios de trabajo compartido) per capita, aunque Albert Cañigueral reconoce que puede haber una 'burbuja' en este campo, y previene contra la tendencia a confundir lo que realmente es una comunidad de 'coworkers' con un simple 'business center' o un 'despacho de boutique'.

Los mercadillos de intercambio en las redes se están disparando, de Nolotiro.org a Segundamanita.com, especializado en ropa y accesorios de niños. Bookcrossing está popularizando el trueque de libros, y HuertosCompartidos ofrece la posibilidad de compartir espacios de cultivo en las ciudades y en los pueblos.

Con cierto retraso con respecto al Reino Unido, donde Zopca se ha convertido en una alternativa reconocida a la banca, se están abriendo paso en España los préstamos entre particulares (P2P). Comunitae, con 1,5 millones de euros en transacciones y una rentabilidad neta media superior al 10%, es la iniciativa pionera por nuestras tierras. Cañigueral vaticina que en 2013 no sólo aumentará esta tendencia sino que se abrirá otra veta innnovadora: el préstamo directo de particulares a pequeñas y medianas empresas.

En 2012, Etece.es rompió también aguas en el campo de los 'solucionadores', siguiendo el modelo de 'taskrabbit' que tanto éxito ha tenido en Estados Unidos: tareas al mejor postor, desde colgar cuadros a montar muebles de Ikea (la más solicitada con diferencia). Busuu.com (la comunidad para aprender idiomas), Arttroop (el makerplace de arte) o FON.es (compartir el wifi legalmente) son otras tres iniciativas novedosas.

Aunque si hay un campo prometedor en España es precisamente el del turismo. "Imagina la de cocineros y cocineras excepcionales que hay en nuestro país y que podrían invitar a miles de turistas a degustar auténticos platos caseros en sus casas", sugiere Albert. La comida está servida, por gentileza de eatwith.com, mealisready.net, mealmeats.com y otros sabrosos experimentos del consumo colaborativo ya en marcha. ¡Que aproveche!

Carlos Fresneda | Londres

No basta con cambiar las bombillas...

            Foto: Isaac Hernández

Cambiar las bombillas. Comprar biológico o local. Abonarse a una cooperativa de consumo. Compostar la basura en casa. Moverse en bici por la ciudad... Annie Leonard hizo todo eso y mucho más, pero no notó un gran cambio más allá de su entorno personal.
     
Las pequeñas acciones están bien, pero no son suficientes, ni van a servir para "salvar el planeta", como leemos en las portadas engañosas del perfector consumidor "verde". Si los cambios se quedan en uno mismo, si se limitan a los aspectos materiales,nos valdrán en todo caso para lavar nuestra conciencia de consumidores y poco más.
  
Al menos eso es lo que piensa la sagaz autora de "La historia de las cosas" en su última entrega de aún más largo alcance: "La historia del cambio"... "Las soluciones no están a la venta. Comprar mejor y de un modo más consciente no es suficiente. Tampoco basta con "ser el cambio que quieres ver en el mundo", como decía Gandhi. Hay que "hacer" el cambio, y eso sólo es posible pasando a la acción colectiva".
   
A sus 48 años, Annie Leonard se ha ganado a pulso su reputación como la comunicadora más directa, efectiva y popular al servicio de la causa ecológica. "La historia de las cosas" fue un auténtico viaje al fondo de la Tierra (y a todo lo que los humanos estamos haciendo con ella). El agua embotellada, los productos electrónicos o el endeudamiento personal pasaron luego bajo su peculiar y ácido análisis, ilustrado por los dibujos animados de Free Range Studios.
   
Con "La historia del cambio" (nacida de su frustración de estos cuatro años), Leonard se ha propuesto desmontar los últimos mitos de la "Economía Dinosaurio" y hacer una llamada a la movilización ciudadana para buscar alternativas reales.
     
Lo primero: reivindicar nuestra condición de ciudadanos... "Da la impresión de que hay un complot para reducirnos a la categoría de consumidores. Se diría que somos lo que consumimos y que hemos dejado de ejercer por desidia el "músculo" de ciudadanos. Nos olvidamos de que los grandes avance sociales en la historia se han producido precisamente por la presión de los ciudadanos, forzando los cambios políticos que en última instancia han permitido cambiar el sistema".
     
Annie reconoce que su preocupación por todo lo que hay detrás del "sistema" le viene de niña, cuando se preguntaba por la invisible conexión entre la desaparición del bosque y la expansión de los centros comerciales en su Seattle natal. Su verdadera iluminación ocurrió en el vertedero de Fresh Kills, que durante medio siglo digirió más de 11.000 toneladas diarias de basura en Nueva York.
  
"Cuando lo cerraron en el 2001, la montaña de desechos era 25 veces más alta que la estatua de la Libertad", recuerda. "Aquella visión impactante me dio mucho que pensar. ¿Quién puede haber concebido este sistema tan monstruoso? ¿Cómo permitimos que esto siga ocurriendo? Yo misma no acababa de entenderlo: tardé veinte años en hacer la conexión."
  
Su experiencia en Bangladesh, India y Haití fue vital para acabar de atar los cabos sueltos. Annie Leonard se remonta a los estragos de la extracción: de la deforestaciones masivas en el Amazonas o en Indonesia a la decapitación de las montañas Apalaches o las arenas de alquitrán de Alberta. Como ocurre con los desechos, el sistema tiene la virtud de esconder las consecuencias de lo que consumimos desde el lugar de origen, casi siempre remoto, casi siempre a expensas de la explotación laboral, la corrupción política y el deterioro ecológico...
   
"Y, aun así, hay una verdad fundamental que vale en todo el planeta. Lo que llamamos desechos son sobre todo recursos. Así, revueltos, no sirven para nada. Acabamos enterrándolos en un vertedero o, lo que es peor, quemándolos en una incineradora. Si los separamos, podremos volver a usarlos como papel, como metal, como vidrio, como compost para fertilizar la tierra".
     
En "La historias de las cosas", convertido de un auténtico fenómeno en la red con doce millones de "pinchazos", Annie exploraba el ciclo completo, de la producción a los residuos, pasando por la distribución y el consumo. Ya entonces se dio cuenta que, pese a todos los esfuerzos, nuestro poder como consumidores tiene un techo natural.
   
... "Por mucho que nos esforcemos en menguar el cubo de la basura, la mayor cantidad de desechos es la que produce la industria. Y ahí es donde la presión social y la acción política son fundamentales. Necesitamos leyes de responsabilidad productiva en todo el planeta: el 80% del impacto de un producto se decide en la fase de diseño."
      
La distribución es el tercer engranaje del sistema, y Annie Leonard nos recuerda como Walmart, la mayor cadena de supermercados del mundo, tiene un sistema informático de transporte y localización de sus mercancías que rivaliza con el del mismísimo Pentágono: "El movimiento de la relocalización ha empezado con los alimentos, pero se está extendiendo a otros campos, desde la extracción de recursos a la energía, como ocurre con el movimiento de Ciudades en Transición".
    
Llegamos de esta manera al cuarto piso de la pirámide, acaso el más importante, el que da sentido al sistema: el consumo. "No me gusta que me llamen anticonsumista", puntualiza la autora de La historia de las cosas, "pero sí quiero denunciar los efectos del hiperconsumismo, que se produce cuando tomamos más recursos de los que necesitamos y que el planeta puede sostener."

"Con el 5% de la población, Estados Unidos consume el 30% de los recursos y es responsable del 30% de los residuos", certifica Leonard, que posa para las fotos junto a las botellas de plástico compactadas por el Centro Ecológico de Berkeley, su pueblo adoptivo... "No hace falta ser un genio de las matemáticas para darse cuenta de que harían falta de tres a cinco planetas si los 7.000 millones de habitantes de la Tierra imitaran las pautas de consumo del sueño americano".
    
Conclusión: hace falta un nuevo paradigma (o un nuevo planeta), y en eso estamos: "La gente está cambiando su relación con las cosas. Ya no hace falta poseerlas y acumularlas, sino simplemente tener acceso a ellas: compartiéndolas, reusándolas, intercambiándolas, prolongando su uso para que no acaben en un vertedero... Y creando de paso comunidad."
         
El "consumo colaborativo", la tendencia imparable que se está abriendo paso también en España, ilustra precisamente su visión de cambio: una gran idea, compartida por el mayor número posible de gente y puesta en acción... "Así es como realmente construimos el poder para propiciar los cambios reales. Dejando atrás la preocupación, la frustración y el miedo y creando espacios para la acción ciudadana".

 
      
Todo esto lo dice Annie Leonard sin acritud y con una sonrisa abierta, en un tono muy lejano a la verborrea de los políticos al uso, que son gran parte del problema. La autora "La historia del cambio", criticada despiadadamente por republicanos y libertarios, no piensa sin embargo bajar la guardia y quiere seguir tendiendo puentes entre la crítica a la sociedad de despilfarro y la llamada a la acción "por un mundo posible y decididamente mejor".

Carlos Fresneda
Publicado en el blog EcoHéroes de elmundo.es

La economía del dar y compartir



Dar y compartir eran hasta ahora dos palabras proscritas por nuestro sistema económico. El enriquecimiento personal, la competencia salvaje y la zancadilla al prójimo fueron la regla de oro durante la década del “pelotazo”. Parece que algunos no han aprendido la lección después del “batacazo”, y vuelven a sacar la fusta con la vana esperanza de poner a galopar de nuevo al caballo con la misma fórmula.

Pero no le vamos a culpar a estas alturas a Adam Smith de todos los males que nos aquejan. Mucho ha llovido desde que publicó La riqueza de las naciones en 1776, y muchos lo han malinterpretado desde entonces, anteponiendo el afán de lucro y la prosperidad personal a todos los otros factores.
Estamos donde estamos y punto. Llevamos cuatro años intentando salir de la ciénaga de la recesión con los remos gastados. Escuchamos las mismas falsas promesas sobre el crecimiento económico que sabemos que no nos llevarán a ningún lado. Nos aferramos al bote salvavidas cuando a lo mejor va siendo hora de tomar el timón, y salir al encuentro de muchos otros que también están buscando respuestas en medio de la tormenta.

Curiosamente, el mensaje hiperconsumista que nos invade siempre por estas fechas está dejando paso a ese otro de “dar y compartir”, más a tono con los tiempos que corren y más fieles al espíritu original de estas fiestas.

La economía compartida, la economía del bien común y la economía del “regalo” (gift economy) son tres afluentes que confluyen en un río cada vez más caudaloso, paralelo a los cauces de la economía convencional que va poco a poco abriendo sus compuertas.
“Las empresas que se cierren en banda y sigan funcionando a la vieja usanza, están condenadas a la extinción”, vaticina Benita Matofska, “compartidora jefa” de Compare and Share, el primer agregador de economía compartida en la red. "En tiempos difíciles es cuando la gente busca soluciones y crea alternativas. Y la crisis ha servido sin duda para acelerar el cambio cultural que ya se iba gestando: estamos pasando de la cultura del 'yo' a la cultura del 'nosotros'. Y estamos aprendiendo finalmente a cooperar y compartir los recursos en un planeta finito”.
Desde su terruño en Bristol, Gran Bretaña, Benita se ha subido a la ola que golpea también fuerte en Francia con Ouishare y en Estados Unidos con Shareable Magazine. Se calcula que la economía compartida mueve ya en torno a 370.000 millones de euros en el mundo, y el futuro es tan ancho como el horizonte: alquiler de casas entre particulares, coche social, préstamos personales, reparaciones, trabajo compartido…

“Todo está cambiando muy rápidamente y se está haciendo más participativo”, asegura Rachel Botsman, madrina del “consumo colaborativo” y coautora de Lo que es mío es tuyo. “Más que ante una tendencia, estamos ante una fuerza que se está propagando a gran escala. Se está produciendo un definitivo giro de poder del centro hacia la periferia, con la ayuda insustituible de la tecnología de las redes".
“El estilo de vida 'colaborativo', hasta ahora asociado con lo 'alternativo', será cada vez más visible y más común”, asegura por su parte Roo Rogers, coautor del libro y emprendedor social. Rogers se remonta a los estudios del psicólogo Michael Tomasello, autor de Por qué cooperamos, que ha sido capaz de encontrar "respuestas de empatía y colaboración" en los niños a partir de los dos años. Contra la creencia acendrada del instinto posesivo ("¡mííííío!"), Tomasello asegura que los humanos somos “sociables y cooperativos por naturaleza”, y que va siendo hora que el sistema económico tome nota.



Algo parecido sostiene el austríaco Christian Felber, autor de 
 La economía del bien común, que estudió precisamente en Madrid y 
tiene una especial querencia por nuestras tierras. “Nuestra economía ha funcionado impulsada por el afán de lucro y por la competencia”, asegura Felber. “Ha llegado por fin el momento de incorporar
los valores humanos presentes en todas las culturas: la cooperación, la honestidad, la generosidad, la solidaridad, la compasión”.
Decenas de empresas en todo el mundo han empezado a aplicar la fórmula de Felber (“de todo un poco”), que se distancia tanto de neoliberalismo imperante como de la economía planificada. Su principio es tan simple como la proclama de la Constitución de Baviera: “Toda actividad económica servirá al bien común”. Y su objetivo es poner siempre las interrelaciones humanas en el centro de la ecuación económica.

Llegamos así al último afluente, que de alguna manera los envuelve a todos. Desde Harrisburg (Pensilvania), el profesor y pensador Charles Eisenstein ha sacudido los cimientos del sistema con Sacred Economies. Asegura Eisenstein que “la monetarización de nuestras vidas” ha tocado techo con la crisis, que debería servirnos para reevaluar nuestra relación enfermiza con el dinero y redescubrir la dimensión “sagrada” de la actividad económica.

“Cuanto menos usemos el dinero, menos tiempo pasaremos gastándolo y más tiempo dispondremos para dedicarlo a la economía del regalo””, escribe Eisenstein, que ilustra su visión formando “gift circles”, integrados por diez o veinte personas dispuestas a dar y recibir algo a cambio.

“Los círculos del don están emergiendo en internet en muchas variantes y es una manera de reclamar las relaciones humanas hasta ahora ausentes en el mercado”, concluye Einsenstein. “En los tiempos que vienen, y en la transición hacia otro modelo social y económico, vamos a necesitar la generosidad, el altruismo y la dedicación de mucha gente. En contraste con la era en la que todo se puede comprar con dinero, avanzamos hacia una realidad cada vez más clara: nos necesitamos unos a otros”.


Carlos Fresneda
Publicado en el blog La Realidad Paralela de El Correo del Sol

El futuro es de todos

Rachel Botsman. | Foto: Carlos Fresneda

    Rachel Botsman. | Foto: Carlos Fresneda

La tecnología, el ingenio y la crisis se han aliado en estos tiempos que corren, a la busca de nuevas fórmulas para salir adelante. Unos llegan a ellas como microemprendedores; otros se enganchan para compartir, ahorrar o sacar provecho a lo que ya tienen. Unos y otros están dando forma a esa corriente imparable -la "economía compartida" o el "consumo colaborativo"- que está alterando el ADN del capitalismo para acercarlo al ciudadano.

"Estamos al inicio de una auténtica revolución en la actitud de la gente hacia la posesión de las cosas", certifica Rachel Botsman, coautora de 'Lo mío es tuyo'. "Para un joven, hoy en día, tener un coche significa un peso más que un símbolo de estatus. La vieja idea de la acumulación material, tan arraigada en el consumidor occidental, está empezando a cambiar radicalmente".
"Las redes sociales alumbraron a las redes de servicios", recuerda Botsman. "La tecnología ha creado la eficiencia y la confianza para vincular a millones de personas que buscan algo con millones de personas que ofrecen algo. Hemos eliminado a los intermediarios y ahora valoramos el contacto directo. Estamos reinventando desde la base la ley de la oferta y la demanda".

"No somos un banco, ni falta que hace". "Haz lo que amas, trabaja donde quieras". "Alquila un coche a gente real, en tu misma calle". "Nunca has viajado mejor ni más barato". "De nosotros te puedes fiar". Son los reclamos cada vez más comunes de los sistemas de préstamos P2P de persona a persona (Zopa), de las oficinas compartidas en tu propia ciudad (Loosecubes), de los coches compartidos en tu barrio (Whipcar), de las casas compartidas en cualquier punto del planeta (Airbnb) o de las chapuzas a domicilio y al mejor postor (Taskrabbit).

"La tecnología ha dado el impulso definitivo, pero en el fondo no ha hecho más que salir al encuentro de una sensación cada vez más extendida: la falta de confianza en el sistema", asegura Botsman. "Hay una cierta ironía en todo que está ocurriendo, y es que conforme declina la confianza en los grandes monopolios burocráticos, aumenta la credibilidad de los mercados en los que el trato es personal y directo".
En esta misma serie salimos al encuentro de Roo Rogers, compañero de Rachel Botsman en la singladura del "consumo colaborativo". Pero aquella no fue más que una primera y fugaz inmersión en un mundo que seguiremos explorando en esta serie, porque la tendencia es "viral" y se está propagando a la vertiginosa velocidad de las redes sociales.

"¿Quién iba a predecir hace tres años que Airbnb se iba convertir en una empresa valorada en 1.300 millones de dólares y te iba a dar la oportunidad de alquilar casa en cualquier manzana de Nueva York?", se pregunta Botsman. "¿Quién iba a prever que los propios fabricantes iban a entrar en el negocio del coche compartido, o que los préstamos de persona a persona se van a convertir en la mayor amenaza para los bancos?".

"Yo, personalmente, dudo que los bancos tal y como los conocemos hoy sigan funcionando en una década", advierte Botsman. "Todo está cambiando muy rápidamente y se está haciendo más participativo. Más que una tendencia, estamos ante una fuerza imparable que se está propagando a gran escala. Se está produciendo un definitivo giro de poder del centro hacia la periferia, con la ayuda insustituible de las redes".

El futuro es de todos, o eso es lo que revindica esta "innovadora social" afincada en Australia y curtida durante tres años en la Iniciativa Bill Clinton, conferenciante en TED y distinguida como autora de una de las “10 ideas que pueden cambiar el mundo” por la revista 'Time'. Su próximo libro irá aún más allá y explorará el futuro de los “mercados colaborativos”, que en poco tiempo suplantarán a su entender a los mercados convencionales en todos los campos imaginables...
La gente buscará la transparencia, la eficiencia y el contacto humano", vaticina Botsman. "Las tecnologías darán una nueva dimensión al concepto de comunidad aplicado a los negocios. La reputación de una empresa o de una persona se convertirá en la moneda de nuevo cuño".

Carlos Fesneda (Corresponsal) | Londres