Cómo 'susurrar' a los árboles



¿Sus árboles están estresados? ¿No crecen como debieran? ¿Les falta alegría, lustre, fronda?
 
Tal vez Jim Conroy tenga la respuesta. Tal vez se llegue hasta su casa o su calle en Nueva York si usted le invita. Tal vez medite en silencio y ponga sus manos sobre el tronco, como si estuviera auscultando la energía del árbol. Tal vez se meta en su piel, o mejor dicho en su madera viva, e intente llegar a la raíz del problema...
 
Jim Conroy, el hombre que susurra a los árboles presume de haber curado a cientos de hermanos vegetales, usando sobre todo sus manos y su intuición, de la misma manera que los quiroprácticos o los sanadores de reiki... "Lo de susurrar a los árboles es un decir. Se trata más bien de aprender a escucharlos y entrar en contacto con ellos, ser sensible a su energía y saber qué es lo que no funciona".

En su vida anterior, como experto en patología de la plantas, Conroy tendía a ver los árboles como pacientes aislados: "Trabajé para corporaciones y multinacionales que querían resultados rápidos. Me especialicé en el cultivo de soja y de maíz. Cuando me enfrentaba a una plaga, actuaba como un doctor convencional: atacando con química los síntomas, y no teniendo en cuenta otros factores más complejos, como la relación de las plantas con su ecosistema".

Ahora, con sus 25 años de experiencia como horticultor, arropado en todo momento por Basia Alexander (con quien comparte la pasión por las rosas), Conroy se ha convertido en algo así como un "chamán" del mundo vegetal. A su método lo ha bautizado como Green Centrics, y su propósito es siempre devolver el equilibrio perdido a los árboles con una intervención mínima.

"A veces nos olvidamos de que los árboles tienen vida", recuerda Conroy. "Creemos que son como rocas, que siempre han estado ahí y siempre estarán. Los árboles tienen savia y un sistema vascular. Son tremendamente sensibles a la energía, y hay muchísimos factores que les pueden afectar, sobre todo en la ciudad: la falta de espacio vital, el cambio climático, la pobreza del suelo, el daño que le causan los animales, los estropicios que provocamos los humanos".

A los árboles se les puede tratar pues de una manera holística, o al menos eso afirma Conroy. Margaret Haas, que fue clienta suya, lo corrobora con su experiencia: "Mis tres acacias parecen haber revivido desde que se pasó por mi casa, en la calle 24. Y trató también a los árboles en los patios traseros de mis vecinos, y me hizo comprender que a los árboles no hay que aislarlos, que les gusta sentirse en comunidad, y tocarse con las ramas... Ahí tienes los bosques".

Conroy cobra de 250 a 400 dólares por árbol sanado, según el tamaño y la naturaleza del mal, que puede requerir varias visitas. Le suelen llamar para velar por la salud de jardines privados, pero también para sanar bosques enteros... "En el valle del Hudson he tratado a los castaños, los robles, los arces y los sauces de una propiedad que estaba languideciendo. Aplicando otra técnica que yo llamo Bioequilibrio Cooperativo, descubrí la falta de conexión entre los tres estanques naturales de la finca. El agua vuelve a fluir ahora, las ranas han regresado y el bosque ha recuperado la vitalidad que le faltaba".
    
En Massachusetts, a donde llega su radio de acción, las terapias "naturales" de Conroy han servido para devolver su "equilibrio dinámico" a una huerta de manzanos que había dejado de producir frutos. Su trabajo más arduo hasta la fecha ha sido sin embargo en los bosque de Colorado, donde el escarabajo de corteza de pino lleva tiempo haciendo estragos...
    
"A la plaga se le culpa de todos los males que aqueja al árbol, pero en una parcela logramos trabajar fortaleciendo la salud de los pinos, en vez de usar plaguicidas. Los resultados han sido sorprendentes y el escarabajo es menos dañino. Se diría que ha aprendido a respetar el principio de "vive y deja vivir", que es como se nutren los ecosistemas y como debería actuar también la especie humana".
     
Aparte de su trabajo específico para "fortalecer" los bosques, Conroy tiene la mirada puesta en cómo reactivar la naturaleza en la ciudad, en las calles arboladas y en plazas como éstas de Union Square, donde salta a la vista que los olmos (recorridos a diario por decenas de ardillas) necesitan una o dos manos humanas: "Un árbol sano será siempre mucho más resistente a las plagas, de la misma manera que una persona con el sistema inmunológico fuerte es resistente a la enfermedad".
     
Nada más poner las manos en el tronco, el hombre que susurra a los árboles les pregunta íntimamente y en total silencio a sus pacientes... "Si sabes escuchar, te acaban dando la respuesta. Todo el mundo puede aprender a hablar con las plantas y con los árboles. Mucha gente lo hace de un modo instintivo".
     
En eso anda últimamente Jim Conroy, impartiendo clases a los no iniciados en el sutil arte del "Tree Whispering", que da título al libro que ha escrito con Basia Alexander: "Mucha gente nos mira con incredulidad, como estuviéramos locos. Pero muchos también nos entienden a la primera y comparten con nosotros su experiencia de profunda conexión y comunicación con el mundo vegetal. Todos podemos aprender a 'susurrar' a los árboles".

Carlos Fresneda
Publicado en el blog EcoHéroes de El Mundo.es

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