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Membrillos y nueces de Huélago, sol de Bullas


Y reciclaje/reutilización de recipientes, y nutrición apetitosa, y obsequios de autor bajo coste, y ratico zen.

La de cosas que pueden moverse con 5 botes de vidrio con formas especiales guardados después de consumir sus contenidos de aceitunas, setas en conserva o remolacha bio a rodajas... Solo faltaba llegar al pueblo de la familia y que la madre me encasquetara 1,4 kg de membrillos cuasi salvajes y medio kg de nueces de un nogal de un familiar para sorpresa mía, que no sé qué me pasa con ese árbol y sus frutos desde que viví intensidades en unos pueblicos del Alto Atlas marroquí.

Mira que me cuesta desprenderme de esos botes de vidrio, algunos de sorprendentes y armónicas formas, los considero un obsequio comercial. Con ellos las propuestas son muchas, pero con los que uno acumula hay que darle a ver. Limpieza de etiquetas, desmarcado toca, agua caliente, rascada con un cuchillo y estropajo, rato zen viendo cómo el frasco poco a poco es como más de uno mismo. Impoluta luego la tapa, todo a secar.
 

Ya en Bullas, con el aroma de los membrillos del pueblo invadiendo la zona me dio por recuperar la receta del alioli con este fruto. Para 200 gramos: un 100 cl de aceite del bueno, 4 dientes de ajo y una pizca de sal.



Limpieza y saneo de membrillos, limpieza de la piel con una esponjica, saneo de ataques de otros seres vivos mientras colgaban del árbol y listos para entrar en agua hirviendo gracias al sol de la tarde fría llegado a una cocina parabólica.
 

De aquí al bote, aceite, ajo y sal y batidora hasta cuajar la masa casi como pasaría en un alioli de toa la vida. Si tienes contratado suministro con Som Energía, pues electricidad verde virtual utilizas y así procesas los frutos del sol y la tierra, sin emisiones casi, como que le da a la preparación un toque especial.

A medio proceso de carga de los botes guapotes de vidrio, los del principio, las nueces del nogal del primo del pueblo, troceadicas a la batidora, vuelta a batir y ya tienes alioli de membrillo con nueces y oleeeé.



La producción no es que dé pa muchos botes pero, ha dao pa 4 y medio, 2 a baño María para conservar, 1 directo a la nevera, otro roto por un descuido (lección de destreza en el manejo) y el medio para venga untadas tostadiles mañaneras.
Una vez los botes listos, etiqueta al canto, aquí cada uno con su arte, impresora o a mano, celo de toda la vida de ése que no se ve y quedan de esas que se sacan fácil, lexes.



Y nada, uniendo servicios del sol y la tierra, más compromiso personal y tiempo espacio zen, 5 botes reciclados con nuevo uso, los frutos de dos árboles serviciales igual, y listo el procesado para conserva y nutrición directa.
En todo el proceso no más de una horica, 0,65 céntimos de costes fijos de producto y materiales y mira, ya tengo dos regalicos para celebrar el cambio de año, uno con mi madre proveedora y el hermano más afín a mis temas.
A los que quedan, en unos días cuento cómo me las ingenio para consumir casi nada, en tiempos muy dados a ello, y quedar bien conmigo mismo, con la vida y con mis cercanos...

Manolo Vilchez
Publicado en el blog En Ruta Solar de El Correo del Sol

¡Háztelo tú mismo!


Erik Knutzen, con sus gallinas en su casa de Silver Lake. | Isaac Hernández
Erik Knutzen, con sus gallinas en su casa de Silver Lake.
| Isaac Hernández
  • Knutzen Erik y Kelly Coyne decidieron un día hacer casi todo con sus manos
  • 'Gastar dinero es lo último que queremos', dicen estos vecinos de Silver Lake
Primero fue el huerto en el jardín. Después vinieron las gallinas y las abejas. Y después el pan, las conservas, las compotas, el vinagre y el jabón. Con el tiempo llegarán la miel, la cerveza, el vino y el membrillo. Todo hecho sin salir de casa, porque ahí es donde empiezan los grandes cambios...
Knutzen Erik y Kelly Coyne eran dos vecinos como tantos otros en Los Angeles, condenados a pasar el día en coche y sin rumbo fijo. Hasta que un día decidieron parar en seco, renunciar a lo superfluo y empezar desde lo básico, haciéndolo casi todo con sus propias manos.
La pareja empezó a narrar su búsquedaen un blog, Root Simple, y la respuesta fue tan multitudinaria que acabaron escribiendo un libro ("The Urban Homestead") y después otro, "Making It": una llamada a la revolución doméstica en la era "postconsumista".
"Seamos sinceros: la autosuficiencia no existe. Tan importante como saber hacer las cosas es saberse rodear de gente"
"Gastar dinero es lo último que uno quiere ahora", advierten los singulares vecinos de Silver Lake, tan cerca y al mismo tiempo tan lejos de la vanidad de Hollywood. "No es sólo la crisis, todo esto venía ya de antes... Estamos en el medio de un masivo cambio cultural: del consumismo sin límite a un modo de vivir más pleno, más frugal, más vibrante, en el que cada cual vuelve a tomar las riendas de su propia vida".Y todo pasa por ese principio, tan arraigado en el oeste americano, del 'Do It Yourself' (DIY). O sea, hacértelo tú mismo... "Pero no con la actitud arrogante del "cowboy"", advierte Erik, con incorregible humor. "Sino con la idea de sacar provecho y compartir al mismo tiempo tus habilidades. Seamos sinceros: la autosuficiencia no existe. Tan importante como saber hacer las cosas es saberse rodear de gente".

Más que en la autosuficiencia, el estoico Erik cree a sus 47 años en la "autoconfianza", que se resume tal que así: "Las cosas pueden ir bien o pueden ir mal. Si van bien, estupendo, y si van mal, al menos tienes unas habilidades que puedes poner en práctica y que te pueden venir bien no sólo a ti, sino a tus vecinos".

Con los ojos cerrados, Erik es capaz de localizar en las colinas de Silver Lake al "supremo hacedor" de pan (al frente de la Asociación de Panaderos de Los Angeles), al "rey" de los apicultores urbanos, al vinatero de andar por casa... "Somos una comunidad, y vamos tejiendo redes, y así es como la cultura del DIY se multiplica".

'Hacedores' contemporáneos

En "Making It", Erik y Kelly empiezan por lo básico: cómo cultivar en tu propia casa, cómo hacer compost, cómo hacer lámparas de aceite, cómo fabricar jabón en casa... "La idea no es sólo ahorrar dinero en la cesta de la compra, sino poner en marcha cualidades de nosotros mismos que teníamos escondidas y que nos van a abrir las puertas a un modo más sostenible y creativo de vivir".
"No tenemos un mensaje político, aunque está claro que tenemos que evolucionar de una sociedad de meros consumidores a otra de productores activos", concluyen los autores de "Make It". "Pero esa "revolución", en cualquier caso, tiene que venir desde nuestras propias vidas y nuestras propias casas. Tenemos que redescubrir el goce de hacer la cosas".

Mr. Jalopy, en su taller de bicis usadas de Riverside, Los Angeles
Mr. Jalopy, en su taller de bicis usadas de Riverside, Los Angeles
El mismo mensaje, aunque con otras herramientas, es el que predica todos los días desde su taller de Riverside el "revolucionario" Mr. Jalopy, pionero del movimiento de los "Makers" que sacude Norteamérica y se extiende ya por Europa. Mr. Jalopy huye de todas las etiquetas, aunque si tuviera que definirse a sí mismo lo haría como "soldador experimental, trabajador de la madera, mecánico de bicicletas, tratante de neumáticos, reparador electrónico, bordador, diseñador, vendedor de garaje, constructor, blogero y activista". Ahí es nada.

"La última chispa ha brotado aquí, pero la verdad es que la cultura del Do It Yourself existe de tiempos inmemoriales en todas las culturas", advierte Mr. Jalopy. "La gente ha inventado siempre en sus garajes, en todos los vecindarios conocíamos siempre al "manitas" capaz de arreglar cualquier cosa... Lo que ha cambiado ha sido la conciencia de grupo. Somos muchos y, gracias a la tecnología, nos estamos multiplicando".
Más de 100.000 curiosos y "hacedores" convergen todos los años en San Mateo en la Feria de los Makers, extendida ahora a Nueva York, Detroit, Austin y el Reino Unido. En plena crisis, la tribu variopinta de los inventores, genios de las electrónica, programadores precoces, mecánicos lunáticos, artistas del bricolaje, soñadores y creadores se multiplica año tras año bajo el lema unánime: "¡Háztelo tú mismo!".
"Cuando tomamos la iniciativa recuperamos nuestra capacidad de aprendizaje, pensamos críticamente, asumimos riesgos"

Pensar con las manos

"Nos une un espíritu "punk", de "amauterismo" total", confiesa Mr. Jalopy. "No hay mejor manera de avanzar que aprendiendo de tus mismos errores, y en eso estamos. No competimos entre nosotros porque no se trata de patentar ningún invento, sino de compartir nuestros proyectos. Casi todos somos autodidactas y a casi todos nos mueve el mismo impulso de hermanar lo físico y lo digital".
Mr. Jalopy reivindica desde su taller todas las erres posibles (reusar, reciclar, reparar, reconstruir) mientras da nueva vida a las bicicletas muribundas que caen en sus manos: "La mejor bici para el medio ambiente es la que ya existe, no la que está hecha con materiales nuevos... Hay un valor añadido en trabajar con lo que otras manos han moldeado, como si los objetos tuvieran alma y les diéramos nueva vida".

La última palabra, sin salir de Los Angeles, la tiene Mark Frauenfelder, director de la revista Make y autor "Made by Hand"... "Cuando haces algo por ti mismo, la cosa que cambia más profundamente eres tú. Habituados a que nos lo den todo hecho, cuando tomamos la iniciativa recuperamos nuestra capacidad de aprendizaje, pensamos críticamente, tomamos decisiones, asumimos riesgos. Aprendemos de alguna manera de pensar con las manos".

Carlos Fresneda - Londres
Publicado en El Mundo.es

El mensaje es la botella


 
Fotos: C.F.

A Karim Rashid le reventaba tener que desperdiciar una botella de agua mineral cada vez que pasaba por el control de seguridad del aeopuerto. Empeñado en rediseñar el mundo, Rashid empezó a darle vueltas a la idea: “¿Y si llevo siempre conmigo una botella ligera de viaje, con un filtro incorporado, que pueda rellenar no sólo en el mismo aeropuerto, sino en la habitación del hotel o en cualquier grifo?”.
     
Así nació “bobble”, la botella de plástico reciclado y reciclable, libre de BPA y de PVC, con un tapón de rosca que es al mismo tiempo filtro de carbono, ideal para limpiar de impurezas hasta 150 litros de agua del grifo. El atractivo de la “bobble” (fusión de botella y burbuja) está sobre todo en la “cintura”, que invita a cogerla y a apretarla con fruición, y también en los sugerentes colores del filtro.


  
Pero lo más importante es el “mensaje”... “En EEUU se consumen todos los días 15 millones de botellas de plástico, y tan sólo el 8% se recicla”, recuerda Rashid. “Con cada “bobble” nos ahorramos al menos 300 botellas, y al cabo de 150 litros no tenemos más que cambiar el filtro. Sus posibilidades además son inmensas... Estamos trabajando en un modelo con filtros más sofisticados, que pueda usarse para beber agua directamente de un pozo en Africa”.
     
Al cabo de poco más de un año, con más de 10 millones de unidades vendidas, la “bobble” se ha convertido en algo así como la botella de Coca Cola del diseño verde.
“En los últimos seis meses han habido al menos tres compañías que han comercializado modelos más o menos parecidos”, advierte Rashid, que desarrolló su original recipiente en colaboración con la compañía Move Collective de Nueva York. “Y saldrán muchos más imitadores, estoy seguro... Estamos ante un ejemplo más de cómo un diseño atinado puede ser un auténtico motor del cambio, y hacer que la sociedad avance por el camino adecuado”.


Si por él fuera, lo cambiaría todo, absolutamente todo a su paso, empezando por el negro enlutado de los trajes de ejecutivo, que dejarían paso al rosa...“Los humanos nos hemos empeñado en hacer un mundo feo y gris. Tenemos una obsesión cartesiana por el ángulo y la línea recta, que no existe en la naturaleza, donde todo es asimétrico y donde mandan el color y las curvas. El color y la forma han de servir para crear energía positiva y despertar en nosotros el sexto sentido: la experiencia”.
      
Altísimo, con su camisa rosa y los antebrazos tatuados con jeroglíficos, Rashid es el vivo ejemplo de su propia filosofía estética. Aunque huye de clichés, se siente cómodo con la etiqueta de “minimalismo sensual”, y también con la de “blobjetos” para algunas de sus creaciones rompedoras y curvilíneas.


      




La papelera Garbo, las sillas Oh y Butterfly, los relojes “kaj” de Alessi, los sinuosos frascos de Kenzo o la miniaspiradora Dirt Devil Kone llevan la estampa intransferible de Rashid, posiblemente el diseñador más ubicuo de la última década, tomando el relevo a Philippe Starck. El restaurante Morimoto en Filadelfia, el hotel Semiramis en Atenas o la nueva tienda de Agatha Ruiz de la Prada en Nueva York son algunos de sus espacios creados en su dimensión de interiorista, en la que intenta ser fiel al mismo principio...
     
“El diseño por el diseño, como ocurrió en los ochenta, pasó a la historia. Los “decoradores” son cosa del pasado. Debería existir una palabra que fundiera función y forma, que para mí van siempre unidas. Lo bello debe ser útil, y viceversa”.

Hace exactamente un década, recién cumplidos los 40, Rashid se desmarcó con un manifiesto compulsivo que sacudió los cimientos del diseño: “Quiero cambiar el mundo”. Superado el listón de los 50, con más de 3.000 objetos a sus espaldas, este diseñador nacido en El Cairo, criado en Canadá y afincado en Nueva York ha querido dar un nuevo sentido a su proclama “revolucionaria”...
     
Hay una necesidad urgente de cambiar el modo en que funciona la humanidad. Hemos creado un mundo basado estrictamente en el consumo. Estamos dilapidando los recursos y destruyendo la naturaleza, y no podemos seguir así por mucho más tiempo. Hay que ir desterrando el petróleo y todos sus derivados, y diseñar cada vez más con materiales biodegradables y reciclables”.
      
“Y hay que cambiar también la cultura de usar y tirar, apreciar los objetos que nos rodean, entablar una relación emocional y duradera con ellos”, concluye Rashid. “La meta última del diseñador es hacer del mundo un lugar mejor: ésa es la premisa original en la que sigo creyendo”.

Carlos Fresenda / Londres
Publicado en blog Blogoterráqueo de El Mundo.es

Freecycle, la reinvención del trueque en Internet

 

Todo empezó con un email y un viejo colchón. En vez de deshacerse de su cama de soltero, Deron Beal se la ofreció gratuitamente a treinta amigos. Y no sólo encontró a alguien dispuesto a hacerse cargo de ella, sino que a cambio consiguió un viejo y confortable sofá. En él se sigue sentando a diario, al cabo de siete años...
Tu “basura” es el tesoro de otro”, asevera Beal desde la lejana Tucson, en Arizona, donde prendió la chispa de Freecycle. “Ese principio tan básico, que durante toda la vida ha sido la base de los grupos de trueque, ha encontrado un nuevo sentido en la era del Internet. Cuando las estrellas están alineadas, todo se multiplica”.

 Como el pan y los peces, todo es perfectamente multiplicable e intercambiable en Freecycle. Lo que empezó en el 2003 como un pequeño grupo de amigos en Yahoo ha fraguado en la mayor red de intercambio en Internet, con más de 7,5 millones de miembros repartidos por 110 países (entre ellos España).
De Madrid a Torrevieja, de Barcelona a Icod de los Vinos, una veintena de grupos han descubierto ya en nuestras tierras las ventajas del “freeciclaje” en tiempos de crisis. De teléfonos móviles a kimonos de aikido, de cochecitos de bebé a sillas de oficina de Ikea... Todo se puede encontrar en este mercado “virtual” y gratuito donde el único requisito es estar dispuesto a dar y recibir.
“Todos los días, en los más de 4.800 grupos que existen en el mundo, cambian de manos unos 45.000 objetos”, presume Deron Beal. “Lo importante no es sólo lo que nos ahorramos nosotros, sino la basura industrial que evitamos en todo el proceso... A diario reusamos unas 700 toneladas de materiales, más o menos la carga que recibe un vertedero de tamaño medio cada 24 horas”.
El sofá en el que está sentado Deron Beal, sin ir más lejos, pesa apenas 45 kilos, “pero harían falta hasta veinte veces este peso en materiales necesarios para fabricar un nuevo sofá”. Beal asegura que se nos está yendo la fuerza y la energía recalcando lo importante que es “reciclar”, cuando el énfasis deberíamos ponerlo precisamente en las dos primeras “erres”: reducir y reusar.

Los “freecicladores” han puesto rigurosamente al día otro de los viejos lemas –“piensa globalmente, actúa localmente”- y de paso han generado un flujo contagioso de buen rollo: “La sensación de desprenderte de algo útil para otra persona es algo muy gratificante, casi olvidado en esta sociedad de usar y tirar que hemos creado”.
Sostiene Beal que el éxito de Freecycle es la prueba irrefutable de un giro copernicano en nuestra mentalidad de consumidores... “El hiperconsumismo de los años noventa quedó atrás. La crisis ecológica y económica y la creación de redes sociales han posibilitado esta nueva era del “consumo colaborativo” que no ha hecho más que empezar”.

What’s Mine is Yours” (“Lo que es mío es tuyo”) es la nueva consigna, que nos llega estos días en forma de libro, a tiempo para la fiebre consumista. Los autores, Rachel Botsman y Roo Rogers, ahondan no sólo en el fenómeno de Freecycle, también en la explosión de empresas de coches compartidos (ZipCar), redes de viajeros (Airbnb) o compañías de préstamos de tú a tú (Zopa).

Pero estábamos con Freecycle, y hablábamos del deleite de compartir que elimina barreras sociales. “El trueque es un valor universal que está presente en todas las culturas”, asegura 
 Deron Beal. “Nuestro siguiente paso es extender las redes de intercambio en los países en desarrolo. Ahí nos hemos chocado con el bache tecnológico, pero estamos trabajando en la solución: Freecycle para todo el mundo con la ayuda de los teléfonos móviles”.



Carlos Fresneda, Nueva York
Publicado en el blog de El Mundo, En la Ruta Verde