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CARNAVAL CONTRA EL VERTIDO

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Un millar de activistas y vecinos compiten por el disfraz más logrado en una pintoresca manifestación

El luto y la fiesta cabalgan siempre juntos entre los soportales de Nueva Orleans, y no podía ser menos con el vertido... "Escuchad, políticos/ acostarse con BP es un acto de sedición/ Somos el pueblo y tenemos el poder/ No seremos los Estados Unidos de BP".

La música la ponen Jennifer Hartley y Rosanna Smith. A sus espaldas, en las escalinatas que separan Jackson Square del río Misisipí, un millar largo de activistas, artistas y vecinos compiten por el disfraz más logrado y la consigna más atinada contra el 'villano' del petróleo, mientras las hordas de turistas pasean alegremente por Bourbon Street, ajenos por completo al vertido y atraídos por el irresistible olor a barra libre.

Nueva Orleans o la contradicción humana. El mayor desastre natural en la historia de EEUU se cuece a unas cuantas millas, pero los turistas prefieren destilar el daiquiri bajo la lluvia y mirar distraídamente hacia otro lado, haciendo tiempo hasta el próximo Mardi Gras, si es que llega...

"En algún lugar de la costa, este petróleo es real", advierten las fotocopias manchadas de negro con las que Sofía, artista callejera, ha empapelado el barrio francés, marcando en camino hacia la movida dominical. Rachel 'Lucky', actriz de teatro burlesco, lleva la advertencia adherida a su cuerpo, manchado de negro pringoso y rematado por la máscara de una calavera.

"El petróleo apesta", asegura. "El problema es que aún no lo hemos visto y BP está haciendo todo lo posible para que no lo veamos. Pero la mierda acaba siempre aflorando, y como no tapen pronto la fuga nos vamos a pringar todos".

William Horswood y Craig Handsome -espigada pareja- llegan a la manifestación vestidos con monos blancos, manchados de negro y rojo, y con collares de pájaros muertos.

"Somos ejecutivos de BP, disfrazados de trabajadores de la 'limpieza' y con los guantes llenos de sangre y petróleo", se jacta William. "Llevamos toda la mañana tiznándonos el uno al otro... Mejor dicho, llevamos ya 40 días, y todos los que aún nos quedan".

BP, Bad People (Mala Gente). BP, Big Polluters (Grandes Contaminadores). BP, Beyond Patience (Más Allá de la Paciencia)... Las pancartas compiten por encontrarle un nuevo y original eslógan a los responsables del vertido. Otros, como Frank Sterling, se limpian le barro en una bandera de la Gran Bretaña, deplegada en el suelo para pisotearla a placer: "¡Que Dios joda a la reina!".

"Ha llegado el momento de pensar más allá del barril", proclama la pancarta que exhibe sin escrúpulos Carolyn B., de Ohio, llegada a Nueva Orleans al rebufo del Katrina como tantos jóvenes artistas, arracimados en torno al grupo Rising NoLa. Carolyn baila embadurnada de negro y con su bikini dorado bajo la lluvia. La pancarta tiene aún más fuerza por el lado de atrás: "¡BP, nos habéis jodido bien!".

Por el podio van desfilando los pescadores afectados, como nuestro entrañable Dean Blanchard, el mariquero/poeta de Grand Isle. Evan Wolf, que participó en las dos primeras semanas en las labores de 'respuesta' con la Guardia Nacional, advierte de la auténtica dimensión de la catástrofe: "Contra los huracanes tenemos defensas, contra este desastre causado por la avaricia humana no hay manera de protegerse".

El profesor John Clark, de la Universidad de Loyola, le releva al micrófono y pinta un panorama negro para la próxima década: "Nos ha costado cinco años recuperarnos del Katrina; creedme si os digo que el vertido va a manchar nuestros ecosistemas y nuestras vidas durante más de diez años".

Stephan Magee, enfermero y artista (con el nombre de Doke), se pasó la noche en vela pintando un cuadro abstracto a partir de un pelícano embadurnado: "Es el símbolo de esta tierra: si muere el pelícano no hay esperanza... Y es la misma historia que hace cinco años: nos dejan igual de desamparados que tras el Katrina. El sur no cuenta, hermano. Yo tengo todavía fe en Obama, pero quiero decirle una cosa: "Deje de jugar el juego de BP y póngase del lado del pueblo".

Carlos Fresneda, enviado especial, Nueva Orleans
Publicado en El Mundo América

"CHAPUZAS" BP

Lo que muchos se temían: BP ha fracasado al tercer y desesperado intento de “taponar” el vertido del Golfo de México. El barro resbaladizo ha perdido su pulso contra el petróleo incontinente. La tan cacareada operación “top kill”, con esa resonancia ultrasecreta y paramilitar, forma ya parte del glosario de “chapuzas” de la compañía británica, que antes lo intentó con una campana de contención gigante y con una tubería insertada.

El jefe de Operaciones, Doug Suttles, anuncia ahora que en cuatro días volverán a intentarlo con una campana más pequeña y “a medida”. Y si no funciona, probarán suerte con un segundo cierre de emergencia emplazado sobre el primero. Y si no funciona...

Cansa ya esta letanía de falsas soluciones sacadas de la chistera a última hora para ocultar lo que todos los expertos saben y sabían: el único sistema seguro y probado para acabar con la fuga a 1.500 metros de profundidad es la construcción de un pozo de alivio. Pero nadie se lo exigió antes a BP, y ahora habrá que esperar hasta agosto o septiembre...

“Lo que se está haciendo es como fabricar a toda prisa un coche de bomberos cuando se ha propagado ya el incendio”, nos confesó hace unos días el oceanógrafo Rick Steiner, de la Universidad de Alaska. “En Canadá se requiere el pozo de alivio para perforar a grandes profundidades, pero en este país ya se sabe... Las petroleras han tenido durante demasiado tiempo la sartén por el mango, y todos estamos pagando las consecuencias”.

“Las tecnologías para explorar más y más profundo han avanzado tremendamente”, reconoce que el geólogo Barry Kohl, que trabajó durante 25 años con la industria petrolífera y ahora asesora al Sierra Club. “Pero no se ha invertido nada en seguridad y seguimos con los mismos métodos que se usaban en los años setenta”.

“Lo que está haciendo BP es jugar a la ruleta rusa”, añade Kohl. “Ninguno de los sistemas que están usando ha sido probado a kilómetro y medio de profundidad. Las garantías de éxito son mínimas”.

Un especialista en “limpiezas” marinas subcontratado por BP -por razones obvias prefirió no revelar su nombre- nos confirmó ayer la peor de las sospechas: en la compañía cunde ya el pesimismo ante la falta de soluciones de emergencia.

A la espera del pozo de alivio, y mientras Doug Suttles juega a entretener a la prensa (“tenemos confianza en que el próximo método funcione, aunque no podemos garantizar el éxito”), no queda otro remedio que volcarse a partir de ahora en las tareas de mitigación y resignarse a un hecho ya incontestable: el vertido del Golfo de México será de cinco a diez veces mayor que el del Exxon Valdez.

Carlos Fresneda
Publicado en el blog En la Ruta Verde, de El Mundo América

IRA POPULAR CONTRA BP


La paciencia se ha agotado al cabo de 40 días. De Nueva Orleans a Nueva York, de las marismas de Luisiana a las playas de Alabama, la ira popular contra BP por su incapacidad para contener el vertido en el Golfo de México ha dado pie en las últimas horas a un rosario de manifestaciones y actos de protesta.

La más espectacular ha sido ante la gasolinera de la compañía británica en el Soho de Nueva York, tomada al asalto por doscientos manifestantes con las caras y las manos embadurnadas con petróleo “falso”, gritando consignas como éstas: “BP, tu corazón es negro”, “BP, limpia y deja de ensuciar”...

En Grand Isle, el pueblo costero de Luisiana por donde pasó Obama el viernes, empezaron a surgir por doquier carteles de protesta. Siguiendo la estela del pescador Dean Blanchard, decenas de vecinos despidieron al presidente con pancartas bien visibles, denunciando las acciones de la compañía petrolera: "¡BP, verguenza!", "BP, devuélvenos nuestra playa", "¡BP, arruinaste nuestro futuro!".

Dean Blanchard se sumará el domingo a la manifestación convocada en el corazón del barrio francés de Nueva Orleans. Pescadores y ecologistas unirán fuerzas como nunca antes para exigir soluciones y responsabilidades en el mayor vertido en la historia de Estados Unidos, con más de 70 millones de litros de crudo derramado hasta la fecha.

La indignación popular contra BP ha ido a más tras la visita fugaz de Obama, precedido por 400 empleados que fueron contratados para limpiar a toda prisa la playa. “Todo esto ha sido una nueva operación de maquillaje”, denunciaba Rosie Barrow, a los pies del restaurante Barataria. “Se marchará Obama y se volverán a olvidar de nosotros”.

Por la noche, en el cónclave de los capitanes de barco, se llegó a mascar la amenaza de una plantón en las operaciones de limpieza: “O nos facilitan equipos, nos ponen médicos y nos garantizan que los dispersantes no nos van a causar cáncer, o van a tener que hacer frente a esto ellos solos”.

En Venice, entre tanto, en la embocadura del río Misisipí, las brigadas de pescadores voluntarios –movilizados por el presidente del distrito de Plaquemines Billy Nungesser- empezaron la operación limpieza de las marismas con máquinas aspiradoras, sin esperar las órdenes de turno de BP.

Douglas Suttles, jefe de Operaciones de la compañía, ha anunciado que el domingo será el día del veredicto para la operación “top kill”, la inyección de barro líquido a gran presión con la que se esperaba contener el vertido. Suttles informó que los “parones” de varias horas son necesarios para saber si el barro se asienta y se tapona la fuga.

“Es como un pulso entre dos fuerzas iguales”, agregó el jefe de Operaciones de BP, que aseguró que la compañía está trabajando ya en métodos alternativos como una nueva y más pequeña campana de contención, o el emplazamiento a 1.500 metros de profundidad de una segundo cierre de emergencia sobre el mecanismo que falló el día del accidente.

Carlos Fresneda (Enviado especial) | Grand Isle (Luisiana)
Publicado en El Mundo América
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LA MANCHA DE PETROLEO LLEGA A LAS MARISMAS

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Campana sobre campana, la mancha de petróleo ha llegado a las marismas de Luisiana. Mientras toda la atención se desvía hacia la aparatosa “cúpula” de contención y su primera incursión fallida, uno de los brazos del vertido avanza peligrosamente hacia el refugio de vida silvestre de Pass-a-Loutre, en el delta del Misisipí.

Darby Cheramie nos lleva hasta el lugar en su pequeño barco de pesca, guiado por el instinto y por el “tam tam” que circula entre los pescadores de Venice. Tardamos cinco horas en encontrarlo, pero allí está, a menos de un kilómetro de la costa.

No es la mancha rojiza o naranja que ha llegado ya a la islas Chandeleur. Se parece más a la “leche chocolateada” a la que se refería el congresista Gene Taylor. O más bien, a una “diarrea” aceitosa de diesel, de un sospechoso color marrón con grumos blancuzcos, producto tal vez del contacto del petróleo con los disolventes.

La mancha alargada se prolonga aparentemente a lo largo de kilómetros, sin que los barcos de la Guardia Costera reparen en ella. Las marismas, entre tanto, aguardan en la desprotección absoluta. A lo largo de más de 150 kilómetros de recorrido por la costa, tan sólo vimos un amasijo de barreras flotantes, arrastradas e inutilizadas en uno de los brazos del Misisipí.

“Intentan convencernos de que están haciendo todo lo posible, pero la verdad es que hay cientos de pescadores que queremos ayudar y no nos dejan”, se lamenta Cheramie, habituado a pescar barbos y peces aguja en estas mismas aguas. “Pasan los días y nos debatimos entre la frustración y la impotencia. No vemos acción por ningún lado. Vemos cómo avanza el vertido y no podemos hacer nada”.

Al llegar a Pass-a-Loutre, Cheramie nota primero un olor inusual, y luego “una neblina que no es normal en plena tarde y en día soleado como hoy, con ocho millas de visibilidad”. Un pez muerto es al vez el primer aviso, aunque los cierto es que las gaviotas y los pelícanos –posados en las plataformas y en los oleoductos- no parecen percibir la alerta.

Cerca del lugar indicado, siguiendo el rastro que van dejando en el aire una par de helicópteros, el pescador nota en la superficie del mar “un extraño color rojizo”. Llegamos así al “río” de aceite y grumos. Lo recorremos durante más de dos kilómetros, y comprobamos cómo avanza inexorable hacia el oeste, rumbo a las marismas.

La Guardia Costera tardó al menos tres días en reconocer que la mancha había llegado a las islas “barrera” de Charamie. Nos preguntamos ahora cuánto tardarán en certificar que la mancha tóxica ha entrado en el complejo laberinto de canales y brazos pantanosos que dan forma al mayor ecosistema marino de Estados Unidos, amenazado por la soga del petróleo.

Nuestro joven pescador nos puso en antecendentes en Black Bay: la bahía ennegrecida por decenas de pozos petrolíferos, arrasados e inutilizados tras el huracán Katrina. Un pescador le dijo que hasta allí habían llegado también los tentáculos del “spill” (el vertido). Pero Cheramie nos lleva hasta la plataforma Black 35, también conocida como Monkey Cave, otea con redoblada curiosidad el horizonte y certifica: “La misma mierda de siempre. El agua en esta bahía está siempre así de sucia y con burbujas. No noto nada extraño”.

En los pelícanos, a la altura de California Bay, cree distinguir Cheramie algo inusual: “Parece que tienen la panza negra, como embadurnada en petróleo”. Pero no puede estar seguro, ni siquiera cuando tocamos tierra en Shell Island e intentamos acercanos inútilmente a las aves, con la eterna y amenazante silueta de las plataformas marcando siempre el horizonte.

Cheramie, 35 años, nacido en Houma y afincado en Boothville, lleva recorriendo estos parajes impregnados de petróleo toda su vida. “Siempre hemos convivido sin mayores problemas, los pescadores y la gente del petróleo”, reconoce. “Yo tengo muchos amigos que trabajan para la industria. Para los que vivimos aquí es el eterno dilema: o pescamos, o vivimos del petróleo. Muchos no volvieron tras el Katrina”.

El huracán y el agua arrasaron Boothville hacer cinco años. Cheramie lo perdió todo, pero decidió empezar de cero... “Las cosas volvían a irnos bien, y hace un mes me compré este pequeño bote. En un buen mes puedo hacer dos mil dólares, pescando barbos, peces aguja y otros peces grandes. La verdad es que estaba empezando a levantar el vuelo. Pero este desastre nos ha hundido; no sabemos cuándo podremos volver a la mar”.

La frustración de los pescadores del delta de Misisipí crece días tras día, viendo cómo la mancha se les viene encima y BP les mantiene en el dique seco. Oficialmente, son 260 los barcos y 8.500 las personas que participan en las tareas de “respuesta”, pero los pescadores se preguntan dónde están y de dónde salen, mientras el puerto de Venice rebosa de barcos expectantes.

La ira aumenta también con las últimas noticias: no hay suficientes barreras flotantes para proteger las marismas. Se desplegaron un millón de pies (el equivalente a 300 kilómetros) en los primeros días, pero los temporales dejaron inutilizadas el 80% de las protecciones. La franja costera de Luisiana, incluyendo todas las bahías y los brazos pantanosos, se prolongaría a lo largo de una extensión inacabarcable de más de 10.000 kilómetros...

Campana sobre campana, y una semana después de la decepcionante visita de Obama, los pescadores de Venice, Boothville, Triumph y Empire se encomiendan tal día como hoy a las fuerzas de la naturaleza y rezan para les llegue la única protección posible: el viento de poniente.

Carlos Fresneda, enviado especial, Venice, Luisiana
Publicado en El Mundo