Pensamos y sentimos que por qué no lo imposible en tiempos ordinarios se puede convertir en factible en tiempos extraordinarios. Los ejes políticos y economicos, se manejan por una minoría hija predilecta del capitalismo. Indagar en la construcción de la resiliencia, reencontrar valores no rentables para pocos pero vitales para los muchos, anhelar un mundo sin perdedores, escribimos sobre personas y organizaciones que estimulan a cambiar hacia un mundo mejor. Carlos Fresneda y Manolo Vilchez
La 'redentora' de Nueva Orleans
EL REDENTOR DE NUEVA ORLEANS

Foto de Issac Hernández
Cinco años después de Katrina
Por su barba blanca y su camisa roja le conoceréis. Por su peto vaquero y su sombrero de ala ancha. Por sus ojos que no ven, pero vibran. Y por su voz con alma. Bajo el sol cegador o bajo el diluvio universal, en los sorportales del Barrio Fancés, calle Real esquina con Toulouse. El inmortal 'Grandpa' Elliott Small.
Pensábamos que tal vez había abandonado su esquina, ahora que es mundialmente famoso, pero no. Ahí sigue, cantando bajo la lluvia, contando hasta el último centavo que le dejan los turistas.
"No sé qué hecho yo para merecer toda esta atención", admite Grandpa Elliott desde su inseparable taburete. "Sólo sé que viene a verme gente de todo el mundo, y que me saludan como si me conocieran de toda la vida. Algunos son generosos, pero no siempre. La vida sigue siendo dura para el músico callejero".
Las estrellas parecen haberse alineado sin embargo a su favor, a tiempo para el quinto aniversario del Katrina. Más de 25 millones de fans han pinchado su versión en Youtube del 'Stan By Me' de Ben E. King, arropado por músicos de todo el planeta. Este año, con los 65 recién cumplidos, Grandpa Elliott grabó por fin su propio disco de larga duración, 'Sugar Sweet'. Y el Festival de Jazz le tributó un homenaje por todo lo alto en la Carpa del Blues, como icono vivo de la resurrección de Nueva Orleans.
Tal día como hoy, los cielos siempre amenazantes de la ciudad se conjuran repentinamente contra Grandpa Elliott, Washboard Chaz y tantos otros en la ciudad con más músicos por metro cuadrado del planeta. Todos buscan instintivamente el calor de los paseantes y la protección de los soportales.
- ¿Dónde estaba 'Grandpa' cuando golpeó el Katrina?
- Aquí, en la calle, intentando ganarme la vida como todos los días... Cuando la cosa se puso fea, eso sí, recogí los bártulos y me fui a mi casa junto al Barrio Francés. En vez de quedarme encerrado a que pasara la tormenta, tuve la estúpida ocurrencia de comprarme una hamburguesa en unos de los pocos bares que quedaban abiertos. Me atraganté con un bocado y me quedé sin respiración. Pensé que era un ataque al corazón... La tormenta se echaba encima y yo no me podía mover. Llamaron a un ambulancia y me llevaron finalmente hasta el Mercy Hospital cuando ya caía la lluvia...
La narración puede durar fácilmente una hora. Granda Elliott recuerda al detalle todo lo que pasó, porque entonces le quedaba aún un poco de vista.
"El agua empezó a entrar en la planta baja del hospital, y tuvieron que evacuarnos a los pisos superiores. Nos quedamos atrapados en un ascensor, pero lograron sacarnos. Al final acabamos todos en la planta alta, y allí pasamos dos o tres días, hasta que agotamos la comida y las medicinas. Vinieron a rescatarnos finalmente en helicóptero y desde el tejado".
Grandpa Elliott acabó recalando en Atlanta con el guitarrista hispano Oscar Castro, con quien tiempo después grabaría la celebrada versión bilingUe del 'Only You' (“Solo tú puedes dar luz a mi soledad).
"Oscar fue mi salvador y mi lazarillo, porque entonces ya estaba perdiendo la vista. Gracias a él tuve las fuerzas necesarias para volver. Porque mis raíces están en Nueva Orleans, y no me imagino viviendo ni cantando en ningún otro lugar del mundo".
Con seis años, vestido de frac, Elliot Small debutó en las calles bailando 'claqué' bajo la supervisión de su madre. Aprendió a tocar la armónica en la calle y soñó con ser estrella del 'soul'. Grabó con el productor Wardell Quezerrque y llegó a tocar en vivo con Fats Domino. Pero la fortuna no acabó de sonreírle, y volvió eternamente a su esquina.
Su segunda vida empezó precisamente después del Katrina. Había pasado un año desde el huracán, la ciudad luchaba por salir del fango. Hasta Nueva Orleans llegó el productor Mark Johnson con una misión muy concreta: buscar a Grandpa Elliott.
Johnson llevaba tiempo recorriendo el mundo a la busca de músicos autóctonos para dar forma a su proyecto, 'Playing for Change'. En California encontró al inmortal Roger Ridley, primera chispa de esa versión electrizante del 'Stan by Me'. Grandpa Elliot le puso el contrapunto sincero y cálido, y ahí empezó a dar vueltas un fenómeno que sigue rompiendo fronteras.
"A Nueva Orleans viene gente de todo el mundo, pero yo no sabía que nos querían tanto", reconoce Grandpa Elliott. "Si hay un mensaje que esta ciudad puede dar al mundo es sin duda éste: AMOR. Yo siempre canté por amor, pero nunca que se me había ocurrido pensar que mi música podría ayudar a cambiar el mundo".
Con 'Sugar Sweet', su álbum grabado hace apenas unos meses, Grandpa Elliott Small ha podido paladear el éxito que le fue negado durante décadas.
"A mi edad, fue un honor poder volver al estudio y saber que mi foto (yo no puedo verla, ya lo siento) está estampada en la carátula. Ahí están los temas que siempre me gustaron, 'Share your love with me' o 'Ain’t nothing you can do'. Es un disco hecho con el alma, llevaba toda mi vida esperando esa oportunidad”.
En junio del 2009, Grandpa Elliott consumó la redención cantando 'God Bless America' y tocando con su armónica antes más de 40.000 espectadores en el estadio de los Dodgers de Los Angeles. Pero su destino está en su esquina de Touluse y Royal, aunque a veces puede también escuchársele en Jackson Square.
Conquistada la inmortalidad, su sueño postrero es "poder tocar algún día la luna y las estrellas... Pero confío en poder hacerlo desde Nueva Orleans, siempre Nueva Orleans".
Carlos Fresenda, Nueva Orleans
Publicado en El Mundo.es Accesible
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Cinco años después de Katrina
Es fácil dejarse deslumbrar por las cincuenta casas, como caídas de otro planeta, que ha construido Brad Pitt en el Noveno Distrito Bajo. Todos los vecinos de la bulliciosa e irreconocible Tennessee Street te muestran con orgullo su foto junto al actor, "es nuestro angel", o te saludan amigablemente desde sus porches, decorados con el escudo de los Saints, orgullo y euforia local.
Pero hay otra historia silenciada que estos días vuelve a salir a flote, cinco años después del Katrina. La historia de los 100.000 habitantes 'invisibles' de Nueva Orleans que no han podido volver.
"La mayoría de mis vecinos siguen repartidos por Houston, Atlanta y muchos otros lugares", afirma Robert Richardson, 52 años, que acaba de ponerle la última tabla de madera a su casa en Caffin Street. "Todos ellos volverían ya mismo si tuvieran dinero o algún tipo de ayuda. Estos años han sido una lucha constante porque nadie quería que volviéramos. Querían dejar que el barrio se hundiera".
Richardson, con una camiseta de Obama, se esforzó ayer en que su mensaje calara tanto como la lluvia. "Nuestras raíces son profundas y están aquí, en el Noveno Distrito", podía leerse en la pancarta que exhibió ante los ojos del alcalde, Mitch Landrieu, de la congresista Maxine Waters y de todas las fuerzas vivas que se desplarazon hasta el Lower Ninth para enterrar simbólicamente el cadáver del Katrina.
La 'brass band' local atacó con una versión autóctona del 'Don’t stop till you get enough' de Michael Jackson, que cobró un significado reivindicativo tal día como ayer. La gente del Noveno Distrito, superviviente por naturaleza, ha prometido "no parar" hasta que puedan volver a sus casas el 75% de sus vecinos que forma parte de la "diáspora" negra de Nueva Orleans.
"Vamos a seguir luchando por el derecho a volver a nuestra propia tierra”, asegura Richardson, que regresó un mes después del huracán y ha trabajado desde entonces en incontables poyectos de construcción. "Pero ninguno en mi barrio, ya lo ves. Las calles son auténticos lodazales y esto sigue en muchos sitios como hubiera pasado ayer mismo el huracán".
Richardson, que escapó a tiempo, recuerda el efecto escalofriante que le produjo ver su casa flotando en la aguas negras.
"Los primeros seis meses fueron terribles porque aparecían cadáveres por todos los lados, algunos de gente que conocía. Fue muy duro emocionalmente, porque mi mujer no ha querido volver. Pero yo me empeñé en regresar a la casa que heredé de mi tío. Cuando bajaron las aguas, me instalé en el jardín con una roulotte. Y poco a poco construí la casa nueva desde los cimientos. Tres años he tardado. No puedo decirte cómo ha sido la sensación de ver agua saliendo por el grifo o de poder tumbarme en un sofá a ver jugar a los Saints".
En el tenebroso 'Superdome' estuvo precisamente Kenneth Bickhan, otro vecino que ha vuelto al Noveno Distrito con su mujer, Paula, después de un exilio forzoso que les llevó por Arkansas, Alabama y Texas. Reconstruyeron su hogar de ladrillo, en las inquietantes cercanías del dique que hizo aguas durante el Katrina, gracias al programa Road Home, "aunque no pudimos elevar la casa porque todo fue muy lento y la ayuda no era suficiente".
Los Bickhan han visto florecer a su alrededor las casas de Maket It Right (la fundación de Brad Pitt) y eso les hace sentirse "más protegidos". "Pero el barrio nunca será el mismo", admite Kenneth. "Si los propietarios hemos sufrido por volver, imagínate los que pagaban 250 dólares de alquiler y ahora les piden 50".
"¡Estamos todos en el mismo bote!", proclamó ayer el nuevo alcalde blanco de la ciudad, Mitch Landrieu, entre una audiencia negra que hizo eco a su sermón con el consabido 'Amén'. "Si no logramos reconstruir el Noveno Distrito, no logaremos reconstruir América".
Carlos Fresneda, Nueva OrleansPublicado en El Mundo.es América
CLAROSCUROS DE NUEVA ORLEANS
Morial tiembla ahora cuando se confirman los episodios de violencia policial y milicias blancas tras el paso del huracán. El vertido de petróleo, asegura, ha reavivado las heridas y ha creado un estado de incertidumbre y ansiedad, justo cuando las piezas volvían a encajar.
“Pero si tuviera que elegir una palabra para definir el presente de Nueva Orleans sería ésta: esperanza”, asevera Morial, codirector de Instituto para la Justicia de Luisiana. “Hemos salido del lodo gracias al tremendo activismo y al trabajo infatigable de la gente, y a pesar de la ineptitud del Gobierno a todos los niveles”.
Cinco años después del Katrina, y a pesar de los claroscuros en el horizonte, el 70% de los vecinos de Nueva Orleans admite que la recuperación va por “buen camino (según un reciente sondeo de la Kaiser Family Foundation). El 20% de los 450.000 habitantes que llegó a tener la ciudad –en su mayoría negros y sin recuersos- no ha podido regresar, Hay más de 50.000 casas vacías, se han destruido más de 12.000 viviendas públicas y se ha multiplicado el número de “homeless” bajo los puentes.
Pero, pero la economía se ha reactivado a pesar de la recesión. La ciudad ha recibido un flujo de gente joven y ha recuperado su pulso musical. Nueve millones de turistas han vuelto este año al oreo de la redención de Nueva Orleans, consumada hace seis meses cuando los Saints ganaron la Superbowl (“una señal enviada del cielo” para muchos).
El primer alcalde blanco en décadas, Mitch Landrieu, ha prometido cerrar las heridas raciales y proyectar hacia el futuro la ciudad. “Aunque es de esperar que defienda los intereses de la minoría privilegiada”, puntualiza Jordan Flaherty, una voces más autocríticas de la ciudad, recordando a sus paisanos esa “diáspora” de 100.000 vecinos que aún no ha podido regresar: “Un buen alcalde no es suficiente. Lo que esta ciudad necesita es un líder a la altura y más ayuda federal, para que todos puedan volver a Nueva Orleans, incluida la gente sin recursos”.
A los ojos del visitante, la ciudad es un hervidero de proyectos: desde las casas ecológicas de Brad Pitt y Make It Right en el castigado Noveno Distrito Bajo al auditorio de Wynton Marsalis junto a la Ciudad de los Músicos de Habitat for Humanity. Y eso por no hablar de Common Grounds, Rebuilding Together, Global Green y otras ONGs que están contribuyendo a darle un nuevo lustre a la ciudad.
Desde su observatorio al otro lado del río Misisipí, en el barrio de Algiers donde fue testigo de las acciones violentas de las milicias blancas, el ex pantera negra y fundador de Common Grounds Malik Rahim, nos previene sin embargo contra los “cambios visibles pero superficiales” de Nueva Orleans: “Es cierto que el activismo es mucho mayor, pero no hemos conseguido grandes cosas. Volvemos a estar como estábamos, en una ciudad plagada de injusticias y totalmente desprotegida. Los diques siguen siendo frágiles e insuficientes, como todo lo que se ha hecho en estos cinco años. Puede volver a pasar un Katrina en cualquier momento”.
Carlos Fresenda, enviado especial a Nueva Orleans
Publicado en El Mundo
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CARNAVAL CONTRA EL VERTIDO
El luto y la fiesta cabalgan siempre juntos entre los soportales de Nueva Orleans, y no podía ser menos con el vertido... "Escuchad, políticos/ acostarse con BP es un acto de sedición/ Somos el pueblo y tenemos el poder/ No seremos los Estados Unidos de BP".
La música la ponen Jennifer Hartley y Rosanna Smith. A sus espaldas, en las escalinatas que separan Jackson Square del río Misisipí, un millar largo de activistas, artistas y vecinos compiten por el disfraz más logrado y la consigna más atinada contra el 'villano' del petróleo, mientras las hordas de turistas pasean alegremente por Bourbon Street, ajenos por completo al vertido y atraídos por el irresistible olor a barra libre.
Nueva Orleans o la contradicción humana. El mayor desastre natural en la historia de EEUU se cuece a unas cuantas millas, pero los turistas prefieren destilar el daiquiri bajo la lluvia y mirar distraídamente hacia otro lado, haciendo tiempo hasta el próximo Mardi Gras, si es que llega...
"En algún lugar de la costa, este petróleo es real", advierten las fotocopias manchadas de negro con las que Sofía, artista callejera, ha empapelado el barrio francés, marcando en camino hacia la movida dominical. Rachel 'Lucky', actriz de teatro burlesco, lleva la advertencia adherida a su cuerpo, manchado de negro pringoso y rematado por la máscara de una calavera.
"El petróleo apesta", asegura. "El problema es que aún no lo hemos visto y BP está haciendo todo lo posible para que no lo veamos. Pero la mierda acaba siempre aflorando, y como no tapen pronto la fuga nos vamos a pringar todos".
William Horswood y Craig Handsome -espigada pareja- llegan a la manifestación vestidos con monos blancos, manchados de negro y rojo, y con collares de pájaros muertos.
"Somos ejecutivos de BP, disfrazados de trabajadores de la 'limpieza' y con los guantes llenos de sangre y petróleo", se jacta William. "Llevamos toda la mañana tiznándonos el uno al otro... Mejor dicho, llevamos ya 40 días, y todos los que aún nos quedan".
BP, Bad People (Mala Gente). BP, Big Polluters (Grandes Contaminadores). BP, Beyond Patience (Más Allá de la Paciencia)... Las pancartas compiten por encontrarle un nuevo y original eslógan a los responsables del vertido. Otros, como Frank Sterling, se limpian le barro en una bandera de la Gran Bretaña, deplegada en el suelo para pisotearla a placer: "¡Que Dios joda a la reina!".
"Ha llegado el momento de pensar más allá del barril", proclama la pancarta que exhibe sin escrúpulos Carolyn B., de Ohio, llegada a Nueva Orleans al rebufo del Katrina como tantos jóvenes artistas, arracimados en torno al grupo Rising NoLa. Carolyn baila embadurnada de negro y con su bikini dorado bajo la lluvia. La pancarta tiene aún más fuerza por el lado de atrás: "¡BP, nos habéis jodido bien!".
Por el podio van desfilando los pescadores afectados, como nuestro entrañable Dean Blanchard, el mariquero/poeta de Grand Isle. Evan Wolf, que participó en las dos primeras semanas en las labores de 'respuesta' con la Guardia Nacional, advierte de la auténtica dimensión de la catástrofe: "Contra los huracanes tenemos defensas, contra este desastre causado por la avaricia humana no hay manera de protegerse".
El profesor John Clark, de la Universidad de Loyola, le releva al micrófono y pinta un panorama negro para la próxima década: "Nos ha costado cinco años recuperarnos del Katrina; creedme si os digo que el vertido va a manchar nuestros ecosistemas y nuestras vidas durante más de diez años".
Stephan Magee, enfermero y artista (con el nombre de Doke), se pasó la noche en vela pintando un cuadro abstracto a partir de un pelícano embadurnado: "Es el símbolo de esta tierra: si muere el pelícano no hay esperanza... Y es la misma historia que hace cinco años: nos dejan igual de desamparados que tras el Katrina. El sur no cuenta, hermano. Yo tengo todavía fe en Obama, pero quiero decirle una cosa: "Deje de jugar el juego de BP y póngase del lado del pueblo".
Carlos Fresneda, enviado especial, Nueva Orleans
Publicado en El Mundo América
MAS DE 400 ESPECIES EN GRAVE PELIGRO
La marea negra amenaza a más de 400 especies que dependen del frágil ecosistema del delta del Mississippi, duramente castigado hace cinco años por el huracán Katrina.
La mancha de petróleo ha causado hasta ahora pocos estragos en las inmensas marismas al sur de Nueva Orleans �epartidas por 12.000 kilómetros cuadrados- pero los expertos advierten que los efectos pueden ser devastadores a partir de la próxima semana.
Las imágenes del primer alcatraz en el centro para la recuperación de las aves en Fort Jackson no serán más que el preámbulo. Se calculan que hasta 25 millones de aves pueden pasar al día por el "corredor" migratorio del Golfo de México en esta época del año (500 millones a lo largo de toda la primavera, según un estudio de la Universidad Estatal de Luisiana).
Especies como el pelícano pardo, la garza roja, el pato jaspeado o el fraile blanco están gravemente amenazados por el impacto de la marea negra que podría afectar a 20 reservas de vida silvestre. En un pequeño vertido que llegó hace siete años a la isla de Breton llegaron a morir 800 pelícanos pardos, el ave por excelencia de Luisiana.
"La época de cría empieza precisamente por estas fechas, y muchas parejas se encuentran incubando huevos", advierte Melanie Driscoll, de la Iniciativa Costera de Luisiana. "Para los pájaros, el desastre no ha podido ocurrir en peor momento; muchos de ellos están anidando en la zona donde puede acumularse el petróleo al llegar a la orilla. Tenemos que estar preparados para lo peor; nos enfrentamos a una auténtica catástrofe en las costas de Luisiana, Mississippi, Alabama y Florida".
"Más de 5.000 delfines se encuentran en estos momentos en la zona del Golfo de México, a punto de dar a luz a sus crías", alerta por su parte Moby Solangi, director del Centro para el Estudio de los Mamíferos Marinos en Gulfport.
La mancha de petróleo podría diezmar también los bancos de atún de aleta azul y afectar a las poblaciones de cachalotes y a varias especies e tortugas marinas que desovan en las playas del golfo por esta época. El Golfo de México es también el principal "suministrador" de gambas, ostras y cangrejos azules en Estados Unidos.
Carlos Fresneda, enviado especial a Venice (Luisiana)
Publicado en El Mundo.es
UN POCO DE EMPATIA, POR FAVOR
Vengo de una ciudad en ruinas en la que murieron más de 250.000 personas bajo un diluvio de escombros. Vivo en una ciudad que también tembló a su manera un fatídico 11 de septiembre. Tengo aún presente el recuerdo de otra ciudad ahogada hace cinco años, al paso del huracán Katrina...
Y todos los días me sorprendo de que la vida siga alegremente, entre los ecos lejanos de dos guerras que forman ya parte de la tediosa rutina.
La puntilla la ha puesto sin embargo una sola muerte, casi anónima, la del guatemalteco Hugo Alfredo Tale-Yax en las aceras de Nueva York, donde estuvo desangrándose durante una hora ante los ojos impávidos de al menos 25 personas que prefirieron mirar hacia otro lado.
Dicen que la empatía es la capacidad de una persona para participar afectivamente en la realidad de otra. Pero existe también una empatía colectiva que nos hace más o menos partícipes de todo lo que pasa en el mundo, fieles a la premisa que acuñó Terencio: “Nada humano me es ajeno”.
Pues parece que cada vez somos menos “humanos”. Sobre todo en estas sociedades “desarrolladas” donde se diría que nos vacunan desde niños contra el dolor y el sufrimiento de los otros. La consigna, amplificada a todas las horas por los medios, es “vivir como si nada”. Las tragedias dejan de serlo en cuanto pierden actualidad.
Contra todo esto se rebela Jeremy Rifkin en “La civilización empática”, que ha llegado a nuestras librerías con las heridas aún abiertas en Haití y en tantos puntos del planeta. Asegura Rifkin, así le llamen utópico, que la naturaleza humana está cambiando y que en todo caso ha estado siempre más cerca del Emilio de Rousseau que del lobo de Hobbes.
“Los biólogos y los neurocientíficos cognitivos están descubruiendo neuronas-espejo, llamadas de la empatía, que permiten a los seres humanos sentir y experimentar situaciones ajenas como si fueran propias”, escribe Rifkin. “Por su parte, los científicos sociales están comenzando a reexaminar la historia con una lente empática que está sirviendo para descubrir corrientes hasta ahora ocultas”.
“Somos una especie básicamente empática”, concluye Rifkin, que habla de advenimiento de una “empatía global” que podría determinar nuestra suerte como especie en un planeta llevado al límite por nosotros mismos.
Quisiera darle la razón a Rifkin, a quien he tenido la suerte de entrevistar en un par de ocasiones. Pero me preocupa el abismo, cada vez más grande, entre este mundo deslumbrante y falso que hemos creado y ese otro mundo invisible y sangrante que a veces viene a morir en las impolutas aceras por la que transitamos.
Carlos Fresneda, publicado en el blog Crónicas desde EEUU de El Mundo
DE HAITI AL KATRINA
Millones de norteamericanos descubrieron la cara oculta de Nueva Orleans, más allá del Barrio Francés, cuando el agua anegó el 80% de la ciudad y miles de afroamericanos se aferraron a la vida en el purgatorio del Superdome. Los vecinos ricos del norte despiertan ahora a la espeluznante realidad de Puerto Príncipe, la ciudad más mísera del continente, a la que siempre se asomaron desde de las mansiones amuralladas de Petionville.
En Nueva Orleans, mientras miles de supervivientes resistían en los tejados o se agolpaban en auténticos campos de refugiados esperando a ser evacuados, los medios desviaron su atención sobre el robo y el pillaje, y divulgaron la especie de guerras callejeras entre bandas urbanas, mientras el ejército y los “mercenarios” de Blackwater imponían el toque de queda al estilo Bagdad.
En Puerto Príncipe, las noticias sobre los enfrentamientos a machetes y las barricadas de muertos en las calles están sirviendo acaso de preámbulo a la ley marcial para acabar con el caos. Como en 1915, cuando invadieron la ciudad “para restaurar el orden” bajo los auspicios de Woodrow Wilson, los Marines tomarán posiciones y harán posiblemente sitio a los “contratistas”, como si estuvieran en Kabul.
La ocupación norteamericana de 1915 a 1934, que abonó el terreno al terror de los Duvalier dos décadas después, provoca aún escalofríos entre la población haitiana. Como recuerda Eduardo Galeano, las primeras medidas de los invasores fueron la liquidación del Banco de la Nación, la imposición de “trabajos forzados” a gran parte de la población y la prohibición de la entrada a los negros en los hoteles, restaurantes y clubs extranjeros. El jefe de la guerrilla, Charlemagne Peralte, fue crucificado en una puerta y exhibido en una plaza pública “para enseñar al pueblo la lección”.
Desde que alcanzó la independencia en 1804, Haití ha sido estrangulado una y otra vez por manos extranjeras, las mismas que ahora acuden hipócritamente en su auxilio. La potencia colonial impuso el yugo de una descomunal deuda -estimada al equivalente de 21.700 millones de dólares de hoy- que es la causa mayor de la pobreza del 80% de la población y de la absoluta falta de infraestructuras.
Francia y Estados Unidos lavan ahora su imagen y proponen una cumbre internacional para sacar del marasmo a Haití. Con la lección aprendida en casa (el lamentable papel de Bush durante el Katrina), Obama se ha implicado personalmente y ha prometido a los haitianos que no les abandonará.
Conviene sin embargo recordar que los 100 millones de dólares prometidos de “ayuda urgente” es tres veces menos que lo que se gastará Estados Unidos en un sólo día para sufragar las guerras de Afganistán e Irak (128.000 millones de dólares en el presupuesto del 2010 para el Pentágono).
Haití no necesita la ayuda de Estados Unidos”, proclama en la radio Rush Limbaugh, la voz de la América ultraconservadora. El reverendo Pat Robertson insinúa entre tanto que Haití se ha buscado su destino porque selló hace tiempo “un pacto con el diablo” (¿se refiere al vudú o la supresión de la esclavitud?).
Los norteamericanos de a pie están volcándose en masa con el pariente pobre de América, con una generosidad comparable a la del Katrina. Pero el debate político se está calentando ya, mientras se intensifica el drama humano en Puerto Príncipe. El Katrina forzó el mayor flujo de “refugiados climáticos” desde el Dust Bowl en Estados Unidos. Se calcula que 800.000 personas fueron “desplazadas” y muchas de ellas no han vuelto a Nueva Orleans.
Gran parte de los dos millones de habitantes de Puerto Príncipe tendrán que rehacer sus vidas lejos de su ciudad y su país. Y más allá de República Dominicana, los haitianos tienen la mirada siempre puesta en las costas de Nueva York y Florida.
He aquí el gran problema “humanitario” al que se enfrentará Obama, al año de su aniversario y en un mar de crecientes incertidumbres ¿Cómo digerir la nueva “Jaspora” en medio de la diatriba contra la inmigración ilegal? ¿Cómo cultivar la imagen del “amigo americano” sin provocar la furibunda reacción de esa parte de la población que dio la espalda al Katrina y se niega a tender la mano a Haití?.
Carlos Fresneda, Nueva York
Publicado en blog Crónicas desde EE.UU. de El Mundo
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LOS "REDENTORES" DE NUEVA ORLEANS
Robert Green en su casa en construcción
Como tantos otros, llevó una vida errante durante meses. Mientras los políticos y los urbanistas debatían si merecía la pena reconstruir el barrio, si no era mejor dejarlo hundir bajo las aguas, Green se acabó instalando en una caseta prefabricada en su calle de toda la vida.
Sus únicos vecinos fueron los fantasmas, hasta que los voluntarios de Common Ground instalaron su cuartel general a la vuelta de la esquina y los “porteadores” de Make It Right (la fundación creada por Brad Pitt para paliar el lacerante abandono del barrio) eligieron precisamente Tennessee Street como el primer pilar de la reconstrucción.
“Todo esto se llenó de tiendas e instalaciones de color rosa, como una manera de llamar la atención y recordar a la gente: “Aquí estamos”. No tardamos en ponernos manos a la obra, y gracias a la ayuda de Brad la gente está volviendo. Esto empieza a parecer un vecindario”.
“Está muy bien volver a tu hogar”, dice la pancarta que Green, 54 años, ex contable en una inmobiliaria, piensa colgar en su nuevo porche mañana. Tennessee Street –con sus quince casas ecológicas, de diseño rompedor y a prueba de huracanes- amanecerá engalanada “para mostrarle al mundo y recordarle a Obama que Nueva Orleans no se hunde, sino que sale a flote fortalecida y mejor”.
A Green le reconforta la proximidad de sus viejos vecinos, como el pastor Charles Duplessis, que oficia la misa dominical en salón de su casa, mientras les acaban de reconstruir la iglesia. El vecino Collins Foots, que padeció en carne propia la pesadilla de los “refugiados” en el Superdome, practica el arte de repantigarse a los 76 años y en la balconada de su nuevo hogar: “El futuro se ve mucho mejor desde ocho pies de altura”.
Gloria Mae Guy en su casa construida por Make it Right
“Ese árbol que ves ahí fue el que me salvó la vida”, recuerda Gloria Mae Guy, 69 años, la primera en estrenar casa “elevada” y con paneles solares en el redimido vecindario. “Pudimos llegar hasta sus ramaas después de saltar de tejado en tejado... Le sigo dando gracias a Dios por habernos dado fuerzas durante toda esta “travesía”, y también por haber puesto a personas maravillosas en nuestro camino”.
Contra los vientos huracanados que no cesan y la marea de la ineficiencia federal, cientos de vecinos han decidido “mojarse” en la reconstrucción del barrio más castigado por el Katrina por su cuenta y riesgo. Apenas 3.000 de los 14.000 residentes que vivían al norte de la Avenida St. Claude han vuelto a echar raíces en el barrio. En algunas zonas, el huracán parece haber pasado tal que ayer: escombros amontonados en las calles, coches quemados, socavones como pozos, casas en ruinas y con la equis de rigor (“un perro muerto, no hay restos humanos”)...
El Ayuntamiento demora y demora las obras de infraestructura, con la excusa de que antes hay que concluir (en el 2012) el refuerzo de los diques y de los sistemas de bombeo hidráulico, para evitar que el amenazante canal que baja del lago Pontchartrain vuelva a derramarse sobre el barrio.
Los vestigios aun palpables del huracan
Pero los vecinos han hecho piña en asociaciones como la Neighborhood Empowerement Network Assocation... “Nos hemos dado cuenta de que el poder estás en nuestra manos, que no podemos esperar a que lluevan las soluciones”, asegura Jenga Mwendo, 31 años, al frente del incipiente movimiento de “backyard farmers” (agricultures urbanos) que está devolviendo el “espíritu de comunidad” al barrio.
Jenga, 31 años, huyó en de Nueva Orleans en cuanto acabó el instituto y estaba en Nueva York, trabajando en un estudio de animación por ordenador, cuando golpeó el Katrina... “Mi vida dejó de tener sentido fuera de mi ciudad. Sentí que había llegado el momento de volver con mi hija. Ya tendrá ella también tiempo para “huir” de Nueva Orleans”.
Entrada al Lower 9th Ward
Nathalie Alexander, 59 años y ex profesora, pasó el “exilio” post-Katrina en Memphis y tampoco ha podido resistir la punzada de su ciudad: “Esta es mi casa y ésta es la lección del huracán: márchate a tiempo, pero vuelve siempre”.
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Con la ayuda de Brad Pitt y Branford Marsalis…
NUEVA ORLEANS.- Las quince casas que han brotado en la calle Tennessee no son más que la proa de la reconstrucción. Make It Right, la fundación que lidera Brad Pitt, aspira a construir un total de 150 en el próximo año y a servir de “catalizador” para el renacimiento en Nueva Orleans.
Las ecocasas "low cost" de Make it Right
Pitt cuenta con la asistencia de una quincena de arquitectos de primera. Entre ellos, su amigo Frank Gehry (que ha diseñado un dúplex adaptado a las necesidades de la ciudad) o de William McDonough, cuyo concepto “cradle to cradle” (de la cuna a la cuna) inspira todo el proyecto de casas ecológicas “low cost” (construidas con elementos reciclados o recicables, con paneles solares y con los últimos avances en eficiencia energética).
El precio medio de las casas oscila entre los 100.000 y los 174.000 dólares. Los vecinos ceden el terreno y contribuyen con el seguro de la casa perdida, las becas federales del programa Road Home y sus ahorros personales. Make It Right negocia con todos ellos la contribución personal y ofrece préstamos a fondo perdido de hasta 100.000 dólares (con la ayuda de donaciones privadas y los fondos recaudados en eventos especiales como el que este fin de semana se celebrará con motivo del cuarto aniversario del Katrina).
“Todo lo que hice fue poner a trabajar a algunas de las mejores mentes del país para solucionar los problemas”, sostiene Brad Pitt, que decidió afincarse a tiempo parcial en la ciudad hace tres años, cuando vino a rodar “El curioso caso de Benjamin Button”. La lentitud en la reconstrucción, y en particular el abondono del Lower Ninth Ward (el barrio en el que nació Fast Dominó y que está muy unido a la historia musical de la ciudad) le impulsó a dar el paso adelante: “El mérito es la gente que luchó para volver a sus casas: esto les pertenece”.
Al otro lado del canal, en el Upper Ninth Ward, están prácticamente acabadas las 70 casas –mucho más tradicionales- de la Villa de los Músicos. El proyecto lo apadrina Brandford Marsalis y ha sido posible gracias a la labor infatigable de una de las asociaciones que más ha hecho por la reconstrucción de Nueva Orleans: Habitat for Humanity.
Carlos Fresneda, enviado especial