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En busca de la 'ecociudad'

Los vecinos toman las riendas para devolver la dimensión humana a la urbe
CARLOS FRESNEDA | CORRESPONSAL EN NUEVA YORK / EL MUNDO
El páramo urbano se llamaba Portland. Estrangulada por las autopistas, asesinada por las industrias a orillas del río, la ciudad moribunda parecía condenada a seguir el triste destino de tantas urbes estadounidenses, trituradas por el coche. Pero algo empezó a cambiar a principios de los 80, cuando las calles se abrieron a las aguas anchurosas del Willamette. Poco después se rehabilitó Pioneers Square, la plaza-anfiteatro del pueblo. La gente volvió a caminar y a sacar la bicicleta, y luego volvieron los tranvías. La ciudad decidió no crecer hacia afuera, sino hacerlo hacia dentro. En vez de cinturones de asfalto, un inmenso anillo verde, con la cumbre cercana del Monte Hood como eterno ancla.

Aunque los cimientos de la ecociudad de Portland lo pusieron los vecinos allá por 1996. Un puñado de activistas crearon City Repair, con la misión de «transformar creativamente» los lugares en los que vivían. Los 'reparadores' 'de la ciudad' ocuparon espacios públicos, los pintaron de colores, construyeron parterres y jardines, y quioscos con tejados verdes, y ubicuos bancos de arcilla...

«Nadie nos dio permiso, pero así es como empiezan las revoluciones», recuerda el arquitecto Mark Lakeman, 47 años, uno de los pioneros de Portland. «El espacio urbano es de todos, y tenemos el derecho a reinventarlo. Los políticos no tardarán en seguir nuestro camino: lo que hemos conseguido aquí se puede replicar en cualquier ciudad del mundo».

Lakeman nos emplaza en la Sunnyside Piazza, uno de los lugares emblemáticos de City Repair. Lo que antes era un cruce como tantos otros, en la calle 33, es ahora un lugar especial, con ese sol pintado en el asfalto que irradia calidez en todas las direcciones. Los bidones de colores, el templete de hierro, la fuente con mosaicos... Todo incita a hacer un alto en el camino.

Surcado por un río plácido de ciclistas y paseantes, Lakeman nos explica los secretos de la permacultura urbana que ha transformado ya más de un centenar de espacios... «Es tan fácil como crear puntos de encuentro, recuperar el sentido de comunidad e incorporar algún elemento natural, alguna historia que sirva para conectar a la gente y transformar las calles».

Portland acaba de festejar su semana grande de Convergencia Vecinal, con cientos de 'reparadores urbanos' embarcados en el sueño común. Aquí se acaba de celebrar también la última conferencia de la Car Free Cities, caminando hacia la utopía de la ciudad sin coches. Con más de 1.000 kilómetros de carriles-bici en el centro y en la periferia, Portland es la meca norteamericana de las dos ruedas, marcando de paso la pauta del 'smart' 'growth' (el crecimiento urbano inteligente, como antídoto a la marabunta de los adosados y los suburbios).

Pero Portland (Oregón), con su medio millón de habitantes, no está sola en la busca de la ecociudad. Apenas 200 kilómetros la separan de Seattle, la primera urbe norteamericana en apuntarse a los acuerdo de Kioto. Como reacción a la ceguera de los gobernantes del país, las ciudades se han embarcado en un proceso de transformación cada vez más visible en lugares como Austin (Texas) o Chattanooga (Tennessee), y también en Nueva York, Chicago, Filadelfia o San Francisco, encaramadas al 'top' 'ten' de las ciudades más verdes.

En San Francisco se celebró en mayo la séptima conferencia mundial EcoCity, con expertos llegados de una veintena de países para explorar el presente y el futuro de las ecociudades. Ofició de maestro de ceremonias Jaime Lerner, ex alcalde de Curitiba (Brasil) y precursor de la «acupuntura urbana», con sus recetas probadas para dar nueva vida al tejido urbano.

«La ciudad no es el problema, la ciudad es la solución», proclamó Lerner. «Más de la mitad de la población mundial vive ya en ciudades. Es una tendencia imparable y fundamentalmente buena para las comunidades humanas, y buena para la salud del planeta».

'Curitiba: una verdad conveniente' fue el documental estrella de la cumbre EcoCity 2008, con Jaime Lerner en el papel del Al Gore urbano. «Nos enfrentamos a grandes resistencias iniciales»", recordó el arquitecto, «pero teníamos una visión muy clara de la ciudad y tomamos la decisión de caminar hacia ella lo más rápido posible. La primera calle la hicimos peatonal en una sola noche... Cualquier ciudad, en el plazo de tres o cuatro años puede mejorar radicalmente su calidad de vida».

Lerner nos invitó a subir -o a levitar- en la red radial de Autobuses Rápidos (BRT), que llegan puntualmente cada 15 segundos y surcan la ciudad con la celeridad del metro. De ahí pasamos al sistema pionero de reciclaje urbano, a la campaña precursora de plantación de un millón de árboles, a la red de humedales para controlar las inundaciones y a los parques donde los pastores y sus ovejas cortan regularmente la hierba.

«El estado del planeta está íntimamente conectado con la salud de nuestras ciudades», advirtió Richard Register, presidente de EcoCity Builders. «Sólo si logramos resolver los problemas ecológicos y económicos a escala local podremos plantar cara al reto del cambio climático. Tenemos que pensar en las ciudades como ecosistemas vivos, y como cuna de todas las innovaciones para reducir nuestro impacto ambiental».

Vivir en una ciudad compacta puede disminuir la huella de carbono del habitante medio hasta un 40%. Esa fue una de las principales conclusiones del EcoCity 2008, donde todos los reflectores apuntaron hacia Vancouver, la meca verde de Canadá, incubadora del concepto de ecodensidad.

«La densidad disminuye el consumo de energía y de agua, reduce drásticamente los residuos y retira miles de coches de la circulación», recalca el urbanista Brent Toderian, director de Planeamiento de Vancouver. «La densidad tiene multitud de beneficios ambientales y ayuda a liberar espacios verdes. En nuestra ciudad hemos decidido crecer de una manera compacta y desmontar la infraestructura diseñada para los coches».

Más de 45.000 vecinos han regresado a la ciudad desde los suburbios. Los niños vuelven a campar a sus anchas en bicicleta por la bahía, rumbo al incomparable Parque Vanier, bajo los destellos verdes de los nuevos rascacielos bioclimáticos. «Nuestro objetivo es seguir disminuyendo los kilómetros motorizados per cápita y rebajar año tras año la huella ecológica de nuestros 600.000 habitantes», concluye Toderian.

Seguimos en San Francisco, en la cumbre Ecocity, y nos pegamos ahora a la rueda de Jared Blumenfeld, el director de Medio Ambiente de la ciudad. En pocos hábitats urbanos la bicicleta se convierte en una experiencia tan trepidante: del Golden Gate a la fronda selvática del Presidio, del parque Twin Peaks a la Academia de Ciencias de California, a contemplar la ecomaravilla que ha diseñado Renzo Piano, con ese tejado verde que parece flotar sobre el parque. Y de allí al mítico Embarcadero, con más de 10.000 ciclistas sumándose a la masa crítica y reivindicando su espacio en la ciudad de los tranvías.

«La bicicleta se adapta a cualquier ciudad», sostiene Blumenfeld, que todos los días se hace 10 kilómetros de ida y vuelta al trabajo. «Las colinas de San Francisco nunca han sido un obstáculo y siempre se pueden rodear. Nos propusimos superar el objetivo del 10% de los desplazamientos en bici... Los objetivos son muy importantes: sin una meta concreta es muy difícil avanzar».

Otra misión cumplida: el 70% de la basura que produce la ciudad se recicla. Unos 200 camiones de basuras funcionan con biodiésel y tienen compartimentos especiales para la recogida de reciclables. La ciudad cuenta con varios centros de compostaje para la basura orgánica y la meta es llegar en 2020 a la utopía del 'zero' 'waste': residuos cero.

San Francisco ha sido también la primera ciudad norteamericana en atajar la plaga de los 100 millones de bolsas de plástico que circulaban libremente todos los años, hasta que la ciudad decidió prohibirlas hace un año de modo escalonado y sustituirlas por bolsas de material compostable o reciclado.

«Ahora nos hemos propuesto avanzar en la construcción», asegura Blumenfeld. «Todos los edificios nuevos tienen que tener una certificación de oro del LEED (liderazgo de diseño en energía y medio ambiente), y pronto acometeremos la tarea de pedir la renovación de los edificios viejos para lograr la máxima eficiencia». El sol, el viento y la energía maremotriz le permitirán a la ciudad alcanzar el objetivo de 20% renovables en el año 2015.

Bajo la consigna 'Pon la naturaleza en tu patio', San Francisco se ha embarcado la tarea de reverdecer aún más la ciudad. «Contamos con la gran ventaja de unos ciudadanos muy concienciados con el medio ambiente», admite Blumenefld, con sangre británica en las venas. «Muchos hemos venido aquí buscando precisamente un vibrante ambiente urbano y un contacto muy directo con la naturaleza».

Saltamos a la otra costa y nos plantamos en Filadelfia, que está pasando por un intenso proceso de reconversión a la ecociudad. Howard Neukrug, director del Departamento de Cuencas de Agua, tiene en mente la idea de la ciudad esponja: aprovechar el caudal del río Skuylkill, recuperar los arroyos que quedaron cegados por el asfalto y construir una red de calles permeables y de filtros vegetales.

«Las ciudades han cercenado la naturaleza y han creado muros y barreras por doquier», recalca Neukrug. «Queremos recuperar al máximo la orografía original, devolver los meandros a la ciudad y permitir que la naturaleza fluya. Podemos capturar y reaprovechar hasta un 75% de las lluvias, y utilizar ese agua tan preciada para reverdecer la ciudad, en vez de colapsar los sistemas de alcantarillado».

El esplendor fluvial del parque Fairmont lo dice todo sobre el futuro de la ciudad, que ha decidido darle un uso a decenas de solares baldíos como huertas urbanas... Jade Walker, 28 años, faena con el rastrillo y con el azadón en la Mill Creek Farm, un vergel surgido en apenas tres años en el corazón de un barrio de clase baja y de mayoría negra. «La gente aquí no tenía acceso a verdura fresca y se alimentaba sobre todo de comida basura», recuerda Jade. «Ahora tienen por fin la cosecha autóctona: lechugas, espinacas, guisantes, zanahorias y remolachas cultivadas a la vuelta de la esquina».

Jade Walker y Johanna Rosen son el alma compartida de la huerta urbana de Mill Creek, donde las abejas producen también la miel autóctona. Su labor tiene también una punto de activismo social: «En los barrios marginales de las grandes ciudades se están sembrando las semillas de la justicia ambiental, que reclama un medio ambiente sano y comida limpia para todos».

Acabamos nuestro recorrido en el Greenmarket de Nueva York, el más emblemático de los más de 6.000 mercados de granjeros en EEUU que traen hasta el asfalto el olor a tierra mojada. Hace 30 años, Union Square era un parque desolado donde sólo crecían las malas hierbas, hasta que el urbanista Barry Benepe tuvo la idea de hermanar campo y urbe. Aquí, entre puerros silvestres y rábanos rabiosamente rojos, late el corazón verde de la ecociudad, en la que también hay sitio para los tejados verdes, los taxi-bicis, los jardines comunitarios y los anhelos compartidos de millones de ciudadanos.

The Farm: la 'tierra prometida' del sur - La otra América IX


Un grupo de activistas de los años 60 encontrósu tierra prometida en Tennessee, donde la comuna de The Farm ha hecho realidad el sueño ‘hippie’ y lo ha llevado al siglo XXI
CARLOS FRESNEDA | ENVIADO ESPECIAL SUMMERTOWN (TENNESSEE)

Fue un viaje de proporciones bíblicas: 69 autobuses escolares, atestados de familias 'hippies', a la busca de la Tierra prometida. Marcando el camino, en esta versión colectiva de 'En la carretera', iba un profesor de inglés con largas melenas, Stephen Gaskin, ensalzado por sus seguidores como el profeta de la espiritualidad ecuménica (sabia combinación de tantas religiones, más la sabiduría de la tierra y la no violencia).

Partieron de San Francisco en 1969 y, al cabo de dos años de peregrinación, echaron raíces como auténticos pioneros entre los robles, nogales y cerezos silvestres de Tennessee. Juntaron todos sus ahorros y compraron 700 hectáreas de tierra en Summertown. Fundaron The '' Farm, la mayor comuna de la que se tuvo noticia: más 1.200 almas (entre ellos 500 niños) deseando inventar un mundo distinto.

«Llegamos con un sueño más o menos concreto», atestigua Gaskin, 74 años, inundado de fotos y recuerdos en blanco y negro. «Pero no nos conformamos con hacer un experimento; queríamos construir una realidad... Aprendimos de nuestros errores y nos llevó tiempo, pero creo que acabamos consiguiéndolo».

La comuna pasó a la historia, pero sobrevivió la comunidad intencional. Atravesaron su gran momento de zozobra, allá en 1983, cuando la población encogió hasta los 200 miembros. «Pasamos grandes dificultades económicas y los típicos problemas de convivencia», admite Douglas Stevenson, 53 años, portavoz oficioso de The Farm. «Los resolvimos pasando de un modelo comunal a uno cooperativo, dando más espacio a la iniciativa individual».
«Pero nunca hemos renunciado a ese vínculo espiritual que nos trajo hasta aquí y que todavía nos une», recalca Douglas. «Para sobrevivir tienes que adaptarte, sin necesidad de renunciar a tus valores. La paz y la relación con la tierra siguen siendo nuestra esencia».

El líder espiritual, Stephen Gaskin, se cortó la melena y soltó las riendas de la comunidad, que acabó siendo un referente de la otra América. En los bosques cercanos a Nashville, entre el canto de las cigarras y una humedad asfixiante, se pusieron los cimientos de la permacultura, se practicó la agricultura orgánica, se popularizó la dieta vegana, se creó la primera lechería de soja, se reinventó el tofu y se gestó el renacimiento del parto natural.

El jovencísimo Al Gore, a la sazón periodista en 'The' 'Tennessean', recibió en The Farm su primera lección de ecología práctica. «Dibujamos el horizonte mucho antes de que se empezara a hablar del cambio climático», presume Gaskin. «Aunque el cambio más profundo y necesario es el que debe producirse a la altura de nuestra conciencia, antes de que sea demasiado tarde».
La meditación y la celebración de los solsticios sigue uniendo a los miembros de The Farm, que confluyen a todas las horas en el 'healthfood' 'deli' (tienda de salud) de Roberta Kachinsky. Las familias viven en casas de madera desperdigadas por el bosque, cada cual con su propio huerto. Los vecinos han creado empresas caseras, demostrando que la tecnología no tiene por qué estar reñida con la ecología. A través de la ONG Plenty International cooperan en proyectos de desarrollo en Suráfrica y en el Bronx, y con Farms Not Arms ponen la pica pacifista en el nuevo siglo.

The Farm tiene su propia y luminosa escuela, con medio centenar de niños aprendiendo en contacto directo con la naturaleza, ayudando en la recolecta de arándanos o dándose el último chapuzón del día en el bucólico estanque. La comunidad se proyecta ahora hacia el exterior con la Ecoaldea, que abre todos los veranos sus puertas con cursos de permacultura, agricultura orgánica, energía solar y construcción con balas de paja. Allí, como vestigio del legendario éxodo, está la herrumbre sagrada del autobús escolar en el que llegaron los pioneros, integrado ya en este paisaje de lo posible, en el profundo sur estadounidense.

El profesor 'iluminado' y la comadrona 'espiritual'

El espíritu de la revolución contracultural sigue vivo en Stephen e Ina May Gaskin, que llevan desde finales de los 60 y ahí siguen, recogiendo la cosecha de todo lo sembrado en aquellos años, que no fue poco. Los dos vecinos más reconocidos de The Farm viven emboscados en una de las primeras casas de la 'comunidad' 'intencional', nada más entrar a la derecha.

Altísimo y afable, Stephen Gaskin tiene a los 74 años la impronta indeleble del Haight-Ashbury, la cuna del movimiento 'hippie' donde se granjeó la fama de profesor iluminado. Sus 'Clases del Lunes por la Noche' en la Universidad de San Francisco -donde combinaba política, filosofía y espiritualidad- llegaron a convocar hasta una millar de entusiastas alumnos que fueron el embrión de The Farm.

Sus experiencias quedaron reunidas en 'Monday Nigth Classes' y en 'The Caravan', dos clásicos de la época. Alternó luego la enseñanza espiritual con la música (es un consumado percusionista) y con el activismo a favor de la legalización de la marihuana. En 1980 recibió el Right Livelihood Award (bautizado como el Premio Nobel Alternativo).

Gaskin recuerda con nostalgia las gestas del pasado, con parada obligada en el verano del amor y en el peregrinaje 'hippie' del 69, y nos invita a seguirle mentalmente por el 'via' 'crucis' fotográfico que decora el salón de su casa. Por allí deambula, procurando no hacer demasiado ruido, su esposa Ina May, la artífice del renacimiento del parto natural. En 1977 publicó el clásico 'Spiritual' 'Midwifery' ('Partería espiritua'l, en la reciente edición en español), y desde entonces da la vuelta al mundo defendiendo la dimensión íntima del alumbramiento. Su trabajo didáctico lo alterna con la práctica en el celebérrimo Birth Center (Casa de Partos) de The Farm, la escuela obligatoria de decenas de comadronas en EEUU. «Cuando empezamos, se nos perseguían casi como si fuéramos brujas», recuerda. «Ahora estamos presentes al menos en el 10% de los nuevos nacimientos. Por algo se empieza...».

www.thefarm.org

UNA DULCE PLANTA DE ESTEVIA EN MI BALCON

 
 Ilustración de Luis Parejo

Publicado en Natura 25 de El Mundo · 05/2008

Cuidar plantas de interior o exterior, en la sala o el balconcillo, puede ser no poca cosa para personas modernas, activas y veloces en este mundo patas arriba. Y más cuando podemos sembrar plantas como la estevia, famosa por su poder edulcorante.

Llegaron los primeros días de esta primavera, virtuosa como todas en la distancia que nos separa del sol y que da para generarnos placeres térmicos, alquimias energéticas y gozos externos. El año pasado un activista payés, Josep Pàmies de Balaguer (blog), me pasó unas plántulas de la planta dulce ('Stevia rebaudiana') y me comentó que sus compuestos eran 30 veces más dulces que el azúcar (lo comprobé al masticar una de sus hojas). Me dijo que era un regalo para los diabéticos, además de virtuosa en servicios como planta medicinal. La estevia es todo un símbolo del movimiento internacional Slowfood por una alimentación en manos de la gente y no en las de la industria del aceite de girasol envenenado, el arroz especulado, la carne inflada y la pesca esquilmada.

En Japón el 40% de los edulcorantes son de base estevia y no del sospechoso aspartamo. La dulce planta procede de las tierras cálidas de Paraguay y Brasil. Y yo, al igual que cada vez más ciudadanos mosqueados con lo que pasa en la ruleta de los alimentos, a pesar de no estar del todo tolerada en la Europa de los 25 -no está aceptado su uso alimentario- , me planté las tres estevias en mi balconcillo. Precisa de todas las horas de sol posibles, quizás añorando sus orígenes. Se lleva bien con el agua y regala placeres dulces gracias a sus hojas, masticadas o en tisana, con un ligero sabor de regaliz. Está fresca desde la primavera hasta cuando nos alejamos más del sol. Después parece que muere, pero en realidad mantiene en el interior de la tierra la fuerza contenida para brotar de nuevo la siguiente primavera.

Ver resurgir el verde después de cinco meses me ha dado para nombrar mi balcón como el de la dulce independencia, entre lechugas diversas, tomates y habas colgantes. La red de conocidos anda ya enterada de mi oferta de seguir expandiendo los hijuelos de la entrega que me hizo Pàmies, y estoy dándole a la técnica de los esquejes, para multiplicarla.

Me han proporcionado desde un proveedor alemán un kilo de planta seca para experiencias tisaneras, una cajita de capsulillas tipo sacarina y un tubo de pasta de dientes, con la estevia como ingrediente. Está disponible en Biohabitat. Tiene la dulce planta hasta una campaña para ser conocida, Estevia por la Tierra puesta en marcha por buscadores de ecotendencias necesitadas de cultura y activismo. Si después de este breve viaje dulzón no te resistes a cultivar por lo menos una estevia, puedes acudir a Pàmies Horticoles que además produce ecológico: o preguntar a tu vecino, no vaya a estar ya puesto en ello.
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Enlace al espacio web del Natura de El Mundo, desde aqui al pdf completo y desde aqui al pdf del artículo

EL ECOLOGISTA EN CASA
QUIÉN: Manolo Vílchez es facilitador ecológico. Pretende reducir el impacto ambiental en la vida cotidiana. Consejos: En este artículo describe sus experiencia cultivando estevia, una planta cuyas hojas contienen un potente edulcorante natural que no está aprobado por la UE como alimento

Austin, el oasis de Texas - La otra América VIII


La cultura alternativa y la conciencia ambiental florecen en una ciudad que nada tiene que ver con el resto del Estado, uno de los más conservadores

Entrar en la Casa de Luz es sumergirse en el vergel de la vida. El bosque de bambú, la casa de té y el jardín zen van marcando el camino en medio de un revoloteo de pájaros. El colegio, las salas de yoga y masajes y la escuela culinaria son apenas una mancha de color ocre en medio de la fronda tropical. Cuando uno llega por fin al comedor, no es ya el hambre lo que azuza, sino más bien las ganas de volar.

Cuesta creer que todo esto fuera una planta empaquetadora de carne hasta 1991. Las fotos dan cuenta de la ruina, y la báscula queda como vestigio de aquel pasado cruel. Había que cambiarle el 'karma' al lugar, y nada mejor que un centro comunitario donde se explorara otra manera de comer, de pensar y de vivir en el corazón de Austin.

Eduardo Longoria, 'Wayo' para los amigos, es el alma del lugar. Mexicano de Nuevo Laredo, recaló en el insospechado oasis de Texas para medrar en los negocios. La recesión de los 80 golpeó duro, y en esos momentos de crisis personal nació la idea de crear un punto de encuentro que recogiera la semilla del Centro Este-Oeste, el faro que durante tantos años iluminó Austin.

El nombre le golpeó como un rayo: Casa de Luz. Y la desvencijada fábrica de carne, a medio camino entre el centro de la ciudad y el manantial sagrado de Barton Springs, le pareció como caída del cielo. Se unieron en la aventura Joe y Claire Bruno, que buscaban un local para una escuela Montessori.

«Nos dejamos la piel trabajando, pero fuimos capaces de construir nuestro propio sueño», recuerda Joe, al frente de la Parkside Community School, donde estudian ahora más de 130 niños. «Yo diría que Casa de Luz es más bien un sueño trascendente, más allá de lo que nunca pensamos», matiza Wayo, con un pie puesto ahora en la construcción de un pueblo donde practicar la experiencia de estos años.

«Empezamos como un centro minoritario, inspirado en la filosofía macrobiótica de George Ohsawa», recuerda Wayo. «Ahora llega cada vez más gente de todo tipo, buscando una manera de vivir más saludable y respetuosa con el planeta... El alimento es la punta del iceberg. Crear comunidad es lo que me interesa».

Las clases de cocina del Natural Epicurean School, el yoga en español de Patricia Méndez o las terapias alternativas de The Healing Touch son otros de los reclamos. En las mesas comunitarias de Casa de Luz se reúnen los miembros de Design, Build, Live o los jardineros orgánicos de Austin, al reclamo de las 'gorditas', las 'fajitas', el 'pozole' y tantas delicias locales, estrictamente veganas. «La naturaleza planifica nuestro menú», puede leerse en el lema escrito en la cocina y visible desde el luminoso comedor. La comida se bendice y se celebra cada mañana en un círculo ritual en el que participan la mayoría de los 30 trabajadores, en su mayoría hispanos.

«Somos muy afortunados con la dulzura y el trabajo de nuestra gente», asegura Wayo. «Los latinos formamos parte del espíritu de Austin, esta ciudad única que tiene tan sólo un problema: está rodeada por Texas». Certifica sobre la marcha uno de tantos contertulios a la hora del desayuno, Bruce Shotkin: «Yo dejé atrás Nueva York por Austin. El agua, las colinas y la geología contribuyen a la magia del lugar. Pero el auténtico secreto es la gente: todos venimos aquí con un tremendo deseo de explorar».

Dawn Pallavi, fundadora de la Natural Epicurean School, vive a caballo entre Boston y Austin y siente un apego indescriptible por la Casa de Luz: «Éste es un sitio que transforma en todos los sentidos. Es el baño de naturaleza, es la comida orgánica, es la gente que encuentras...». Dawn trabaja dentro del oasis mientras su hija de nueve años, Joey, va a la escuela al otro lado de la valla. A la hora del almuerzo, la Casa de Luz se troca en comedor idílico de la gran familia de Austin, rebosante de niños, destellos y pájaros.

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EL ALMA LÍQUIDA DE AUSTIN

El Manantial Sagrado de los tonkawa. Para los indios era el manantial sagrado. Los vecinos de Austin lo veneran desde 1917 como el alma líquida de la ciudad. Robert Redford aprendió a nadar aquí, en las aguas cristalinas de Barton Springs, y por eso ha querido apadrinar personalmente 'The Unforeseen' (Lo imprevisto), la película que relata la lucha de los austinitas por salvar su amado balneario de las garras de la especulación. En el documental de Laura Dunn, hay una imagen constante que se clava en la retina: la de los niños chapoteando en las aguas de Barton Springs como si fuera su elemento natural. El malo de la película, el magnate inmobiliario Gary Bradley, pone la tensión escénica: «Veo la tierra como un lienzo, sólo que en vez de pintar me dedico a urbanizar». Bradley no contaba con el espíritu rebelde y combativo de los vecinos de Austin, herederos de Angelina Eberly, la Agustina de Aragón local. La vibrante capital de Texas -nada que ver con el resto del Estado- defendió con uñas y dientes su más preciado bien público con una ruidosa campaña y un referéndum que sirve ahora de referente mundial. Lo imprevisto es un tributo a un paisaje y a un paisanaje, hermanados en esta ciudad que presume de ser capital de la música y de la alta tecnología. El orgullo local se demuestra en el arte callejero, en la pasión por los deportes al aire libre, en la veneración por los murciélagos autóctonos y en campañas como 'Keep Austin Weird' (Mantén Austin raro). El espíritu indomable se refleja todos días en este mágico manantial.

Enlace al espacio web del Natura de El Mundo, desde aqui al pdf completo y desde aqui al pdf del arttículo (con imágenes)

Carlos Freseneda | Corresponsal en Nueva York

amanece en Milagro - yo cambio I


Con este artículo, en enero de este año 2008 comenzamos una nueva sección en la revista Integral (nº337) con el título de este blog. Aqui enlazamos al pdf de Amanece en Milagro, donde presentamos el espacio.

Reinventar el día a día
El cambio climático va a ser el catalizador de todos esos cambios que
llevamos aplazando desde hacía tiempo y que van a afectar profundamente a nuestra vida cotidiana. Lejos de caer en el pesimismo, desde este rincón propondremos “reinventar” el día a día y explorar soluciones prácticas al gran reto de nuestro siglo, empezando por lo que tenemos más a mano y convencidos de que el cambio más necesario es, tal vez, el que debe producirse al nivel de nuestra
conciencia. La naturaleza estará siempre muy presente en este periplo que iniciamos juntos y que tendrá también muy en cuenta a los millones de humanos que sobreviven con 1 dólar al día y a los 25 millones de especies que nos acompañan en este incomparable y portentoso planeta. Esperamos ir más allá del “cambio personal” y confiamos en que éste sea ante todo un viaje al emocionante futuro compartido que podemos construir cada uno de nosotros: yo cambio, tú cambias, él/ella cambia, nosotros cambiamos...

soñando Nuevo México - La otra Amércia IV


Foto: Isaac Hernández

La Tierra es la madre, el agua es la sangre»... Miguel Santistevan habla un castellano ancestral, de cuando llegaron a Nuevo México los conquistadores con los caltecas, allá por 1598, y empezó ese mestizaje que aún perdura, en los surcos de la piel y en los poros sedientos del desierto, recorrido por los brazales, las 'sangrías' y las acequias.

Estamos en La Española, a medio camino entre Santa Fe y Taos, en tierras entrañablemente cercanas por la aridez y por las resonancias... «El agua es la vida y aquí la veneramos como el maná del cielo», afirma Miguel Santistevan, azadón en mano, a la vera de la acequia madre de Santa Cruz.
Miguel conoce las 'venas' de Nuevo México como si
fueran las de su propio brazo. Lleva la mitad de sus 37 años recorriéndolas, velando para que mantengan el rumor y el caudal, defendiendo el «repartimiento» y la «querencia» de los parciantes frente a los abusos del urbanismo salvaje y los campos de golf.

Hasta en eso se nos parece el paisaje de Nuevo México. En un territorio algo mayor que media España, partido en dos por el Río Grande y apenas poblado por dos millones de habitantes, la mancha de ladrillo y asfalto está mordiendo a la tierra y al adobe. «La herencia milenaria de los indios y los españoles que crearon los canales de irrigación está bajo amenaza», advierte Miguel. «Como reza el dicho, el agua corre hacia arriba cuando hay dinero por medio».
«¡El agua no se vende, el agua se defiende!» es uno de los lemas de los parciantes, hermanados por un sistema cooperativo que ha sobrevivido a sequías y hambrunas.
Pero el cambio climático ha hecho estragos en la última década, y Santistevan teme que «la avaricia y la ceguera» acaben drenando el fluido vital y condenando al estado a la sed permanente.

Nuevo México es suelo fértil para las ensoñaciones, pero no para las cosechas. De sueños también se vive, y en eso están la Asociación de las Acequias, y Amigos Bravos (velando por los cauces, y Tierra Lucero (uniendo a los agricultores ecológicos), y la Asociación de Agricultores Tradicionales Nativos (protegiendo las semillas), y New Energy Economy (impulsando la conversión a las renovables). Bajo el paraguas de Dreaming New Mexico, más de medio centenar de grupos ha unido fuerzas para soñar con un Estado mejor.
«Sin un sueño al que aspirar peligra el futuro», asevera Kenny Ausubel, fundador de los Bioneros, que han echado raíces en la lejana Lami y desde allí dibujan el mapa imaginario. Con la ayuda de Google, esa visión futurista sostenible se ha hecho realidad desde el cielo, y hacia ella avanzan.

Uno de los primeros pasos ha sido la Declaración de la Soberanía de las Semillas, firmada en Alcalde por decenas de agricultores «resistentes al sistema de industrialización de los alimentos que corrompe nuestra salud, nuestra libertad y nuestra cultura». Entre los impulsores de la declaración está Clayton Brascoupé, un indio 'mohawk' que cambió los bosques del noreste por los bancales del río Tesuque, donde cultiva maíz, judías, guisantes y verduras orgánicas.
«Casi todo es para nuestra subsistencia», asegura. «Los indios trabajamos para poder comer y luego tenemos otro empleo para pagarnos los gastos».
Clayton Brascoupé nos abre las puertas de su casa de adobe en el pueblo polvoriento de Tesuque para enseñarnos sus más preciados tesoros: mazorcas de maíz negro, azul, rojo, blanco, multicolor... «Son las semillas que nos dejaron como legado nuestros ancestros, y para nosotros tienen un contenido espiritual».

Brascoupé lleva las riendas de la Asociación Americana de Agricultores Nativos y Tradicionales. Hace 17 años, preocupados por el impacto de la alimentación industrial y la cultura de los casinos, los granjeros indígenas unieron fuerzas y ahora cuentan con gran presencia en mercados locales.

«Los alimentos sanos son sagrados para nosotros», añade Brascoupé. «Nada atenta más contra nuestros principios que el maíz transgénico. Creemos que una semilla saludable hará a la gente saludable». Su sueño es la creación de una red de «bibliotecas de semillas» donde se preserve la herencia agrícola de los pueblos.

En territorio de los Navajo, al sur del Estado, los médicos Lucy Boulanger y John Fogarty pudieron palpar otro de los efectos descarnados del progreso. «Allí son bien visibles los efectos de las energías sucias», asegura Fogarty. «Es el lugar con mayor índice de enfermedades respiratorias del país». Tras siete años de trabajo, Boulanger y Fogarty decidieron crear New Energy Economy e impulsar la conversión de la reserva a las energías eólica y solar. «El paisaje está cambiando a pasos agigantados: los navajo han descubierto que hay un modo mucho más limpio de invertir en su propio futuro». Y también rentable, en un lugar con 300 días al año de puro sol


LOS 'RÍOS Y PÁJAROS' DE ROBERTA
Salir al exterior. Las montañas de la Sangre de Cristo velan por el pasado y el presente de Arroyo Seco, un poblachón de apenas 1.000 almas, entre la madera y el adobe, con un pie en el valle y otro en el desierto. Doscientos años hace que echaron raíces aquí los hermanos Cristóbal y José Gregorio Martínez, que venían de Río Arriba. Y una década lleva Roberta Salazar agitando las alas de la asociación Ríos y Pájaros, invitando a los niños a que exploren el mundo natural, arrastrando a los visitantes hasta orillas del lago Williams, donde se reflejan los picos más altos e insospechados de Nuevo México. «Los niños de hoy en día apenas pasan tiempo a cielo abierto», se lamenta. «Incluso en un lugar como éste, donde el apego a la tierra ha perdurado durante siglos, se han perdido los lazos con el entorno. Si queremos un futuro saludable y sostenible, tenemos que ayudar a los más pequeños a conectar con la fuente primordial de la vida».
Roberta, 50 años, ejerció como bióloga hasta que sintió la llamada de la educación. Junto al ornitólogo Jim Travis y a un equipo de científicos y pedagogos fundó Rivers and Birds, con ese pájaro de la paz como emblema y un lema que lo dice todo: «Aventuras en el aprendizaje». Más de 2.000 niños en medio millar de escuelas aprenden en la actualidad con ellos.

Carlos Fresneda. El corresponsal de EL MUNDO en Estados Unidos sigue buscando a quienes proponen alternativas a la crisis ambiental del planeta. En su cuarta entrega, recala en Nuevo México, donde algunos pioneros exploran otro modo de vida

La rueda, ese gran invento tan ecológico


Publicado en Natura 24 de El Mundo · 04/2008

Aprovecho para presentar a mi segunda bicicleta, una Phanter Polaris, equipada con el rotor que mejora la eficiencia del pedaleo, y que aparco en vertical colgada de un gancho en la galería de mi piso. La utilizo para realizar un trayecto especial de 120 kilómetros dos veces al mes. De ellos, 95 son en tren 'slow' y el resto a dos ruedas sobre una bella máquina montada en Alemania por Pantherbike y adquirida en Espai Bici para el placer viajero del cicloturismo. Ese turismo a velocidad tranquila por caminos y rutas tan diversas como cada uno de los 'tourcicloperadores' que las diseñan.

El cuentakilómetros que le coloqué lo uso para medir la intensidad ecológica de mi desplazamiento, y lo recomiendo: no hay nada como cortar el aire a 25 kilómetros por hora casi sin esfuerzo, oteando el paisaje y disfrutándolo con alegría, siendo consciente de que no contribuyes con emisiones de gases de efecto invernadero.

Para los bici-viajeros, el Ayuntamiento de Burgos dedica cada año unas jornadas. Este mes de abril, cada viernes, en el teatro Clunia, un invitado contará su experiencia pedaleando por esos mundos. Más información en el teléfono 947 288 800.

La bicicleta ofrece todo tipo de servicios, hasta los educativos. Por ejemplo, siempre me he preguntado cómo habría sido de buena mi educación científica si hubiese tenido la suerte de aprender física con una bicicleta encima de la mesa del profesor. Eso es lo que hizo un profesor valenciano, José Sánchez Real, que un buen día entró en el aula cargado con una bicicleta y comenzó con ella toda la asignatura. 'La física de la bicicleta' se publicó en 1978 y una revisión ampliada junto a otros valores ambientales están a disposición en una monografía de la Fundación Tierra, editada en catalán y accesible aquí.

Continuando con mi movilidad sostenible, una reciente adquisición ha sido la maleta/mochila con ruedas. Unir la rueda con la maleta no ha ocurrido hasta hace poco, reflejo de lo que cuesta aplicar lo inteligente a lo cotidiano. Otra de las inversiones del año en casa ha sido un supercarro plegable PlayMarket para hacer la compra local. Y los carros de la compra sí que llevan años con ruedas. Con el carro y la maleta me ha aplicado a la tarea de transportar con comodidad hasta 15 kilos de carga entre trenes, autobuses y calles del barrio. Y antes que se me olvide, aunque cojo el coche poco, aprender a conducir de forma eficiente ha sido la mejor inversión de mi vida automovilística, hasta un 15% de ahorro de combustible por moverme más tranquilo, económico, seguro, 'limpio' y alegre. Más información en el blog yo cambio .

Un enlace rápido para saber más sobre esa maquina verde con ruedas, la bicicleta, está disponible aquí.

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El suplemento Natura 24, un regalo de información ambiental. Aqui en pdf.

EL ECOLOGISTA EN CASA
QUIÉN: Manolo Vílchez es colaborador de la Fundación Tierra y facilitador ecológico. Su interés es reducir el impacto ambiental cotidiano. Consejos: En este artículo defiende el uso del transporte público y de la bicicleta para los desplazamientos urbanos y recomienda practicar una conducción eficiente si se tiene que usar el coche

diseño para balcones de dulce independencia.

recuperamos una serie de artículos publicados en la revista VITAL sobre el proyecto Balcon Comestible que pusieron en marcha Julio Cantos, Lidia Carpio, Alvaro Altes (no te olvidaremos nunca) y Manolo Vilchez y donde colaboraron diseñadores gráficos del Estudio Mariscal y Jordi Alba. El objetivo fue practicar el arte de cultivar alimentos y experiencias en pequeños espacios urbanos, diseñar sistemas, probar propuestas, experimentar, ver lo que otros hacian, y evolucionar desde un entretenimiento activista. Durante varios años se fueron colocando artículos que trataban aspectos vinculantes con la idea ecobalconera, iran en este blog apareciendo periodicamente en formato pdf y con alta calidad por si alguien quiere hacer uso de ellos.



aquí puedes conocer consejos sobre como diseñar tu pequeño espacio de dulce y nutritiva autonomia. pdfs parte 1 y parte 2

conoce una campaña de activismo vegetal urbano que acaba de comenzar, Estevia por la Tierra, te va a gustar, es tremendamente dulce

un libro editado en catalán y a tu disposición es La despensa en la ciudad, El rebost en la ciutat, de Jordi Romero y editado por la Fundacion Tierra. Un viaje recopilatorio del diseño de espacio, tecnologias utiles y estimulos para la permacultura urbana, puedes informarte aquí y conseguirlo en pdf.

jugando en tiempos de cambio

hace ya unos años se publicó en la desaparecida revista VITAL una serie de artículos sobre juegos y juguetes preparados con materiales accesibles y reutilizados. La idea fue animar a jugar a los grandes y al mismo tiempo pequeños, de tamaño, ciudadanos.

las autoridades sanitarias cambiantes recomiendan en tiempos de cambios volver a jugar todo lo posible con los humanos cercanos, crear e innovar entretenimiento con el más mínino impacto de CO2, crear con la manos, soñar, invertir en tiempo para la buena vida, en relacionarnos de forma auténtica, enseñando a los no duchos el valor de la constancia, la paciencia y la destreza y viéndolos, los grandes aprender de ellos.

Taller para jugar todas/os parte 1 (pdf)

Taller para jugar todas/os parte 2 (pdf)

animate a jugar colega, y mucho

sobre un pisillo laboratorio de ecobricoladores

sobre una parte de lo que se ha hecho en un 3º1ª por una UCO (unidad de convivencia organizada), para intentar ahorrar energía, reducir el impacto ambiental de la vida cotidiana, practicando el ecobricolaje y pasándolo bien, aquí un articulo en El Periódico, de los momentos de la Convección de Bali, pequeños gestos para reducir emisiones de CO2.

(enlace pdf)

un reportaje más extenso apareció antes en la revista Integral de septiembre 2007

(enlace pdf)

dos documentos para animar a pasar a la acción de las pequeñas cosas, que también son pequeños cambios, pero que siempre también son poderosos.

un complemento pasado a imágenes apareció en España en Directo de TVE,



lo dicho, ánimo, cualquier cambio o acción positiva vale en la sociedad del cambio global, que ya está aquí