La concentración de CO2 en la atmósfera está a punto de rebasar el 'techo' simbólico de las 400 ppm (partes por millón), algo que no ocurría en nuestro planeta desde la era del Plioceno, hace más de tres millones de años. La responsable de la ONU para el clima, Christiana Figueres, ha expresado su "máxima inquietud" y ha hecho unllamamiento urgente a los gobiernos durante una ronda de negociaciones en Bonn.
Pensamos y sentimos que por qué no lo imposible en tiempos ordinarios se puede convertir en factible en tiempos extraordinarios. Los ejes políticos y economicos, se manejan por una minoría hija predilecta del capitalismo. Indagar en la construcción de la resiliencia, reencontrar valores no rentables para pocos pero vitales para los muchos, anhelar un mundo sin perdedores, escribimos sobre personas y organizaciones que estimulan a cambiar hacia un mundo mejor. Carlos Fresneda y Manolo Vilchez
Las emisiones de CO2, en un punto crítico
La concentración de CO2 en la atmósfera está a punto de rebasar el 'techo' simbólico de las 400 ppm (partes por millón), algo que no ocurría en nuestro planeta desde la era del Plioceno, hace más de tres millones de años. La responsable de la ONU para el clima, Christiana Figueres, ha expresado su "máxima inquietud" y ha hecho unllamamiento urgente a los gobiernos durante una ronda de negociaciones en Bonn.
El jardinero de la botella
¿Quién teme al clima extremo?
El 'converso' del cambio climático
- El estudio de Richard Muller certifica la contribución del hombre al calentamiento
- La temperatura de la Tierra ha aumentado 1,5 grados en 250 años
- "Soy científico la evidencia me ha hecho cambiar de opinión"
Cómo rediseñar el mundo desde la cuna
No es fácil cambiar el mundo. Que se lo digan al arquitecto William McDonough, más de una década predicando el concepto de 'cradle to cradle' junto a su socio y cómplice, el químico alemán Michael Braungart. Más de una década vaticinando la definitiva 'revolución' tecnológica: un cambio radical en la manera de pensar, diseñar y hacer las cosas...
Siguiendo los principios de la naturaleza, donde no existe el concepto de 'residuo'. Tratando los materiales como 'nutrientes'. Creando un flujo continuo para reusar y reciclar todo lo que producimos. Generando una 'economía circular' que sustituya a este nefasto modelo en el que llevamos anclados desde hace más de un siglo: usar y tirar, quemar y enterrar, 'de la cuna a la tumba'.
Escuchamos al visionario McDonough en aquellos primeros encuentros de los Bioneros, cuando la idea del 'cradle to cradle' ('de la cuna a la cuna') empezaba a levantar el vuelo. Coincidimos en la conferencia de TED, y allí nos anunció la creación del Green Products Innovation Institute (GPII), la definitiva mutación del concepto, con la esperanza de convertir California en el gran laboratorio mundial de productos verdes.
A sus 61 años, de vuelta de su experimento fallido en China (la ciudad ecológica de Huangbaiyu que nunca llegó a despegar), William McDonough ha perdido parte del viejo entusiasmo, pero no la fe en sus ideas. De acuerdo con sus cálculos, unos 30.000 productos deberían haber logrado la certificación 'cradle to cradle' en el 2012. De momento son algo más de 300, suficientes (según él) para demostrar que el concepto no es una utopía, sino "un ideal alcanzable, beneficioso y rentable".
Como arquitecto, sigue fiel a sus principios: un edificio debe aspirar a ser como un árbol, y aportar lo más posible a su entorno. Lo demostró en su día con la regeneración de la planta de Ford en Dearborn, Michigan, con el tejado verde de 100.000 metros cuadrados. Lo intenta probar ahora con la Base de Sostenibilidad de la NASA en California, capaz de producir más energía (solar y geotérmica) que la que necesita y de consumir el 90% menos de agua que un edificio de sus características.
McDonough se ha implicado también hasta el tuétano en el renacimiento de Nueva Orleans, con el diseño de la Flow House y la colaboración con Brad Pitt y la fundación Make it Right, que ha aplicado los principios del C2C ('cradle to cradle') a las casas ecológicas que construye en el Noveno Distrito. El arquitecto pondrá también una pica en Hospitalet del Llobregat, con el centro de investigación y desarrollo de Ferrer que aspira a ser un modelo de construcción biosostenible.
Pero su niño mimado sigue siendo 'de la cuna a la cuna' Y su sueño irrenunciable es "convertir el imperativo ecológico en el imperativo económico"...
"Las empresas siguen creyendo que lo verde y sostenible no es rentable. Muchos empresarios te escuchan con interés, pero acto seguido te preguntan: "Me parece muy bien, ¿pero cuánto me va a costar?". No me canso de decirles que la innovación no sólo es beneficiosa, sino que a medio plazo es muy rentable y convierte a las empresas en algo social y ecológicamente relevante. No podemos seguir funcionando como en la vieja revolución industrial; tenemos que cambiar radicalmente nuestros modelos productivos y mentales".
Le pedimos a McDonough que haga un esfuerzo didáctico y simplifique el concepto del 'cradle to cradle' (C2C) para profanos... 'Hay que rediseñar las cosas siguiendo las pautas de la naturaleza, donde todo son nutrientes. El residuo es un invento humano, acaso el más pernicioso. Tenemos que pensar en todo momento en el uso presente y futuro de los materiales. Una parte de ellos volverá a la biosfera, otra parte se quedará necesariamente circulando en la tecnosfera".
"El primer requisito es pues separar los materiales por su metabolismo. El segundo es lo que yo llamo un plan de gestión de nutrientes: determinar qué se va a hacer con ellos tras su uso. El tercer criterio es que estén fabricados con energías renovables, y el cuarto es minimizar el uso del agua y que pueda ser reaprovechada. El quinto, y no menos importante: que los productos sean fabricados con criterios de responsabilidad social".
El listón del C2C es bien alto, pero está técnicamente nuestro alcance, sostiene McDonnough. La silla Think de Steelcase, uno de los primeros productos en lograr la certificación, es un claro ejemplo: fabricada con el 37% de material reciclado, el 98% de sus materiales son reciclables. Edificios enteros, cubiertas exteriores, materiales de construcción, alfombras, césped artificial, tejidos, teclados reciclables, pañales compostables... El universo del 'cradle to cradle' se ha expandido desde la publicación del emblemático libro, hace diez años, aunque no todo lo rápido que sus impulsores habrían querido.
"El concepto está ya muy arraigado en países como Alemania y Estados Unidos, pero nos falta dar un salto cualitativo", admite McDonough. "El terreno está muy abonado también en India (donde se identifica con la idea de la reencarnación) o en China (donde se traduce como 'economía circular'). Cada país debe adaptar el concepto a su propia cultura, pero nuestro objetivo es lograr un estándar global. Y lograr que el 'cradle to cradle' se eleve a la categoría de ley, que sea algo así como la certificación pública de la ecoeficiencia".
A McDonough le acusan de un excesivo celo con su certificación. También le critican por el revés sufrido en China, donde sus planes se estrellaron con los deseos de los promotores y con 'problemas de comunicación', pero donde sus ideas de un urbanismo en simbiosis con la naturaleza han echado raíces.
El C2C evoluciona entre tanto y da pie a tendencias como el 'upcycling' (el reciclaje 'hacia arriba' de los materiales más valiosos) en contraste con el 'downcycling' o el reciclaje 'hacia abajo' que ha sido hasta la ahora la moneda corriente. McDonough no se cansa de citar el ejemplo inmejorable del aluminio: "Reciclando el aluminio usamos el 95% de la energía y ahorramos el 95% de las emisiones que nos costaría fabricarlo por primera vez. No es de extrañar que sigamos usando el 75% del aluminio producido desde 1888...".
Sin renunciar a su pasión por la arquitectura, el artífice de 'cradle to cradle' -hermanado en la distancia con Michael Braungart- sigue dándole vueltas por las noches a cómo 'diseñar' un mundo mejor desde la cuna.
Carlos Fresneda - Londres
Publicado en el blog Ecohéroes de El Mundo
ENTREVISTA A JAMES HANSEN
Un día le detienen en la protesta contra las minas de carbón en Virginia del Oeste y a la semana siguiente le vemos en Pekín, abogando por la única solución que considera factible para combatir el cambio climático: el impuesto del carbono. En China ve precisamente razones para el optimismo que su propio país le niega. Hansen arremete duramente contra la clase política de EEUU y acusa a Obama no haber dado la talla en la cuestión más apremiante del momento. A tiempo para la cumbre del clima de Cancún, con un libro bajo el brazo (“Storms of my grandchildren”), asegura que sus cuatro nietos son la motivación principal para seguir en la brecha a los 69 años...
RESPUESTA: Quienes me llaman así no entienden o no quieren entender la ciencia. A pesar de todo el debate en los medios, la ciencia es clara como el cristal y la física es incuestionable. Si emitimos CO2 y otros gases invernadero a la atmósfera, la Tierra se calienta. Lo lleva haciendo desde la era preindustrial, cuando había 288 partículas por millón (ppm) de CO2. Y la tendencia se ha acusado en los últimos años: esta década ha sido la más caliente de nuestra reciente historia. Ahora mismo nos estamos acercando a las 390 ppm. Por hacernos una idea, la última vez que alcanzamos las 500 partículas por millón no había hielo en la Tierra y el nivel del mar era 75 metros más alto... Creo que hay razones para estar preocupado.
Carlos Fresneda, corresponsal en Nueva York
CUMBRE DE CIENTÍFICOS EN EEUU PARA INTENTAR ANTICIPAR LOS DESASTRES CLIMÁTICOS

- Pretenden crear un sistema de alarma y prevención del 'clima extremo'
- Cuenta con el respaldo de los organismos oficiales en EEUU y Gran Bretaña
- Los científicos hablan de posibles vínculos con el calentamiento global
Decenas de científicos norteamericanos y británicos se reúnen esta semana en Boulder (Colorado) para intentar crear un sistema de alarma y prevención de futuros desastres naturales causados por el 'clima extremo'.
Lo que ha ocurrido en Moscú y en Pakistán va a ser el centro de nuestra atención cuando nos reunamos en Colorado, ha anticipado al diario 'The Guardian Peter Stott', director de control y seguimiento del clima del Met Office (los servicios meteorológicos británicos). A ambos lados del Atlántico hemos estado siguiendo lo que ha sucedido con la finalidad de entender mejor cómo se producen estos fenómenos.
Los expertos británicos y norteamericanos han decidido unir fuerzas en un grupo de trabajo conocido por las siglas ACE (Attribution of Climate-related Events), con la finalidad de investigar el papel del cambio climático, identificar las zonas de mayor riesgo y analizar la posible interrelación entre fenómenos de clima extremo.
La finalidad es poder anticipar fenómenos como los que hemos visto este verano para poder actuar con tiempo, asegura Stott. Tenemos que desarrollar mejores herramientas para localizar las zonas que serán afectadas por severas inundaciones, sequías y olas de calor, e intentar salvar así miles de vidas humanas.
El encuentro de Colorado cuenta con el máximo respaldo gubernamental de Gran Bretaña y Estados Unidos, a través de la Met Office, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) y del Centro Nacional de Investigación Atmosférica (NCAR).
Entre los científicos que acuden al encuentro de Boulder hay una casi total unanimidad: fenómenos como los que hemos visto este verano serán más frecuentes y severos si la temperatura media en el planeta sigue subiendo. ¿Está el caos del clima relacionado con el calentamiento global? Probablemente, titulaba en primera página 'The New York Times' en su edición del pasado fin de semana, con el testimonio de media docena de científicos que apuntaban la posible relación entre los dos fenómenos.
El clima está cambiando y las manifestaciones extremas ocurren con más frecuencia y casi siempre con más intensidad, asegura al diario neoyorquino Jay Lawrimore, del Centro Nacional de Datos Climáticos de Carolina del Norte. Lo que está ocurriendo es consistente con nuestro entendimiento de cómo responde el clima al aumento de los gases invernadero.
Si alguien me pregunta si pienso que la ola de calor de Rusia tiene algo que ver con el cambio climático, la respuesta es sí", declara por su parte el climatólogo de la NASA Gavin Schmidt. Si la pregunta es si como científico puedo probarlo, la respuesta es 'no'... al menos de momento.
Creo que no es correcto preguntar si esta tormenta o aquella otra ha sido causada por el cambio climático o si ha sido debida a causas naturales, matiza por su parte la New York Times Kevin Trenberth, el jefe de análisis del clima del NCAR. Hoy en día, siempre hay un elemento de ambas. Trenberth acaba de hacer público un estudio sobre el huracán Katrina y concluye que las precipitaciones de lluvia que dejaron bajo el agua tres cuartas partes de Nueva Orleans- se intensificaron notablemente debido al calentamiento global.
Carlos Fresneda
Publicado en El Mundo
EL “RECICLAJE” NUCLEAR
Si algo llama la atención en el debate nuclear recién abierto en Estados Unidos es precisamente la falta de un “debate” real, por no hablar de la complacencia o de la desinformación a la que han contribuido los grandes medios.
Leyendo el editorial del New York Times, “Una apuesta razonable por la energía nuclear”, uno llega a la conclusión de que los residuos radiactivos no existen, como tampoco existen las “fugas” detectadas en 27 de los 104 reactores operativos en Estados Unidos, ni los problemas de seguridad, ni los efectos “colaterales” del uranio, ni las conexiones del “lobby” nuclear con la Administración Obama, ni la trama que ha permitido la reconversión de la moribunda industria en una solución “segura y limpia” contra el cambio climático.
La auténtica información, más allá de la decisión de Obama de triplicar los prestamos públicos (54.000 millones de dólares) para construir nuevos reactores, hay que buscarla con lupa en medios alternativos como Mother Jones, que revela cómo el “reciclaje” nuclear ha estado gestándose durante los últimos siete años en los circuitos de refrigeración de Washington.
El verdadero paladín del “revival” nuclear fue el republicano Pete Domenici, presidente del comité de energía del Senado durante la era Bush. Sus dos dignos herederos son ahora la republicana Lisa Murkowski y el demócrata Jeff Bingaman, impulsores de la “orwelliana” Administración para el Despliegue de la Energía Limpia (CEDA), que aspira a extender un cheque en blanco a decenas de proyectos nucleares sin la supervisión del Congreso.
Desde octubre del 2009, el demócrata John Kerry está negociando a puerta cerrada con los republicanos cómo incluir el “lenguaje nuclear” en la ley del clima, varada desde hace ocho meses en el Senado. El “reciclaje” nuclear y la apuesta por el carbón “limpio” son, a fin de cuentas, los dos grandes regalos de Obama a los escépticos del clima.
El presidente estaba también obligado a saldar su particularísima deuda: el gigante nuclear Exelon financió con 220.000 dólares sus campañas desde el 2003 y le prestó incluso a su impagable asesor para todo, David Axelrod. Obama eligió también a conciencia a Steven Chu como secretario de Energía y a John Holdren como consejero científico, a sabiendas de que los dos estaban dispuestos a “impulsar agresivamente la energía nuclear”.
Y en esto llegan dos grandes mitos del movimiento ecologista, el climatólogo de la NASA James Hansen y el fundador del Whole Earth Catalogue Stewart Brand, y rompen una lanza por “la nueva generación de reactores nucleares”. Bill Gates se apunta al clan “pro nuclear” y la onda expansiva llega de Seattle a Silicon Valley...
En el frente ortodoxo, sin embargo, Amory Lovins y Lester Brown apelan no ya a la conciencia ecológica sino a una cuestión práctica: a la energía nuclear no le salen las cuentas. El coste del kilovatio-hora de una central nuclear (14 centavos de dólar) es ya el doble del de un parque eólico de nueva planta (siete centavos).
Todas las energías reciben subsidios de una u otra manera, pero ninguna los devora con la misma fruición y a tan largo plazo como la industria nuclear. Hace apenas dos años, los gigantes financieros norteamericanas dirigieron una carta al Departamento de Energía justificando su resistencia a conceder créditos a al industria y alegando que las inversiones en enegía nuclear eran “demasiado arriesgadas”. La Oficina del Presupuesto del Congreso estimó por esas mismas fechas que el riesgo de incumplimiento de los proyectos nucleares era del 50%.
También en el 2007, la ciudad de San Antonio (Texas) y la compañía NRG Energy anunciaron un acuerdo para construir los dos reactores nucleares que iban a suponer “un hito para la energía del futuro”. En menos de un año, el coste inicial de 5.800 millones de dólares se había disparado hasta llegar a 13.000 millones. Dos años después, un informe externo calculó el precio real en 22.000 millones de dólares. El proyecto acabó en un fuego cruzado de acusaciones sobre el coste de los reactores.
Obama anuncia ahora que la Southern Company recibirá 8.300 millones de dólares de préstamos públicos para la construcción de dos reactores en Georgia. El presidente no sólo ha dado por zanjado el consabido debate ecológico, sino que ha subestimado sin duda la incipiente protesta popular por razones económicas.
“Nos sentimos muy decepcionados con la Administración Obama por sus planes para derrochar miles de millones de dólares de nuestros impuestos en la construcción de arriesgados reactores nucleares”, declara Glenn Carroll, coordinador de Nuclear Watch South. “Estamos ante un robo directo de la promesa de un futuro de energía renovable”.
El silencio de estos días ha sido el presagio, o eso parece, del auténtico debate. Más de 800 grupos como Greenpeace, Sierra Club o el Nuclear Information and Resource Service se han dado la mano bajo la campaña “Don’t nuke the climate” y han lanzado un mensaje muy directo al presidente Obama: “No apoyamos la construcción de nuevos reactores nucleares como una manera de hacer frente a la crisis del clima. Las energías revonables y las tecnologías de eficiencia energética son una manera más rápida, más barata, más segura y más limpia para reducir las emisiones de gases invernadero”.
Carlos Fresneda, Nueva York
Publicado en el blog Crónicas desde EE.UU. de El Mundo
.
“ESTAMOS ANTE UN INTENTO IRRISORIO DE NEGAR LA CIENCIA”
.
El climatólogo de la NASA David Shindell defiende el peso de la “evidencia” a la hora de probar el cambio climático
Arrecia la tormenta contra los científicos en vísperas de la cumbre de Copenhague. Drew Shindell, climatólogo del Instituto Goddard la NASA, capea el temporal aferrándose a la “evidencia”: “La última década ha sido la más calurosa de la que tenemos constancia... Posiblemente la más calurosa en los últimos mil años”.
Shindell, que acaba de alcanzar una gran notoriedad mundial con su estudio sobre los “otros” contribuyentes al cambio climático (metano, carbono negro, monóxido de carbono), sostiene que estamos ante “un intento irrisorio de negar la ciencia”. “Creo que todo esto representa lo desesperados que están ciertos sectores de la sociedad, ahora que parece que por fin se va hacer algo para combatir el problema”, asegura el experto de la NASA.
“No hay nada de sustancia en los emails “pirateados” en Inglaterra”, afirma el climatólogo norteamericano. “En mi opinión, todo este asunto refleja la facilidad con la que los “escépticos” del clima pueden manipular a los medios, que prestan más atención a este tipo de historias que a la evidencia: los glaciares de están derritiendo, el hielo está desapareciendo en el Artico, los niveles del mar están subiendo, los ecosistemas se están desplazando”.
Opina Shindell que “la crebilidad de los científicos no debería verse afectada” por el impacto mediático, aunque admite que el auténtico “problema” será precisamente la credibilidad que la opinión pública llegue a dar a lo que ya se ha bautizado en EEUU como el “Climategate”.
En las paredes del Instituto Goddard de la NASA en Nueva York, y en las pantallas de los estudiosos del cambio climático en medio mundo, puede verse la irregular pero irrebatible progresión de las temperaturas en los últimos treinta años, a razón de 0,18 grados centígrados por década (14,01 en los años setenta; 14,59 en la medición provisional de los primeros años del siglo XXI).
“Los “escépticos” sostienen que no ha vuelto a haber un año tan cálido como 1998, cuando sufrimos muy altas temperaturas por los efectos de El Niño”, y que en los dos últimos años se ha producido incluso un enfriamiento”, admite Drew Shindell. “Pero no reparan en las tendencias a largo plazo, que son las que al final importan y tienen un efecto duradero en los cambios que se están produciendo en el planeta”.
“El cambio climático no es un problema en blanco y negro, sino un fenómeno muy complejo que se está produciendo y que aún no conocemos a fondo”, reconoce Shindell. Buena prueba de ello es su reciente estudio, que acaba de demostrar una relación muy estrecha entre la calidad del aire y el calentamiento de la atmósfera.
“Hasta ahora le hemos declarado la guerra a las emisiones de sulfatos y óxidos de azufre, que resulta que enfrían la atmósfera, cuando lo que deberíamos combatir son sobre todo el monóxido de carbono y sustancias como el carbono negro... Hemos puesto también todo el énfasis en el CO2, cuando el mayor impacto inmediato es quizás el que podemos tener reduciendo las fuentes “antropogénicas” de metano, como los vertederos o las minas de carbón”.
En su opinión, sin embargo, la contribución humana al cambio climático sigue “inalterable”. Shindell coincide con las conclusiones del Comité Intergubernamental de la ONU, se remite a los datos recabados por otras instituciones científicas que estudian la evolución del clima y recuerda cómo en la NASA se trabajó en un clima de intimidación durante la era Bush (su propio jefe, James Hansen, fue censurado).
“Ahora podemos trabajar por fin con una mayor apertura y con una libertad imprescindible para que avance la ciencia”, admite Shindell, que consiera que el viaje de Obama a Copenhague en un signo alentador: “La pregunta no es ya “¿debemos hacer algo?” sino “¿cuánto debemos hacer?”... Aunque en Europa no lo parezca, hemos avanzado mucho en diez meses”.
Carlos Fresneda, Nueva York Publicado en El Mundo, 6 noviembre 209
.
GOOGLE SE SUBE A LA “REVOLUCIÓN” ENERGÉTICA
El gigante de internet se propone que la energía solar sea más barata que el carbón en cinco años
Mountain View (California).- Google ha decicido ensanchar sus horizontes y subirse decididamente a la revolución energética. El gigante de internet formuló hace dos años una utópica ecuación (RE-C ) y ha reclutado cerebros de todo el mundo para avanzar a todo tren hacia la meta:
A través de su rama filantrópica, Google.org, la compañía destinó el año pasado 45 millones de dólares de investigación en energía solar térmica, eólica de altitud y sistemas geotérmicos mejorados (EGS). También ha invertido en “startups” como eSolar o BrightSolar, y en los últimos meses se ha lanzado al campo de la eficiencia energética con el PowerMeter, un software que permite controlar desde un ordenador portátil (y en el futuro, desde un teléfono móvil) el consumo energético en los hogares en tiempo real.
La reconversión de Google empezó desde dentro. La llegada a Mountain Valley de Bill Weihl, ex profesor del Instituto Tecnológico de Massachussetts, se tradujo en el rediseño del centro de datos (con un ahorro del 50% de la energía) y en la instalación de uno de los mayores tejados “solares” de EEUU, con placas fotovoltaicas capaces de generar 1,6 megavatios.
El ingenerio Ed Lu, en el tejado fotovoltaico del edificio de Goobgle.| Isaac Hernández
La función de Bill Weihl, elevado a la categoría de “zar” de energía verde de Google, consiste ahora en acelerar esa búsqueda, con la mirada puesta sobre todo en la energía termosolar. Su objetivo es reducir un 50% o incluso un 75% el coste de los heliostatos (o espejos) usados para llevar a ebullición el agua y generar electricidad con vapor. Google está experimentando con materiales innovadores e intentando maximizar la eficiencia de otros componentes del sistema para cruzar la frontera de los 5 centavos por kilovatio/hora.
“Se trata de un programa piloto y aún no estamos en condiciones de dar resultados”, advierte Weihl, que no oculta su deseo de ver al Gobierno invirtiendo de 20.000 a 30.000 millones de dólares para financiar “ideas de alto riesgo” en el sector de las renovables. “Obama ha dado ya un primer paso hace dos semana, cuando destinó 137 millones de dólares a 37 universidades y empresas que están trabajando en I + D, pero hace falta más dinero en los próximos 10 años si queremos combatir el cambio climático y hacer asequible la energía limpia”.
Mientras se resuelve la intrincada ecuación (RE-C), Google ha puesto todas las energías en otro proyecto, el PowerMeter, que arranca en los próximos meses en Estados Unidos, Alemania, India y Canadá. Se trata de un software que, usando dispositivos caseros que ya están en el mercado o a través de las “redes inteligentes” de las compañías eléctricas,
“La factura eléctrica ha sido siempre un punto oscuro para los consumidores”, afirma el “padre” de la idea, Ed Lu, ex astronauta de la NASA e ingeniero-jefe de Google. “Con el PowerMeter somos capaces de visualizar todo lo que gastamos y corregir nuestros malos hábitos energéticos”.
Lu abre la pantalla de su portátil y hace el chequeo a distancia de las últimas 24 horas de consumo en su propia casa en el Silicon Valley. “La información será una de las claves de la próxima revolución energética”, vaticina. “Imagina el efecto multiplicador de millones de hogares ahorrando el 15% de energía todos los meses”.
enlace al sitio PowerMeter de Google
post Predicar con el ejemplo "verde"
Carlos Fresneda, enviado especial
.