.
EDAD: 78 años / OCUPACION: Geoquímico, experto en cambio climático y profesor de Ciencias de la Tierra y el Medioambiente en Columbia, precursor del concepto “calentamiento global” y autor de “Fixing the Climate” / FORMACION: Doctorado en Geología por la Universidad de Columbia / SUEÑO: Capturar el CO2 / CREDO: La capacidad del hombre para encontrar soluciones.
foto Fundación BBVA
“El clima es una bestia furiosa que los humanos estamos azuzando con un palo”
“Es evidente que el planeta se está calentando y que se va a calentar cada vez más”
“Soy la bestia del clima y estoy hambrienta”... La “bicha” en cuestión en una serpiente ornamental y vengativa, colgada a la entrada del despacho de Wallace Broecker, “Wally” para los amigos, el científico que en 1975 acuñó el término de “calentamiento global” en un famoso artículo en la revista “Science”.
“Wally” posa con el látigo para simbolizar, ni más ni menos, lo que estamos haciendo los humanos con las emisiones de CO2, y ya pueden pensar lo que quieran los “escépticos” del clima.
El prestigioso geoquímico de 78 años, miembro de la Academia Nacional de las Ciencias, galardonado con el premio Fronteras del Conocimiento del Banco de Bilbao, admite que la credibilidad de los científicos ha sufrido un duro revés, pero vaticina que el “Climategate” quedará en “una tormenta en un vaso de agua”, mientras el planeta se sigue calentando.
Desde su observatorio acristalado en el campus de Lamont-Doherty de la Universidad de Columbia, “Wally” Broecker contempla sin excesivas esperanzas lo que está ocurriendo en Copenhague mientras defiende “la captura del CO2” como parte de la solución y critica como “poco realistas” a Greenpeace y otros grupos ecologistas.
PREGUNTA: Usted acuñó el término “calentamiento global” hace casi 35 años ¿Por qué hemos tardado tanto tiempo en reaccionar?
RESPUESTA: Como usted sabe, en mi país la mitad de la gente no cree en el calentamiento global. En Europa, creo la proporción es de 15 o 20%. En cualquier caso, hemos perdido un tiempo muy vital en estas tres últimas década. No hemos hecho prácticamente nada, y gran parte de la culpa la tienen los lobbys de la industria de la energía, que no quieren creer en el calentamiento global porque les va a costar dinero... Y sí, es cierto que usé ese concepto en el título de una investigación publicada en “Science”, allá por 1975, pero no sé su fui realmente el primero. La teoría llevaba ya rodando desde el siglo XIX. El científico sueco Svante Arrhenius fue de los primeros en formular la teoría así de elemental: quemando combustibles fósiles se calienta el planeta.
P: ¿Cambio climático o calentamiento global?
R: Cambio climático es un concepto muy nuboso y difuso. Yo sigo defendiendo y creyendo en “calentamiento global” porque obedece a un principio de física: si seguimos aumentando los niveles de CO2 en la atmósfera, el planeta se va a calentar, nos guste o no nos guste, más tarde o más temprano.
P: Los “escépticos” sostienen que después de 1998, cuando se registró la temperatura récord, entramos en una fase de “enfriamiento global”...
R: Estamos en una fase estacionaria: la temperatura no ha subido ni bajado de una manera ostensible en los últimos diez años. El calentamiento no se está produciendo de una manera suave y gradual, sino que pasa por muchas fases abruptas. En parte, puede deberse a una respuesta del planeta para compensar lo que está sucediendo. Pero es muy posible que dejemos pronto atrás este ciclo y entremos en una fase de calentamiento natural que, mezclado con los niveles crecientes de CO2 en la atmósfera, pueda llevarnos a un aumento preocupante de la temperatura... Si miramos hacia atrás, si vemos lo que ha sucedido desde 1976 (curiosamente, un año después de que escribiera aquel artículo), es innegable que las tempaturas han subido. El hielo del Artico se está derritiendo y los insectos en nuestro jardín nos están confirmando la sospecha. Es evidente que el planeta se está calentando y que se va a calentar cada vez más.
P: Perdone la curiosidad, ¿por qué simboliza usted el clima como una bestia furiosa?
R: Porque eso es lo que realmente es, un “animal” capaz de actuar de un modo imprevisible y violento, sobre todo si los humanos la azuzamos con un palo, que es lo que estamos haciendo.
P: ¿No hay duda pues sobre la contribución del hombre al calentamiento global?
R: No hay duda... Estamos empujando el clima hacia un territorio en el que no ha estado durante un largo tiempo. Estamos avanzando hacia un planeta sin hielo... Somos como un hombre ciego que camina por una llanura, a sabiendas de que hay un acantilado, pero que no sabe muy bien dónde está y por eso y por eso no sabe hasta qué punto preocuparse...
P: ¿Hablamos de los emails “pirateados” en la Universidad de East Anglia?.
R: Hablemos.
P: ¿No ha quedado seriamente en entredicho la credibilidad de los científicos?
R: Yo tengo la impresión de que el supuesto escándalo será al final una tormenta en un vaso de agua. Pero hay que reconocer que, sean quienes sean, han hecho un buen trabajo para negar lo obvio... Efectivamente han causado un daño importante a la comunidad científica.
P: ¿Tiene algo que objetar sobre el trabajo de Phil Jones y Michael Mann, los dos climatólogos más “tocados”?
R: Sus investigaciones son precisamente las más vulnerables. Están intentando demostrar que el planeta está pasando por las temperaturas más altas del último milenio. Y bien, quizás no sea tan importante demostrarlo. Puede que nunca sepamos la temperatura que hizo, digamos, hace 845 años... El pasado nos enseña sin embargo que el sistema climático puede pasar por transformaciones muy rápidas, y a mí me basta esa lección para aplicarla a lo que está ocurriendo ahora. Prefiero trabajar con datos verificados y verificables.
P: ¿Cree usted que el escándalo obligará a revisar las conclusiones del Panel Gubernamental de Cambio Climático de la ONU?
R: En absoluto. Las conclusiones del IPCC no se ven afectadas por el contenido de esos “emails”. La cuestión de fondo, que es la contribución de las emisiones de CO2 al calentamiento global, sigue intacta.
P: Y díganos, ¿qué se puede esperar de Copenhague?
R: Podemos albergar alguna esperanza, pero personalmente creo que habrá un debate muy acalorado y no sé si algo más. No hay hoy en día un líder mundial con el suficiente “punch” para impulsar un acuerdo global. Obama podría hacerlo, pero a menos que el Senado apruebe una ley con algo de sustancia, la gente no le va a tomar en serio. Estados Unidos no será capaz de liderar porque el Congreso no nos dejará liderar, así de simple. Siempre cabe la posibilidad de un milagro, en fin. Algo saldrá de Compenhague, pero será un paso pequeño.
P: ¿Qué le parecen las últimas maniobras de Obama y su compromiso para fijar un límite en las emisiones de CO2?
R: Son señales positivas, ya digo, pero me temo que el Congreso nos va a impedir llegar muy lejos. Los políticos sólo piensan en los problemas a corto plazo, cuatro años como mucho. Un problema como éste, que se va a manifestar con toda su crudeza de aquí al 2050, no interesa demasiado.
P: En su despacho tiene, como si fuera una encrucijada, una señal marcando lo que nos espera con disintos niveles de CO2 ¿Cuál cree usted que debería ser el límite?
R: Hay gente que dice que el límite seguridad está en las 450 partículas por millón (ppm) y que podemos parar en ese punto, pero yo lo veo muy difícil al ritmo que van las cosas. Nos estamos aproximando ya a las 390 ppm, y aumentando al ritmo de dos al año, muy lejos ya de los niveles preindutriales de 280 ppm. Pero yo creo que va a ser muy difícil pararse en los 600 si no hacemos urgentemente algo y seguimos funcionando con la inercia de estos últimos treinta años.
P: Su colega en Columbia, el climatólogo de la NASA James Hansen, sostiene que el límite de seguridad para evitar un aumento peligroso de las temperaturas son 350 partículas por millón...
R: Con todos mis respetos, yo tengo una visión muy distinta a la de James Hansen... En este planeta hay 4.000 millones de personas con escasos recursos que están deseando mejorar sus vidas y tienen derecho. Sería cruel e inmoral negar a dos terceras partes del planeta lo que hemos tenido nosotros. En países como China e India, la manera más barata de energía sigue siendo los combustibles fósiles. Tienen todo el derecho a probar nuestra fórmula mientras no encontremos otra.
P: James Hansen abandera por cierto la campaña contra el carbón, la principal fuente de emisiones de CO2 en Estados Unidos...
R: La lógica que sigue Hansen en totalmente contraria a la mía. El dice: la captura de CO2 va a servir de incentivo para seguir quemando carbón. Yo digo: vamos a seguir quemando carbón durante bastantes años, nos guste o no, así que vamos a intentar capturar el CO2 para mitigar el problema todo lo que podamos.
P: La misma “lógica” le ha llevado a enfrentarse con Greenpeace...
R: Yo no tengo ningún problema con Greenpeace, sólo que su modo de analizar la situación no es realista. China, por más que avancen las energías renovables, va a seguir abriendo centrales térmicas de carbón a un ritmo trepidante. Hay que afrontar esa realidad, y la manera de afrontarla es diseñando métodos para capturar el CO2.
P: La captura y almacenamiento del carbono despuntó como una promesa pero está siendo cuestionada por sus costes y por sus dudosos resultados...
R: Yo lo veo como la solución más efectiva y práctica de mitigación. En Europa, y en el este de Estados Unidos, hay muchas formaciones geológicas muy aptas para el almacenamiento de CO2. En países volcánicos y con una gran actividad sísmica como Japón, el CO2 se puede bombear hacia las profundidades de los océanos. Al fin y al cabo, los océanos han sido sido hasta ahora los grandes sumideros del CO2, aunque el proceso es muy lento y las capas superficiales están ya en capacidad máxima de absorción.
P: Usted ha ayudado a financiar y diseñar un prototipo de “depurador” de CO2 ¿Nos puede explicar en qué consiste?
R: Se trata de una tolva en forma cónica y rellena con una fibra de plástico. El aire entra por un lado con 400 ppm de CO2 y sale con 280 partículas por millón, la proporción que había en la era preindustrial. Con miles de dispositivos como éste, a gran escala, seríamos pues capaces de retener hasta el 30% del CO2.
P: ¿Y no sería más provechoso volcar todos los esfuerzos en acelerar el tránsito hacia las energías renovables?
R: Creo que la gente tiene también una medida poco realista de la capacidad de las renovables a corto plazo. Haría falta una movilización como la que ocurrió en la Segunda Guerra Mundial para suplantar el actual entramado energético por otro totalmente distinto. El futuro es de la energía solar, no me cabe duda, pero tardaremos posiblemente cien años en garantizar todo nuestro suministro con esa energía. Me refieron sobre todo a la tecnología fotovoltaica. La termosolar y el viento no creo que lleguen a más de un 10% en el conjunto, aunque Europa está en una posición muy ventajosa usando el viento en el norte y el sol en el sur.
P: ¿Energía nuclear?
R: No soy un experto en la materia. Y aunque Francia y Japón han demostrado que se puede usar con seguridad, seguimos sin resolver el problema de los residuos radiactivos. Vivimos en un mundo en el que no podemos multiplicar la posibilidad de que el uranio enriquecido acabe sirviendo para fabricar bombas.
Carlos Fresneda, corresponsal Nueva York
Publicado en El Mundo el 12.12.09
.