.La Iglesia alega
“razones de seguridad y salud”.
.El campamento de
los “indignados” supera ya las 200 tiendas
.El templo
anglicano apoyó inicialmente las protestas
Por
primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, la catedral de St. Paul ha cerrado
sus puertas a los turistas y feligreses. Aunque en esta ocasión la razón de
fondo es más bien peregrina: el campamento de los “indignados” que ha ido creciendo
ante los pies del templo y que ya supera las 200 tiendas.
Durante la jornada global de “okupación”
del 15-O, cuando el muro policial impidió que los manifestantes se
atrincheraran junto a la Bolsa de Londres, el reverendo Giles Fraser les dio
personalmente la bienvenida y accedió a que las escalinatas del templo fueran
usadas como anfiteatro.
Al cabo de una semana, el decano de St.
Paul, reverendo Graeme Knowles ha dado marcha atrás, alegando que el templo
tiene que cerrar “por razones de seguridad y salud” hasta que no se vayan los
manifestantes.
Pese a la petición expresa de las
autoridades eclesiásticas, la Asamblea General del campamento londinense –lleno
de referencias a la acampada de Sol, como la Calle Basta Ya!- ha decidido
seguir adelante con la “okupación” ante la mirada vigilante de la policía y
entre amenazas más o menos veladas de desalojo.
“Nuestras relaciones con la Iglesia habían
sido hasta ahora espléndidas”, aegura Mark Hartman, uno de los 400 “indignados”
que pernoctan a diario junto a la catedral. “Todo eran muestras de solidaridad
y nos habían dejado incluso usar los servicios. Habíamos hablado incluso de una
cuestación voluntaria para ayudarles a compensar las pérdidas.. Mucho me temo
que esto obedece a un plan para intentar disuadirnos”.
Los responsables del campamento -que
cuenta con su tenderete “mediático”, su zona de “chill out” y su tienda solar
de meditación- han accedido a poner vallas acotando el perímetro y a colgar un
cartel provisional de “¡No más tiendas!” (menos visible que el consabido
“Capitalismo es Crisis” que sigue ondeando contra viento y marea ante el
templo).
El reverendo Knowles admite que “hay algo
profundo en la protesta ante el lugar sagrado” y reconoce que los manifestantes
tienen su derecho a expresar “su precupación por la desigualdad y la pobreza”.
“Pero no es posible cumplir con nuestras obligaciones con los feligreses, los
peregrinos y los visitantes en las presentes circunstancias”, concluye el
decano de St. Paul.
Pese al cierre temporal, la iglesia ha
abierto provisionalmente hoy para dos bodas que ya estaban comprometidas y
posiblemente vuelva a hacerlo el domingo, a la hora de las misas matinales.
Pero las visitas de pago –a la friolera de
14,50 libras la entrada- han quedado temporalmente suspendidas. El turismo
supone el 80% de los ingresos de la catedral, que cuenta con 200 empleados y
100 voluntarios, y cuyos costes diarios ascienden a 20.000 libras.
La decisión de echar el cierre ha sido
entre tanto criticada por algunos activistas que recuerdan que la Iglesia
Anglicana forma parte del “sistema”, con inversiones en compañías como BP,
Shell y Exxon Mobil.
Carlos Fresneda, correponsal en Londres
Publicado en El Mundo.es