Como ocurrió con Abu Ghraib, la Administración Bush corrió la cortina sobre el escándalo “Sexo por petróleo”, alegando que se trataba de “unas cuantas manzanas podridas”. Ahora se sospecha que pudo ser la punta del iceberg de “una cultura de abuso y promiscuidad” (en palabras del inspector del Departamento de Interior) de trágicas consecuencias.
“En la era Bush, ésta era la gente que celebraba orgías sexuales y fiestas de marihuana y que no aparecía nunca en el trabajo”, denuncia el senador demócrata Bill Nelson, empeñado en llamar a capilla a la plana mayor del Servicio de Gestión Minera. Los funcionarios del MMS (por sus siglas en inglés) han hecho méritos sobrados para convertirse en los malos de esta sucia película que también podría titularse “La mancha humana”.
En un contundente artículo con connotaciones cinematográficas –“Sexo, mentiras y vertidos de petróleo”- Robert Kennedy Jr. ilustra el “perverso intercambio de favores” entre la industria del petróleo y los funcionarios: “La Casa Blanca se puso de rodillas ante el Gran Petróleo y, bajo la fusta cruel de Cheney, bajó la guardia regulatoria. El MMS se fue literalmente a la cama con la industia del petróleo”.
Los favores mutuos no sólo fueron monetarios. A los consabidos sobornos se unieron los fines de semana con todos los gastos pagados, las partidas de golf y las fiestas donde corrieron a raudales el alcohol, las drogas y los favores sexuales, a cambio de contratos ilegales y demás prebendas.
“Los empleados del MMS son esmerados protectores de América, destacando por su integridad y su excelencia...”, puede leerse en el código ético del departamento. La creencia general, sin embargo, es que los funcionarios del MMS son una pandilla de pervertidos, bribones y borrachos, producto de la negligencia y la total indulgencia con la que ha funcionado hasta ahora la industria del petróleo, que también ha untado a toda la clase política (de eso hablaremos otro día).
“Tenemos inspectores que salen todos los días a las instalaciones petrolíferas en las costas cuando el tiempo lo permite”, declara al New York Times Walter Cruickshank, director adjunto del MMS, intentando lavar la cara del controvertido departamento. “Hemos ordenado la suspensión de las operaciones en 117 ocasiones el último año por falta de seguridad. Somos bastante estrictos”.
Estrictos o no, está claro que los responsables del MMS tendrán que dar la cara y responder a todo lo que quisimos saber -y nunca nos atrevimos a preguntar- sobre la seguridad en las plataformas petrolíferas.
Carlos Fresneda
Publicado en blog En la Ruta Verde
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