Lo que muchos se temían: BP ha fracasado al tercer y desesperado intento de “taponar” el vertido del Golfo de México. El barro resbaladizo ha perdido su pulso contra el petróleo incontinente. La tan cacareada operación “top kill”, con esa resonancia ultrasecreta y paramilitar, forma ya parte del glosario de “chapuzas” de la compañía británica, que antes lo intentó con una campana de contención gigante y con una tubería insertada.
El jefe de Operaciones, Doug Suttles, anuncia ahora que en cuatro días volverán a intentarlo con una campana más pequeña y “a medida”. Y si no funciona, probarán suerte con un segundo cierre de emergencia emplazado sobre el primero. Y si no funciona...
Cansa ya esta letanía de falsas soluciones sacadas de la chistera a última hora para ocultar lo que todos los expertos saben y sabían: el único sistema seguro y probado para acabar con la fuga a 1.500 metros de profundidad es la construcción de un pozo de alivio. Pero nadie se lo exigió antes a BP, y ahora habrá que esperar hasta agosto o septiembre...
“Lo que se está haciendo es como fabricar a toda prisa un coche de bomberos cuando se ha propagado ya el incendio”, nos confesó hace unos días el oceanógrafo Rick Steiner, de la Universidad de Alaska. “En Canadá se requiere el pozo de alivio para perforar a grandes profundidades, pero en este país ya se sabe... Las petroleras han tenido durante demasiado tiempo la sartén por el mango, y todos estamos pagando las consecuencias”.
“Las tecnologías para explorar más y más profundo han avanzado tremendamente”, reconoce que el geólogo Barry Kohl, que trabajó durante 25 años con la industria petrolífera y ahora asesora al Sierra Club. “Pero no se ha invertido nada en seguridad y seguimos con los mismos métodos que se usaban en los años setenta”.
“Lo que está haciendo BP es jugar a la ruleta rusa”, añade Kohl. “Ninguno de los sistemas que están usando ha sido probado a kilómetro y medio de profundidad. Las garantías de éxito son mínimas”.
Un especialista en “limpiezas” marinas subcontratado por BP -por razones obvias prefirió no revelar su nombre- nos confirmó ayer la peor de las sospechas: en la compañía cunde ya el pesimismo ante la falta de soluciones de emergencia.
A la espera del pozo de alivio, y mientras Doug Suttles juega a entretener a la prensa (“tenemos confianza en que el próximo método funcione, aunque no podemos garantizar el éxito”), no queda otro remedio que volcarse a partir de ahora en las tareas de mitigación y resignarse a un hecho ya incontestable: el vertido del Golfo de México será de cinco a diez veces mayor que el del Exxon Valdez.
Carlos Fresneda
Publicado en el blog En la Ruta Verde, de El Mundo América
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