Zona donde se espera que llegue la amenaza del crudo. | AFP
La soga del petróleo amenaza con estrangular la vida en el mayor ecosistema marino de Estados Unidos. Salvando las distancias, el delta del Missisipí es a Norteamérica lo que Doñana es a Europa, en un clima rigurosamente tropical y a esa escala apabullante de la naturaleza a este lado del Atlántico.
La zona amenazada se extiende entre marismas y brazos inabarcables de agua a lo largo y ancho de 75.000 kilómetros cuadrados (de los que 12.000 km2 pertenecen estrictamente al delta). Por allí pasan cada primavera 500 millones de aves. Se estima que más de 400 especies –como la garza roja, el frailecillo blanco o el pelícano pardo, emblema del estado de Luisiana- se encuentran en grave peligro.
Pero el primer y más contundente impacto de la marea negra es el causado ya sobre la vida marina del Golfo de México. En las últimas horas han aparecido decenas de tortugas muertas en las playas del estado de Missisipí. Aunque aún no está probada la relación del incidente con la mancha de petróleo que avanza hacia las costas, los expertos advierten que puede no ser más que el principio de un desastre ecológico de imprevisibles consecuencias.
La fuga de petróleo ha ocurrido en plena época de cría de los delfines en el Golfo de México, donde también reside una importante población de cachalotes y de atún de aleta azul. Por efecto de la 'bioacumulación', toda la fauna marina se verá irremisiblemente afectada.
Aquí se produce el 40% de los mariscos que se consumen en Estados Unidos, principalmente gambas, ostras y cangrejos azules. Las autoridades locales decretaron el domingo la prohibición absoluta y por un tiempo indeterminado de toda la pesca al este del delta de Missisipí.
Una tierra azotada por los desastres naturales
"Primero fue el huracán Katrina, luego vinieron el Rita y el Gustav, y finalmente el derrame de petróleo", se lamenta Wilma Subra, de la Red de Acción Ambiental de Luisiana. "Estamos hablando de un ecosistema muy frágil que estaba aún convaleciente por los últimos temporales. Ahora llega este desastre causado por el hombre... Vamos a estar pagando sus efectos durante décadas".
La noticia de las tortugas muertas entre el sábado y el domingo en las playas de los condados de Harrison y Hancock, en el estado de Missisipí, dispararon ayer las alertas. Moby Solangi, director del Instituto de Estudio de los Mamíferos Marinos, admitió ayer que es "demasiado pronto" para vincular el incidente con la marea negra, pero no descarta que sea la primera y agorera señal de lo que puede ocurrir en los próximos días en las costas.
"Las tortugas no tienen restos de petróleo, pero pueden haber ingerido peces contaminados o haber respirado el combustible en la superficie", asegura Solangi. "Los peces que entran en contacto con el petróleo serán los primeros en sufrir los daños en el sistema digestivo, y el problema irá creciendo a través de toda la cadena alimenticia".
A Solangi, como a otros expertos, le preocupa especialmente que la acumulación de petróleo en las marismas y en las zonas pantanosas y en las marismas genere "un círculo vicioso que altere por completo la vida silvestre durante años y años".
El Instituto de Estudios de los Mamíferos Marinos en Gulfport ha movilizado a decenas de voluntarios y tiene ya listas varias piscinas de 'rescate' para delfines y otras especies afectadas por la marea negra. La asociación Audubon, con una fuerte e histórica presencia en Nueva Orleans, ha puesto también en marcha un dispositivo de alerta y rescate.
Preparados para lo peor
"Estamos preparados para lo peor", admite Melanie Driscoll, directora de conservación de las aves de Audubon. "Tenemos localizadas las áreas más sensibles en el delta del Missisipí y estamos vigilando la situación minuto a minuto... El impacto sobre las aves aún no ha sido muy visible, pero estamos en una carrera contra el reloj para preservar un habitat único en el mundo".
Hasta el momento, media docena de aves han pasado por el centro de rescate establecido en Fort Jackson, a medio camino entre Nueva Orleans y Venice: el vértice del delta que anteayer visitó Obama y que donde primero se ha sentido el impacto.
"Estamos en compás de espera y nuestra capacidad de acción es muy limitada", admite por su parte Aaaron Viles, de la Red para la Restauración del Golfo. "La zona empezaba a recuperarse cinco años después del Katrina, aunque el deterioro ambiental viene de mucho antes. Todo intento de proteger la zona es inútil ante la presencia ubicua de las explotaciones petrolíferas".
"Las plataformas y las refinerías han sido siempre una amenaza permanente en la distancia; ahora estamos por fin conociendo el auténtico peligro", advierte Viles. "Este desastre ecológico va a dejar aún más desprotegidos a los dos millones de habitantes que viven entre Baton Rouge y Nueva Orleans y que se están quedando sin barreras naturales para protegerse contra las tormentas y los huracanes".
"El Gran Petróleo está a punto de adjudicarse una triste victoria sobre la Gran Naturaleza", sentencia por su parte Jeremy Symons, vicepresidente de la Federación Nacional de la Vida Silvestre. "Llevamos décadas trabajando por la conservación de este hábitat, con las plataformas en el horizonte, y temiendo que cualquier día pudiera pasar lo peor. Lo más lamentable es que nadie vio venir esto".
Symons acudió el domingo a supervisar las labores de protección de las marismas de Hopeland con barreras flotantes, pero perdió toda esperanza al comprobar que el mal tiempo ha dejando totalmente inservibles el 80% de las barreras desplegadas durante la última semana... "Mientras no cerremos el 'grifo' del petróleo no va a haber manera de protegerse contra esto. Estamos siendo testigos de cómo un sistema económico estrangula nuestro medioambiente. Esta tragedia tiene que servirnos de profunda reflexión sobre el futuro del planeta".
Carlos Fresneda, enviado especial a Venice (Luisiana)
Publicado en El Mundo
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