RENOVARSE O VIVIR

Las fuerzas del cambio y del inmovilismo han librado un pulso fin de año en Copenhague. Aunque la partida termine en tablas, todo parece indicar que el 2010 será la fecha decisiva e inaplazable para tomar la decisión que llevamos demorando desde hace cuatro décadas...


O seguimos como hasta ahora, envenenando el aire que respiramos y quemando impunemente combustibles fósiles. O apostamos finalmente por ese abanico de soluciones limpias que marcan ya el horizonte.


Siempre he intentado huir de predicamenteos apocalípticos y de expresiones mesiánicas como “salvar” el planeta. El planeta se “salva” por sí solo, como quedó claro en esa escalofriante visión del futuro de Alan Weisman en “El mundo sin nosotros”. Lo que está por ver, en todo caso, en si nos “salvamos” nosotros o si acabamos convirtiendo el planeta en un desolador y humeante escenario como el que pronto veremos en la versión cinematográfica de “La carretera”, de Cormac McCarthy.


Otro libro crucial llamará pronto a nuestras puertas: “Nuestra elección” (Gedisa). El nombre de Al Gore sigue provocando reacciones enfrentadas en el movimiento ecologista, pero sería totalmente injusto no reconocer que la primera gran brecha en el muro del inmovilismo fue precisamente “Una verdad incómoda”.


Los escépticos del clima -los mismos que ahora nos intoxican con el escándalo de los “emails”- intentaron matar al mensajero y no pudieron. Ahora vuelven al ataque comprometiendo la credibilidad de los científicos y reclamando a los políticos que miren hacia otro lado y no hagan absolutamente nada.


James Hoggan, autor de “Climate Cover-Up”, denuncia la “cruzada para negar el cambio climático” y la compara con los esfuerzos futiles de la industria para ocultar el durante décadas el daño causado por el tabaco. Al Gore recuerda en su último libro cómo ExxonMobil llegó a financiar a 39 grupos para “desinformar” sobre el cambio climático y cómo los esfuerzos se han renovado en el 2009.


“Nuestra elección” es el necesario complejo vitamínico para después de Copenhague. Con la ayuda de decenas de científicos, Al Gore explora las posibles soluciones a la criris del clima: de la “promesa” termosolar al futuro de la fotovoltaica, de la eólica de altitud a la geotérmica mejorada, de la última generación de biocombustibles a la captura del carbono... Gore demonta el mito del carbón limpio, desacredita la “opción nuclear” por su elevado coste ecológico y económico y no oculta su preferencia por un “impuesto del carbono” frente al socorrido “mercado de emisiones”.


Los principales obstáculos, apunta, no son sólo políticos. “Gran parte del reto al que nos enfrentamos tiene su raíz en el modo en el que pensamos, individual y colectivamente”, escribe Gore. “Está claro que las herramientas para afrontar la crisis del clima están en la punta de nuestros dedos; lo único que falta es la voluntad colectiva”.


Renovarse y vivir... Ese podría ser el mensaje de año nuevo que tomamos prestado de un clásico de los años setenta -“Auto-renovación”, de John Gardner- que tiende el puente necesario entre la “revitalización” personal y el movimiento colectivo que reclama Al Gore.


Habla Gardner de las “olas de cambio” que sacuden periódicamente las sociedades y que son como ventanas abiertas que dejan pasar los aires de renovación y nos sacan de ese “estado de somnolencia” en el que frecuentemente caemos. A nivel individual, Gardner reitera su fe en el hombre “porque somos criaturas de una naturaleza inquisitiva y exploradora, y nuestras mentes no se pueden quedar quietas mientras haya un problema por resolver”.


Acabamos este recorrido fugaz por viejas y nuevas lecturas con “Bendita inquietud”, de Paul Hawken, a quien tuvimos la oportunidad de entrevistar en la bahía de San Francisco. Hawken escribió ese libro de larguísimo recorrido hace ya un par de años, cuando se vislumbraba el nacimiento de un nuevo tipo de activismo “que no comparte ninguna ideología ni ortodoxia, que no sigue a un único líder carismático, que no es reconocido por los políticos ni por los medios y que sin embargo será juzgado un día como el artífice de la trasformación más profunda de la sociedad humana”.


La destrucción del medio ambiente, el “fundamentalismo” del libre mercado, la justicia social y la amenaza de las culturas indígenas son, según Hawken, los cuatro pilares de este movimiento sin nombre que tarde o temprano “se subirá a un único autobús”.


En Copenhague hemos visto tal vez el primer ensayo de este futuro activismo, unido bajo el lema de la “justicia climática”. Los británicos del Climate Camp y de 10:10, los norteamericanos de 350 y TckTckTck, las hordas multinacionales de Climate Justice Action, Global Climate Campaign o Hopenhaguen son la avanzadilla de esa ola que viene y que romperá posiblemente en los próximos meses.


Pero el malecón del inmovilismo –perdón por la insistencia- será difícil de derribar. El año que ahora despedimos nació con la promesa de un cambio que no acabamos de atisbar, por culpa de esas resistencias feroces que intentar mover el reloj de la historia hacia atrás.


Habrá quien hable de la “resaca” de Copenhague, y quien vaticine que todo este impulso se acabará diluyendo como ocurrió con el movimiento “antiglobalización” que prendió hace diez años en Seattle. Aunque estos vientos de renovación son más apremiantes y positivos, y vienen soplando muy fuerte, y van a hacer falta muchas puertas, paredes y ventanas para poder contenerlos.


Carlos Fresneda Publicado en Integral nº 361, enero 2010
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