Tomarme
el café matutino en un barrio tranquilo de Londres mientras el colega
sale con el suyo y se dirige a su entreno diario es hábito desde hace
unos días, además pillo la wifi y atiendo mis asuntos de humano
conectado como nuevo creyente como en un dios que puede hacernos
mejores. Mientras me bebo un café llevado a mi taza como producto final
de decisiones de un lobby de la globalización con sede en la misma
ciudad, me considero uno de esos viajeros, buscador de gentes y sus
obras, en acto de servicio laboral y en lugares y geografías diversas de
un país rico, yo que con sueldo básico y futuro digamos por decir,
precario pero no menos emocionante, como tantas colegas, el otro día me
saqué el lugar que ocupo en la lista de la riqueza global,
y que después de los últimos ajustes que le han hecho a la calculadora,
va y resulta que estoy mejor posicionao que la última vez, o hay más
pobres pobres (que es que sí) o me fío del ajuste. Resulta que estoy en
el top ten ocupando en la gran fila el puesto nº 612.228.817, el primero
es el más rico y el último de los algo más de 7 mil millones de
paisanos, el que menos o nada tiene.
En
una mesa más alláuna pareja de paisanos, ligo la lengua que nos une y
por momentos pongo antena para escuchar lo que debe ser parecido para
tantos, que después de varios meses ninguna entrevista de trabajo, y eso
en un país con el 7% de tasa de desempleo, que ahora mismo es como
estar en el paraíso proletario.
Acabo
el café y el sol aprieta, yo que pensé que aquí verlo costaba, va y me
tocan unos días casi de verano donde los nativos tardan nada en quedarse
con la mínima ropa que lo decente debe admitir. Ya paseando rumbo a
unas horas dedicadas a eso de ver, una paisana me comenta que otra
paisana trabaja cobrando por lo que pagan por un chavalín en una
guardería, 1.500 libras/mes, saco la calculadora para pasarlo a esos
euros de recorrido incierto y me salen 1.800 euros/mes. Jugamos a
calcular el beneficio del educativo empresario y con 92 chavalines
comenzamos a sacar sueldos, alquiler presunto e impuestos y nos quedamos
con 40 chavalines al cambio. Le pregunto a la paisana que con lo que
unos padres pagan por la guardería de un hijo quizás un barrio entero en
uno de esos países lejanos de la cafetería del principio, comerían tres
platos x día durante todo un mes y pagarían el sueldo del maestro de
una clase a petar. Hay cifras que sorprenden, y pueden ser tres niveles
mínimo, los que no llevan a sus hijos a guardería alguna, los que pagan
1.800 euros por ella y los que, si les va bien, mantienen con ello a
toda una familia. Sí, hay un cuarto nivel, la familia que vive todo un
año con lo que pagan los del segundo nivel por la guardería de un mes y
se apañan con una libra al día per cápita.
Al
poco, llegamos a una esquina con bareto en barrio fino, y que al lugar
le hallan puesto Sun in Splendour, que con el traductor me sale Sol en
todo su esplendor, vamos, decir que para un devoto solar en ruta como
yo, como que me sube la bilirrubina y convierto al lugar así a lo pronto
en un particular templo de culto a la energía que hizo posible tirar
parriba al café, que lo transportaran del quinto pino a la cómoda
cafetería (el petróleo es viejo sol bajo la tierra), que se conformara
la porcelana de la blanca taza y que los paisanos de la mesa de al lao y
yo pudiéramos atravesar los cielos quemando viejo sol mientras el
sistema se tambalea porque más de la mitad de los paisanos de la fila
delante del gran buffet que provee el ciclo de la vida no podrán coger
más que lo mínimo para no poder tomarse quizás nunca un café viajero.
Me voy, que comienza la asamblea de Som Energía, y
el sistema energético y el meneo de materiales más la creatividad
humana hacen posible que después del café y el paseo sacando números y
gracias a un sol en todo su esplendor, el streaming me permita estar
como cerca de 300 humanos que quieren repartir mejor los privilegios del
espacio de ocupamos en esa larga fila de soles estructurados, para que
aunque sea remoto, el último de la fila tenga algo que coger, y que el
último ser vivo de la fila después del último humano, también...
Manolo Vilchez
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