Harto de combatir la mala reputación de la patata por medios convencionales, Chris Voigt decidió llamar la atención sometiéndose a una rigurosa dieta: sesenta días comiendo patatas y nada más que patatas.
Al principio pensó que no tardaría en caer en la tentación, pero ante tu sorpresa fue degustando con placer todas las formas posibles de cocinar el tubérculo (al horno, a la brasa, en puré, cocida, frita). Y de paso fue perdiendo peso, bajando sus niveles de colesterol y de azúcar en la sangre, y confirmando -bajo chequeo médico- “una ostensible mejora de mi salud y de mis reservas de energía”.
Hablamos con Cris Voigt a su paso por Nueva York, convertido en algo así como el “superhéroe” de la patata después de haber completado su dieta patatera... “Me dije: si los irlandeses lo llevan haciendo toda la vida, yo también seré capaz durante un par de meses”.
Voigt, nacido en Canadá hace 45 años, es el director de la Comisión de la Patata del estado de Washington. Su trabajo consiste precisamente en divulgar las excelencias del cultivo y consumo de las patatas. En Asia, las puertas están cada vez más abiertas para el tubérculo por excelencia. En Estados Unidos, sin embargo, se ha convertido en el vegetal “proscrito”, eliminado del programa federal de alimentación para mujeres y niños.
“La patata es una fuente estupenda de potasio y vitamina C, entre muchos otros nutrientes”, asegura Voigt. “La mala prensa viene desde que se popularizó la dieta baja en carbohidratos. Se ha culpado indebidamente a la patata de su papel en la epimedia de obesidad... Gran parte de culpa la tienen seguramente las patatas fritas, pero hay muchas otras maneras de cocinarlas y combinarlas”.
Tras su experiencia de estos sesenta días, y a pesar de los logros visibles (“he perdido diez kilos y mi nivel de colesterol ha caído 65 puntos”), el “supercomedor” de patatas no recomienda a nadie que siga su drástico ejemplo... “Lo ideal sería combinar de dos a cinco patatas al día con otros alimentos”.
Nada más culminar su peculiar travesía de la patata, Chris Voigt decidió darse un pequeño atracón de tacos, fajitas y fruta; eso sí, acompañadas por un par de patatas a la brasa... “No me canso de comerlas, y he decidido que de ahora en adelante ocupen el centro de cada plato... Creo que nunca volveré a probarlas en zumo, pero podría estar tomándolas amasadas o en puré a todas las horas”.
Durante sus sesenta días de rigor, Voigt se impuso la penitencia de no tomarlas en tortilla, ni mucho menos a la “brava” o con salsa de barbacoa, ni siquiera salteadas con mantequilla. En todo caso, una pizca de sal, hierbas aromáticas y unas gotitas de aceite. Tanto empeño puso en la dieta “sana” que al cabo de treinta días el doctor certificó: “Deberías comer más patatas fritas... No te vendría mal un poco de grasa”.
Recuerda Voigt en su peculiar “Diario de la Patata” cómo una mañana cometió el imperdonable desliz de lamerse los dedos después de hacerle unos bocadillos de mermelada y mantequilla de cacahuete a sus hijos. Fue una reacción “inconsciente” y no penalizó como falta.
Y así, dándole a la inventiva y a la disciplina, la proeza del comedor de patatas ha dado la vuelta al mundo... “La ONU decidió que el 2008 fuera el año de la patata y decidió impulsar su cultivo en los países en desarrollo. Espero poder trasladarle pronto el mensaje a nuestro secretario de Agricultura”.
Carlos Fresneda, Nueva York
Publicado en Orbyt de El Mundo
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