Financiados
por los mismos y oscuros intereses, los escépticos del clima han vuelto
a la carga, esta vez para disparar contra las energías renovables. Lo
revela Suzanne Goldenberg en The Guardian, aunque lo llevábamos sospechando desde hacía tiempo.
El
buque insignia de la guerra sucia contra las renovables tiene ahora
otro de esos nombres engañosos que tanto abundan en la geografía
norteamericana: Centro Franklin para el Gobierno y la Integridad Pública. Su
misión, dicen, es ayudar a los ciudadanos a tomar “decisiones
informadas sobre sus Gobiernos”. O sea, a boicotear por todos los medios
posibles el avance de las renovables, estado a estado.
El
“hachazo” a la eólica y a la solar en España se vuelve a mirar en las
aguas turbulentas del Atlántico. Hace apenas tres años, no lo olvidemos,
el economista Gabriel Calzada (protegido de Aznar) emprendió una cruzada por la América de Obama hablando del “catastrófico modelo español”
y culpando a las renovables del estallido de la burbuja. Con la
complicidad de la Fox y otros grandes medios conservadores, Calzada
logró su propósito: hundir la imagen de España y dinamitar los intereses
de las empresas líderes en renovables (Acciona, Iberdrola, Abengoa,
Gamesa) en la “tierra prometida”.
Las
leyes norteamericanas protegen el anonimato de los donantes, de modo
que cada vez es más difícil saber quién está con los hermanos Koch en
esta guerra sucia, dirigida contra todos y cada uno de los intentos del
presidente Obama por emprender una mínima acción ante el cambio
climático.
Pero estábamos con el Centro Franklin, la última
rencarnación del negacionismo. Conseguido con creces su objetivo (lograr
que el cambio climático se caiga de los titulares y de la agenda
política), los hermanos Koch y compañía están financiando iniciativas
para torpedear las renovables desde lo local, con la ayuda de supuestos
“ciudadanos periodistas” cuyo objetivo es crear la duda y la confusión.
Según
el Pew Research Centre, la labor del Centro Franklin tiene muy poco de
“periodística” y mucho de “ideológica”. En Carolina del Norte, por
ejemplo, ha financiado la creación de grupos para boicotear proyectos de
parques eólicos y ha presionado para eliminar las referencias al
“aumento del nivel del mar” en la legislación local. En Nueva Jersey, se
ha presionado al estado para eliminar los límites de emisiones
regionales de CO2.
La madeja crece. Los escépticos del clima y los
detractores de las renovables (vinculados casi siempre con las energías
“sucias”) se dan la mano en otros grupos como el orwelliano Comité Para
una Mañana Constructivo (Cfact). Con tres millones de dólares recibidos
del Donors Trust, los nuevos “guerrilleros” conservadores han creado
incluso una brigada de respuesta rápida en la red: Climate Depot.
Su última acción ha sido desacreditar punto por punto las menciones al
cambio climático en el discurso sobre el estado de la Unión de Obama…
Lo que no dice Gore es que el primero en lucrarse de
la industria del petróleo es él mismo. Coincidiendo con la publicación
del libro se ha confirmado la venta de su canal de televisión, Current
TV, a la cadena Al Jazeera, financiada (con todos los respetos) por los
petrodólares de Qatar. Se estima que Al Gore sacará una tajada de 100
millones de dólares. Otra prueba (también con todos los respetos) de la
hipocresía que ha terminado por desacreditar al “mensajero” del cambio
climático.
Carlos Fresneda
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