Cuando James Hansen publicó hace tres años "Storms of my grandchildren", la
mayoría de los norteamericanos respondieron con total desdén. Otro
panfleto apocalíptico. El enésimo libro alarmista. La última rabieta del
"abuelo" del cambio climático. Y en este plan...
Ajeno a las críticas (también las hubo buenas), Hansen siguió
adelante con su doble "misión", como científico del clima en el
Instituto Goddard de la NASA y como activista empeñado en agitar las
conciencias frente al escepticismo general: "¿A quién le interesan las tormentas que vienen, con la que tenemos encima?".
Y en esto golpeó Sandy. Y los norteamericanos supieron de primera
mano a qué se refería Hansen cuando hablaba de "las tormentas de mis
nietos". Como en el cuento del lobo, la amenaza "mordió". Y por unas
semanas (como ocurrió tras el Katrina) parecía que algo iba finalmente a
cambiar.
Pero aquí seguimos, con el gigante norteamericano reculando otra vez en la conferencia del clima de Doha
y con cientos de burócratas del mundo entero jugando al "tira y
afloja", convencidos de antemano de que no hay solución posible.
James Hansen sólo le ve una salida: "Ponerle un precio al carbono".
Su doble ofensiva contra los combustibles fósiles –desde las barricadas
del activismo y como experto ante el Congreso- se ha estrellado sin
embargo una y otra vez contra las feroces resistencias de los "lobbies" y
las nubes cicateras de la crisis económica.
"Tenemos que ser honestos con el precio de los combustibles
fósiles y reflejar en ellos los costes ambientales y los costes a la
sociedad, como la devastación causada por tormentas como Sandy", insiste
Hansen. "La idea es "gravar" a las industrias por la emisiones y que ese fondo revierta al cien por cien en los usuarios,
para compensar la subida del precio de la energía y para que puedan
hacer los ajustes necesarios, e impulsar ellos mismos la transición
hacia las energías "limpias"".
Pese a la sordera con la que los congresistas (y el propio
Obama) suelen responder a sus propuestas, Hansen no escarmienta y espera
ser profeta en su tierra a los 71 años, así le sigan llamando alarmista
y apocalíptico...
"Lo que más me preocupa es que, un mes después de la "tormenta
del siglo", los medios hayan decidido dejarla atrás y pasar al siguiente
escándalo. No ha habido realmente un análisis de las implicaciones. El
huracán Sadny no ha sido sólo una tormenta. Ha sido la cruda ilustración de los efectos que el cambio climático puede tener en nuestras puertas".
"No podemos ignorar esto"... Titulaba
esta semana The Guardian, con las imágenes de las graves inundaciones
sufridas la última seman en gran parte de Inglaterra. El mismo mensaje
es el que predica James Hansen, que alerta no ya sobre el aumento
irrebatible de las temperaturas ("ningún científico creíble puede poder
en duda que los humanos hemos contribuido a aumentar las temperaturas
1,5 grados centígrados en el último siglo), sino sobre el preocupante
incremento de episodios de "clima extremo": de inundaciones a sequías,
de huracanes a tornados...
"La supertormenta Sandy no es la primera y ciertamente no será la última",
advierte Hansen. "Las posibilidades de tener una huracán en Nueva York a
finales de octubre eran extremadamente pequeñas sin el cambio
climático. De hecho, Sandy ha sido la tormenta más poderosa que ha
golpeado nunca al norte del Cabo Hatteras, eclipsando incluso al huracán
de 1938".
En su última investigación científica, publicada el pasado
verano, Hansen demuestra que las "anomalías de calor extremo" en verano
han pasado de cubrir un insignificante 0,2% de la superficie del planeta
a llegar al 10% de la Tierra en la última década.
"Las temperaturas extremas no sólo traen calor",
advierte Hansen. "El ciclo del agua se ve gavemente afectado. El calor
acelera la evaporación, causando sequías como las experimentadas este
verano en Texas y Oklahoma. Y tiene una conexión muy directa con los
fuegos como los que han sacudido el oeste americano. El aumento de las
temperaturas en la superficie marina es también del detonante de los
huracanes y las tormentas".
Llegados a este punto, se pregunta Hansen si la humanidad
necesita aún más pruebas, o si harán falta aún más episodios de "clima
extremo" para convencer a los escépticos: "Los científicos sabemos lo
que está pasando y la mayoría lanzamos un mensaje muy claro: es urgente tomar acciones para estabilizar el clima.
Por desgracia, los políticos siguen ignorando la ciencia y abrazando la
idea de que podemos seguir quemando impunemente combustibles fósiles".
James Hansen, "padrino" de la campaña 350.org,
impulsada por su amigo y activista Bill McKibben, advierte del riesgo
al que nos enfrentamos por encima del umbral de las 400 partículas de
CO2 por millón en el que ahora estamos: "Por hacernos una idea, la
última vez que alcanzamos las 500 partículas por millón no había hielo
en la Tierra y el nivel del mar era 75 metros más alto... Creo que hay
razones para estar preocupado".
Carlos Fresneda / Londres
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