Paul Ehrlich
juega a hacerse el apocalíptico en la réplica de las Puertas del
Infierno en la Universidad de Stanford. El humor es el antídoto
necesario contra el pesimismo en este atípico profesor de Biología,
capaz de encontrar un curioso paralelismo entre dos de sus
"especialidades" como científico: la mosca del vinagre y la especie humana...
"Si una mosca del vinagre descubre una fruta podrida, pongamos
un plátano, pronto verás una población de moscas comiendo de la misma
banana. Hasta que una mosca se dispersa, encuentra otra fruta y las
demás la siguen... El problema es que la especie humana dispone de una
sola banana, que es la Tierra, por eso conviene cuidarla lo mejor
posible".
Y ahora la principal diferencia: "La mosca del vinagre tiene la
suerte de evolucionar genéticamente a una velocidad pasmosa. En apenas
dos semanas es capaz de desarrollar la resistencia al DDT... Los
humanos, sin embargo, apenas hemos evolucionado genéticamente desde la
época de Aristóteles. Nuestra única esperanza es pues la evolución cultural, que es mucho más rápida e imprevisible".
Aquí acaba (de momento) el cruce de caminos entre moscas y
humanos. Aunque el rasgo diferenciador del "homo sapiens" es sin duda el
de haberse convertido en "El animal dominante", como se titula uno de los últimos libros de Paul Ehrlich... "Digamos que la avaricia y el afán de dominio son parte de la naturaleza humana. Ahora bien, ¿tiene que ser así para siempre? Es un pregunta abierta...".
La otra gran pregunta, a la que el propio Ehrlich intentó
responder con "La bomba de la población", sigue escociendo al cabo de
cuatro décadas: "¿Cuántos seres humanos será capaz de albergar la
Tierra?". Aunque el propio biólogo, criticado en su día como fatalista y
maltusiano, prefiere reformularla de esta manera: "¿Cuál sería el número ideal de humanos para garantizar la sostenibilidad del planeta y el derecho a la una vida digna?".
"Dudo mucho que por encima de la capacidad de carga de los 7.000
millones se pueda garantizar ese derecho", sostiene Ehrlich. "Ese es el
gran problema de fondo: la sobrepoblación está unida a la pobreza y al
deterioro del medio ambiente. Aunque el mayor impacto es el que causamos
los países ricos; si el mundo entero viviera como los estadounidenses o
los españoles, nos harían falta varios planetas para satisfacer
nuestras necesidades".
De momento somos ya 7.059 millones, según los
últimas estimaciones, y todo apunta a que seguiremos creciendo al menos
hasta los 9.000 millones. "Digámoslo claro: la población no puede seguir
creciendo indefinidamente, de la misma manera que tampoco puede hacerlo
la economía", sostiene Ehrlich. "La razón de peso es la misma: vivimos en un planeta finito y todo tiene un límite".
Dicen sus detractores que los mismos argumentos usó Ehrlich en
1968, cuando éramos 3.500 millones, y sin embargo aquí estamos. Airean
sus críticos la polémica de la esterilidad forzosa que apuntó en su día
el controvertido biólogo, que recientemente volvió a defenderse, en
declaraciones a Isaac Hernández:
"Dije que podríamos llegar a eso, pero nunca que fuera la solución
ideal. Siempre pensé que sería muy difícil a nivel social. De hecho, me
sorprende el éxito de la política china. La presión suave con sistemas
contraceptivos disponibles para todo el mundo que sea activo sexualmente
y la política social que anima a la gente a parar con dos, es lo que yo
siempre he recomendado. En Europa ha funcionado".
Asegura también el biólogo de Stanford a sus 80 años que el reto
de las poblaciones "envejecidas" hay que combatirlo con una vejez más
activa, aunque su gran esperanza reside en el empoderamiento de las
mujeres: "La solución está en dar educación y poder a la población femenina;
no es de recibo que las mujeres sigan siendo ciudadanas de segunda
clase en la mayor parte del mundo. Las tasas de crecimiento disminuyen
por sí solas conforme las mujeres avanzan hacia la igualdad de
derechos".
"¿Pesimista yo?", se defiende Ehrlich. "Pesimismo es seguir haciendo lo de siempre.
La esperanza es lo último que se pierde, aunque reconozco que a veces
tengo mis serias dudas. La verdad es ésta: hemos sido unos pésimos
gestores del planeta. Hemos alterado los ecosistemas y la atmósfera
hasta el punto de poner en peligro las condiciones que hacen habitable
la Tierra".
Otro atisbo de esperanza: el acercamiento entre ecología y
economía, que hasta ahora parecían habitar en dos planetas distintos
(Venus y Martes, pongamos por caso). Ehrlich es miembro del Instituto Beijer de Economía Ecológica en
Estocolmo... "Confío en una nueva generación de economistas que ya
tienen en cuenta factores como la naturaleza, la pobreza y la población,
ignorados hasta ahora en aras del crecimiento económico que ha imperado
en las últimas décadas... A la crisis nos ha llevado este modelo Robin
Hood a la inversa, que roba a los pobres para dárselo a los ricos. La
gran pregunta que deberíamos hacernos es ésta: "¿Quién controla el crecimiento económico?".
Dicho lo cual, Ehrlich detesta ingualmente la consigna de
"¡Salvad el planeta!"... "Llegado el caso, el planeta se va a salvar por
sí mismo y sin necesidad de contar con el animal dominante para su
propia supervivencia. Incluso si hubiera una hecatombe nuclear, las
bacterias serían capaces de generar nueva vida y evolucionar... ¡Y
vuelta a empezar!".
Publicado en el blog EcoHéroes de El Mundo.es
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