Cambiar las bombillas. Comprar biológico o local. Abonarse a una
cooperativa de consumo. Compostar la basura en casa. Moverse en bici por
la ciudad... Annie Leonard hizo todo eso y mucho más, pero no notó un gran cambio más allá de su entorno personal.
Las pequeñas acciones están bien, pero no son suficientes,
ni van a servir para "salvar el planeta", como leemos en las portadas
engañosas del perfector consumidor "verde". Si los cambios se quedan en
uno mismo, si se limitan a los aspectos materiales,nos valdrán en todo
caso para lavar nuestra conciencia de consumidores y poco más.
Al menos eso es lo que piensa la sagaz autora de "La historia de las cosas" en su última entrega de aún más largo alcance: "La historia del cambio"... "Las soluciones no están a la venta.
Comprar mejor y de un modo más consciente no es suficiente. Tampoco
basta con "ser el cambio que quieres ver en el mundo", como decía
Gandhi. Hay que "hacer" el cambio, y eso sólo es posible pasando a la
acción colectiva".
A sus 48 años, Annie Leonard se ha ganado a pulso su reputación
como la comunicadora más directa, efectiva y popular al servicio de la
causa ecológica. "La historia de las cosas" fue un auténtico
viaje al fondo de la Tierra (y a todo lo que los humanos estamos
haciendo con ella). El agua embotellada, los productos electrónicos o el
endeudamiento personal pasaron luego bajo su peculiar y ácido análisis,
ilustrado por los dibujos animados de Free Range Studios.
Con "La historia del cambio" (nacida de su frustración de estos
cuatro años), Leonard se ha propuesto desmontar los últimos mitos de la
"Economía Dinosaurio" y hacer una llamada a la movilización ciudadana
para buscar alternativas reales.
Lo primero: reivindicar nuestra condición de ciudadanos... "Da la impresión de que hay un complot para reducirnos a la categoría de consumidores.
Se diría que somos lo que consumimos y que hemos dejado de ejercer por
desidia el "músculo" de ciudadanos. Nos olvidamos de que los grandes
avance sociales en la historia se han producido precisamente por la
presión de los ciudadanos, forzando los cambios políticos que en última
instancia han permitido cambiar el sistema".
Annie reconoce que su preocupación por todo lo que hay detrás del "sistema" le viene de niña, cuando se preguntaba por la invisible conexión entre la desaparición del bosque y la expansión de los centros comerciales en su Seattle natal. Su verdadera iluminación
ocurrió en el vertedero de Fresh Kills, que durante medio siglo digirió
más de 11.000 toneladas diarias de basura en Nueva York.
"Cuando lo cerraron en el 2001, la montaña de desechos era 25
veces más alta que la estatua de la Libertad", recuerda. "Aquella visión
impactante me dio mucho que pensar. ¿Quién puede haber concebido este sistema tan monstruoso? ¿Cómo permitimos que esto siga ocurriendo? Yo misma no acababa de entenderlo: tardé veinte años en hacer la conexión."
Su experiencia en Bangladesh, India y Haití fue vital para acabar
de atar los cabos sueltos. Annie Leonard se remonta a los estragos de la
extracción: de la deforestaciones masivas en el Amazonas o en Indonesia
a la decapitación de las montañas Apalaches o las arenas de alquitrán
de Alberta. Como ocurre con los desechos, el sistema tiene la virtud de
esconder las consecuencias de lo que consumimos desde el lugar de
origen, casi siempre remoto, casi siempre a expensas de la explotación
laboral, la corrupción política y el deterioro ecológico...
"Y, aun así, hay una verdad fundamental que vale en todo el planeta. Lo que llamamos desechos son sobre todo recursos.
Así, revueltos, no sirven para nada. Acabamos enterrándolos en un
vertedero o, lo que es peor, quemándolos en una incineradora. Si los
separamos, podremos volver a usarlos como papel, como metal, como
vidrio, como compost para fertilizar la tierra".
En "La historias de las cosas", convertido de un auténtico
fenómeno en la red con doce millones de "pinchazos", Annie exploraba el
ciclo completo, de la producción a los residuos, pasando por la
distribución y el consumo. Ya entonces se dio cuenta que, pese a todos
los esfuerzos, nuestro poder como consumidores tiene un techo natural.
... "Por mucho que nos esforcemos en menguar el cubo de la
basura, la mayor cantidad de desechos es la que produce la industria. Y
ahí es donde la presión social y la acción política son fundamentales. Necesitamos leyes de responsabilidad productiva en todo el planeta: el 80% del impacto de un producto se decide en la fase de diseño."
La distribución es el tercer engranaje del sistema, y Annie
Leonard nos recuerda como Walmart, la mayor cadena de supermercados del
mundo, tiene un sistema informático de transporte y localización de sus
mercancías que rivaliza con el del mismísimo Pentágono: "El movimiento
de la relocalización ha empezado con los alimentos, pero se
está extendiendo a otros campos, desde la extracción de recursos a la
energía, como ocurre con el movimiento de Ciudades en Transición".
Llegamos de esta manera al cuarto piso de la pirámide, acaso el más importante, el que da sentido al sistema: el consumo. "No me gusta que me llamen anticonsumista", puntualiza la autora de La historia de las cosas,
"pero sí quiero denunciar los efectos del hiperconsumismo, que se
produce cuando tomamos más recursos de los que necesitamos y que el
planeta puede sostener."
"Con el 5% de la población, Estados Unidos consume el 30% de
los recursos y es responsable del 30% de los residuos", certifica
Leonard, que posa para las fotos junto a las botellas de plástico
compactadas por el Centro Ecológico de Berkeley, su pueblo adoptivo...
"No hace falta ser un genio de las matemáticas para darse cuenta de que
harían falta de tres a cinco planetas si los 7.000 millones de
habitantes de la Tierra imitaran las pautas de consumo del sueño americano".
Conclusión: hace falta un nuevo paradigma (o un nuevo planeta), y en eso estamos: "La gente está cambiando su relación con las cosas.
Ya no hace falta poseerlas y acumularlas, sino simplemente tener acceso
a ellas: compartiéndolas, reusándolas, intercambiándolas, prolongando
su uso para que no acaben en un vertedero... Y creando de paso
comunidad."
El "consumo colaborativo", la tendencia imparable que se está abriendo paso también en España, ilustra precisamente su visión de cambio: una gran idea, compartida por el mayor número posible de gente y puesta en acción...
"Así es como realmente construimos el poder para propiciar los cambios
reales. Dejando atrás la preocupación, la frustración y el miedo y
creando espacios para la acción ciudadana".
Todo esto lo dice Annie Leonard sin acritud y con una sonrisa
abierta, en un tono muy lejano a la verborrea de los políticos al uso,
que son gran parte del problema. La autora "La historia del cambio",
criticada despiadadamente por republicanos y libertarios, no piensa sin
embargo bajar la guardia y quiere seguir tendiendo puentes entre la
crítica a la sociedad de despilfarro y la llamada a la acción "por un mundo posible y decididamente mejor".
Carlos Fresneda
Publicado en el blog EcoHéroes de elmundo.es
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