Los grupos de Nueva Orleans se han unido bajo el paraguas del Haiti Emergency Village Project y han enviado ya su primera avanzadilla de voluntarios. Entre ellos, Scott Weinstein, que está trabajando sobre el terreno para “replicar” en la capital haitiana el modelo de clínica popular que creó Common Ground tras el desastre del Katrina.
“La magnitud de la tragedia es mucho mayor, y tenemos que enfrentarnos además al reto de cientos de miles de personas sin techo”, admite Tom Pepper, jefe de Operaciones de Common Ground. “A la situación crítica por la necesidad de alimentos y de asistencia médica, se unirá pronto la urgencia de la reconstrucción. No podemos olvidar que en dos meses arranca la temporada de huracanes...”.
“Haití no necesita una legión de voluntarios como la que tuvimos en Nueva Orleans”, asegura Pepper. “Lo que los haitianos van a necesitar es trabajo, herramientas y recursos para poder implicarse ellos mismos en la reconstrucción. Si nuestra experiencia sirvió de algo fue precisamente para eso: tan sólo el trabajo de los grupos de base puede suplir el gran vacío institucional”.
“Solidaridad, no caridad” es el lema de Common Ground, surgido precisamente como respuesta ante el fiasco de la Administración Bush y de las autoridades locales. Otros grupos
como el Instituto para la Justicia de Louisiana , el Centro para el Compromiso y el Desarrollo Sostenible y Make it Right (la fundación creada por Brad Pitt) se han unido al colectivo de ayuda Haití y han prestado la asistencia de arquitectos, ingenieros, especialistas en el tratamiento de aguas y trabajadores implicados en la reconstrucción del Noveno Distrito Bajo, la zona anegada y devastada tras el paso del Katrina en el 2005.
“Hemos aprendido algunas lecciones dolorosas en nuestra lucha y ahora tenemos la obligación moral y el compromiso espiritual de ayudar a la gente de Haití”, declara Jacques Morial, al frente del Instituto para la Justicia del Louisiana.
La escritora haitiana Edwige Dandicat y el autor norteamericano Jordan Flaherty han tendido también estos días un puente invisible entre Nueva Orleans y Puerto Príncipe. “Dos tragedias inimaginables han servido para demostrar cómo nos parecemos y cómo estamos expuestos a las mismas injusticas sociales y ambientales, estemos en el primer o en el “tercer” mundo”, escribe Danticat.
Flaherty indaga finalmente en la deuda histórica de Nueva Orleans, que en 1809 recibió una oleada de 10.000 refugiados haitianos que trajeron hasta el Golfo de México una bocanada de libertad y encendieron en el sur la mecha de la rebelión contra la esclavitud: “Tenemos una historia común, y trabajaremos por un futuro compartido de justicia y liberación”.
Carlos Fresneda, Nueva York
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