Hay una medida infalible de medir el progreso en las ciudades: contar las bicicletas. Con diez, veinte o treinta años de retraso, parece que Madrid se sube por fin al pelotón, aunque Barcelona, San Sebastián y Sevilla pedalean ya a años luz, y no digamos Estocolmo...
Ni la dentellada del invierno, ni la infinidad de islas y puentes, ni la sucesión de repechos son obstáculos suficientes para los 150.000 ciclistas (en una ciudad de 800.000) que se abren paso a diario entre la marabunta motorizada. Desde Copenhague y Amsterdam –donde la bici llega al 30% de los desplazamientos- se mira aún a Estocolmo con un cierto complejo de superioridad, pero basta con vivir la hora “punta” en las calles de Gamla Stan para comprobar la larga distancia que aún nos queda
Protegida por un “peaje de congestión”, la isla central de Estocolmo es un paraíso casi exclusivo para peatones y usuarios de las dos ruedas. Los niños revolotean en bici a la salida del cole, y sus madres y sus padres las dejan aparcadas tal cual, apoyadas contra la pared, sin necesidad de echar el candado. El timbre es el sonido más “estridente” que uno puede escuchar, mientras avanza sin el ruido insidioso de los motores y sin la humareda de rigor, respirando a pleno pulmón.
En Skeppsbron, la vía rápida que rodea la isla, las bicis conviven con los coches en plena hora punta con una naturalidad asombrosa. El carril-bici es un garantía, pero también lo es saber que al volante viaja un conductor respetuoso con los peatones y con las dos ruedas.
En Suecia existe una cultura pro-bici de la misma manera que en Madrid pervive la cultura pro-coche, fomentada durante los últimos veinte años desde la alcaldía. Ahora nos dicen que por fin en marzo arranca My bici (el programa de bici pública), pero lo cierto es que el Plan Director Ciclista sigue enterrado en un cajón con la excusa de los recortes...
En Nueva York, y en plena recesión, los carriles bici se han duplicado en apenas dos años y superan ya los 700 kilómetros. Frente al tópico de las ciudades llanas, la avanzadilla ciclista la han llevado siempre al otro lado del Atlántico ciudades con grandes cuestas como San Francisco o Portland. En Madison, Wisconsin (un auténtico “rincón” de Suecia en Estados Unidos), andan predicando ahora el uso de la bicicleta por el bien común y de la economía, como da cuenta en su blog nuestro amigo Juan Merallo, más conocido como “el de la bici”.
“En Madrid existe ya una importante “masa crítica”, como lo demostramos los últimos jueves de cada mes”, asegura Merallo. “Sólo nos falta mejorar las infraestructuras para la bici y, sobre todo, que la gente le pierda el miedo y se atreva a usarla a diario en la ciudad. Viajar en bici tiene sus riesgos, pero no es una actividad peligrosa. En cuanto cambie esa mentalidad, cambiará todo”.
Esta misma semana, la cultura de los pedales se ha dado cita en “Con b de Bici”, donde ha quedado demostrado que Madrid está a punto desubirse por fin al “progreso” y estrechar las distancias abismalesque aún nos separan de ciudades como Estocolmo y Sevilla, sin ir más lejos.
Carlos Fresneda, Londres
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