Un mes después de que el presidente diera luz verde a las prospecciones petrolíferas, la mancha negra amenaza al Delta del Mississippi
El Golfo de México sufre el peor accidente en 25 años
Vía libre a las prospecciones petrolíferas: desde la costas de Florida a zonas hasta ahora protegidas en Alaska, pasando por Delaware y las dos Carolinas. Cualquiera diría que Obama ha escuchado tarde el canto de las sirenas – “Drill, baby, drill!”- y se ha sumado a la nueva fiebre del oro negro auspiciada por Sarah Palin y su pelotón de “perforadores”.
En su afán por complacer a los republicanos, para que apoyen la ley del cambio climático, Obama se ha atrevido a ir más lejos de los que nunca fueron Bush y Cheney y se ha ganado de paso la condena unánime de los ecologistas, bastante mosqueados ya por su impulso al carbón “limpio” y a la energía nuclear.
La fuga de petróleo en el Golfo de México, eso sí, ha puesto en guardia a los senadores costeros, que hasta ahora sólo veían beneficios y ahora empiezan a sopesar los riesgos. “Tenemos que considerar muy seriamente los riesgos ambientales antes que volver a perforar”, advierte ahora el demócrata Robert Menéndez, por boca del estado de Nueva Jersey.
La idea de buscar petróleo frente a las playas de Florida empieza también a inquietar a la hinchada del “¡Perfora, Obama, perfora!”. El Wall Street Journal revela hoy cómo la compañía británica BP consideró “innecesarias” las nuevas medidas de seguridad en las plataformas petrolíferas que intentaron poner en marcha las autoridades norteamericanas en septiembre pasado.
Cualquiera diría que estamos ante un guiño agorero del destino: Obama da vía libre a las nuevas prospecciones petrolíferas y un mes después asistimos al peor accidente de los últimos 25 años en el Golfo de México, cuando está a punto de cumplirse el quinto anivesario del huracán Katrina.
Las noticias se encadenan a veces de una manera caprichos. Mientras los vecinos de Nueva Orleans se asoman con preocupación a un horizonte negro de plataformas petrolíferas, los de Boston empiezan a vislumbrar –mal que les pese a los Kennedy- el remolino blanco de las turbinas…
El secretario del Interior, Ken Salazar, ha decidido impulsar el primer parque eólico marino de Estados Unidos en Nantucket, frente a las costas de Massachusetts. Los ecologistas andan divididos, y las tribus indias protestan contra la invasión de su espacio sagrado. Los vecinos de Cape Cod, que pueden obtener hasta el 75% de su energía del viento, tampoco saben a qué carta quedarse…
Carlos Fresneda
Publicado en el blog En la Ruta Verde de El Mundo
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