Fue poeta antes que payaso. Le "robó" la novia a Bob Dylan. El mismísimo B.B.King le "rebautizó" en persona. Presentó el Festival de Woodstock y se subió a los escenarios con los Grateful Dead.
Fundó una comuna itinerante (The Hog Farm) e inspiró uno de los
artículos más delirantes de Tom Wolfe ("The Electric Kool-Aid Acid
Test"). Dio su nombre a una famoso helado multicolor y ahora invita a
los más pequeños a atrapar el arco iris en Winnarainbow, su campamento de artes circenses...
Con ustedes, Wavy Gravy,
a punto de cumplir los 77 y con la melena multicolor que le acredita
como el último hippie: "¡Quién volviera a finales de los sesenta cuando
vivíamos en el precario borde del acantilado! Aquellos eran los viejos y
buenos días. Lo que siento ahora es nostalgia por el futuro".
Un documental –"El Santo Travieso"-
y dos sonadas fiestas de cumpleaños –en Nueva York y San Francisco- han
vuelto a poner al incorregible payaso hippie en candelero, precedido de
la presentación de rigor de su amigo Paul Krassner: "Por si no lo sabían, Wavy Gravy es el hijo ilegítimo de Harpo Marx y la Madre Teresa"...
A Wavy Gravy (nacido como Hugh
Nanton Romney) le conocimos en su salsa: la comuna Hog Farm en Berkeley.
Tardó en aparecer, olvidadizo que se va haciendo uno con la edad. Pero
una vez entró en escena, con su proverbial sonrisa y su inseparable
nariz de payaso, todo quedó en segundo plano (incluidos los terribles
dolores de espalda que le mantienen milagrosamente en el mundo de los
vivos).
Desparramado en un destartalado
sofá en mitad del jardín, mirando las constelaciones a plena luz del
día, fue improvisando monólogos que parecían brotarle del alma
iconoclasta: "¿Qué es el amor? ¿Cómo ponemos en acción en amor? Lo malo de las cosas buenas es que sólo ocurren una vez en la vida".
Lleva cuarenta años casado con la misma
mujer, Bonnie Beecher, que fue novia de Dylan en el Universidad de
Minnesota. Al gran trovador le prestó su máquina de escribir, con la que
aporreó la letra de "A Hard Rain's A-Gonna Fall". Los primeros pasos
los dio como poeta y director artístico en el Gaslight Cafe, pero a
finales de los sesenta se dejó arrastrar por la corriente humeante y
lisérgica que enfilaba hacia el oeste.
Se unió al colectivo The Hog Farm, arrimó el
ascua de Jerry García y Jimi Hendrix, hasta que en 1967 organizó un
"cross country" en autobuses hippies y apareció en el "Skidoo" de Otto
Preminger (junto a Groucho Marx y Mickey Rooney). Su salto a la fama fue
sin embargo en 1969, cuando ejerció como maestro de ceremonias del Festival de Woodstock, con el "nombre de paz" que le puso B.B. King apenas unos meses antes.
"La guerra no es saludable para los niños ni para los otros seres vivos"...
Las consignas pacifistas llenan la casa-comuna de Wavy Gravy,
empapelada con fotos descoloridas de aquellos años. Se diría que el
útimo hippie vive con un pie en el pasado y otro en el futuro, apurando
sobre la marcha lo mejor del presente: "La vida es corta, cómete primero
el postre".
En el piso de arriba, el payaso "hippie"
tiene una sala de meditación, con altar dedicado a todos los que se
fueron (incluido su inmortal amigo Jerry García) y con citas del Dalai
Lama: "La amabilidad lo es todo". Lo primero y último
que hace todos los días, confiesa, es pedirle "al de más arriba, o a lo
que sea, que me ayude a ser el mejor Wavy Gravy posible".
En los años ochenta, recuerda,
se dedicó al activismo político "con un puñado de yiipies y
anarquistas", denunciando lo corrupto del sistema y haciendo campaña por
"Nadie para Presidente". En los noventa dio el viraje social, y así
nació Seva, la asociación que ayuda a los niños con problemas de vista en los países subdesarrollados.
Sus últimas pasiones son los niños y el medio
ambiente: las dos se dan la mano en Camp Winnarainbow, una delirante
utopía infantil en medio de los bosques incomparables de la costa
californiana, "donde todos los niños ganan porque sólo compiten con ellos mismos".
A sus 77 años, Wavy Gravy se ha convertido en
un icono inmortal, columpiándose a todas las horas bajo el arco iris.
En la revista Vanity Fair le preguntaban hace poco por el secreto de su
larga e intensa vida... "Primero, no morir. Y después, empañar a tu paso
todos los espejos"
Carlos Fresneda
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