Aprender de las culturas tribales

Jared Diamond rompe una lanza por las culturas tribales en su último libro, El mundo hasta ayer. El autor de Colapso se sumerge hasta el fondo en 39 sociedades tradicionales en todo el mundo –de los esquimales a los pigmeos, de los yanomani a los turkana- para extraer las lecciones que nos puedan ser útiles en la vida moderna.
“Tenemos mucho que aprender de la culturas tribales”, recalca el naturalista y antropólogo norteamericano, que reconoce la “ventaja” de las sociedades tradicionales en aspectos como los lazos sociales, el trato a los mayores y la crianza y aprendizaje en la temprana infancia. También nos “superan” a la hora de evaluar los riesgos y en la resolución de pequeños conflictos.
Pero una de sus conclusiones más rotundas –“las sociedades tribales viven en estado de guerra constante”- ha provocado la respuesta fulminante del director de Survival International, Stephen Corry, que ha condenado El mundo hasta ayer como como “moralmente erróneo y extremadamente peligroso”.

Pese a su empeño en encontrar un equilibrio entre el “romanticismo del noble salvaje” y “los prejuicios contra las culturas tribales”, cualquiera diría que la lanza de Diamond nos llega “rota” y que su poderoso mensaje ha quedado desvirtuado por la polémica.
“Es un argumento muy dañino asegurar que los pueblos tribales son más violentos que nosotros”, asegura Stephen Corry. “Si nadie lo rebate, puede ser muy perjudicial para el movimiento por los derechos de la culturas indígenas. Si su libro hubiera sido publicado hace un siglo, posiblemente los llamaría “primitivos salvajes”.
Diamond asegura sin embargo que nada más lejos de su intención que reincidir en los prejuicios y en el complejo de superioridad de las sociedades industriales. “En El mundo hasta ayer he intentado encontrar un equilibrio”, asegura. “Y lo cierto es que en algunas culturas tribales hay cosas horribles que deberíamos evitar, y también cosas maravillosas que deberíamos emular”.
Por lo que a la guerra se refiere, Diamond se aferra al argumento de su libro: “Las guerras tribales tienden a ser crónicas porque no hay un estado central que refuerce la paz”. El antropólogo admite que aunque los colonizadores europeos han instigado los conflictos tribales a su favor y han perfeccionado como nadie el dudoso arte de la guerra (como él mismo demuestra en Armas, gérmenes y acero), no debemos caer en la “idealización de que las sociedades tradicionales viven en perfecta paz y armonía con su medio ambiente”.
La disputa sigue abierta, aunque Diamond se apoya sobre todo en su experiencia directa con diez culturas tribales en Nueva Guinea –de los dani a los fayu, de los enga a los kaulong- con las que se ha familiarizado a lo largo de más de treinta años.
El mundo hasta ayer arranca precisamente con un vertiginoso viaje en el tiempo entre Los Ángeles y Puerto Moresby, las dos puertas de entrada a esos universos paralelos -separados por más de 5.000 años- que coexisten milagrosamente en pleno siglo XXI.
Diamond llegó a Nueva Guinea siguiendo el rastro de sus increíbles pájaros, a los que dedicó sus primeros libros, antes de dar el salto a la especie humana con El tercer chimpancé. A sus 75 años, la escritura y sus clases magistrales en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) consumen la mayor parte de su tiempo, pero todos los años siente una impetuosa necesidad de dar el salto al Pacífico y aterrizar en ese pedazo de tierra que para él es la ventana al mundo hasta ayer, casi intacto...

“Ellos nos llaman a nosotros las 'sociedades raras', y muchas de nuestras costumbres les causan estupor o extrañeza”, recuerda Diamond. “Las sociedades tradicionales representan al fin y al cabo miles de experimentos sobre cómo construir una sociedad humana, distintos al modelo imperante, que es el heredero de las primeras culturas agrícolas y del ascenso de los primeros estados hace 5.400 años”.
“En términos de evolución humana, si tenemos en cuenta que llevamos más de dos millones de años dando vueltas, se trata prácticamente de un parpadeo”, recalca el antropólogo. “Y en lugares como la Polinesia, el Amazonas y África, esos dos mundos distantes no han estado en contacto directo hasta muy recientemente. Muchos de mis amigos en Nueva Guinea han experimentado nuestro salto de cinco milenios en cuestión de décadas, algo que produce realmente escalofríos si lo piensas”.
“Ahora bien, no nos engañemos”, advierte Diamond. “Las sociedades industriales tienen grandes ventajas en términos de comodidad material. En el mundo moderno, la vida es más fácil y confortable; de lo contrario, la gente estaría emigrando por hordas hacia las sociedades tradicionales... Vivimos más años, tenemos más seguridad personal, menos violencia, mucha menos mortalidad infantil y grandes oportunidades de educación y trabajo”.
Diamond insiste en la “utilidad” de los mayores en las sociedades tradicionales como portadores de la “memoria oral”, como artesanos consumados o como fuente de sabiduría
Con su nuevo libro bajo el brazo, a su paso por el Festival de Ideas de Bristol, Diamond habló sobre todo de la gran lección de las culturas tribales: el tratamiento de los mayores…  “Con excepción de algunas culturas nómadas en las que dejan morir a los ancianos, la experiencia de la vejez es mucho más gratificante y satisfactoria. En las sociedades modernas hemos llegado a un punto lamentable: los mayores han perdido su utilidad y se les obliga a jubilarse prematuramente, o se les 'aparca' como un carro viejo”.
Diamond insiste en la “utilidad” de los mayores en las sociedades tradicionales como portadores de la “memoria oral”, como artesanos consumados o como fuente de sabiduría y juicio en los conflictos. Como ejemplo de la veneración recuerda “cómo en algunas culturas los niños “premastican” la comida para facilitar la labor a sus mayores sin dientes”.
El antropólogo norteamericano, que siente la presión creciente a sus 75 años, cree llegado el momento de una revolución de lo que antes llamábamos tercera edad, inspirada precisamente por la función de los mayores en las culturas tribales…“La jubilación tiene que ser voluntaria y nunca forzosa. No sólo vivimos más, sino que somos mental y físicamente más activos. Nuestra experiencia puede ser vital para enseñar, supervisar, mediar en conflictos o contribuir a la educación de los niños. Hay todo un mundo por redescubrir”.
La temprana infancia (y exceptuando de nuevo algunas sociedades donde se dan casos tolerados de infanticidio) es otra asignatura en la que nos llevan ventaja las culturas tribales. “El concepto de castigo corporal a los niños casi no existe y en algunas culturas como en el pigmeos de África puede ser incluso causa de divorcio”, recalca Diamond.
“En las sociedades tradicionales mantienen un contacto más estrecho, pero al mismo tiempo son mucho más permisivos con los niños, que tienen libertad para explorar. Los niños juegan literalmente con cuchillos y aprenden antes las lecciones duras de la vida. Tienen una gran autonomía y desarrollan unos instintos que les son muy útiles para abrirse paso. Yo he intentado aplicar esas lecciones con mis propios hijos, que han aprendido a tomar sus propias opciones y a seguir sus intereses antes en la vida”.
“La soledad no es un problema en las sociedades tradicionales”, palabra de Diamond. “Todos los problemas crónicos asociados a la soledad en las sociedades industriales no se dan en las culturas tribales, que funcionan en grupos de unos pocos cientos, donde todos dependen los unos de los otros y en los que no existe prácticamente la palabra 'extraño', salvo cuando llega alguien de fuera”.
Los problemas crónicos asociados a la soledad en las sociedades industriales no se dan en las culturas tribales, donde todos dependen los unos de los otros
El antropólogo incide también en la exagerada obsesión occidental por el “riesgo”, frente a la aproximación realista e instintiva de las culturas tribales. Pese a reconocer la ventaja occidental en el capítulo de salud, destaca también la inexistencia de problemas como la diabetes o las enfermedades cardíacas en la sociedades tradicionales.
La economía, la religión, la alimentación e incluso el bilingüismo son otros de los capítulos de El mundo de ayer, donde sin embargo echamos en falta una visión comparativa de la relación con el medio ambiente de las sociedades modernas y las tradicionales. Diamond se defiende alegando que a esa historia ya le dedicó su penúltimo libro, donde concluía que “a lo largo de la historia, de la isla de Pascua a la civilización maya, los desastres ecológicos propiciados por el hombre han sido la causa de los colapsos”. Entonces le acusaron de “determinismo ambiental”…

Carlos Fresneda



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