¿Te importa el aire que respiras? ¿Te importa el agua que bebes? ¿Te preocupas por los alimentos que comes? ¿Piensas en el planeta que estamos dejando a nuestros hijos? ¿Crees que la debacle económica justifica el deterioro del ambiente?
Quizás habría que preguntarle eso a la gente, en vez que seguir con la letanía del cambio climático, la pérdida de biodiversidad o la calidad de los acuíferos. Las encuestas, ya se sabe, parten siempre de una idea preconcebida y tienen un sesgo inevitable. Pero los resultados cantan y esto es lo que hay: la “preocupación” por el medio ambiente en el mundo ha llegado a su punto más bajo en los últimos veinte años, según un reciente sondeo de GlobeScan. Desde el 2009, tras el fiasco de la cumbre de Copenhague, hemos dado un paso atrás de dos décadas.
Estamos, ni más ni menos, donde estábamos antes de la primera Cumbre de la Tierra en Río. La conciencia planetaria ha dejado paso a la indiferencia global. Hay que cosas más importantes por las que preocuparse…
“La evidencia sobre el deterioro ambiental es mayor que nunca”, advierte Doug Miller, al frente de GlobeScan, veinte años tomándole el pulso ambiental a la opinión pública. “Nuestros datos reflejan sin embargo que la crisis económica y la falta de liderazgo político están haciendo que el público desconecte.”
Hoy por hoy, apenas el 49% considera que el cambio climático es un problema “muy serio”, el 50% dice lo mismo de la pérdida de la biodiversidad y el 58% admite como su preocupación por el problema del agua. La encuesta de GlobeScan se ha realizado con muestras de mil encuestados en cada uno de los 22 países, incluida España, donde la crisis económica y la corrupción política han triturado la conciencia ecológica.
En la lectura “oficial” del sondeo echamos sin embargo en falta una crítica fundamental: la generosa contribución de los medios al “apagón” ambiental. Como obedeciendo una consigna unánime (“Lo verde ya no vende”), las televisiones, los periódicos y las revistas han bajado la guardia y han relegado a la ecología al pie de página o a la columna de salida.
El escepticismo hacia el cambio climático –financiado por los gigantes de las energías fósiles- ha ido calando en los medios y ha terminado contaminando todo el mensaje ambiental, estrangulado al mismo tiempo bajo el peso de al crisis. Tan sólo en la red se encuentran aún espacios verdes de relativa libertad, donde uno puede al menos descubrir titulares como éste –"La preocupación ambiental, al nivel más bajo en 20 años"- e intentar descubrir lo que hay detrás.
Como obedeciendo una consigna unánime (“Lo verde ya no vende”), las televisiones, los periódicos y las revistas han relegado a la ecología al pie de página.
Pero nos engañamos si culpamos exclusivamente de lo ocurrido a la complacencia de los medios, al servilismo de los políticos o a los “oscuros intereses”. Hay que admitir a estas alturas que el medio ambiente tuvo también su “burbuja”, y que ha terminado estallando por la propensión a lo abstracto (las tediosas cumbres del clima) y a lo apocalíptico (Una verdad incómoda).
No hemos sabido hacer a tiempo la transición hacia lo concreto y lo constructivo, y ahí nos duele. Lo último que la gente necesita cuando pierde el trabajo, cuando se enfrenta al desahucio o cuando sufre para llenar la cesta de la compra es precisamente un alud de noticias etéreas e inútiles que en poco o nada van a afectar a sus vidas.
En momentos como éste es más imprescindible que nunca tender los puentes entre lo económico y lo ecológico, y recordar la íntima relación entre el tejido social y la red de la vida. Todos deberíamos hacer un esfuerzo por salir del centrifugado de la crisis y buscar ese rayo de luz al final del túnel, en forma de soluciones, innovaciones e inspiraciones que ensanchen el horizonte de lo posible. Tan sólo así vamos a poder recuperar todo el terreno perdido desde la cumbre de Río, que no es poco.
Carlos Fresneda
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