"Alimenta a las lombrices"... Es el reclamo irresistible en el puesto de Union Square en el que cada sábado se celebra de una manera peculiar el rito del Día de la Tierra. Uno tras otro, en religiosa procesión, más de 500 vecinos de Nueva York llegan con su colecta semanal de mondas de frutas, sobras de verduras, restos de arroz, pan, pasta y posos de café, digeridos en el acto por los cubos del Lower East Side Ecology Center (LESEC).
Más de uno examina con curiosidad sus
propios desechos en ese último acto de fe, como intentando buscar
entre las lombrices el sentido de su propia vida.
"Los desechos serán la tierra que
garantice el crecimiento de la próxima cosecha", sostiene
Christine Datz-Romero, nacida en Alemania y afincada en Nueva York,
donde ejerce como "misionera" del compost. "Nada
representa mejor el ciclo de la vida. Las hojas caen, se degradan en
la tierra, la abonan para la primavera. Con el alimento pasa lo
mismo: lo que no comemos contiene la semilla del futuro"
"En la naturaleza no existe eso
que nosotros llamamos basura",advierte Christine. "La
naturaleza lo aprovecha todo, y más nos vale aplicar esa lección si
queremos preservar el planeta. Tenemos que volver a poner los
recursos en su lugar para que el ciclo continúe".
Christine no tiene ningún reparo en
tocar la basura ajena, sobre todo si es orgánica. Cuatro veces a la
semana, la furgoneta colorista del LESEC despliega su carga de cubos
en el mercado de granjeros de Union Square, donde las viandas y el
compost se retroalimentan en natural sinfonía.
"Si todo esto lo sacara un camión
fuera de la ciudad, estaría llevándose sobre todo agua y nutrientes
para la tierra", apunta Christine. "¡Qué cosa más
absurda! Quemar gasolina, recorrer cientos de millas, para
transportar agua pesada a un lugar lejano. Por eso es tan importante
dar una solución local al tema de los residuos".
Los dos centros de recogida del LESEC
(el otro está en la calle siete) procesan todos los años 200
toneladas de basura orgánica. Los jardines comunitarios y las
universidades se han apuntado al compostaje, pero el Ayuntamiento de
Nueva York no acaba de subirse al carro, aunque más del 25% de los
desechos diarios son pefectamente compostables. En San Francisco, la
ciudad que presume de reciclar o reaprovechar el 75% de sus residuos,
la recogida selectiva la realiza el propio camión de la basura.
"En Nueva York, con la altísima
densidad y los apartamentos tan pequeños y de gran altura, es
difícil convencer a la gente para que composte en casa",
reconoce Christine Datz-Romero. "Pero lo cierto es que hay
vermicomposteros domésticos que ocupan poco espacio, que son muy
higiénicos y muy sencillos de manejar, ideales para ir creando
conciencia ecológia en los niños".
En las ciudades compactas, sin embargo,
Christine está convencida en que la solución debería buscarse
manzana a manzana... "En todos los barrios debería haber
sistemas de recogida slectiva y local, y todos los parques deberían
tener zonas de compostaje. No podemos seguir llenando los vetederos
con nutrientes venidos desde decenas o cientos de kilómetros".
Mientras llega el momento, el sistema
de compostaje ideado por los voluntarios del Bajo Manhattan llega a
más de 1.500 familias. Se financian básicamente con donaciones y
con el dinero que consiguen con las bolsas de "humus" de
lombriz, a la venta en el mercado de granjeros de Union Square.
"Alimenta a las lombrices"...
Christine invita a la procesión del compostaje a hacer la
instantánea conexión: admiremos el trabajo silencioso e impagable
de esos animalillos ondulados y escurridizos que tienen el secreto de
la vida que no cesa... "Tierra eres y en tierra te covertirás".
Carlos Fresneda
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