NO ES CIUDAD PARA BICICLETAS

Hace 20 años, cuando el héroe de la bicicleta se llamaba Perico Delgado, tuve la ocasión de surcar Madrid junto a uno de esos ciclistas “suicidas” que luchaban por abrirse paso en la marabunta motorizada. El reportaje se titulaba “¡Aupa, Perico!” porque ése fue el grito unánime que nos lanzaron automovilistas y peatones durante nuestra proeza.


Indurain relevó a Delgado, y ahora tenemos a Contador, y no es de extrañar que nuestros “superhéroes” de la dos ruedas conquisten la gloria en los Campos Elíseos y prefieran circular en coche por la Castellana. Está claro que Madrid no es ciudad para bicicletas.


Ignoro si el señor alcalde se ha dado una vuelta estos años por el París del “velib”, o si ha tenido ocasión de subirse al AVE, rumbo a Barcelona o Sevilla. Tampoco le vendría mal dar el salto a Chicago o a Nueva York, donde el uso de la bici ha aumentado el 35% en un año, la red de carriles-bici llega ya a 650 kilómetros y en un día cualquiera se llegan a contar 200.000 ciclistas por las vías urbanas.


Hay una nueva manera de medir el progreso de las ciudades: contando las bicicletas.

Y lo cierto es que en Madrid las seguimos contando con los dedos de las manos, y hace falta valor –“¡Aupa, Contador!”- para disputar el asfalto a los coches.


Madrid es sin duda la última del pelotón. Los 64 kilómetros del anillo verde quedan bien como “ornamento”, pero los kilómetros estrictamente urbanos apenas llegan a la decena. Al plan de movilidad ciclista le ha entrado una “pájara” por culpa de la crisis, y la ciudad sigue siendo tan hostil a las dos ruedas como lo era en tiempos del “¡Aupa, Perico!”. Y no precisamente por culpa de las cuestas y de los repechos, sino por puro desdén y falta de infraestructuras.


Digámoslo claro: Madrid no es ciudad para bicicletas porque no hay infraestructura para el uso y disfrute de las dos ruedas. No necesitamos más vagas promesas –“Madrid será la capital europea con más carriles bicis en el 2016”- sino realidades concretas como la de Nueva York: 200 millas de carriles-bici en tres años. Y ni un retraso más.


El alcalde promete “un Madrid moderno, amable y sostenible”, pero lo cierto es que la imagen que ofrece al visitante es el de una ciudad agresiva, ruidosa e insostenible. Con mejor transporte público y muchos más “agujeros” para tapar a los coches, pero no muy distinta a la que conocí y padecí en los años ochenta.


El espejismo fugaz de la Vuelta deberá dejar paso estos días a la reflexión y a la imaginación: ¿Cómo sería la Castellana si se cerrara al tráfico los domingos y los madrileños pudiéramos recuperar la ciudad para quien la camina y la pedalea?


A modo de despedida, me atrevo a sugerirle al señor alcalde que busque iluminación en “Elogio de la bicicleta”, del antropólgo francés Marc Augé, y se rinda finalmente ante la evidencia: “La bicicleta es el símbolo de un futuro ecológico para la ciudad del mañana y de una utopía urbana que acabará reconciliando a la sociedad consigo misma”.


Publicado en El Mundo, 19,09,09

Carlos Fresneda

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