¿VIENTO O CARBON?

En pocos lugares como en Asturias pueden palparse las brutales heridas negras del carbón, hermanadas con las emisiones de las monstruosas centrales térmicas. En pocas regiones como en Navarra podemos otear un horizonte muy diferente, moteado de turbinas eólicas y placas fotovoltaicas.


Asturias y Navarra libran un pulso silencioso en Ebensburg (Pensilvania). Las minas a cielo abierto, el trasiego constante de camiones y las nubes de humo y vapor eran hasta hace poco la única seña de indentidad del pueblo de tres mil almas. A lo lejos, despuntando en un mar muerto de montañas descerrajadas, se levanta desde hace dos años el primer parque eólico de la zona, gentileza de Gamesa, que decidió echar raíces en el valle del carbón.


Hubo vecinos que protestaron por la llegada de los gigantes blancos de ochenta metros, emergiendo por encima de las copas de los árboles en la majestuosa cordillera de los Allegheny. Muchos otros celebraron la llegada del futuro, encarnado en la fábrica de “palas” que ha traído nuevos aires (y más de trescientos puestos de trabajo) al oxidado cinturón industrial de Pittsburgh.


La aventura americana de Gamesa ya la hemos contado en otro lugar. Lo que queremos recalcar ahora es el poderoso contraste entre el viento y el carbón, apoyados en cuatro imágenes que hablan por sí mismas.

Digamos que la central térmica de Cambria Cogen (85 megavatios de potencia) hace la número dos entre las diez industrias más contaminantes del condado. A las emisiones de dióxido de carbono hay que añadir las de dióxido sulfúrico, óxido de nitrógeno, ácido hidroclórico, componentes de manganesio y de arsénico, entre otros 20 subproductos nocivos para la salud. El diario USA Today, ha denunciado incluso que el aire que llega a cinco escuelas cercanas está seriamente afectado por las emisiones tóxicas de la central.


Las cuarenta turbinas del parque eólico de las Allegheny (80 megavatios de potencia) han tenido sin duda un impacto ambiental, pero la única queja notoria hasta la fecha ha sido la de dos vecinos que viven a menos de un kilómetro y alegan que el ruido y las vibraciones de las turbinas no les deja dormir y les causa ansiedad. A pleno rendimiento, las turbinas pueden proporcionar energía para 73.600 habitantes


El “ahorro” en emisiones de CO2 se estima en 150.000 toneladas anuales.

El pulso entre el pasado y el futuro que se libra en Ebensgburg es el espejo al que se mira la América profunda, donde están cayendo las resistencias ancestrales a las renovables, precisamente ahora que las fuerzas del “inmovilismo” –que quieren perpetuarnos en la era negra del carbón- disparan contra la energía eólica y solar en España.


Vean, comparen y decidan ustedes mismos a qué paisaje quieren contribuir cada vez que enciendan el interruptor de la luz.


Carlos Fresneda desde Ebensburg (Pensilvania)


Publicado en Cronicas desde EE.UU el 14 de mayo 2009

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