En Broadway han descubierto a estas alturas el placer de tomar la fresca, y aunque los taxistas estén cabreados, los neoyorquinos han acudido en masa al lugar, disputando las tumbonas a los turistas.
Mark Sotckard, tomando la 'fresca' en Times Square. | C.F.
Hacía años que no venía y esto me parece lo más”, confiesa Mark Sotckard, 56 años, vecino del Upper East Side, mientras se cruza de piernas en la silla y clava la mirada en los neones en actitud meditativa. “Siempre me echó para atrás el bullicio y el tráfico, pero esta sensación es completamente nueva, como si estuvieras en un parque... ¡Deberíamos cerrar toda la ciudad a los coches!”.
Los coches siguen atravesando la Plaza del Tiempo, todo hay que decirlo. La Séptima Avenida sigue tal cual, congestionada a todas las horas. El tráfico transversal -de la calle 42 a la 47- incomoda como antes a los peatones. La “isla peatonal” se reduce al esquinazo de Broadway y tiene el aspecto de chapuza provisional, protegida por unos cuantos policías y decenas de tapacubos.
El dudoso acierto ha sido sin embargo el de las sillas y tumbonas, gentileza de la Times Square Alliance. En una ciudad en la que llegaron a desaparecer los bancos de las calles –para que no se instalaran los “homeless”- es de agradecer el detalle con el sufrido caminante, abrumadora mayoría en Manhattan.
El “experimento urbano” durará hasta finales de año, aunque está por ver si sobrevivirá más allá de las elecciones de noviembre. De momento, casi todo han sido celebraciones, aunque siempre hay “aguafiestas” como Andrea Peyser en el New York Post, que reclama la vuelta del coche para que Times Square siga siendo “el vibrante y frenético centro del universo”.
A Peyser y a todos los defensores de la marabunta motorizada les sugerimos que visiten la página web de Ciudades Sin Coches para que vayan haciéndose a la idea. O mejor que pinchen en YouTube y se asomen a la ciudad del futuro, Masdar, diseñada por Norman Foster en Abu Dhabi y concebida para que sus 40.000 habitantes puedan tomar la fresca en la calle, sin malos humos y sin el acoso incesante del coche.
Carlos Fresneda desde Nueva York
Publicado en el blog Crónicas desde EE.UU de El Mundo
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