el poder del "NOSOTROS"

Hay veces en que los cambios personales no bastan. Hay ocasiones en que los muros que frenan el avance de la historia son tan altos y llegan tan profundo bajo tierra, que se precisa una acción colectiva para poder derribarlos. Algo así fue lo que ocurrió el pasado 4 de noviembre, cuando millones de norteamericanos se lanzaron espontáneamente a la calle como si celebraran la caída de una dictadura, gritando “Yes We Can!” (“Sí Podemos”) y “Yes We Did!” (“¡Sí Lo Hicimos!”).Barack Obama fue el catalizador del cambio, pero como él mismo dijo ante la riada multirracial y multigeneracional en el parque Grant de Chicago: “¡Esta victoria os pertenece!”. Allí estuvimos, dando fe de la noche histórica y subiéndonos como tantos a la ola de la revolución “no violenta”.

Mucho se ha hablado del tirón de masas y del vertiginoso ascenso del primer presidente negro de Estados Unidos. Poco se ha indagado sin embargo en todo lo que hubo detrás, en el trabajo y la energía de los 600.000 voluntarios que se dejaron la piel por el candidato, en las donaciones de cientos de miles de ciudadanos en plena crisis, en esa red tupida de tres millones de “obamanos” vinculada por internet y propagada barrio a barrio, manzana a manzana.

Está aún por ver si Obama responderá a las expectativas en este año de incierta transición hacia una nueva era. Los cuervos de la vieja economía no perdonan, y los “lobbys” que también apostaron por él (la industria farmacéutica, la energía nuclear, los fabricantes de automóviles) confían en sacar tajada. Pero la deuda más impagable de todas es la que ha contraído el futuro presidente con esa mayoría sedienta de un Cambio con mayúsculas.

“Hay retos a los que no podemos hacer frente uno a uno, situaciones que requieren una poderosa acción colectiva”, escuchamos decir a Obama en plena campaña, cuando los analistas políticos cuestionaban su bisoñez y su idealismo, cuando nos acusaban a los medios de construir un falso mito. Al cabo de 20 meses de campaña, siguiendo su estela de costa a costa, dudando más de una vez pero viéndole crecer como líder y llenar estadios como ningún otro político, nos sentimos de alguna manera partícipes de la historia.

Y recalco el “nos” porque esa experiencia fue compartida por decenas de periodistas que le acompañamos en su singladura; y por jóvenes voluntarios como Steven Smith, que dejó colgados durante un año sus estudios en Francia para volver a su país y llamar a miles de puertas; y por viejos idealistas como Sam Harrison, portador del espíritu de los años sesenta en sus galopadas pro-Obama en Pensilvania; y por pragmáticos como el banquero Michael Pitts, vecino del presidente electo en Chicago, que le ayudó con la finanzas; y por niños como Shayne, Ethan y Madeleine Riskin, ondeando la pancarta con “Sí Podemos” en la antesala del triunfo en Cleveland, cuando Bruce Springsteen le dedicó a Obama “Trabajando por un sueño”...

Vivimos pues la crecida de Obama hasta orillas del lago Michigan, pero hemos asistido también a la bajada de las aguas, y estamos contemplando desde la barrera estos momentos en que –tomándole la palabra al filósofo afroamericano Cornel West- “la esperanza baila en la cuerda floja”.

La autora Rebecca Solnit expresa la misma sensación contradictoria en otro libro reciente, “Esperanza en la Oscuridad”: “Pensé que entrábamos en otra época en la que podríamos bastarnos sin héroes, pero nos han dado un líder, y es un poco como si nos hubieran dado una tarjeta de crédito: hay que ser cuidadoso en el momento de usarlo... Pero hay que ser realistas: el momento alegría se disipará, y aquellos que piensen que Obama puede inspirarnos día tras día están equivocados. Aunque su fuerza, y la nuestra, es que tenemos un presidente que habla el lenguaje de los organizadores comunitarios, que entiende lo que significa “Sí Se Puede” y que será capaz de extender el poder en vez de consolidarlo”.

La garantía más palpable del cambio no está sin embargo en el nuevo inquilino de la Casa Blanca, sino en esa sensación de “nosotros” que ha cristalizado en el país del individualismo a ultranza. “Si todo el movimiento que ha puesto en marcha Obama lo logramos encauzar hacia la lucha contra el cambio climático, viviremos en un mundo muy distinto en apenas una década”, vaticinaba hace unos meses Steve Coleman, al frente de Cool Capital.

Eso es lo que se propone precisamente Al Gore con su llamada a la acción bajo la consigna del “We” (“Nosotros”). Y lo que defiende también la Alianza Apolo, con el plan para invertir 500.000 millones de dólares en diez años y crear cinco millones de puestos de trabajo con la reconversión a las energías renovables. Y lo predica Van Jones, otro de los líderes negros emergentes, con su llamada al New Deal “verde”.Y lo que pretende Bill McKibben, autor de “El fin de la naturaleza”, embarcado en una nueva cruzada –la campaña 350- para ponerle coto a las emisiones de CO2 en todo el planeta.

Porque el cambio personal es un río que desemboca necesariamente en la acción social. Porque los líderes del siglo XXI, si quieren hacer historia, deberán apoyarse más que nunca en el poder transformador del “nosotros”.

Por Carlos Fresneda

Publicado en Integral 349, enero 2009
por fin la revista Integral de nuevo en la red


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Yo cambio enlaces:
Cool Capital

Van Jones,
Alianza Apolo
Al Gore, Alianza Para la Protección del Clima
Centro para el Progreso de América
Bill McKibben, Campaña 350

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