No tiene pedales ni cadena. No te carga la espalda, ni te da problemas en la próstata. Puedes plegarlo como si nada y dejarlo bajo tus pies en la mesa de trabajo. Es ideal para hacer recados, llevar a los niños al colegio o darte un impulso extra cuando el tiempo apremia. Y lo más importante: no deja huella.Vuelve el patinete, inmejorable compañero de viaje para las distancias cortas. Cada patada es una apuesta por otro tipo de vida, más jubilosa, más ecológica y más sana, en ese espacio que tienes tan a mano y al que sueles llamar barrio.
La primera sensación será de total ligereza y vuelta a la infancia. Te parecerá un juego, pero prueba a doblar la esquina. Y súbete a uno de tantos patinetes para mayores, con ruedas de 188 milómetros, y verás como la cosa va en serio. Hay que seguir el instinto de los niños, inmejorables maestros de movilidad urbana.
Desde hace ocho años, el patinete se ha convertido en nuestro vehículo familiar por excelencia. Lo trajo a casa Isabel, y al principio parecía un antojo o un capricho de 200 dólares. Nuestros hijos le tomaron pronto las hechuras: yo fue el último en subirme. Confieso que no le veía grandes ventajas respecto a la bicicleta o a la sabia combinación un trayecto a pie y otro en transporte público. Pero poco a poco fui perdiendo los reparos y ganando soltura.
Claro que la reina indiscutible del patinete sigue siendo Isabel, con una destreza que genera a su paso sana envidia. Deberían pagarle una comisión los de la marca Xootr, por las veces que le han parado en la calle para peguntarle por las virtudes el invento.
Los hay de aluminio o de magnesio, a cuál más liviano y aerodonámico. Pesa apenas cuatro kilos, dispone de freno delantero y de un manillar regulable, y tiene un centro de gravedad muy bajo, para sacarle el mejor partido posible a la patada sostenible.
La variedad es cada vez mayor - el Diggler, el Esla, el Know-Ped, el Trikke o el Kickbike- pero el que barre en las calles de Nueva York en sin duda en el Xootr, pariente mayor y bastante más evolucionado que el Razor (el modelo que causa furor entre los niños). Una mañana cualquiera, camino del colegio con los niños, llegué a contar casi una veintena.
"En los últimos cinco años hemos vendido 10.000 patinetes y la demanda aumenta un 60% cada año”, nos informa Steve, potavoz de Xootr. “Nuestro cliente más joven tiene cuatro años, y la mayor es una mujer de 86. Hemos vendido a doctores, abogados y jueces, a todo tipo de profesionales. Hay quienes los utilizan para ir al trabajo, otros para hacer ejercicio y jugar con los niños”.
En nuestra familia, el patinete cumple todas esas funciones y algunas más. Para no caer en el sedentarismo rodante, casi todos nuestros desplazamientos (desde el colegio al teletrabajo) giran en torno al barrio. En las largas distancias tiramos del metro, y sólo cada dos meses alquilamos un coche y organizamos una escapada. El patinete es pues el pan de cada día, sobre todo de Isabel, que no concibe ya salir a hacer la compra sin él.
La patada suele darla con la pierna derecha, y alterna los carriles-bici con las anchas y lisas aceras de Nueva York (donde está permitido expresamente usarlos), en calles poco transitadas o en zonas peatonales. Suele usarlo en distancias de no más de dos kilómetros; aunque en cierta ocasión se bajó de un tirón sesenta calles. Se lo lleva puesto y plegado en el metro y allá donde va encuentra colegas del patinete como Mark, con quien coincidió en una librería y le confesó que desde que descubrió el patinete no necesita en absoluto la bicicleta.
Simplicidad, portabilidad, complicidad. Podrían ser los tres lemas del club de los Kick Scotters de Nueva York, que se juntan todos los domingos en Central Park para ganar adeptos a la causa del patinete. Hay más razones: la facilidad de uso, la limpieza, el bajo mantenimiento, el puro placer.
Lisa empezó patinando por simple diversión con suhija de ocho años y ahora lo han convertido en un hábito diario y compartido, a la ida y a la vuelta del colegio. “Los fines de semana nos vamos juntas al paseo del río Hudson”, confiesa. “La bicicleta la uso ya sólo para largos desplazamientos o cuando quiero hacer deporte”.
Mita bici, mitad patinete, la kickbike reclama su espacio en la tentadora geografía de la movilidad urbana. Inventada por un estudiante de Helsinki en 1993, está rodando por méritos propios en muchas ciudades nórdicas y centroeuropeas. Prem, artista local, fue uno de los primeros usuarios en las calles de Nueva York y ya no la cambia por nada: “La utilizo de seis a quince kilómetros por día, entre Brooklyn y Manhattan. Coge mucho más velocidad que un patinete, y es bastante más ligera que una bici. Al final, tu elección depende de tus necesidades en la ciudad... Cualquier cosa antes que el coche”.
CARLOS FRESNEDA
Publicado en la sección Yo Cambio de la revista Integral, nº345
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