Explorador del mundo cambiante. Así se define a sí mismo Alex Steffen,
más de una década consagrado a la tarea de vislumbrar las tendencias y
las innovaciones que están ayudando a construir un futuro más verde. "Worldchanging"
dio nombre a su "manual de uso para el siglo XXI", condensado en esa
"biblia" de 600 páginas que figura en las estanterías de todo ecologista
que se precie. Desde su mirador en Seattle, Steffen se ha embarcado ahora en una cruzada para transformar desde dentro las ciudades.
"El 70% de la población mundial vivirá en ciudades en el año 2050",
recalca Steffen. "El consumo de energía y las emisiones de CO2 se
concentra en las ciudades. Lo que necesitamos realmente es una
"revolución urbana" para reinventar el modo en que vivimos, consumimos y
nos desplazamos en las grandes metrópolis. El modelo actual es
totalmente insostenible".
Heredero del espíritu visionario Buckminster Fuller –el inventor de la cúpula geodésica- Alex Steffen propone una alianza sin precedentes entre la ecología y la tecnología, en un movimiento que él mismo ha bautizado como Bright Green Cities (Ciudades Verdes y Brillantes), con Seattle y Vancouver como grandes referencias.
"Los verdes "brillantes" proponemos una mayor apertura de la
ecología a la situación cambiante", sostiene Steffen. "Entendemos el
mundo de una manera más amplia y envolvente, y procuramos llegar a todo
el espectro de la sociedad que antes quedaba fuera del dircurso
ecologista, como los arquitectos, los ingenieros, los diseñadores
industriales y los empresarios comprometidos".
"¿Cómo serán las ciudades del futuro?", le preguntamos al ecologista visionario. "Las ciudades funcionarán como auténticos ecosistemas",
responde. "Aspirarán a la autosuficiencia energética, producirán gran
parte de sus alimentos, reaprovechar'an sus residios, reducirán
drásticamente la movilidad y las emisiones y serán mucho más
habitables".
"Un buen ejemplo es Masdar, diseñada en el desierto de Abu Dabi
por el estudio de Norman Foster, que aspira a convertirse en la primera
ciudad de emisiones cero y "residuos cero"", sostiene Steffen. "Pero el
trabajo más duro será sin duda adaptar las grandes ciudades que ya
existen. Seattle se ha comprometido a neutralizar sus emisiones de aquí
al 2020 y ha dado grandes pasos en la última década. Vancouver ha introducido el concepto de "ecodensidad" y
está empeñada en disminuir los kilómetros "motorizados" de sus
habitantes. Los edificios-árboles de Ken Yeang en Singapur son otro gran
ejemplo. Hay que traer la naturaleza a la ciudad, y la tecnología puede
sernos de gran ayuda".
El mundo cambia, sí, pero no tan rápido como algunos
quisieran... "Sospecho que nos queda menos tiempo del que creíamos",
admite Steffen. "Pese lo que sigan diciendo los escépticos, lo cierto es
que cada evaluación del estado del mundo al cabo de una década es mucho
peor que el anterior. No hemos conseguido darle la vuelta a ninguna
tendencia. Todos los problemas se están acelerando, del cambio climático
a la crisis energética, de la producción de alimentos a la
sobrepoblación".
¿Y la crisis no ha servido acaso para frenar las tendencias que
hace una década parecían imparables, como el giro a las renovables? "La lección más básica de la crisis es que las consecuencias de nuestras acciones pueden ser catastróficas",
responde Steffen. "Y hablo tanto de la economía como de la ecología,
dos palabras que tienen la misma raíz y que hasta ahora han funcionado
separadas. La noción del crecimiento económico con la que hemos vivido
hasta ahora, centrada exclusivamente en el aumento del producto interior
bruto, es totalmente perniciosa".
"Necesitamos redefinir el crecimiento económico, y en eso están
indagando los expertos del apasionante campo de la economía ecológica.
La riqueza consiste en algo más que en la acumulación del dinero.
Necesitamos que todos los "costes ocultos" -desde la pérdida de recursos
naturales al detrimento de la calidad vida- salgan a flolte. Hace falta
una ecuación totalmente distinta para medir el crecimiento económico".
Las ciudades, precisamente, pueden ser los catalizadores de un
renacimiento económico desde lo local, o eso cree Steffen... "Vamos a
tener que adaptar por completo nuestro sistema de infraestructuras y
transportes público, vamos a necesitar una reconversión energética y
curas de eficiencia en los edificios... Está más claro que nunca que la ecología necesita de la tecnología, y viceversa.
Es más, hemos llegado a un punto en que las dos van a tener que ir
hermanadas para coseguir la prosperidad social, ambiental y económica".
Steffen se siente también deudor de Steward Brand, fundador del
"Whole Earth Catalogue", pero traza personalmente dos líneas que
prefiere no rebasar. La primera es la energía nuclear, a la que sigue
viendo más incovenientes que ventajas. La segunda es la biotecnología,
que en su opinión ha creado más problemas que los que ha resuelto...
"Nos han vendido la idea de que gracias a la biotecnología
vamos a acabar con el hambre en el mundo, cuando la realidad es ésta: en
el mundo se producen hoy por hoy suficientes alimentos para todos",
concluye Steffen. "El problema del hambre no ha sido hasta ahora "tecnológico" sino político".
Carlos Fresneda
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