por una brillante y sostenible iluminación

Publicado en Natura 18 de El Mundo · 10/2007

Me atrevo a proponer al lector un ejercicio 'tecnocultural' que consiste en intentar verse como uno de esos electrones que pasan por las bombillas de nuestros hogares. El viaje puede comenzar con ese dedo que activa el interruptor y conduce en poco rato hasta la planta de generación eléctrica. Esa planta podría ser eólica o fotovoltaica, es decir, de fuentes renovables, pero también una de esas que queman combustibles fósiles y contribuyen al efecto invernadero. Incluso si consiguiéramos vernos como un electrón, podríamos encontrarnos saliendo de uno de esos siete reactores nucleares que mueven una pequeña parte de la producción de electricidad del país, con riesgos sociales y ambientales tremendos, según dicen algunos. El caso es que apretar un interruptor y que la energía eléctrica ordenada y compensada en cuestión de milisegundos se convierta en un servicio luminoso es un auténtico lujo que disfrutamos unos pocos. Hay millones de individuos de este globo azul que no lo disfrutan.

Cada electrón vale su peso en oro. Por eso, tendríamos que comprometernos a hacer un uso amoroso de todo electrón, venga de donde venga. Y es que no es poco el consumo en iluminación en nuestros hogares. Hasta un 18% del total de la factura eléctrica. Por lo tanto es mucho lo que todos podemos hacer con nuestras decisiones de consumo para ser más responsables. Podríamos empezar por elegir las bombillas más sostenibles por sus prestaciones y calidades. Y aún así, no por gastar menos electrones hay que dejarlas más tiempo encendidas.

Tras esta primera carta de presentación en NATURA, en el próximo número quiero contar a los lectores cómo se puede iluminar sobradamente la casa sin generar mucho impacto ambiental. De momento, recomiendo prestar atención a una iniciativa a la que no debe perderse la pista: 'www.hoycambiomibombilla.com', que tiene como objetivo el ahorro de los electrones futuros. ¿Cómo? Pues jubilando a las centenarias bombillas incandescentes, las del estético filamento del luminoso Edison, que malgastan un 80% de la electricidad para calefactar la estancia y sólo emplean un 20% de la energía que reciben en generar luz. El objetivo es que pasen a los museos de aquí al 2010. Todo lo contrario son las de bajo consumo, que iluminan lo mismo y calientan poco, aunque hay que ser cuidadosos con ellas, pues contienen mercurio y hay que prestar la máxima atención al desecharlas, pues es un residuo peligroso. ¡Nada es tan fácil como parece!
Por mi parte, siento una pasión activista por los LEDs, o diodos emisores de luz, que es lo último presentado como luminosa revolución. Y es que más de 80.000 horas de servicio y un consumo mínimo llaman a iluminar el mundo más sostenible, de aquí a poco.
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www.terra.org


QUIÉN: Manolo Vílchez es colaborador de la Fundación Tierra y facilitador ecológico. Su interés es reducir el impacto ambiental sobre el planeta en la vida cotidiana. Consejos: En este artículo, el autor ayuda a elegir bien la iluminación de los hogares y recomienda la guía de consumo responsable del IDAE: www.idae.es

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