La suya es la "nación del caribú". Pertenece a los Gwich'in, la tribu
india más septentrional del continente americano, y desde hace más de
20 años recorre el mundo para alertar contra los peligros que acechan su
hábitat, el Refugio de Vida Silvestre del Artico, cercado por una doble
amenaza: las prospecciones de petróleo y el cambio climático.
"La población del caribú se ha reducido casi a la mitad, de
189.000 a 100.000 cabezas en apenas dos décadas, y ésa es para nosotros
una cruel advertencia", asegura Sarah James, 67 años, que suele presentarse con ironía como "la auténtica Sarah de Alaska" (en referencia a la ex gobernadora Sarah Palin).
"La pérdida caribú sería como la pérdida del búfalo que acabó
con muchas culturas indígenas en el Oeste americano", advierte Sarah
James. "Si desaparecen ellos, desaparecemos nosotros".
La nación de los Gwich'in se extiende en un espacio indómito de
78.000 metros cuadrados en el norte de Alaska. Viven repartidos en 15
aldeas, apenas perceptibles a vista de pájaro, en una zona protegida en
su día por Eishenhower y acechada desde la era de George W. Bush. Por
encima de ellos solo quedan los "inuit" (esquimales) y una vasta
extensión cada vez más irreconocible...
Sarah James invita a todos los escépticos a que suban hasta Alaska, a comprobar de primera mano los efectos del cambio climático: "Los animales están hambrientos, confusos y desorientados.
Los caribús no encuentran el forraje con que alimentarse. La taiga se
está secando y los incendios duran todo el verano. El "permafrost" (la
capa permanentemente helada) se está derritiendo y emitiendo grandes
cantidades de metano. El sur est'a subiendo hacia el norte".
Fue en Alaska, precisamente, donde los pueblos indígenas se
adelantaron a los países industrializados y reclamaron una acción
directa y urgente para disminuir las emisiones y paliar los efectos cada
vez más palpables del calentamiento global. Sarah James, galarodonada
en el 2002 el Goldman Prize (el "nobel" del medio ambiente), se ha
erigido desde entonces en algo así como "la voz ancestral del Ártico".
En los últimos dos años, se ha sumado activamente a la iniciativa "Conversaciones con la Tierra", que
recoge las experiencias y los testimonios de los pueblos indígenas ante
el cambio climático: de Alaska a Guinea Nueva Papúa, pasando por Perú,
Camerún o Filipinas...
"Reducir, reusar y reciclar están muy bien para las sociedades
industriales", advierte. "Pero a nosotros, lamentablemente, no nos vale
con las tres "erres". Los pueblos indígenas reclamamos una cuarta "erre", el derecho a "rechazar" (refuse) y elegir nuestro propio destino".
"La Nación del Caribú celebró un cónclave en 1988, y ya entonces
decidimos oponernos a cualquier intento de explotar el Refugio de Vida
Silvestre del Artico para la búsqueda de petróleo. Perforar nuestra tierra sería como perforar el corazón de nuestra existencia
(...) Hemos estado casi una década resistiendo a las presiones. El
presidente Obama es ahora nuestra mayor esperanza: queremos protección
permanente para nuestras tierras".
Más de dos décadas lleva Sarah James ejerciendo de embajadora
permanente de la Nación del Caribú, viajando de la Cumbre de Río hasta
el Capitolio, desde la Villa del Artico hasta el Canal de Panamá, en esa
Marcha por la Paz y la Dignidad donde confluyen cada cuatro años los
indígenas del hielo con los indígenas del sol...
"Los pueblos de Alaska y del Amazonas venimos del mismo tronco.
Mi madre me hablaba de la gente del sol, y he tenido ocasión de
estrechar los lazos con ellos. Nuestro lenguaje por signos es muy
parecido. Podemos entendernos sin abrir la boca... Y nuestra lucha
contra la explotación indiscrimada de los recursos naturales y la
preservación de nuestros habitas es básicamente la misma. Por eso nos
unimos en el Canal de Panamá, que es donde partieron físicamente nuestro
continente. Volvemos a tender simbólicamente nuestros lazos en una tierra herida".
"Vivimos en las zonas más vulnerables del planeta, y reclamamos
la conexión sagrada entre la tierra, el aire, el agua, los bosques, los
animales y las comunidades humanas que ven peligrar su propia
supervivencia... Todo en nuestra cultura -las danzas, las canciones, la
ropa, la dieta- gira alrededor del caribú. A ellos les debemos nuestra
propia subsistencia".
Sarah James mira con inquietud hacia el futuro. Le preocupan
los conflictos y las guerras por el control de los recursos, mientras
los hábitats desaparecen ante nuestros ojos. La única salida, advierte,
es el esfuerzo global de la tribu humana por encontrar una senda
común...
"Los pueblos indígenas no somos perfectos, ni ustedes los
occidentales lo son. Nuestras dos culturas tienen cosas buenas y cosas
malas, y podemos aprender los unos de los otros. Necesitamos encontrar un camino por el que podamos avanzar juntos hacia un mundo mejor.
No podemos tener la paz sin un aire limpio, sin un agua limpia... Dios
nos dejó unas instrucciones muy claras sobre el "uso" del planeta: están
escritas en la naturaleza".
Carlos Fresneda
No hay comentarios:
Publicar un comentario