Cecile Andrews, en un café de Seattle.
"Irónicamente, la crisis económica está obligando a mucha gente a
cambiar". Lo atestigua desde la lejana Seattle Cecile Andrews, mientras
apura un té en The Green Bean, la cafetería local que ocupó el espacio
dejado por un McDonald's. "Conforme la economía hace aguas, la gente se
ve obligada a salir de la rueda de consumismo y a conectar con otra
gente. Sólo así, creando comunidades conectadas, es como podemos aspirar a eso que llamamos felicidad".
La primera vez que quedamos con Cecile Andrews fue hace quince años,
en otro cálido y agradecido café local (The Honey Bear) y en una
atmósfera bien distinta. Eran los años "prósperos" de la década Clinton,
cuando un nutrido grupo de norteamericanos decidió plantarle cara a la
cultura dominante y poner en marcha el movimiento de la "simplicidad voluntaria".
El autor de 'Walden', Henry David Thoreau, era entonces la guía filosófica y vital:
"Me siento agradecido por lo que soy y tengo. Es sorprendente cómo uno
puede darse por contento con nada en concreto, sólo con un sentido de la
existencia. Me río cuando pienso en mis vagas e indefinidas riquezas.
Mi 'banco' nunca podrá agotarlas, porque mi riqueza no está basada en
las posesiones sino en el disfrute de la vida".
Andrews nos vuelve a recordar las palabras siempre proféticas de
Thoreau, que parecen escritas expresamente para estos tiempos difíciles:
"La mayoría de los americanos están muy confundidos sobre la felicidad y
han propagado esa falsa idea por el planeta. Creen firmemente en que si eres rico, eres feliz. La gente cae en la trampa de la competición y la independencia, hasta acabar terriblemente solos y endeudados".
En 'Auténtica Felicidad', Martin Seligman ya advirtió que el dinero
-una vez satisfechas las necesidades básicas y un mínimo de bienestar-
no contribuye apenas a hacernos más felices. El factor más importante, a
título individual, es encontrar "un significado a la vida", embarcarse
en una meta o en una causa superior que sirva de acicate y estímulo.
Andrews, que organiza tertulias sobre 'La Felicidad y la Nueva
Simplicidad', nos invita a ensanchar aún más del concepto, siguiendo la
ruta trazada por los científicos Richard Wilkinson y Kate Pickett en
'Desigualdad: un análisis de la (in)felicidad colectiva'.
"¡Demasiado dinero puede hacernos menos felices! La desigualdad
económica ha dinamitado la cohesión social. El 'bache' de la riqueza ha
servido para romper las conexiones y crear una cultura de 'tú eres lo
que posees', en vez de fomentar una cultura basada en el bien común",
explica Andrews.
A los hechos nos remitimos: el Indice de Felicidad del Planeta revela que son las sociedades más igualitarias y con mayor eficiencia ecológica
–como Costa Rica- las que van a la cabeza (España hace la número 76 y
Estados Unidos, la 114). A nivel mundial, y pesar de la crisis, hay ya
una tendencia imparable a bajar del pedestal el sacrosanto Producto Interior Bruto y redefinir la felicidad y el bienestar de las sociedades, siguiendo las recomendaciones del premio Nobel de Joseph Stiglitz.
Andrews, autora entre otros libros de 'Menos es Más', tiene muy clara
cuál es la pregunta y cuál la respuesta aún en tiempos como los que
vivimos: "¿Qué nos hace más felices? ¡Los lazos sociales! El nuevo
camino hacia la simplicidad pasa necesariamente por la creación de una comunidad activa.
Y en los movimientos Occupy y Transition se están plantando las
semillas: gente unida por el entusiasmo de la acción colectiva, al
encuentro de más gente para marcar la diferencia". La iniciativa Occupy
ha puesto el tema de la desigualdad sobre la mesa, mientras que
Transition aboga por la relocalización de la economía y la adaptación al
cambio climático y la crisis energética.
Carlos Fresneda (Corresponsal) | Londres
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