Fotos: C.F.
Quise despedirme de la ciudad a esa hora incierta en la que se hermanan los madrugadores y los borrachos, que diría Sabina. Quise capturar los primeros rayos del día, los chorros primordiales de las mangueras, los chirridos de los cierres metálicos, el amanecer colectivo de ocho millones de almas...
Quise salir al encuentro de la ciudad que no duerme, y la encontré adormecida.
Tal vez debería haber enfilado hacia el río Hudson, o haberme emboscado en Central Park, o haber subido hasta el High Line, con esa sensación de flotante irrealidad que te da el caminar a tres o cuatro pisos de altura.
Pero decidí lanzarme a las aceras de Broadway, engañosamente desiertas a esas horas, ocupada por “bultos” que se iban haciendo invisibles a mi paso. Conté decenas de personas dormitando, en las esquinas o en los escalones, junto a pilas de periódicos o entre montañas de basura, tumbadas bajo los andamios o a las puertas del metro.
Fue una visión casi espectral la que me acompañó desde Union a Madison Square, donde la deslumbrante escultura blanca de Jaume Plensa (Echo) parecía apagada en la semioscuridad, incapaz de quitarse ese manto de inusitada pereza neoyorquina.
Atravesé el desierto urbano del Garment District, me crucé con gente bostezando entre cartones, con perros tirando de sus dueños, con parejas haciendo “footing”, con solitarios caminando con su vaso café, con palomas picoteando entre vomitonas...
Me acuerdo de repente de Madrid, en una despedida similar, rastreando los restos nauseabundos del botellón. Al menos allí, el amanecer no huele sólo a orines y alcohol. Recuerdo pájaros, muchos pájaros, y el humillo cálido de las tahonas, y el chorro refrescante sobre el empedrado de la Puerta del Sol...
En Times Square aparece finalmente el hombre neoyorquino de la manguera, vestido de rojo sobre suelo azul, procurando no despertar al hombre que se echa en una silla la última cabezadita. Los neones y los taxis no han dejado de trabajar durante toda la noche. Pronto empieza el desfile de turistas y curiosos, al reclamo de “Good Morning America”, en directo desde las calles de Nueva York...
Todos tranquilos, no habrá suspensión de pagos. El país respira con relativo alivio tras el “calentón” de la deuda. Atrás queda este mes de infarto, que es también el más caluroso que se recuerda. Pero el Tea Party no escarmienta y amenaza con un nuevo hervor.
Son las siete de la mañana. ¡Despierta, América!
No hay comentarios:
Publicar un comentario