Juan Valero vino a Nueva York con un mensaje muy claro: “Más Arboles”. Le sorprendió ver una ciudad desarbolada y aún invernal, con las ramas desnudas y sin apenas indicios de primavera. Le informaron que aquí tenemos seis millones escasos de árboles, frente a ocho millones de personas... Su diagnóstico: “Pocos árboles”.
Pero el calor humano compensó el esfuezo. Primero tuvo ocasión de presentar en la ONU sus cuatro proyectos para el Año Internacional de los Bosques. Y al final selló la “hermandad del árbol” con Susan Gooberman, directora de TreesNY y madrina arborescente de la ciudad de los rascacielos.
El caso es que los cuatro “mosqueteros” de la Fundación Más Arboles (Juan Valero, Juan Lladó, Andrés Rodríguez y Luis Fernández) fueron esparciendo virtualmente por Nueva York las semillas de la sabinas y de los quejigos, de las encinas y de los pinos carrasqueños. Al final se hicieron la foto en el Bajo Manhattan junto a un robusto plátano, tal vez el árbol más socorrido de nuestras ciudades por su capacidad de aguante.
En Nueva York les pusieron al tanto de la campaña Un Millón de Arboles (ya van plantados 430.000). Valero y los suyos hablaron de Cien Millones de Arboles, la iniciativa lanzada por su fundación, que aspira a dar esta semana un salto cualitativo con el proyecto de crear un “corredor biológico” en la península ibérica.
Valero propuso también en la ONU la celebración del Congreso Mundial de Amigos de los Arboles, el proyecto del Poema Gigante en 40 ciudades del manchego Angel Arenas, la creación de un “mosaico” de sabinas visible desde el cielo y la apertura de una oficina en Alcaraz (el municipio albaceteño que ha plantado ocho árboles por habitante) para promover el Año Internacional de los Bosques.
“Todo lo que hagamos para crear conciencia del árbol es poco”, sostiene Valero, fundador también de Maderas Nobles de la Sierra del Segura. “Tenemos que ayudar al planeta a recuperar su piel verde, y el reto lo tenemos tanto en el campo como en las grandes ciudades, que tienen que transformarse desde dentro”.
En Nueva York, desde finales de los setenta, TreesNY lleva haciendo lo imposible por inculcar a los vecinos la cultura del árbol. “Lo primero y más básico es “educar” desde bien temprano a los niños, hacerles ver que el árbol es un ser vivo que necesita cuidado y protección”, recalca Susan Gooberman. “Los ciudadanos deben saber también todos los beneficios que reportan los árboles, que no son sólo elementos ornamentales. Los necesitamos para filtrar el aire, para reducir el uso de energía, para combatir el cambio climático”.
“Nueva York es una ciudad muy hostil para los árboles”, advierte la directora de TreesNY. “Las calles están muy perforadas y no hay apenas sitio para las raíces. La contaminación, la orina de los perros, el hábito de encadenar las bicis al tronco o la constumbre de pisar los alcorques... Los árboles necesitan la complicidad de los vecinos. Nosotros tenemos más de 15.000 voluntarios que nos ayudan en el mantenimiento. De poco sirven las plantaciones masivas si luego no cuidamos de ellos”.
Con Susan Gooberman visitaremos un día Central Park, cuando avance la primavera. Y tal vez en verano nos acerquemos a la sierra del Segura, a conocer de primera mano eso que Juan Valero y nuestro colega Jordi Bigues han bautizado certeramente como ResponsArbolidad.
O sea, más árboles por un buena clima.
Carlos Fresneda, Nueva York
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