Curiosamente, una de las ciudades más hostiles a su bicicleta plegable ha sido Madrid: “La última vez que estuve allí fue hace dos años, con la instalación robótica de David Hanson “Voz de Julio” en el Reina Sofía... Y he de reconocer que me costó mucho abrirme paso: antes de salir tienes que tener muy claro por dónde vas, pues no hay apenas carriles-bici, aunque al final encuentras tu camino. Barcelona es otra historia... Un auténtico paraíso para la bicicleta, a no ser que tengas que subir el Montjuic después de una noche de farra”.
“La sensación de libertad física y psicológica que te proporciona la bicicleta no se puede comparar con ninguna otra experiencia”, asegura Byrne, treinta años enganchado al sillín, convertido en apóstol del transporte limpio en la Gran Manzana. Tan pública es su pasión (él mismo ha grabado en cámara sus peripecias urbanas por Nueva York) que el alcalde Michael Bloomberg le encargó el diseño de aparcaderos especiales adaptados a cada punto de la ciudad: la guitarra eléctrica en el East Village, la señal del dólar en Wall Street, la “call girl” en Times Square...
“Es increíble lo rápido que Nueva York se ha adaptado a la emergente cultura de la dos ruedas”, admite el autor de “Diarios de la bicicleta”, que se publica en otoño en España. “La recesión ha servido para que mucha gente le pierda el miedo y se lance a la aventura. La calle vuelve a ser el punto de encuentro y de exploración, desde una perspectiva radicalmente nueva”
Carlos Fresneda, Nueva York
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