Versos recitados por Gloria Vílchez Arenas

Gloria Vílchez Arenas es una ciudadana común, la madre que parió a Manolo y una anciana sabia y resistente en la vida. A continuación enlace a su libreto y a lo que no cogió en el mismo. 

Agradecemos a nuestra madre su entrega y amor, su alegría por la vida capeando las adversidades y celebrando las bondades, sus anhelos de autonomía, los cuidados que siempre ha realizado y realiza en nuestras vidas y espacios.
Le agradecemos sus versos siempre dispuestos y recitados cuando son momentos. Le agradecemos la vida que nos ha facilitado vivir.

                          Ramón, Antonio, Julio y José Manuel, Vílchez Vílchez Barcelona, 5 de enero de 2019





Mi vida en un relato


Nací en Iznalloz (Granada) en el cortijo de Las Perillas, el día 2 de octubre de 1934, mis padres fueron Julio y Práxedes, y fui la pequeña de nueve hermanos. Una familia nómada cuidadora de cortijos, recuerdo de pequeña ese periplo por diversos lugares. A los tres años, perdí a mi madre, con 40 años de edad, por una pulmonía y mi hermana mayor Angustias se encargó, en Córdoba, de los tres más pequeños, yo entre ellos.

Con 9 años llegué al Cortijo de Zeque, entre Fonelas y Guadix, para ser acogida por mis tíos Eustasia y Ramón, que no tuvieron hijos, ella era hermana de mi padre y él hermano de mi madre.

Mi padre se casó en segundas nupcias y recuerdo de él que tuvo dos hijas que nunca pude conocer. En un viaje de mi padre a visitarme en Zeque, con salida desde Córdoba y caminando por la vía con un amigo, no percibió la llegada del tren y fue atropellado y falleció. Su muerte fue muy sentida por mí. A los 10 años nos instalamos en Jerez de la Frontera, gracias a la acogida de mi prima hermana Luz, en un cortijo de su propiedad de nombre Gradera, donde llegué con Eustasia y Ramón como encargado. Allí, uno de los trabajadores fue mi único maestro, con él realizo la cartilla 1 y la 2 (que tengo guardadas como recuerdo en Huélago); en el mismo cortijo recibí las clases, donde aprendí a leer y escribir con 11 años, y también a sumar.

Con 20 años (foto), nos instalamos en el cortijo Bodegón de las Cañas, un antiguo molino de cereal, cercano a Brenes, a 12 km de Sevilla. Allí tuve mis primeros romances. El primer novio fue un maquinista de ferrocarril, Luis Casado Reina, no he olvidado su nombre; se enamoró con pasión, pero recuerdo que enfermó joven.
Mi tío Ramón falleció y está enterrado en Brenes. Con mi tía viuda Eustasia nos instalamos a un par de kilómetros del cortijo, en una zona de campos denominados Los Rasos, donde Felipe, marido de Luz, construyó una casita al lado de un pozo de riego, allá estuvimos un par de años, donde criábamos animales de granja.

Visitaba con frecuencia Sevilla capital, y recuerdo viajes en un coche descapotable de Felipe junto con mis primas Pepita, y la hija de Luz, Pilar. También recuerdo un cántico, vestidas de gitanas bailaoras, con la cara al aire rumbo a la Feria de Abril: “Alsa alsa maricones (así recuerdo en aquel contexto, hace ya 60 años) no quiero en mi casa, que se suben en la silla y me rompen las tazas, alsa, alsa”. Quedan como recuerdo algunas fotos de aquellas visitas a Sevilla en este libreto. En la ciudad me hospedaba en la casa de mi próspera prima hermana Luz.

Hasta que cargando un camión con nuestros enseres, de- cidimos instalarnos en Huélago, en las cercanías de Gua- dix (Granada), lugar de nacimiento de mi padre y de la hermana del mismo, mi tía Eustasia, donde con sus aho- rros adquirió una casita de dos alturas (granero arriba, actual habitación múltiple) en Plaza Carranza, 2 (al lado de la puerta de la iglesia), mi actual vivienda familiar.
Tenía 27 años cuando allí conocí a José, y al cabo de un año de noviazgo, contrajimos matrimonio y fuimos de viaje de novios a la ciudad de Granada. Transcurrido un año, José planteó de sumarse a la ola y buscar prosperidad como emigrante en Barcelona. Al llegar se instaló en Masrampinyo, en casa de una tía suya. Comenzó a trabajar como albañil hasta que entró como operario de máquina en Motor Ibérica, en la cercana La Llagosta. Al poco viajé, acompañada de mi tía madre Eustasia, para instalarnos definitivamente, primero en una humilde ca- sita al lado de la vía del tren, detrás del Instituto de la Salle de Montcada, donde nacieron mis hijos José Manuel en 1965 y Julio en 1967. En el año 1968 pudimos comprar un piso en Santa Coloma de Gramenet, que es la actual residencia familiar, en la calle Perú, 45, donde comenzamos a fortalecer la familia y donde Antonio (1970) nace en el hospital San Cosme de Badalona y Ramón (1975) nace en el actual CAP de la calle Mayor de Santa Coloma.


Poco después de llegar Ramón, durante su segundo año, ingresé en el Hospital Clínic para una operación de vesícula. José se trasladó a la fábrica de Motor Ibérica en Pueblo Nuevo, Barcelona, donde ya en democracia llegó la primera huelga y al mismo tiempo el economato de empresa. Los tres hijos mayores estudiaron la EGB en el colegio Juan XXIII (actual Pallaresa).
Comenzaron los viajes a Huélago en tren, toda la familia, durante las vacaciones de agosto. Continuaron viajes en autocar hasta que llegó el primer vehículo familiar (allá por el 1987), una vieja furgoneta Ebro, que había sido ambulancia en Motor Ibérica y que conducían mis hijos José Manuel y Julio. También en mi recuerdo están las visitas al espacio de tiempo libre de la empresa, Can Sala, en Canovelles. Allá mi apreciada tortilla de patatas con cebolla comenzó a convertirse en una pasión familiar, también mis bizcochos, entre baños en fabulosas piscinas.

Mi tía Eustasia, sufre una caída con rotura de fémur en el piso y durante su hospitalización falleció. Fue difícil su última etapa, ya que padeció demencia senil. Las visitas de y a mi cercana hermana Práxedes, residente en Gavá, con Gregorio y sus 4 hijos (la única hermana que también salió del Sur) me sirvió para mantener el vínculo con mi familia.

José Manuel tiene varios accidentes, la rotura del cristalino del ojo izquierdo y un tiempo después la explosión de un petardo autofabricado donde casi pierde una mano, marcaron mis desvelos hacia el hijo mayor. Los hijos crecieron y José Manuel se casó con Dorita (de Villareal, Castellón), y llegó mi primer nieto, Pau, que junto a su madre se instalaron en Nueva York en 2001 (Pau es actualmente un joven y apuesto Marine de los EE.UU).

Julio contrajo matrimonio con Angie, y se instalaron en un hermoso piso en Cerdanyola que tiene vistas a la Sierra de Collserola, y allá llegó Raul, mi segundo nieto. Antonio se casó con Maria José y se instalaron cerca de la casa familiar, en un acogedor piso donde llegaron Jan y después Edurne, que conforman mis cuatro nietos.

Ramón, el pequeño que es el más alto y el que mas ha estudiado, decidió quedarse a vivir en el piso familiar, que quedó vacío, ya que en esos momentos José, ya jubilado y yo, después de vivir con intensidad los primeros años liberados del trabajo y fomentando un grupo de amigos también jubilados, pudimos realizar muchas excursiones por el territorio cercano, ampliando el conocimiento de la tierra que nos acogió.

Decidimos volver a los orígenes y nos instalamos en la casilla de Huélago, en la que habíamos realizado algunas reformas. Yo más cerca de los familiares locales y de mis hermanos que vivían en Córdoba, y José mas cerca de su hermana y familiares. Huélago tiene un aire puro y un clima que siempre nos ha sentado bien. Los viajes al pueblo cambiaron, y entonces son los hijos con sus familias los que venían periódicamente a visitar a sus padres. José, al año de estar establecidos, sufrió un infarto que le acompañó durante un año, falleció en 2013, y decidí alternar mi vida entre Huélago, donde mantengo buenas amistades, mi casa y cuento con ayuda a domicilio, y el piso familiar de Santa Coloma, cerca de mis cuatro hijos. En el ir y venir una o dos veces por año, he pasado a ser una yaya viajera, conociendo ciudades y gentes nuevas.

Julio padeció una operación en tiroides en 2008 que nos unió de nuevo a todos a su lado junto a Angie y su pequeño Raúl. Un posterior accidente con la moto, sin su culpa y sus secuelas le dejaron un fuerte impacto en su cuerpo y su convalecencia nos volvió a unir a todos.
Durante este último año pasado ya (2018), mi corazón y todo mi amor ha sido compartido con mis hijos y sus familias, al principio de ese año salí de una hospitalización por pulmonía donde contraje la gripe A y me aislaron, con los cuidados de mis hijos y sus familias, lo superé.

La vida al poco nos lazó otra prueba, mi amado hijo Julio se volvió a enfrentar al infortunio en su salud. Para mi él siempre estará a mi lado y sus continuos “mama te quiero” están anclados en lo más profundo de mi ser. Julio falleció el 6 de enero de 2019 rodeado por toda la familia y sé que mientras esté viva siempre estará en mis sentimientos. Descansa en Paz querido hijo.



PD: Siempre ha dicho que en su vida han ocurrido muchas mas cosas, ahora que por primera vez Gloria tiene su vida narrada en un relato. Y aparecen hechos que trasladan a la dureza de un infancia en un país enfrentado contra el mismo. Gloria ha narrado estos días como vive en su recuerdo haber estado en Córdoba durante los 45 bombardeos que recibió la ciudad durante la GCE y una imagen vista mas de una vez en los relatos visuales de la historia gráfica, una mujer corriendo con una niña pequeña asida a su cintura y dos niños llorosos cogidos a la falda rumbo a las alcantarillas (los únicos refugios disponibles), esa imagen desde el relato del otro día me ha aparecido varias veces, aunque no fuese ella y su hermana mayor y sus dos hermanos, simbólicamente si lo son. Indica que tiene el recuerdo en el interior de las alcantarillas de su hermana sentada a un lado apoyada contra la pared y ella es su regazo y los pies en el otro lado mientras la canalización seguía su rumbo. Las guerras siempre las pierden los que no tienen responsabilidades en ellas.




1 comentario:

den smith dijo...

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den smith